Harry Potter. La colección completa (253 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

BOOK: Harry Potter. La colección completa
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—Sí, pero fue porque Malfoy es tan estúpido que no escuchó las instrucciones que le dio Hagrid —intervino Harry, furioso.

Ron y Hermione soltaron un gemido y la profesora Umbridge giró con lentitud la cabeza hacia donde estaba Harry.

—Creo que añadiremos una tarde más de castigo —dijo impasible—. Bueno, muchas gracias, profesora Grubbly-Plank, creo que ya tengo todo lo que necesito. Recibirá los resultados de su supervisión dentro de diez días.

—Estupendo —repuso ella, y la profesora Umbridge regresó por la ladera de césped hacia el castillo.

Era casi medianoche cuando Harry salió del despacho de la profesora Umbridge. La mano le sangraba tanto que se le había manchado el pañuelo con que se la había envuelto. Se había imaginado que al regresar encontraría la sala común vacía, pero Ron y Hermione estaban esperándolo. Se alegró de verlos, sobre todo porque Hermione no se mostró crítica con él, sino comprensiva.

—Toma —dijo con inquietud mientras le acercaba un pequeño cuenco lleno de un líquido amarillo—, pon la mano en remojo, es una solución de tentáculos de
murtlap
pasteurizados y escabechados. Te irá bien.

Harry metió la mano, dolorida y sangrante, en el cuenco y experimentó una agradable sensación de alivio.
Crookshanks
se enroscó alrededor de sus piernas maullando fuerte; luego saltó a su regazo y se quedó acurrucado.

—Gracias —dijo Harry reconfortado, acariciando a
Crookshanks
detrás de las orejas con la mano izquierda.

—Sigo pensando que deberías quejarte de esto —afirmó Ron en voz baja.

—No —contestó Harry cansinamente.

—La profesora McGonagall se pondría furiosa si supiera…

—Sí, lo más probable —admitió Harry—. Pero ¿cuánto crees que tardaría Umbridge en aprobar otro decreto diciendo que cualquier profesor que se queje de la Suma Inquisidora será inmediatamente despedido?

Ron despegó los labios para responder, pero no articuló ningún sonido, y al cabo de un momento volvió a cerrarlos, derrotado.

—Esa mujer es repugnante —afirmó Hermione con un susurro—. Repugnante. Cuando has entrado estaba diciéndole a Ron… que tenemos que tomar cartas en el asunto.

—Yo propongo que la envenenemos —sugirió Ron con gravedad.

—No, en serio… Tendríamos que decir algo sobre lo mala profesora que es y sobre el hecho de que con ella no vamos a aprender nada de Defensa —propuso Hermione.

—Pero ¿qué quieres que hagamos? —le preguntó Ron con un bostezo—. Es demasiado tarde, ¿no? Ya le han dado el empleo, y ahora no se va a marchar. De eso se encargará Fudge.

—Bueno —aventuró Hermione—, se me ha ocurrido… —Miró con cierto nerviosismo a Harry y prosiguió—: Se me ha ocurrido que a lo mejor ha llegado el momento… de que actuemos por nuestra cuenta.

—¿De que actuemos por nuestra cuenta? —repitió recelosamente Harry, que todavía tenía la mano metida en la solución de tentáculos de
murtlap
.

—Me refiero a… aprender Defensa Contra las Artes Oscuras nosotros solos —aclaró Hermione.

—¿Pretendes hacernos trabajar aún más? ¿No te das cuenta de que Harry y yo volvemos a tener los deberes atrasados y sólo llevamos dos semanas de curso?

—Pero ¡esto es mucho más importante que los deberes! —protestó Hermione.

Harry y Ron la miraron con los ojos desorbitados.

—¡No sabía que en el universo hubiera algo más importante que los deberes! —exclamó Ron.

—No seas tonto, claro que lo hay —replicó Hermione, y Harry percibió atemorizado que de pronto la cara de su amiga denotaba aquel tipo de fervor que la
PEDDO
le solía inspirar—. Se trata de prepararnos, como dijo Harry en la primera clase de Umbridge, para lo que nos espera fuera del colegio. Se trata de asegurarnos de que verdaderamente sepamos defendernos. Si no aprendemos nada durante un año…

—No podremos hacer gran cosa nosotros solos —repuso Ron con desánimo—. Sí, podemos buscar embrujos en la biblioteca e intentar practicarlos, supongo…

—No, estoy de acuerdo contigo: ya hemos superado esa etapa en la que sólo podíamos aprender cosas en los libros —dijo Hermione—. Necesitamos un profesor, un profesor de verdad que nos enseñe a usar los hechizos y nos corrija si los hacemos mal.

—Si estás pensando en Lupin… —empezó a decir Harry.

—No, no, no estoy pensando en Lupin —dijo Hermione—. Él está demasiado ocupado con la Orden, y además sólo podríamos verlo los fines de semana que fuéramos a Hogsmeade, y eso no sería suficiente.

—Entonces, ¿en quién? —preguntó Harry, mirándola con el entrecejo fruncido.

Hermione suspiró profundamente.

—¿No lo habéis captado? —se lamentó—. Podrías hacerlo tú, Harry.

Hubo un momento de silencio. Una ligera brisa nocturna hacía crujir los cristales de las ventanas y el fuego ardía con luz parpadeante.

—Podría hacer ¿qué? —se sorprendió él.

—Podrías enseñarnos Defensa Contra las Artes Oscuras.

Harry la miró fijamente. Luego dirigió la vista hacia Ron, dispuesto a cambiar con él una de aquellas miradas de exasperación que compartían cuando Hermione les salía con algún descabellado proyecto como la
PEDDO
. Sin embargo, para desesperación de Harry, Ron no parecía nada exasperado, y, después de reflexionar unos instantes con el entrecejo un poco fruncido, dijo:

—No es mala idea.

—¿Qué es lo que no es mala idea? —le preguntó Harry.

—Que nos enseñes tú.

—Pero si… —Harry sonrió, convencido de que sus amigos estaban tomándole el pelo—. Pero si yo no soy profesor. Yo no puedo…

—Harry, eres el mejor de nuestro curso en Defensa Contra las Artes Oscuras —le recordó Hermione.

—¿Yo? —dijo Harry sonriendo más abiertamente—. Eso no es verdad, tú me has superado en todos los exámenes que…

—No, Harry —aseguró Hermione cortante—. Tú me superaste en tercero, el único curso en que ambos hicimos el examen y tuvimos un profesor que sabía algo de la asignatura. Pero no estoy hablando de resultados de exámenes, Harry. ¡Piensa en todo lo que has hecho!

—¿Qué quieres decir?

—¿Sabes qué? No estoy seguro de querer que me dé clases alguien tan estúpido —le insinuó Ron a Hermione con una sonrisita. Luego miró a Harry e, imitando a Goyle cuando se concentraba, dijo—: Vamos a ver… En primero salvaste la Piedra Filosofal de las manos de Quien-tú-sabes…

—Pero no gracias a mi habilidad —explicó Harry—, sino porque tuve suerte.

—En segundo —lo interrumpió Ron— mataste al basilisco y destruiste a Ryddle.

—Sí, pero si no llega a ser por
Fawkes

—En tercero —prosiguió Ron, subiendo el tono de voz— ahuyentaste a más de un centenar de
dementores
de una sola vez…

—Sabes perfectamente que eso fue por chiripa, si el giratiempo no hubiera…

—El año pasado —continuó Ron ya casi a voz en grito— volviste a vencer a Quien-tú-sabes…

—¿Queréis hacer el favor de escucharme? —saltó Harry casi enfadado porque Ron y Hermione lo miraban sonriendo—. Escuchadme, ¿de acuerdo? Dicho así suena fabuloso, pero lo que pasó fue que tuve suerte, yo ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, no planeé nada, me limité a hacer lo que se me ocurría, y casi siempre conté con ayuda…

Ron y Hermione seguían sonriendo y Harry se puso aún más nervioso; ni siquiera sabía con exactitud por qué estaba tan enfadado.

—¡No os quedéis ahí sentados sonriendo como si vosotros supierais más que yo! Era yo el que estaba allí, ¿no? —dijo acaloradamente—. Yo sé lo que pasó. Y si salí bien parado de esas situaciones no fue porque supiera mucho de Defensa Contra las Artes Oscuras, sino porque…, porque recibí ayuda en el momento preciso, o porque acerté por casualidad… Pero me libré por los pelos, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo…
¡PARAD DE REÍR!

El cuenco que contenía la solución de
murtlap
cayó al suelo y se rompió y Harry se dio cuenta de que estaba de pie, aunque no recordaba haberse levantado.
Crookshanks
se escondió debajo de un sofá y la sonrisa de Ron y Hermione desapareció.

—¡No tenéis ni idea! ¡Vosotros nunca habéis tenido que enfrentaros a él! ¿Creéis que basta con memorizar un puñado de hechizos y lanzárselos, como si estuvierais en clase? En esas circunstancias eres totalmente consciente de que no hay nada que te separe de la muerte salvo…, salvo tu propio cerebro o tus agallas o lo que sea, como si fuera posible pensar fríamente cuando sabes que estás a milésimas de segundo de que te maten, o de que te torturen, o de ver morir a tus amigos… Lo que se siente cuando uno se enfrenta a situaciones así… nunca nos lo han enseñado en las clases. Y vosotros dos me miráis como si yo fuera muy listo porque estoy aquí de pie, vivo, y Diggory fuera un estúpido, como si él hubiera metido la pata… No lo entendéis; pudo pasarme a mí, me habría pasado de no ser porque Voldemort me necesitaba para…

—Nosotros no queríamos decir eso, Harry —se excusó Ron, que contemplaba aterrado a su amigo—. No nos estábamos metiendo con Diggory, no pretendíamos… Nos has interpretado mal —añadió mirando desesperado a Hermione, que estaba muy afligida.

—Harry —dijo ella con timidez—, ¿es que no lo ves? Por eso…, por eso precisamente te necesitamos. Necesitamos saber… có-cómo es en realidad… enfrentarse a…, enfrentarse a Vo-Voldemort.

Era la primera vez que Hermione pronunciaba el nombre de Voldemort, y fue eso más que ninguna otra cosa lo que calmó a Harry. Se sentó en la butaca, respirando agitadamente, y entonces se dio cuenta de que volvía a dolerle muchísimo la mano. Enseguida lamentó haber roto el cuenco del
murtlap
.

—Bueno, piénsatelo… —insinuó Hermione con voz queda—. Por favor.

Harry no sabía qué decir. Estaba arrepentido de aquel arrebato, así que asintió sin reparar apenas en lo que estaba aceptando.

Hermione se puso en pie.

—En fin, me voy a la cama —anunció, esforzándose por hablar con naturalidad—. Buenas noches…

Ron también se había levantado.

—¿Vienes? —le preguntó con suavidad a Harry.

—Sí. Ahora mismo… Voy a limpiar esto —dijo señalando el cuenco roto. Ron asintió y se marchó—.
¡Reparo!
—murmuró luego Harry apuntando con la varita a los trozos de porcelana rotos. Los fragmentos se unieron solos y el cuenco quedó como nuevo, pero no había forma de devolver la solución de
murtlap
al cuenco.

De pronto Harry se sintió tan cansado que estuvo tentado de dejarse caer de nuevo en la butaca y dormir allí mismo, pero hizo un esfuerzo para levantarse y siguió a Ron por la escalera. Aquella noche durmió mal y volvió a tener sueños en los que veía largos pasillos y puertas cerradas con llave, y al día siguiente, cuando despertó, volvía a dolerle la cicatriz.

16
Reunión en Cabeza de Puerco

Hermione no volvió a mencionar su idea de que Harry les enseñara Defensa Contra las Artes Oscuras hasta al cabo de dos semanas. Harry (quien no estaba seguro de que las palabras que tenía grabadas en el dorso de la mano llegaran a desaparecer del todo) ya había terminado los castigos con la profesora Umbridge; Ron había asistido a cuatro entrenamientos de
quidditch
más, y en los dos últimos no le habían gritado; y los tres amigos habían conseguido hacer desaparecer sus ratones en la clase de Transformaciones (es más, Hermione había progresado y había hecho desaparecer gatitos), antes de que volvieran a abordar el tema durante una desapacible y tempestuosa tarde de finales de septiembre, cuando estaban sentados en la biblioteca buscando ingredientes de pociones para un trabajo que les había encargado Snape.

—Harry —dijo de pronto Hermione—, ¿has vuelto a pensar en la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras?

—Pues claro —repuso Harry malhumorado—. ¿Cómo vamos a olvidarla, con la arpía que tenemos de profesora?

—Me refería a la idea que tuvimos Ron y yo… —Ron, alarmado, le dirigió una mirada amenazadora a Hermione, quien frunció el entrecejo y rectificó—: De acuerdo, de acuerdo, a la idea que tuve yo de que nos dieras clase.

Harry no contestó enseguida. Fingió que leía detenidamente una página de
Antídotos asiáticos,
porque no quería decir lo que estaba pensando.

Lo cierto era que durante aquellas dos semanas había reflexionado mucho sobre aquel tema. A veces le parecía una idea descabellada, como le había parecido la noche que Hermione se la propuso, pero otras se sorprendía a sí mismo pensando en los hechizos que más le habían servido en sus diversos enfrentamientos con
mortífagos
y criaturas tenebrosas; y no sólo eso, a veces se sorprendía a sí mismo planeando inconscientemente las clases…

—Bueno —dijo con lentitud, pues ya no podía continuar simulando que le interesaba muchísimo
Antídotos asiáticos
—. Sí, he pensado un poco.

—¿Y? —preguntó Hermione, esperanzada.

—No lo sé —empezó Harry para ganar tiempo. Luego levantó la cabeza y miró a Ron.

—A mí me pareció buena idea desde el principio —afirmó éste, que parecía más dispuesto a participar en aquella conversación ahora que estaba seguro de que Harry no iba a ponerse a gritar otra vez.

Harry, incómodo, cambió de postura en la silla.

—Ya os dije que gran parte de mi éxito se debió a la suerte.

—Sí, Harry —replicó Hermione suavemente—, pero de todos modos es inútil que finjas que no eres bueno en Defensa Contra las Artes Oscuras, porque lo eres. El año pasado fuiste el único estudiante que supo bloquear la maldición
Imperius
a la perfección, sabes hacer aparecer un
patronus
, sabes hacer cosas que muchos magos adultos no saben. Viktor siempre decía…

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