Read Imago Online

Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

Imago (22 page)

BOOK: Imago
11.98Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Pero Aaor no quedó reconfortado.

—¡Soy un error más! —dijo—. Un ooloi más que no debería existir. No hay otro lugar en la Tierra en el que pueda hallar cónyuges. ¡Y, si se recoge esa gente y se les da la posibilidad de emigrar a Marte, unirse a nosotros, o la esterilidad en el lugar en que ya viven, jamás podré llegar hasta ellos! Incluso aquellos que elijan unirse a nosotros serán puestos en contacto con otros cónyuges. ¡Cónyuges que no sean accidentes!

—Ninguno de ellos aceptará la unión —le dijo Jesusa—. Lo sé. Sé lo que creen.

—Pero aún no nos conoces lo bastante bien —replicó Aaor—. ¿Sabías lo que ibas a hacer… antes de que Khodahs te tocase?

—Sé que no voy a guiaros ni a ti ni a ningún otro hasta mi pueblo —le espetó—. Si tu pueblo puede hallar al mío sin nuestra ayuda, tal como nos ha dicho Khodahs, bueno, pues no podemos hacer nada para evitarlo. Pero nada que puedas decirnos nos hará ayudarte.

—¡No lo entendéis! —dijo él, inclinándose hacia ella.

—Lo sé —admitió ella—. Y lo siento.

Dijeron más cosas, mientras yo me iba hundiendo en el sueño, pero no hallaron un terreno común. Durante toda la discusión, Jesusa no me soltó la mano ni un instante. Cuando Nikanj vio que me había quedado dormido dijo que tenía que ser llevado a la pequeña habitación que había sido preparada para la metamorfosis de Aaor.

—Aquí fuera hay demasiadas distracciones para él —les dijo a Jesusa y Tomás—. Demasiados estímulos. Hay que aislarlo y dejarle que se enfoque en los cambios que debe efectuar su cuerpo.

—¿También tiene que estar aislado de nosotros? —preguntó Tomás.

—Naturalmente que no. La habitación es lo bastante grande para los tres, y Khodahs necesitará continuamente de la compañía de, al menos, una persona. Si los dos tenéis que dejarle durante un rato, avisadnos a Aaor o a mí. La habitación está allí. —Señaló con una fuerte mano.

Tomás alzó mi cuerpo inconsciente y, ahora que era un peso muerto, Jesusa tuvo que ayudarle. Tengo un claro, atesorado recuerdo, de ambos metiéndome en la habitación. Ellos no sabían que, aun cuando estaba inconsciente, mi memoria seguía grabando todo lo que percibían mis sentidos. El caso es que, sabiéndolo o no, me transportaron con extremo cuidado, como lo habían hecho desde el principio de mi cambio. No sabían que aquello, exactamente, era lo que hacían en esos momentos los cónyuges oankali. Y no vieron a Aaor, contemplándolos con un hambre tan intensa que su rostro estaba distorsionado, mientras los tentáculos de su cabeza y cuerpo se tendían hacia nosotros.

III - IMAGO
1

Durante mi metamorfosis, Aaor perdió su pelambrera gris. Su piel tomó el mismo tono dorado que las de Jesusa, Tomás o la mía misma. Le creció un cabello largo, de aspecto humano, y comenzó a llevarlo peinado como Tino: en una larga cola de caballo, atada con una brizna de hierba trenzada. Yo llevaba el mío suelto.

—Aparte eso —me explicó Jesusa durante uno de los períodos en que permanecí despierto—, los dos podríais ser gemelos.

Y, no obstante, ella evitaba a Aaor…, del mismo modo que lo hacía Tomás. Aaor olía lo más parecido a mí que podía hacerlo cualquier ser vivo, pero ese olor no era exactamente igual al mío. Sus olfatos humanos no tenían problemas para captar las diferencias. No sabían qué era lo que estaban percibiendo, pero el caso era que evitaban a Aaor.

Y él no quería ser evitado.

Descubrí que su soledad y su necesidad eran agónicos cuando me tocó. Me despertó varias veces mientras yo yacía en pleno cambio. Él no quería hacerlo, pero mi cuerpo lo percibía como una herida no curada, y no podía descansar hasta que había aliviado su dolor y le había proporcionado…, no la cura, pero sí al menos un descanso momentáneo. Lo que yo le daba era inadecuado y duraba poco, pero Aaor volvía a por ello, una y otra vez.

En una ocasión, mientras yacía unido a mí, me preguntó si no podría darle uno de los jóvenes humanos.

Le hice daño. No deseaba hacerlo, pero lo que él me dijo provocó en mí una reacción antes de que pudiera controlarme. Fue estimulación neural directa. Dolor puro. Tan puro como pueda ser una sensación. Conseguí no cerrar el círculo de dolor entre nosotros y evitar que continuase; pero, luego, Aaor necesitó de más curación. Lo retuve conmigo para proporcionarle tranquilidad y alivio a su soledad. Se quedó hasta que caí dormido.

Nunca le di a Aaor una respuesta verbal a su pregunta. Nunca la repitió. Pareció darse cuenta de que yo ya no podía separarme, deliberadamente, de Tomás ni de Jesusa. Ellos aún podían dejarme, pero no lo iban a hacer. Jesusa se tomaba muy en serio las promesas que formulaba. No trataría de dejarme hasta que yo volviera a estar en pie. Y Tomás no se iría sin ella. Para cuando estuviesen dispuestos a marcharse, ya sería muy tarde.

Mi único miedo era que alguien de la familia se lo dijese. Mi madre creía que debía hacerlo, pero aún no lo había hecho. Me amaba y, sin embargo, hasta el momento no había sido capaz de hacer nada por mí. Así que no lograba decidirse a destruir la única oportunidad que, posiblemente, yo tuviera de lograr los cónyuges que necesitaba.

El caso es que estaba acosada por la culpa. Una traición más a su propia raza humana, a causa de una gente que no eran humanos, o no del todo humanos. Hablaba con Jesusa como si fuera una hermana mucho mayor…, o un progenitor del mismo sexo. La aconsejaba.

—Escucha a Khodahs —le oí decirle en una ocasión—. Escúchale cuidadosamente. Te dirá aquello que él quiera que sepas. No te mentirá, pero te ocultará información. Una vez hayas oído lo que tenga que decir, apártate de él. Sal de casa: vete al río o métete dentro del bosque. Piensa por ti misma lo que te diga, y decide a qué preguntas necesitas aún respuestas. Entonces, ven a casa y pregunta.

—¿A casa? —susurró Jesusa, con voz tan queda que casi no logré escucharla. Estaban fuera de la casa, renovando la paja del techo. No estaban cerca de mi habitación pero, probablemente, mi madre sabía que podía oírlas.

—Vives aquí —le dijo mi madre—. Así que eso la hace tu casa. Aunque no es un hogar permanente para ninguno de nosotros.

También ella era buena en el evadir y reservarse información.

—¿Irías a Marte si pudieras? —le preguntó Jesusa.

—¿Y abandonar a mi familia?

—Si fueras como yo. Si no tuvieras familia.

Mi madre dejó pasar un tiempo sin responder. Al fin suspiró.

—No sé cómo responder a eso. Estoy contenta con esta gente. Más que contenta. Perdí a mi marido y a mi hijo antes de la guerra, murieron en un accidente. Cuando llegó la guerra, perdí el resto. Nos pasó a todos nosotros, a los que llamáis ancianos. Yo no podía abandonarme y morir, pero no tenía ninguna esperanza de nada. Quizá, todo lo más, de hallar abrigo y comida. Y una ausencia de dolor. Nikanj dijo que sabía que yo necesitaba niños, así que tomó la simiente del hombre que yo tenía entonces y me dejó en estado. Creí que jamás le perdonaría eso.

—Pero, ¿se lo has perdonado?

—He comprendido por qué lo hizo. Y lo he aceptado. Nunca hubiera pensado que llegaría a tanto. Cuando conocí al primer ooloi maduro, Kahguyaht, el padre de Nikanj, me pareció totalmente alienígena, arrogante y aterrador. Lo odié. Creí odiar a todos los ooloi.

Hizo una pausa.

—Ahora me parece como si toda mi vida hubiese amado a Nikanj. Es peligrosamante fácil amar a los ooloi. Nos absorben, y eso a nosotros no nos importa.

—Sí —aceptó Jesusa, y yo sonreí—. No obstante, a mí me dan miedo, porque no los entiendo. Me iré a Marte si no me quedo con Khodahs. Puedo comprender eso de colonizar un lugar nuevo. Sé lo que puedo esperar de un marido humano.

—Mira a mi familia, Jesusa…, y piensa que sólo estás viendo a seis de nuestros hijos. Esto es lo que puedes esperar cuando te atríes con Khodahs. Hay en esto una proximidad que nunca tuve con la familia en la que nací, o con mi esposo e hijo.

—Pero tú tienes otros cónyuges oankali, además de Nikanj.

—También tú acabarás por tenerlos…, quiero decir, si sigues con Khodahs. Y tus hijos se parecerán mucho a los míos. Y la mitad de ellos nacerán de una hembra oankali, pero todos heredarán algo de vosotros cinco.

Al cabo de un tiempo, Jesusa dijo:

—Ahajas y Dichaan no están tan mal. Parecen… muy amables.

—Son buenos cónyuges. Yo estaba con Nikanj antes de que llegasen ellos…, como ocurre contigo y Khodahs. Creo que esto es lo mejor: probablemente un ooloi sea la cosa más extraña con la que se pueda topar un humano, así que necesitamos un tiempo de soledad para darnos cuenta de que, posiblemente, también sea la cosa mejor.

—¿En dónde viviríamos?

—¿Tú y tu nueva familia? En uno de nuestros pueblos. Creo que en cualquiera de ellos seríais bienvenidos los tres. Seríais algo totalmente nuevo…, el centro de mucha atención. Y a los oankali y a los construidos les encantan las cosas nuevas.

—Khodahs dice que tenía que ir al exilio porque es una cosa nueva.

—¿Es realmente eso lo que dijo?

Silencio. ¿Qué era lo que estaba haciendo Jesusa? ¿Rebuscando en su memoria lo que yo había dicho exactamente?

—Dijo que era el primero de su especie —ratificó al fin—. El primer ooloi construido.

—Sí.

—Dijo que se suponía que aún no debía de haber ningún ooloi construido, así que la gente no se fiaba de él. Que tenían miedo de que no supiese controlarse como debe hacerlo un ooloi. Que temían que le hiciese daño a la gente.

—E hizo daño a alguna gente, Jesusa. Pero nunca ha hecho daño a humanos. Y nunca ha hecho daño a nadie cuando ha tenido con él a humanos.

—Me lo dijo.

—Bien. Porque, si no lo hubiese hecho él, lo hubiera hecho yo. Te necesita mucho más de lo que Nikanj me necesitó nunca a mí.

—Tú quieres que me quede con él.

—Muchísimo.

—Tengo miedo. Es todo tan diferente… ¿Cómo fue que tú…? Quiero decir que…, con Nikanj… ¿Cómo te decidiste?

Mi madre no respondió.

—No tuviste posibilidad de elección, ¿verdad?

—La tuve, oh sí. Elegí vivir.

—Eso no es una elección. Eso es limitarse a seguir adelante, dejándote llevar por lo que sea que suceda.

—No sabes de lo que estás hablando —le dijo mi madre.

Y, después de esto, no hubo más charla por un rato. Mi madre no había dicho estas últimas palabras a gritos, como hubieran hecho algunos humanos…, casi las había susurrado. Pero llevaban tanto sentimiento que también me habrían hecho callar a mí…, y yo sabía mucho de aquello a lo que mi madre había sobrevivido: era tanto más de lo que había dicho, que a Jesusa no le hubiera gustado escucharlo. Aunque, en cierto modo, lo había captado en la voz de mi madre. Así que no volvieron a hablar hasta casi el momento en que yo me estaba hundiendo de nuevo en el sueño. Empezó Jesusa:

—Resulta halagador pensar que Khodahs nos necesita. Parece tan poderoso, tan capaz de resistirlo todo… Al principio no podía comprender por qué nos necesitaba. Me sentía suspicaz.

—Sí, puede soportar un montón de sufrimientos físicos. Y tendrá que hacerlo, si lo dejáis.

—Hay otros humanos con los que puede atriarse.

—No, no los hay. Ahora está Marte: los resistentes eligen irse allí. Y, en cualquier caso, los resistentes normales son ya demasiado viejos para Khodahs. En cuanto a los pocos jóvenes humanos que nacen en la nave, son la excepción, y están muy solicitados.

—Entonces, ¿qué es lo que le pasará a Khodahs si nos vamos?

—No lo sé. Del mismo modo que no sé lo que le va a pasar a Aaor, y punto. La verdad es que por quien estoy más preocupada ahora es por Aaor.

—Aaor me preguntó si le podría decir dónde estaba mi gente…, decírselo sólo a él, para que pudiera ir allí y convencer a un par de los míos de que se atriasen con él.

—¿Y qué le respondiste?

—Que lo matarían. Que lo matarían en cuanto supieran quién era.

—¿Y?

—Dijo que no le importaba. Que Khodahs nos tenía a nosotros, pero que él pasaba hambre.

—¿Y le dijiste lo que quería saber?

—No pude. Aunque no supiera cómo lo iba a recibir mi pueblo, a ellos no puedo traicionarlos de ese modo. Ya pensarán que soy una traidora cuando los oankali vayan a buscarlos.

—Lo sé. Y la verdad es que Aaor también lo sabe. Pero está desesperado.

—Tomás dice que también se lo ha preguntado a él.

—Eso ya no es tan normal. ¿Y te lo ha preguntado más de una vez?

—Tres veces.

—Eso ya no es nada normal. Hablaré de ello con Nikanj.

—No querría causarle problemas. Me gustaría poder ayudarle.

—Ya tiene problemas. Y probablemente Nikanj sea el único que pueda ayudarle.

Dejé de luchar con el sueño y me hundí en él. Cuando volviese a despertarme, hablaría con Aaor. Estaba pasando hambre…, no sabía qué podía hacer yo para solucionarlo, pero debía haber algo.

2

Pero no tuve oportunidad de hablar con Aaor antes de que terminase mi segunda metamorfosis. Se iba de casa, igual que había hecho yo. Vagaba, tal vez en busca de alguna huella del pueblo de Jesusa y Tomás.

Pero sólo halló envejecidos, hostiles y nunca fértiles resistentes que no tenían nada que ofrecerle, como no fueran balas o flechas.

Cambió radicalmente: le volvió a crecer pelo por todo el cuerpo, luego le salieron escamas, las perdió, se cubrió con algo que se parecía a la corteza de los árboles, tras lo que cambió por completo, perdió los miembros y se dedicó a vivir dentro de un afluente de nuestro río.

Cuando se dio cuenta de que no podía forzarse a sí mismo a recuperar su forma humana u oankali, que ni siquiera podía volver a convertirse en un ser terrestre, nadó hasta casa. Estuvo nadando durante tres días en el río, cerca de nuestra casa, antes de que nadie lo reconociese; incluso había cambiado su olor.

Yo estaba despierto, pero aún no lo bastante fuerte como para levantarme. Mis brazos sensoriales estaban totalmente desarrollados, pero todavía no los había utilizado. Cuando Oni y Hozh hallaron a Aaor en el río, yo estaba aún aprendiendo a coordinarlos como miembros para levantar y manejar cosas.

Hozh me enseñó en lo que se había convertido Aaor: una especie de casi molusco, algo a lo que no le quedaban huesos dentro. Sus tentáculos sensores estaban intactos, pero ya no tenía ni ojos ni otros órganos humanos de los sentidos. Su piel, muy lisa, estaba protegida por una capa viscosa. No podía hablar, ni respirar aire, ni producir sonido alguno. Había atraído la atención de Hozh arrastrándose orilla arriba hasta quedar a medias fuera del agua. Algo muy difícil para él. Doloroso. Su carne alterada era muy sensible a la luz del sol.

BOOK: Imago
11.98Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Boots and Chaps by Myla Jackson
The Accidental Anarchist by Bryna Kranzler
Because of a Girl by Janice Kay Johnson
Taking the Heat by Victoria Dahl
The Naturals by Barnes, Jennifer Lynn
Capturing Savannah by Krajcirovic, J. L.
Secret Garden by Parry, Cathryn