ACTO I
Esta escena, la primera,
sucede en la taguarita
donde suele Margarita
trabajar como fichera.
Al levantarse el telón
aparecen en acción
un gordito que es cantante
y Armando y un estudiante
que aguantan el chaparrón.
EL ESTUDIANTE
¡Que cantante tan maleta!
Jamás lo escuché peor.
Si tuviera una escopeta
te juro que esta opereta
se quedaba sin tenor!
Armando, vamos, Armando!
ARMANDO
Pero, ¿por qué Rigoberto?
RIGOBERTO
Porque aquí va a haber un muerto
si ese hombre sigue cantando!
¡Que tercio tan repugnante!
Me produce la impresión
de que en vez de una canción
estoy oyendo un purgante!
(Armando que es obediente,
va a abandonar su poltrona,
más de pronto lo impresiona
la cara resplandeciente
de una catira dientona
con cara de borrachona
que le está pelando el diente.)
ARMANDO
¿Quién es aquella señora?
RIGOBERTO
¿La que parece una lora
o la que exhala el bostezo?
ARMANDO
No; la del fino aderezo:
Aquella tan seductora
que se está pasando ahora
la lengua por el pescuezo!
Aquella, en fin, que se azara
cada vez que me divisa,
porque al mirarme la cara
no sé con quién me compara
que se revuelca de risa!
RIGOBERTO
¿Cuál dices? ¡Esa mujer!
¡Ay, Armando, echa a correr
no vaya a ser que te fuñas
y caigas entre las uñas
de Margarita Gautier!
(
Lúgubre
)
Todo el que se acerca a ella,
de tal manera se estrella
contra sus uñas de gata,
que si al final no se mata
se dedica a la botella!
Es dama que a más de un hombre
le ha causado contumelias,
y a quien llaman por mal nombre
La Dama de las Camelias!
ARMANDO
¿Por qué la llaman así?
RIGOBERTO
Por unas flores de trapo
color de piña en guarapo,
que se pone por aquí.
Y es preciso que tú sepas
que a todo el que la procura,
en lo que espabila un cura
le mete las nueve arepas!
ARMANDO
Y entonces, ¿qué hacemos, dí?
RIGOBERTO
Pagar y salir a cien
y no volver más aquí.
ARMANDO
Me parece bien a mí.
RIGOBERTO
Y a mí me parece bien.
(Tratan de echar a correr
pero Armando no hace nada,
pues Margarita Gautier
que le coleó la parada,
con una sola mirada
le obliga a retroceder.
Se miran el uno al otro
cual si fueran potra y potro
y así se siguen mirando.
Hasta que Armando revienta
sin haberse dado cuenta
de que se está reventando.)
ARMANDO
(reventando)
¡Basta ya de disimulos!
Basta de cruzar miradas
con las caras amarradas
como si fuéramos mulos!
No sé que me pasa a mí!
De sólo estar junto a tí
los ayes y los suspiros
se me salen como tiros
por aquí.
MARGARITA
¡No sigáis, por compasión,
pues con tan bella expresión
hacéis que mi alma peligre,
y cual burro frente a tigre
me ponéis el corazón!
ARMANDO
(llorando)
No sé quién sois, Margarita
sólo sé que sois hermosa
y que al veros tan bonita,
el pecho se me encabrita
como una burra mañosa.
MARGARITA
(llorando)
No sé quién eres, Armando
mas de oírte sólo hablando
mi corazón femenino
se ha puesto como cochino
cuando lo están vacunando.
RIGOBERTO
Armando, párate en seco!
¡No te dejes seducir!
¿No adviertes, pobre muñeco
que el padre tuyo es adeco
y esa mujer es del Mir?
(Margarita oye esta dato,
e importándole un comino
se marcha por donde vino
como quien no rompe un plato.)
MARGARITA
¡Hasta luego, noble Armando!
ARMANDO
¿Tan pronto os vais, mi señora?
MARGARITA
Es que soy la locutora
del tercio que está cantando!
ARMANDO
(llorando)
Si te vas, oh Margarita
porque el irte te aprovecha,
fíjame al menos la fecha
de la primera visita.
(Y mientras le dice eso,
de modo asaz emotivo
trata de meterle un beso
por el conducto auditivo.)
MARGARITA
Por favor, Armando, deja,
no me retuerzas la oreja
cual si fuera un cucurucho,
pues enfrente hay una vieja
que nos está viendo mucho.
ARMANDO
¡No importa que la señora
descubra que te celebro:
Lo que importa es que ahora
quiero morderte el cerebro!
(
Inspirado
)
Yo no sé por qué razón
cuando en tus ojos me miro
se me estruja el corazón
lo mismo que a Romulón
cada vez que escucha un tiro!
MARGARITA
¡Armando!
ARMANDO
¡Mi Margarita!
MARGARITA
¡Te quiero!
ARMANDO
¡Me has subyugado!
MARGARITA
¡Que mozo tan preparado!
ARMANDO
¡Que mujer tan exquisita!
(Los dos se abrazan llorando,
se miran el entrecejo
y en eso aparece el viejo
que los estaba cazando.)
EL VIEJO
(al público)
Debo inventar una argucia
o un plan o algún enredijo,
para librar a mi hijo
de semejante lambucia!
Como un tiro de cañón
sale la dama raspando,
a fin de dar ocasión
de que el viejo insulte a Armando.
EL VIEJO
Aunque me haya de arruinar
lo que es esa rochelita
que tienes con Margarita
te la voy a chalequear.
ARMANDO
Aguarda, padre, un instante.
Para hablar de Margarita
quítate la camarita
si eres un hombre galante!
Pues mi amada, aunque modesta,
no es una mujer vulgar
de quien pueda un hombre hablar
con la camarita puesta.
EL VIEJO
¡Antes te quito la vida
y a mi mismo me doy muerte
que verte, Armando, que verte
en manos de esa bandida.
¿Ignoras que Margarita
es en París una dama
que tiene muy mala fama
desde que estaba chiquita?
¿Qué dirá de esas andanzas
el mundo de las finanzas?
¿Tú crees que a Wall Street
le gusta ese popurrít?
¿No entiendes que así te expones
a que bajen las acciones?
¿Qué dirá el doctor Mayobre,
que se sacrifica, el pobre,
por conseguirnos las lochas
mientras que tu las derrochas?
Que si kermeses
todos los meses,
que si bebidas
en las comidas,
que si propinas
en las cantinas,
que si bombones
por carretones,
que si tostadas
por carretadas,
que si pastillas
por carretillas...
(Mientras discuten los dos,
escuchan a alguien que grita
que a la pobre Margarita
le ha dado un golpe de tos.)
EL AUTOR
(yendo hacia Armando
para abrazarlo llorando)
Valor, Armando, valor,
la griseta parisina
a quien le diste tu amor
se ha muerto de tos ferina
ahí dentro está el doctor!
(El cruel anciano al saber
que se ha muerto la Gautier
brinca en una sola pata,
mientras Armando se mata
de un tiro de revolvér.)
Personajes principales
Doña Sol, la condesita
que pinta, toca y recita
y pesa veinte quintales
por la medida chiquita.
Y un tío de la doncella
que aunque pinta muchas canas,
no puede aguantar las ganas
de apersogarse con ella.
Por supuesto, doña Sol
con respeto al viejo acata,
pero en el fondo lo trata
como si fuera un perol.
No diremos que lo esquiva
ni que a humillarlo propende,
pero sí que se defiende
como gata boca arriba.
Pero lo mas singular
es que el pobre vejestorio
ya da por hecho el casorio
y hasta da fecha y lugar.
Y en tanto el novio senil
compra el radio y la nevera,
la mopa, la pajarera
y el juego de aguamanil.
Hay un mozo de Aragón
que al irse el viejo a la cama
sube al cuarto de la dama
moneando por el balcón.
Y es el lugar de la acción
un castillo en Zaragoza
donde todo el mundo goza
menos el viejo en cuestión.
ACTO PRIMERO
Doña Sol en su aposento
y en escena su mucama,
y un piano color cemento
que hace juego con la cama
y en el que suele la dama
tocar música de viento.
(Entra un tercio de capote
con la capa hasta las cejas,
el pelo hasta las orejas
y el sombrero hasta el cogote.)
DOÑA JOSEFA
¿Sois Hernani, tan temprano?
¡Que temeraria imprudencia!
Menos mal que el noble anciano
está en el Aseo Urbano
dictando una conferencia
que se titula La Influencia
del Cochino en el Marrano.
(Aquí el tercio se destapa
y a la criada que se escapa
le ordena con voz sonora:
—Anda y dile a tu señora
que le busca Care Papa!)
DOÑA JOSEFA
¡Vive Dios, me he equivocado!
Ese rostro enmascarado
no es la faz dulce y risueña
del tercio con quien mi dueña
tiene su trompo enrollado.
EL TERCIO
¿A otro esperabais acaso?
Pues si viene que haga cola,
y si hacia adentro da un paso
os juro que lo traspaso
con esta daga española!
DOÑA JOSEFA
Mas, oigo pasos, señor,
y son pasos de pie plano.
¡Corred, que viene el anciano!
¡Corred por el corredor!
EL TERCIO
¿Segura estáis que es el duque?
¡Pues entonces, basirruque!
Conseguidme un escondite
pues ese duque es casquite
y hay que huir de su retruque
cual del ciclón huye el buque
y el perro del mapurite!
DOÑA JOSEFA
Meteos en esta caja,
más cuidado si se raja,
se ensucia o se deteriora,
que allí es donde la señora
guarda de noche su faja.
EL TERCIO
Pues si eligió tal empaque
para prenda tan idiota,
¡cómo será esa cajota
donde guarda el miriñaque!
(Escóndese el caballero
y entonces hace su entrada
con su cara muy lavada,
Hernani Portocarrero.)
HERNANI
Por trepar, oh, doña sol,
a este balcón adorado
por poco quedé colgado
del guaral del quitasol.
Por llegar a estos confines,
oh, doña Sol, donde estás
he cruzado estos jardines
entre rosas y jazmines
con treinta perros atrás.
Y después de haber sufrido
tantos tormentos por verte,
falta que tú hayas salido...
¡porque yo tengo una suerte!...
(Aparece Doña Sol
y emocionada en exceso
a Hernani le acuña un beso
que lo deja tornasol.)
DOÑA SOL
(muy cariñosa)
Mi tucusito ermitaño,
mi gavilán, mi palomo,
te estoy esperando como
caimán en boca de caño!
Pues te tengo un chisme cruel:
figúrate que mi tío
volvió a cogerla, amor mío,
con que me case con él.
HERNANI
¡Ah no!... Yo haré lo inaudito
contra el destino que fragua
lanzar tu cuerpo bendito
en brazos de ese viejito
que ya está mascando el agua!
(En esto, de sopetón,
sale el que estaba escondido
con el cuerpo más torcido
que un colador de almidón.)
EL TERCIO
Perdonad la intromisión,
mas morir prefiero a flote
que aguantar en el cogote
la tapa de ese cajón.
HERNANI
Explicaos, caballero;
explicad claro y ligero
que hacías en esa caja
donde se guarda la faja
de la mujer que yo quiero!
EL TERCIO
Vine en pos de esta doncella,
pero encerrado en la caja,
después que he visto su faja
no quiero nada con ella.
(Se oyen golpes en la puerta,
y doña Sol, como muerta,
exhala un grito:)
¡Ay, Dios mío!
Ese debe ser mi tío
que de nada se despierta!
VOZ DEL VIEJO
Abrid pronto, vive Dios!
¡Abrid, que no es permitido
que a un anciano desvalido
lo estén tumbado entre dos!
(Corre a abrirle Doña Sol,
y entra furioso el vejete
blandiendo un viejo machete
del Siglo de Oro español.)
EL VIEJO
¡Ah, viles, no hacen mella
ni se os importa un pito
ni el honor de una doncella
ni las canas de un viejito!
¡Con que soltura se ultraja
de un anciano la mansión:
mientras el uno entra en caja
el otro se roba el jon!
Mas por mi raza española
os juro que con mi acero
ya os voy a dejar el cuero
como un rollo de pianola!
(Pero cuando va a rasparlos
se le ocurre examinarlos
a la luz de una bujía,
y exclama:
¡Virgen María!
¡Por poco mato al Rey Carlos!)
EL VIEJO
Rey Carlos, vaya un error!
Más ya que por su realeza
no alcanzó vuestra cabeza
mi machete vengador,
¿queréis hacerle a mi honor
un servicio de los buenos
permitiéndome que al menos
se la corte a este señor?
EL REY
Permíteme que lo sienta
mas como otra grave afrenta
tengo también que cobralle,
déjeme eso de mi cuenta
que yo lo arreglo en la calle!
EL VIEJO
Y en cuanto a vos, Doña Sol,
os odiaré mientras viva,
pues tamaña lavativa
no se le echa a un español.
HERNANI
Pero ella muere en su ley,
que aunque chillen y hagan uy,
ni fue la amante del Rey
ni fue la esposa del Ruy.
Telón