Humor y amor (18 page)

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Authors: Aquiles Nazoa

Tags: #teatro, #humor, #poesía

BOOK: Humor y amor
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NIÑITA TOCANDO PIANO
O
QUIEN FUERA SORDO

Comedia musical en un acto. Al levantarse el telón, una muchachita que parece un merengue está tocando una pieza clásica, que también parece un merengue. Su mamá, situada en primer plano entre la aterrada concurrencia, es la única que parece manifestar alguna alegría por lo que está sucediendo. El diálogo comienza momentos antes de terminar la música. (¡La música!)

UNA DAMA
(a la mamá de la niñita
): —¡Ay, pero que bien toca! ¿Cómo se llama eso que estaba tocando?

LA SEÑORA: —Ay, ¿no lo conocía? Eso se llama piano.

UN CABALLERO: —¡Por Dios, señora!... Mi esposa se refiere a la melodía...

LA SEÑORA: —Pues es un nocturno clásico... Una melodía que tiene más de cien años.

LA DAMA: —¡Ah, con razón suena tan mal! Figúrese, una cosa tan vieja tiene que haberse echado a perder en tanto tiempo.

EL CABALLERO: —Y dígame, señora, ¿cuánto pagaron ustedes por ese piano?

LA SEÑORA: —Doce mil bolívares.

LA DAMA: —¡Doce mil bolívares!... ¡Pero eso está botado, señora!

EL CABALLERO: —¡Hum! A mí lo que me parece que está botado son los doce mil bolívares...

LA SEÑORA: —¿Cómo dijo?

EL CABALLERO: —Aquí... que sí, que está barato... Que solamente la niñita vale los doce mil bolívares... Porque esos pianos los venden con niñita y todo ¿verdad?

LA SEÑORA: —¡Cómo...!

LA DAMA: —Que... quiere decir que la niñita vale un tesoro, que toca divinamente.

LA SEÑORA: —¡Ay, que amable!... Y eso que ustedes no la han oído tocando cuatro.

EL CABALLERO: —¿Cómo? ¿Tocando cuatro pianos? ¡Si con uno toca tan mal, como será ese zaperoco con tres más!

(
En ese momento termina el concierto. Todos aplauden con robusto entusiasmo
.)

LA SEÑORA (
yendo muy relamida hacia la niñita
): —¡Ay, que éxito te has anotado, Triquinia! ¡Escucha esos aplausos! ¡Vas a tener que tocarles otra cosa!

TODOS: —¡No, no, la pistola! ¡Socorro, socorro!

LA SEÑORA: —¿Cómo que no? Pero y entonces, ¿Por qué aplauden, pues?

EL CABALLERO: —Es que usted está tomando el rábano por las hojas, señora. Nosotros no estamos aplaudiendo para que toque otra vez, sino porque ya terminó de tocar.

TELON RAPIDO

TEODULFO EL MISERABLE

—Modelo para una conmovedora novela radial—

NARRADOR: —Desesperado por la trágica situación en que lo dejamos en el episodio anterior, Teodulfo resolvió ir a pegarle una llorona a la acaudalada Marquesa de Chochopio, que a la sazón celebraba una fiesta. Al entrar en la regia mansión, Teodulfo quedó deslumbrado de ver el lujo con que vivía aquella familia. Símbolo de la reinante prosperidad la perrita afeitada de la casa aparecía echada en una paltó-levita del mejor corte inglés y comiéndose un jamón planchado ella sola. La Marquesa se encontraba en aquel momento atendiendo a sus invitados.

MARQUESA: —Mi querido Archiduque...! ¡Usted no ha comido nada esta noche! ¿No quiere más hallaca de pavorreal?

ARCHIDUQUE: —No, gracias. Prefiero lairén sancochado.

MARQUESA: —Y a vos, señora Jobita, ¿no le gustaría otro poquito de tamarindo con ruibarbo?

SEÑORA JOBITA: —No, Marquesa, gracias. Prefiero frutos del país.

MARQUESA: —Ah, bueno. En ese caso sírvase con toda confianza. Aquí tiene higuerote, caujaro, ciruela fraile y guásimo. (
Transición, para preguntarle severamente al criado que llega
): ¿Y tú que quieres Damián, que no estás en tu puesto? ¿No te dejé cuidando en la sala para que no se roben los sombreros?

DAMIAN: —Perdón, señora. Ahí la está buscando un hombre de la plebe, horrorosamente llamado Teodulfo. Es un hombre cuya edad oscila entre los treinta y los cuarenta años, de los cuales debe haberse pasado por lo menos nueve años sin afeitarse.

MARQUESA: —Ya sé. Seguro que viene a pedir otra vez. ¡Ese hombre pide más que un queche!... ¡Sácalo de Palacio! ¡Dile que yo después le mando unas conchas a su casa!

MUSICA: —¡Tán tán tán...! ¡PUM!... Ñññññiii...

NARRADOR (
fuertemente poético
): —Y Teodulfo regresó aquella noche a su casa con la cabeza tan baja, que al entrar le pegó un cabezazo al escaloncito del zaguán.

TEODULFO: —¡Otro día perdido!... En ninguna parte me quieren dar trabajo. Ni en la gran fábrica de destapadores de primus, ni en la gran fábrica de chinelas con plantillas de papel de periódico: ¡Todos me tienen desconfianza!

DOÑA TEODORA: —Y tienen razón. Eres un hombre marcado por la justicia. La sociedad te echó de su seno desde que apareciste en el famoso robo de la agencia funeraria. Oh, tú nunca debiste participar en ese cuantioso desfalco de urnas!

TEODULFO: —¡Soy inocente, pero si fuera culpable, de todos modos ya yo purgué mi culpa!

DOÑA TEODORA: —Por eso debe ser que tenemos tanta hambre. Los purgantes dan mucho apetito. (
Llora
.)

TEODULFO: —Bastante castigo tengo con estar pasando hambre esta noche, mientras los ricos gozan bebiendo caviar. (
Tierno y evocador
) : ¿Recuerdas que el año pasado todavía teníamos pianola?

DOÑA TEODORA: —Si... Poco a poco hemos ido saliendo de todo: el juego de sillas negras con pañito de pabilo en el espaldar, la lámpara de pitillos, el paño que decía buenos días, el frasco de ají de leche tapado con una tusa, el retrato del rey de Italia con marco de verada...

TEODULFO (
llorando
): —¡Oh veleidosa fortuna!... De nuestro antiguo esplendor no queda sino la arepa que teníamos clavada detrás de la puerta, y esa me la comí esta mañana.

DOÑA TEODORA (
con sentimiento
): —¿Y por qué no me diste la mitad, hijo jartón? Oh, Teodulfo, tu no amas a tu madre.

NARRADOR: —Y dejando a su madre sumida en la más honda tristeza, Teodulfo ha salido en dirección al puente del Guanábano, resuelto a ponerle fin a su espantosa situación. ¿Se tirará Teodulfo por el puente, o le quitará las barandas para empeñarlas?... No deje de oír el próximo episodio de «¡Teodulfo el Miserable!», una llantonovela venezolana original de...

MUSICA: —¡Tán tán tán...! ¡PUM!

NARRADOR:— Mascapollo Escupil, el escritor que le llega a uno al páncreas!

"TRAILER" DE UNA PELICULA MEXICANA

En un cine de lo más chic de Caracas. Al apagarse la luz, y cuando ya el público está bien fastidiado de ver pasar vidrios de propaganda, la pantalla se oscurece brevemente, y con los tres primeros compases de la «Quinta Sinfonía», de Beethoven, aparecen unas letras que anuncian:

«Mamerto Urruchúa, el prestigioso director mexicano que se consagró el año pasado en “La Mujer sin Pelo” y “El Cajón de Pellejos”, vuelve ahora triunfante para ofrecernos la conmovedora historia de una mujer que vendió su cuerpo para pagarle los estudios de cornetín a su hermanito.»

A continuación la pantalla se pone como si se estuviera quemando, y mientras suenan las melodiosas notas de la guaracha «Esa no porque me Jiede», aparecen unos redondillos de letras que después de dejarlo medio ciego a uno, van formándose en renglones sucesivos, así:

a-c-o-m-ó-d-e-n-s-e

p-a-r-a  q-u-e b-r-i-n-q-u-e-n

c-o-n  e-s-t-e  s-e-n-s-a-c-i-o-n-a-l

D R A M A  D E

P-A-S-I-O-N

(Sale un descarnado morfinómano metiéndole la cabeza por el cogote a una mujer vestida de suaré.)

EL: —Ya no puedo más. No me importan las fronteras sociales que nos separan. Déjame morderte el cerebro.

ELLA: —No, tú eres el marido de mi mejor amiga. No me toques.

(A continuación, con el fondo de una coreografía de rumberas en plena actividad artística, y que de tan carnosas tienen la zona umbilical como un caucho de automóvil, se oye la voz del narrador, que dice:)

—«El Albañil Arrepentido». Una película que recomendamos con orgullo a todas las madres desnaturalizadas. El conflicto íntimo de miles de muchachas que sueñan con dedicarse a sinvergüenzas y no saben cómo empezar.

(Otro cuadro, en un cabaret. A media luz, rodeada por un público de viejos libidinosos que la miran con media vara de lengua afuera, una catira con cara de león chiquito canta el último hit musical. La voz se le oye como si estuviera metida dentro de una lata, para dar la impresión de que es una voz acariciadora:)

—Quien pudiera zamparse en tu boca
y morder con ansia de caimana loca
tu agalla sensual.
pero yo a tu lado resulto muy peque:
tu tienes rubises, vidriantes y cheques;
yo si no me vendo no consigo rial.

(Se esfuma este cuadro y sale otro rincón del cabaret, en el que el morfinómano y la catira aparecen enclinchados en un beso con rasjuñitos en la espalda, mientras el locutor continúa:)

—Momentos de amor y de intensa poesía.

(La "intensa poesía" se la da a la escena la llegada de otra tercia, una narizona con ese pelero parado y una impresionante cara de mula con sueño, que coge una botella por el pico, la rompe contra una mesa de mármol y yéndosele encima a la catira le acuña como veinte cortadas. Luego, al verla huir chorreando sangre y con el traje desgarrado, le advierte, encañonándola todavía con el pico de la botella:)

—Y que no te güerva yo a ver sonsacándome el macho, porque entonces si es verdad que te la meto por la barriga y le doy güerta adentro.

LOCUTOR: —Además, debut de los famosos cómicos del cine mexicano Tequiche y Caliche, quienes harán las delicias del público con su fino humorismo.

(Aparecen Tequiche y Caliche cayéndose de borrachos.)

CALICHE: —Oiga, mi Tequi, ¿Sabe que un tío mío acostumbra bañar a sus gallinas todos los días?

TEQUICHE: —Pos, ¿y eso para qué?

CALICHE: —Diz que para que los huevos le salgan pasados por agua.

UN AGENTE DE INVESTIGACION QUE ESTA EN GALERIA: —¡Ja, ja, ja, ja!

(Cambia el cuadro y aparece la escena correspondiente al letrero «Conflicto de sentimientos», que acaba de dejar encandilado a todo el mundo. Se trata de una dramática conversación entre la protagonista y una mujer de luto con siete muchachitos jalándole los camisones y diciéndole que tienen hambre.)

—Mi marido era un hombre honorable antes de conocerla a usted.

—No sería muy honorable puesto que se casó con usted.

—No me ofenda. Usted no es sino una cortesana. Una mujer que debía meterse la cabeza debajo del brazo cuando hablamos las que tenemos la frente en alto.

—Yo no soy lo que usted cree. Yo soy buena. Lo que pasa es que no se me nota porque estoy muy acabada.

LOCUTOR: —«El Albañil Arrepentido». No deje de ver esta sensacional película, en donde el gran Urruchúa vuelve a poner el dedo en la llaga y después no se lava las manos. ¡Pronto en esta sala!

VENEZUELA LIBRE ASOCIADA
O
LA GENERACION DEL 5 Y 6

Nos encontramos en los aristocráticos salones del Club Campestre Los Cuartillo, la tarde de un domingo. En el salón de recreo, algunos de los miembros más distinguidos juegan dominó. Todos están sin saco, con el sombrero puesto, las elásticas caídas sobre los fondillos, los pantalones desabrochados a la altura de la barriga y un cigarro detrás de la oreja. En la biblioteca y discoteca —llamada también «billoteca y discotea» por los miembros más nuevos— hay una motorola que toca un concierto de música clásica a base de «Júrame», la «Serenata» de Schubert y «Estrellita» en inglés. Por todas partes se ven educativas tablillas que dicen: «Se prohibe escupir en las matas», o bien: «Sea decente. No bote cabos de tabaco en la piscina». De paso para el jardín viene una tal Cuchi, dama bastante antigua, más cursi que mondongo en copita y fea como el cará. Como hoy es uno de los días señalados por el reglamento del club, para que sus miembros vistan el traje típico venezolano, la tal Cuchi lleva una sencilla indumentaria criolla, consistente en unas alpargatas blancas de esas que dicen «Souvenir of Venezuela», unos pantalones de los llamados pescadores y una cotica bordada con motivos tropicales. Con todo lo cual, lo que Cuchi parece no es precisamente una persona decente, sino un «pato» disfrazado de apache. Cerca de ella hay otras dos socias del aristocrático club, que en ese momento se ponen los sombreros de sus maridos para retratarse con ellos puestos y haciendo una venia militar. Hecha la fotografía, las espirituales consocias siguen paseando. Una de ellas ve a Cuchi y da un brinquito de sorpresa.

—Ay, me privo: Ahí esta Cuchi Hueleperro... Jaló, Cuchi!

—¡Plasty! No me digas que eres tú. ¿Y ese milagro tú en el clús?

—Guá, con William Guillermo, que está antojadísimo de comer unas caraotas con langosta. Tú sabes que él se chifla por la comida criolla.

—¿Y dónde está ese sanababiche? No lo veo desde Mayami Flórida.

—Fue hasta la casa un momento en el carro. Figúrate que vino con intenciones de darse un baño en la piscina, y tuvo que devolverse porque se le olvidó el jabón... ¿Y ustedes no se conocen?

—Cómo no, niña... ¿Usted no es la cuñada del doctor Peter Pérez?

—No, usted me confunde con Puppy. Yo soy Ñoñi.

—¿Ñoñi? Yo tengo una sobrinita haciendo el jai escul en Canadá, que también se llama Ñoñi. Que confidencia, ¿verdad? ¿Y qué está haciendo Peter ahora?

—Sigue en París. En la última carta nos decía que pensaba dictar una transferencia en la Universidad de Las Hormonas.

—Ay, eso es fantástico. ¿Y sobre qué versaba la coincidencia?

—Guá, sobre antropología. Usted sabe que él se graduó de antropófago.

—Niña, ese Peter es inmortal. Cuando yo estuve en Europa, puede decirse que pasamos todo el año santo juntos. Primero fue en París... Me meto en el Museo de la Ubre, y con el primero que me encuentro es con Peter.

—Ah sí, él nos mandó la fotografía que se sacaron junto a la Momia Luisa.

—Bueno, después nos volvimos a encontrar en Roma cuando fuimos a visitar las cacatumbas. La última vez que lo vi fue en la canal...

—¿En la canal? ¿Y qué hacían ustedes en una canal, Cuchi?

—Guá, niña, en la Canal de Venecia. ¿No te acuerdas que te mandé una postal diciéndote que había paseado en gandola y todo?

—Ah, cómo no. Sí hombre, si Freddicito me contó que hasta tuviste un romance con el hombre que manejaba la gandola.

—Ay sí. Esos bandoleros son muy románticos.

—A propósito de romántico: ¿quieres ir esta noche al concierto de Elena Rubistein?

—No, gracias. Yo nunca voy a conciertos. A mi no me gusta dormir fuera de casa. Además, tu sabes que en casa tenemos piano.

En ese momento, de un cercano cocotero se desprende un enorme coco. Y habiendo abajo tantos nuevos ricos dignos de un buen cocazo, el contundente fruto va a caer directamente —oh justicia divina, dónde estás— en la cabeza de un inocente mesonero.

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