Pero las cosas cambiaron tras la revuelta macabea. Entonces los judíos asumieron el poder. Los macabeos conquistaron Samaria y, en el 129 aC, Juan Hircano I destruyó el templo samaritano.
Los samaritanos sobrevivieron a la destrucción de su templo y se apegaron tercamente a sus creencias (igual que habían hecho los judíos). Cuando los romanos impusieron su dominio sobre Judea, los samaritanos fueron liberados y se les permitió la libre práctica de su religión. Para los romanos eso constituía buena política, pues debilitaban a los judíos asentando a un enemigo en su comunidad y así gobernaban mejor a ambos grupos.
En época del Nuevo Testamento, el odio entre judíos y samaritanos era particularmente intenso, como suele ocurrir entre pueblos con creencias semejantes pero no idénticas que históricamente se han infligido agravios mutuos. Este odio desempeña un papel importante en una serie de pasajes evangélicos, como por ejemplo en el citado arriba, donde se clasifica a los samaritanos con los gentiles.
Pero los éxitos de Jesús no sólo atraían la atención del pueblo llano, que acudía a escucharle o a seguirle, sino también la de muchos dirigentes religiosos.
En primer lugar, atraía el interés de Juan el Bautista. Juan estaba encarcelado, desde luego, pero sus discípulos seguían en activo. A éstos quizá los mirase con impaciencia y desaprobación el nuevo dirigente que, según les parecería a ellos, no hacía más que pavonearse con las plumas prestadas de su jefe encarcelado.
Estaban dispuestos a encontrar fallas e imperfecciones en Jesús y en sus enseñanzas, y descubrieron su mayor debilidad (al menos, a ojos de los ortodoxos de la época). No se apegaba a la letra de la Ley y de la tradición, y mucho menos la excedía como señal de una piedad especialmente ejemplar.
Mateo 9.14.
Entonces se llegaron a Él
[29]
los discípulos diciendo: ¿Cómo es que, ayunando como nosotros y los fariseos, tus discípulos no ayunan?
Jesús respondió señalando que cuando él estaba presente con sus discípulos, éstos tenían motivo para regocijarse y, por tanto, no ayunaban (el ayuno era señal de duelo).
Quizá comunicaran esa explicación a Juan el Bautista, que consideró el posible sentido mesiánico de tal respuesta. Juan se había proclamado el precursor inmediato del Mesías y, ahora que estaba encarcelado, debió de tener la seguridad de que el Mesías aparecería en seguida. Puede imaginársele reaccionando con ansiedad ante cualquier noticia que pudiera interpretarse como mesiánica, y la sugerencia de Jesús de que su mera presencia era motivo de regocijo podría ser significativa. ¿Sería el Mesías?
Mateo 11.2. ...
Juan... envió dos de sus discípulos...
[30]
Mateo 11.3.
a decirle
(a Jesús):
¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?
Jesús les dice que vayan a referir a Juan los detalles de sus logros, pero no afirma lisa y llanamente que sea el Mesías.
Pero Juan estaba en la cárcel y aun cuando él y sus discípulos se negaran a aceptar a Jesús o se hallaran efectivamente molestos con él, el daño que hacían era insignificante. Mucho más peligrosos eran los fariseos, sobre todo aquellos plenamente entregados a la creencia de que la salvación radicaba en la observancia meticulosa de todos los preceptos de la Ley, interpretada de la manera más estricta. (Como estudiosos de la Ley, también los escribas —v. cap. I, 15— tendían a apegarse de manera inflexible a la liturgia. Por esa razón, escribas y fariseos suelen ir emparejados en los evangelios como grupos que tanto juntos como separados se oponían a Jesús.)
No todos los fariseos eran así, ni mucho menos, y las mejores doctrinas farisaicas (v. este mismo cap.) se parecían mucho a las del Nuevo Testamento. Sin embargo, los había con una preocupación supersticiosa por los pequeños detalles de la liturgia, o que acogían de buen grado el hecho de que sólo poca gente tuviera tiempo, inclinación o conocimientos para cumplir con el ritual hasta el último extremo. Cuando ello era así, los pocos que podían hacerlo (los propios fariseos) quizá presumieran de ser superiores a los demás.
En una parábola citada en Lucas, Jesús describe a tal fariseo orando de la siguiente manera:
Lucas 18.11 ...
¡Oh, Dios!, te doy gracias de que no soy como los demás hombres...
Claro que a veces ocurre que los que muestran gran afectación de santidad no siempre viven de acuerdo con los ideales que profesan. Y también sucede que los que sufren la arrogancia de los que se creen superiores en santidad, se regocijen en los defectos que descubren en dicha virtud. Por consiguiente, existe la tendencia a pensar que escribas y fariseos también son hipócritas, y esas tres palabras van de la mano en diversos pasajes evangélicos.
Y en nuestra propia lengua, la palabra «farisaica» se aplica a una santurronería postiza y forzada.
Sin duda esto era cierto en algunos fariseos, pero no en todos. A los fariseos más intransigentes, que se oponían-particularmente a Jesús, es a quienes los evangelistas se mostraban naturalmente hostiles, identificándolos con «los fariseos» sin indicar que hubiese otra clase diferente.
Entonces, cuando la fama de Jesús creció, llamó la atención de escribas y fariseos, que le desaprobaron. Los prejuicios sociales quizá influyeran en ello. Al fin y al cabo. Jesús no era más que un carpintero inculto de un pueblo pequeño.
Eso no podía utilizarse abiertamente como argumento desfavorable, pero predispondría a escribas y fariseos (orgullosos de su sabiduría) contra él. Se encontrarían más que dispuestos a atacar su permisividad en cuanto a la observancia del ritual.
Así, al tratar a un enfermo, dijo Jesús:
Mateo 9.2. ...
Confía, hijo; tus pecados te son perdonados.
Mateo 9.3.
Algunos escribas dijeron dentro de sí: Este blasfema.
Al fin y al cabo, sólo Dios podía perdonar los pecados, de manera que Jesús parecía arrogarse poderes mesiánicos, si no efectivamente divinos.
Jesús tampoco vacilaba en someterse al estigma social de relacionarse con gente de mala fama, publícanos incluidos (v. este mismo cap.). Y llegó a aceptar a un publicano como discípulo:
Mateo 9.9.
...Jesús ... vio un hombre sentado al telonio, de nombre Mateo, y le dijo: Sígueme. Y él, levantándose, le siguió.
Los fariseos, orgullosos de su estricta rectitud, lo desaprobaron.
Mateo 9.11.
Viendo esto, los fariseos decían a los discípulos
(de Jesús):
¿Por qué vuestro maestro come con publicanos y pecadores?
Jesús contestó señalando que Dios no exigía cumplir la letra de la Ley ni la totalidad del ritual. Lo que pedía era un comportamiento ético.
Mateo 9.12.
El
(Jesús) ...
dijo...
Mateo 9.13.
Id y aprended qué significa «Misericordia quiero y no sacrificios...
Esta cita es del profeta Oseas, quien transcribe las palabras de Dios haciendo la misma indicación:
Oseas 6.6.
Pues prefiero la misericordia al sacrificio, y el conocimiento de Dios al holocausto.
Los fariseos no podían rechazar la cita ni desaprobar a Oseas, pero su disposición de ánimo no mejoraría porque un «predicador rústico» les diera lecciones de las Escrituras. El antagonismo siguió creciendo.
Lo que parece la ruptura definitiva con los fariseos surgió por la actitud de Jesús hacia el sábado:
Mateo 12.1.
Por aquel tiempo iba Jesús un día de sábado por los sembrados; sus discípulos tenían hambre y comentaron a arrancar espigas y comérselas.
Mateo 12.2.
Los fariseos, que lo vieron, dijéronle: Mira que tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado.
El origen del sábado, séptimo día de la semana, como día sagrado que debe dedicarse a Dios, se sitúa, según la leyenda hebrea, en la época de la creación. Se dice que Dios creó el cielo y la tierra en seis días:
Génesis 2.2.
Y rematada en el día sexto
[31]
toda la obra... descansó..
.
Génesis 2.3.
y bendijo al día séptimo y lo santificó...
«Sábado» se deriva de «sabat», que a su vez procede de otra palabra hebrea que significa «interrumpir» o «desistir». El propósito mundano del sábado era desistir de trabajar un día a la semana, descansar; igual que-Dios había descansado de su trabajo.
La observancia del sábado constituía uno de los Diez Mandamientos recibidos por Moisés en el monte Sinaí.
Éxodo 20.8.
Acuérdate del día del sábado para santificarlo.
Éxodo 20.9.
Seis días trabajarás y harás tus obras,
Éxodo 20.10.
pero el séptimo día es día de descanso. consagrado a Yahvé, tu Dios, y no harás en él trabajo alguno...
Pero el Pentateuco (los cinco libros primeros de la Biblia) sólo alcanzó su forma definitiva durante el exilio en Babilonia, y quizá no fuese hasta entonces cuando el sábado recibiera su actual significado. Después de todo, en los libros históricos que tratan del período anterior al Exilio hay pocas e insignificantes alusiones al sábado. No se menciona ni en los Salmos, ni en los Proverbios ni en el libro de Job. Tampoco se le hace referencia en el Deuteronomio, salvo por su inclusión en la lista de los Diez Mandamientos.
Según cierta teoría, el sábado se originó entre los babilonios como un festival de luna llena. Los babilonios llamaban «sappatu» al decimoquinto día del mes, y en un mes lunar que empiece con luna nueva, hay luna llena en el día decimoquinto.
La posibilidad de que el sábado fuese un festival de luna llena, complementario del famoso festival de luna nueva, puede respaldarse en diversos versículos bíblicos fechados antes del Exilio, en los que se menciona conjuntamente al sábado y a la luna nueva de manera complementaria.
Así, cuando una mujer desea acudir a Eliseo, el profeta que hace milagros, después de que su hijo muriera de insolación, le dice su marido:
2 Reyes 4.23. ...
¿Para qué quieres ir a verle hoy? No es ni novilunio ni sábado...
El profeta Oseas cita las amenazadoras palabras de Dios contra Israel:
Oseas 2.11/13.
Haré cesar todas sus alegrías, sus fiestas, sus novilunios, sus sábados...
Y Amos, al narrar la avaricia de los mercaderes, ansiosos por hacer ganancias fraudulentas mediante pesos falsos, los describe de manera satírica, con el paralelismo característico de la poesía hebrea:
Amos 8.5. ...
¿Cuándo pasará el novilunio para que vendamos el trigo, y el sábado para que podamos abrir los graneros?
Es posible que, durante el Exilio, el sábado se convirtiera en algo más que en un festival lunar, cuando sacerdotes y escribas buscaban medios de diferenciar si pensamiento hebreo para mantener vivo el judaísmo. Deseaban evitar la asimilación que provocó la desaparición de los hombres del Reino del Norte durante el exilio asirio.
Ezequiel («padre del judaísmo») quizá hiciese la significativa contribución de incluir la observancia del sábado en la alianza fundamental entre Dios e Israel, pues el profeta cita las siguientes palabras de Dios:
Ezequiel 20.12.
Diles también mis sábados, para que fuesen señal entre mí y ellos...
En la época de la vuelta del Exilio, el sábado ya había adquirido definitivamente la connotación que desde entonces tiene entre los judíos. Nehemías, al visitar la Jerusalén restaurada, se horroriza al ver trabajar en sábado:
Nehemías 13.15.
Por aquellos días vi en Judá que algunos pisaban en sus lagares el sábado...
Nehemías 13.16.
Había también tirios que traían el pescado y..., vendiéndolas a los hijos de Judá ...el día del sábado.
Nehemías 13.17.
Reprendí a los magistrados de Judá y les dije: «¿Qué es esto tan malo que hacéis, profanando así el día del sábado?
Un creciente número de trabas se opuso al sábado hasta que, en época de la persecución seléucida, la observancia del sábado se convirtió entre el bando conservador en la misma piedra de toque que separaba a los judíos ortodoxos de los partidarios de la helenización. En efecto, los asideos no quebrantaban el sábado ni siquiera para salvar la vida (v. cap. I, 3). Los macabeos tuvieron que lograr un acuerdo general para permitir al menos la defensa propia en sábado. Sin embargo, las facciones más ritualistas entre los judíos, que en particular incluían a ciertos grupos de fariseos, eran especialmente rígidas en cuanto al comportamiento en sábado.
Al arrancar espigas de trigo, quitar el hollejo y comer el grano, los discípulos de Jesús incurrían en una especie de recolección, y eso estaba expresamente prohibido en sábado:
Éxodo 34.21.
Seis días trabajarás; el séptimo descansarás; no ararás en él ni recolectarás
Sin embargo, Jesús mostraba una actitud desdeñosa hacia las posturas legalistas que exaltaban el sábado a expensas de consideraciones humanitarias, postura expresada de la manera más sucinta en el Evangelio de San Marcos:
Marcos 2.27.
Y añadió
(Jesús):
El sábado fue hecho a causa del hombre, y no el hombre por el sábado.
Los fariseos debieron de pensar que Jesús pretendía quebrantar el espíritu mismo del judaísmo, la cuidadosa liturgia que lo preservaba (como en ámbar) de las abrumadoras multitudes del mundo exterior. Había que parar a Jesús.
Mateo 12.14.
Los fariseos ...se reunieron en consejo contra Él
[32]
para ver cómo perderle.
Es posible que lo que los fariseos pretendieran, fuese destruir su influencia; las cosas no habían llegado al punto en que sería preciso darle muerte. Al parecer, la estrategia decidida por los fariseos fue la de acusarle de magia negra:
Mateo 12.24. ...
los fariseos dijeron: Este no echa a los demonios sino por el poder de Beelzebul, príncipe de los demonios.
Replicó Jesús preguntando cómo un demonio podía expulsar a otro, pues tal guerra civil en las filas demoníacas acabaría con todos ellos:
Mateo 12.25.
...Todo reino en sí dividido será desolado y toda ciudad o casa en sí dividida no subsistirá
No obstante, quizá se produjera una merma entre sus seguidores. Muchos debieron pensar que si los doctos fariseos tachaban a alguien de ser adorador del demonio, tenían que saber lo que estaban diciendo.