Humo y espejos (36 page)

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Authors: Neil Gaiman

Tags: #Relato, Fantástico

BOOK: Humo y espejos
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»“Nunca hubo ningún problema cuando trabajábamos en las propiedades de la materia. Pero cuando empezamos a diseñar algunas de las emociones Nombradas… se entregó demasiado a su trabajo.”

»“Y nuestro último proyecto era
Muerte
. Es uno de los difíciles y sospecho que también es uno de los importantes. Puede que incluso se convierta en el atributo que definirá la Creación para los Creados: si no fuera por
Muerte
, se conformarían con existir simplemente, pero con
Muerte
, bueno, sus vidas tendrán un significado, un límite más allá del cual los vivos no pueden cruzar…”

»“¿Así que crees que se suicidó?”

»“Sé que lo hizo”, dijo Saracael. Fui hasta la ventana y miré fuera. Muy abajo, a
mucha
distancia, veía un puntito blanco. Era el cuerpo de Carasel. Tendría que encargarme de que alguien se ocupara de él; pero habría alguien que ya lo sabría, alguien cuya función era la eliminación de cosas que no eran necesarias. No era mi función. Lo sabía.

»“¿Cómo?”

»Se encogió de hombros. “Lo sé. Últimamente había empezado a hacer preguntas, preguntas sobre
Muerte
. Por ejemplo, ¿cómo podíamos saber si era o no correcto que la hiciéramos, que estableciéramos las normas, si no la experimentábamos nosotros mismos? No dejaba de hablar de ello”.

»“¿No te extrañaba?”

»Saracael se giró, por primera vez, para mirarme. “No. Ésa es nuestra función: discutir, improvisar, ayudar a la Creación y a los Creados. Lo solucionamos ahora, de manera que cuando todo Empiece, funcione como un reloj. En este momento, estamos trabajando en
Muerte
. Así que, como es obvio, eso es lo que estudiamos. El aspecto físico; el aspecto emocional; el aspecto filosófico…”

»“Y los
modelos
. Carasel tenía la idea de que lo que hacemos aquí, en el Salón de la Existencia, crea modelos. Hay estructuras y formas apropiadas para seres y acontecimientos que, una vez empezadas, deben continuar hasta que lleguen a su final. Para nosotros, quizá, igual que para ellos. Cabe la posibilidad de que él creyera que éste era uno de sus modelos.”

»“¿Conocías bien a Carasel?”

»“Tanto como nos conocemos los unos a los otros. Nos veíamos aquí; trabajábamos codo con codo. A ciertas horas, yo me retiraba a mi celda al otro lado de la Ciudad. A veces, él hacía lo mismo.”

»“Háblame de Fanuel.”

»Sonrió torciendo la boca. “Es oficioso. No hace gran cosa: lo encarga todo a otros ángeles y se lleva el mérito —bajó la voz, aunque no había ni un alma más en la galería—. Cualquiera que le oyera, creería que
Amor
fue obra suya. Pero, dicho sea en su honor, es cierto que se asegura de que trabajemos. Zefquiel es el auténtico pensador de los diseñadores superiores, pero no viene por aquí. Se queda en su celda de la Ciudad y contempla; resuelve problemas a distancia. Si tienes que hablar con Zefquiel, debes ver a Fanuel y él le transmite tus preguntas…”

»Le interrumpí. “¿Qué hay de Lucifer? Háblame de él”.

»“¿Lucifer? ¿El capitán del Ejército? No trabaja aquí… Aunque ha visitado el Salón un par de veces, para inspeccionar la Creación. Dicen que está bajo las órdenes directas del Nombre. Nunca he hablado con él”.

»“¿Conocía a Carasel?”

»“Lo dudo. Como he dicho, sólo ha estado aquí dos veces. Sin embargo, le he visto en otras ocasiones. Por aquí —agitó la punta del ala, señalando el mundo que había tras la ventana—. Volando.”

»“¿Adónde?”

»Parecía que Saracael iba a decir algo, entonces cambió de idea. “No lo sé”.

»Miré por la ventana hacia la Oscuridad que estaba en las afueras de la Ciudad de Plata.

»“Puede que quiera volver a hablar contigo más tarde”, le dije a Saracael.

»“Muy bien —me di la vuelta para marcharme—. Oye, ¿sabes si me asignarán otro compañero? ¿Para
Muerte
?”

»“No —le dije—. Me temo que no lo sé.”

»En el centro de la Ciudad de Plata había un parque, un lugar de recreo y descanso. Encontré al ángel Lucifer allí, junto a un rio. Estaba de pie, mirando cómo corría el agua.

»“¿Lucifer?”

»Inclinó la cabeza. “Ragüel. ¿Estás avanzando?”

»“No lo sé. Tal vez. Tengo que hacerte algunas preguntas. ¿Te importa?”

»“En absoluto.”

»“¿Cómo encontraste el cuerpo?”

»“No lo hice. No exactamente. Vi a Fanuel de pie en la calle. Parecía consternado. Pregunté si pasaba algo y me mostró el ángel muerto. Y fui a buscarte.”

»“Ya veo.”

»Se inclinó, metió la mano en el agua fría del río. El agua salpicó y dio vueltas alrededor de la mano. “¿Eso es todo?”

»“Aún no. ¿Qué estabas haciendo en esa parte de la ciudad?”

»“No creo que sea asunto tuyo.”

»“Lo es, Lucifer. ¿Qué estabas haciendo allí?”

»“Estaba… paseando. A veces lo hago. Simplemente paseo y pienso. E intento comprender”. Se encogió de hombros.

»“¿Paseas por el límite de la Ciudad?”

»Un latido y luego, “Sí”.

»“Eso es todo lo que quiero saber. De momento.”

»“¿Con quién más has hablado?”

»“Con el jefe de Carasel y su compañero. Los dos creen que se suicidó, que acabó con su propia vida.”

»“¿Con quién más vas a hablar?”

»Miré hacia arriba. Los chapiteles de la Ciudad de los Ángeles descollaban sobre nosotros. “Tal vez con todo el mundo”.

»“¿Con todos?”

»“Si es necesario. Es mi función. No podré descansar hasta que entienda lo que ocurrió y hasta que haya infligido la Venganza del Nombre a quienquiera que fuera el responsable. Pero te diré algo que

sé.”

»“¿Y qué es?”. Gotas de agua caían como diamantes de los dedos perfectos del ángel Lucifer.

»“Carasel no se suicidó.”

»“¿Cómo lo sabes?”

»“Soy Venganza. Si Carasel hubiese muerto por su propia mano —le expliqué al Capitán del Ejército Celestial—, no me habrían necesitado. ¿Verdad?”

»No contestó.

»Volé hacia arriba a la luz de la mañana eterna.

»¿Tienes otro cigarrillo?

Saqué el paquete rojo y blanco y le pasé un cigarrillo.

—Gracias.

»La celda de Zefquiel era más grande que la mía.

»No era un lugar de espera. Era un lugar para vivir y trabajar y
ser
. Estaba cubierto de libros y pergaminos y papeles y había imágenes y representaciones en las paredes: cuadros. Nunca había visto un cuadro.

»En el centro de la habitación había una silla grande y Zefquiel estaba allí sentado, con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás.

»Cuando me acercaba a él, abrió los ojos.

»No ardían con más fuerza que los ojos de los otros ángeles con quien me había encontrado, pero por alguna razón daba la impresión de que habían visto más. Había algo en su modo de mirar. No estoy seguro de poder explicarlo. Además, no tenía alas.

»“Bienvenido, Ragüel”, dijo. Sonaba cansado.

»“¿Tú eres Zefquiel?”, no sé por qué se lo pregunté. Es decir, yo sabía quién era la gente. Es parte de mi función, supongo. Reconocimiento. Sé quién eres tú.

»“En efecto. Me estás mirando fijamente, Ragüel. No tengo alas, es cierto, pero es que mi función no requiere que deje esta celda. Me quedo aquí y reflexiono. Fanuel me presenta los informes, me trae las cosas nuevas, para que le dé mi opinión. Me trae los problemas y yo pienso en ellos y, de vez en cuando, ayudo un poco haciendo pequeñas sugerencias. Ésa es mi función. Como la tuya es la venganza.”

»“Sí.”

»“¿Estás aquí por la muerte del ángel Carasel?”

»“Sí.”

»“Yo no le maté.”

»Cuando lo dijo, supe que era verdad.

»“¿Sabes quién lo hizo?”

»“Ésa es
tu
función, ¿no? Descubrir quién mató al pobre desgraciado e infligirle la Venganza del Nombre.”

»“Sí.”

»Asintió con la cabeza.

»“¿Qué quieres saber?”

»Hice una pausa y medité sobre lo que había oído aquel día. “¿Sabes qué hacía Lucifer en aquella parte de la Ciudad antes de que encontrasen el cuerpo?”

»El viejo ángel me miró. “Puedo aventurar una respuesta”.

»“¿Sí?”

»“Estaba paseando por la Oscuridad.”

»Asentí. En aquel momento tenía una forma en la mente. Algo que casi podía captar. Hice la última pregunta:

»“¿Qué puedes decirme de
Amor
?”

»Y me lo dijo. Y pensé que ya lo tenía todo.

»Regresé al lugar en el que había estado el cuerpo de Carasel. Habían sacado los restos, habían limpiado la sangre y habían recogido las plumas sueltas y se habían deshecho de ellas. No había nada en la acera plateada que indicase que había estado allí alguna vez. No obstante, yo sabía dónde había estado.

»Ascendí con mis alas, volé hacia arriba hasta que me acerqué a la parte alta del chapitel del Salón de la Existencia. Había una ventana y entré.

»Saracael estaba allí trabajando, poniendo un maniquí sin alas en una cajita. En un lado de la caja había una representación de una criatura pequeña y marrón con ocho patas. En el otro lado había una representación de una flor blanca.

»“¿Saracael?”

»“¿Uhm? Ah, eres tú. Hola. Fíjate en esto. Si te murieras y tuvieran que, digamos, ponerte bajo tierra en una caja, ¿qué querrías que te colocaran encima, esta araña o este lirio?”

»“El lirio, supongo.”

»“Sí, yo opino lo mismo. Pero,
¿por qué?
Ojalá… —se llevó la mano a la barbilla, miró los dos modelos, primero puso uno encima de la caja, luego el otro, experimentalmente—. Hay tanto que hacer, Ragüel. Tanto que debe salirnos bien. Y sólo tenemos una oportunidad para hacerlo, ¿sabes? Sólo habrá un universo, no podemos ir intentándolo hasta que nos salga bien. Ojalá comprendiese por qué todo esto es tan importante para Él…”

»“¿Sabes dónde está la celda de Zefquiel?”, le pregunté.

»“Sí. Es decir, nunca he estado allí, pero sé dónde está.”

»“Bien. Ve allí. Te estará esperando. Te veré allí.”

»Negó con la cabeza. “Tengo trabajo que hacer. No puedo…”

»Sentí cómo mi función se apoderaba de mí. Le miré y dije, “Estarás allí. Ahora ve”.

»No dijo nada. Se alejó de mí, hacia la ventana, mirándome; entonces se dio la vuelta y batió las alas, y me quedé solo.

»Caminé hasta el pozo central del Salón y me dejé caer, rodando por el modelo del universo: relucía a mi alrededor, colores y formas desconocidas que bullían y se retorcían sin significado.

»A medida que me iba acercando al fondo, batí las alas, haciendo que mi descenso fuera más lento, y pisé suavemente el suelo plateado. Fanuel estaba entre dos ángeles que intentaban reclamar su atención.

»“Me da igual lo agradable que sería estéticamente —le explicaba a uno de ellos—. Sencillamente, no podemos ponerlo en el centro. La radiación de fondo impediría que cualquier forma de vida encontrase un punto de apoyo para el pie; y, de todos modos, es demasiado inestable.”

»Se volvió hacia el otro. “Vale, veámoslo. Uhm. Así que esto es
Verde
, ¿eh? No es exactamente como yo me lo había imaginado, pero… Mm. Déjamelo, ya te diré algo”. Cogió un papel del ángel, lo dobló con decisión.

»Se volvió hacia mí. Su actitud era brusca y desdeñosa. “¿Sí?”

»“Necesito hablar contigo.”

»“¿Mm? Bueno, que sea rápido. Tengo mucho que hacer. Si es sobre la muerte de Carasel, te he dicho todo lo que sé.”

»“Es sobre la muerte de Carasel, pero no hablaré contigo ahora. Aquí no. Ve a la celda de Zefquiel: te está esperando. Te veré allí.”

»Parecía que estaba a punto de decir algo, pero sólo asintió y se dirigió a la puerta.

»Me disponía a marcharme cuando se me ocurrió algo. Paré al ángel que tenía el
Verde
. “Contéstame a una pregunta”.

»“Si puedo.”

»“Esa cosa —señalé el universo—. ¿Para qué será?”

»“¿Para qué? Pero si es el universo.”

»“Sé cómo se llama. Pero, ¿para qué servirá?”

»Frunció el ceño. “Es parte del plan. El Nombre lo desea; Él requiere que se haga
esto y aquello
, con
estas
dimensiones y que tenga
tales
propiedades e ingredientes. Es nuestra función crearlo según Sus deseos. Estoy seguro de que Él sabe su función, pero no me la ha revelado”. Su tono era de ligera reprimenda.

»Asentí y dejé aquel lugar.

»Por encima de la Ciudad, muy alto, una falange de ángeles revoloteaban, daban vueltas y bajaban en picado. Cada uno de ellos llevaba una espada llameante que dejaba atrás una estela de un resplandor ardiente que deslumbraba los ojos. Se movían al unísono por el cielo rosa asalmonado. Eran muy hermosos. Era… ¿sabes cuando en las tardes de verano se ven bandadas de pájaros bailando en el cielo? ¿Zigzagueando y volando en círculos y agrupándose y separándose otra vez, de manera que justo cuando crees que entiendes sus pautas, te das cuenta de que no es así y de que nunca las entenderás? Era así, pero mejor.

»Por encima de mí estaba el cielo. Debajo, la Ciudad brillante. Mi hogar. Y fuera de la Ciudad, la Oscuridad.

»Lucifer se mantenía inmóvil en el aire un poco más abajo del Ejército, observando sus maniobras.

»“¿Lucifer?”

»“¿Sí, Ragüel? ¿Has descubierto a tu malhechor?”

»“Creo que sí. ¿Me acompañas a la celda de Zefquiel? Hay otros esperándonos allí, donde lo explicaré todo.”

»Hizo una pausa. Luego dijo: “Desde luego”.

»Alzó su rostro perfecto hacia los ángeles, que en aquel momento estaban realizando un giro lento en el cielo, cada uno de ellos moviéndose por el aire siguiendo el ritmo del siguiente de forma impecable, sin que ninguno se tocase jamás. “¡Azazel!”

»Un ángel se separó del círculo; los otros se adaptaron casi imperceptiblemente a su desaparición, llenando el espacio, de modo que ya no se veía dónde había estado.

»“He de marcharme. Tú estás al mando, Azazel. Haz que sigan entrenándose. Aún les queda mucho que perfeccionar.”

»“Sí, señor.”

»Azazel se mantuvo en el aire donde Lucifer había estado, mirando hacia el tropel de ángeles, y Lucifer y yo descendimos hacia la Ciudad.

»“Es mi asistente —dijo Lucifer—. Es inteligente. Entusiasta. Azazel te seguiría a cualquier sitio.”

»“¿Para qué les estás entrenando?”

»“Para la guerra.”

»“¿Con quién?”

»“¿Qué quieres decir?”

»“¿Con quién van a luchar? ¿Quién más
hay
?”

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