Impávido (30 page)

Read Impávido Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Impávido
7.68Mb size Format: txt, pdf, ePub

Geary se frotó la barbilla estudiando el visualizador.

—Bien pensado —admitió.
Combatir en el espacio hace que sea demasiado fácil suponer que vas a ver todas las amenazas mucho antes de que te alcancen. En este caso, esa premisa no se puede aplicar. Tendría que haberme dado cuenta. Las victorias que hemos obtenido sobre los síndicos en el sistema estelar Sancere hasta ahora y el hecho de haber sobrevivido al desplome de la puerta hipernética han hecho que me confíe demasiado. No he sido lo suficientemente paranoico respecto a todas las cosas que pueden estar merodeando por este sistema—.
¿Podrían apuntarnos a través de todo ese material que hay en la atmósfera, si disponen de armas operativas?

—No podemos concluir con certeza que hayamos tomado todos los aeropuertos y puertos espaciales, señor. Lo único que tienen que hacer es subir algo a una altura suficiente como para que pueda transmitir a la superficie una imagen de lo que hay aquí arriba. Se trataría de alguna unidad no tripulada, algo muy difícil de detectar.

Geary desplegó el plan de explotación para comprobar de qué debía abastecerse la formación Bravo.

—Nuestras naves se dirigen a los astilleros orbitales síndicos, o lo que queda de ellos, y a otras instalaciones civiles en órbita. Necesitamos el material que contienen, coronel, sobre todo la comida y las reservas de materias primas.

—Señor, no me gusta.

—¿Tiene un plan alternativo, coronel? ¿Algo que permita que nuestras naves saqueen esos enclaves evitando que los síndicos nos apunten con cualquier arma que siga operativa sobre la superficie?

Carabali frunció el entrecejo mirando al suelo mientras pensaba.

—Tenemos naves de exploración que podemos enviar a la atmósfera. Unidades de reconocimiento no tripuladas. Pero no hay forma de saber a qué distancia tendrían que acercarse para obtener una buena visión, y cuanto más abajo, menos extensión de la zona podrían controlar o registrar.

—¿Con cuántas unidades de esas cuenta la formación Bravo?

La coronel volvió a fruncir el entrecejo mientras hacía una comprobación fuera del alcance de visión de Geary.

—Diez, señor. Todas operativas. Pero si las enviamos allí abajo en esa misión, no hay garantías de que vuelvan a subir y, por lo que sé, sus naves auxiliares no podrán fabricarnos ninguna nueva.

—Tampoco pueden construirme naves nuevas. —Geary se tomó un instante para pensar—. Hablaré con el oficial al mando de la formación Bravo. Es el capitán Duellos. Emplearemos las unidades de reconocimiento para ver qué hay debajo de toda esa porquería en la atmósfera y mantendremos a las naves alejadas de las órbitas bajas. Veré qué más se me ocurre y volveré a hablar con usted en breve.

—Gracias, señor. —La coronel Carabali saludó y su imagen se esfumó.

Geary suspiró profundamente y se levantó dándose la vuelta para despedirse de Rione. La descubrió junto a la litera, apoyada contra el cabecero, aún desnuda, observándolo.

—¿No hay descanso para el fatigado? —preguntó.

—He descansado más que muchos —musitó Geary apartando la vista.

—¿Qué ocurre, John Geary? —le preguntó Rione con un tono que sonó levemente divertido.

—Estoy intentando concentrarme en mis responsabilidades de mando. Así me distraes un poco.

—¿Solo un poco? Te veré dentro de un rato en el puente de mando.

—Vale.

Geary hizo una pausa antes de salir, luego configuró la entrada a su camarote para permitir que Rione accediera en cualquier momento, consciente de que ella lo estaba mirando. De camino al puente de mando, tuvo una extraña sensación de inquietud. Rione se había comportado de un modo de lo más apasionado mientras hacían el amor, pero ahora volvía a mantener esa actitud fría y distante hacia él, incluso estando desnuda en su presencia. Geary no pudo evitar pensar en un gato, uno que había aprovechado el afecto que deseaba pero que se reservaba el derecho a salir por la puerta en cualquier momento sin más excusas. Nunca había contemplado seriamente la posibilidad de que Victoria Rione quisiera mantener una relación con él, por eso nunca había pensado qué podía significar eso. Había dicho que él le gustaba, pero la palabra «amor» no había surgido en ningún momento. ¿Acaso Rione lo estaba utilizando para su propio consuelo? O peor, ¿se estaba acercando a él para su propio rédito político, ya fuera en contra del
Black Jack
Geary al que temía o en contra de otros políticos de la Alianza?

¿Cuánto valdría para un político ambicioso ser el consorte de un héroe legendario que ha traído de vuelta a una flota de la Alianza de forma milagrosa?

¿Cómo puedo pensar eso? Rione nunca ha mostrado ningún signo de esa clase de ambición.

Por otro lado, hay un montón de cosas que no ha demostrado nunca. Por lo menos a mi Como que quisiera acostarse conmigo. Digamos que sigue empeñada en salvar a la Alianza de Black Jack Geary. ¿Cuánto le costaría racionalizar el hecho de adquirir poder para sí misma por medio de una asociación íntima conmigo, de modo que pudiera controlar mejor lo que yo haga? ¿Cómo sé que debajo de una apariencia de dedicación no se esconde una mujer muy ambiciosa preparada y dispuesta a utilizarme para avanzar en su propia carrera?

Antepasados, ayudadme. Por lo que sé, Rione es completamente sincera. ¿Por qué tendría que hacer conjeturas al respecto? ¿Por qué tendría que sospechar de ella?

Porque soy así de jodidamente poderoso y, si logro llevar a esta flota a casa, lo seré mucho más aún. Ella fue la primera que me hizo ser consciente de ello.

Por otro lado, si me está utilizando, también podría disfrutarlo mientras dura. Y si soy un simple medio para ayudarla a conseguir un ascenso en el consejo de gobierno de la Alianza, hay destinos peores. No tengo motivos para pensar que está actuando con falta de ética o que esté sedienta de poder.

De acuerdo, Geary. Juzgas tan bien a las mujeres que prácticamente ha tenido que arrastrarte a la cama antes de que pillaras la indirecta.

No era la primera vez que Geary se sentía desconcertado por lo que Rione pensaba, y estaba deseando enfrentarse a la relativa simpleza de tratar con el enemigo, que, por lo que él sabía, solo intentaba matarlo.

La capitana Desjani bostezó e hizo un gesto a modo de saludo cuando Geary entró en el puente de mando del
Intrépido.

—¿Ha hablado con la coronel Carabali?

—Sí —contestó Geary mientras tomaba asiento y desplegaba su visualizador. Se detuvo un momento a estudiarlo. Se había pasado cuatro horas durmiendo u ocupado de alguna otra forma con la copresidenta Rione. En la escala de un sistema estelar, las cosas no habían cambiado mucho en ese ínterin. Pero la formación Bravo se precipitaba a un ritmo constante sobre el cuarto planeta y los suministros que este ofrecía. Ahora la
Osada
se encontraba solo a unos treinta minutos luz del
Intrépido,
de manera que cualquier conversación con el capitán Duellos supondría algo interminable.

Geary puso en orden sus ideas, y entonces tecleó su red de mando personal.

—Capitán Duellos, al habla el capitán Geary. Hay una cierta preocupación en torno a los peligros que entraña el hecho de aproximar sus naves a un mundo intensamente urbanizado que podría conservar algunos sistemas antiorbitales en funcionamiento bajo la capa de desechos que nos bloquean la visión de la superficie. Por favor, desplieguen sus unidades de reconocimiento atmosférico de la Marina con los que cuentan sus naves para buscar señales de amenaza bajo la capa exterior de polvo. Las naves deberán permanecer alejadas de las órbitas más bajas. Mantengan la atmósfera superior en estrecha observación en busca de signos de unidades síndicas u otras actividades de reconocimiento que puedan proporcionar información relativa a posibles objetivos o armas que pueda haber en la superficie. Por favor, empleen todas las medidas de seguridad que consideren oportunas y manténganme informado.
—¿Debería añadir algo más? No. Duellos sabe lo que hace. No necesita que esté sermoneándole acerca de la necesidad de ser cuidadosos
y
evitar perder naves—.
Geary, corto y cierro.

Se dejó caer sobre el respaldo masajeándose la frente.
Cuando fragmenté la flota olvidé que eso significaba perder toda comunicación inmediata con la mayoría de mis naves. Al menos no tengo por qué preocuparme por los líos que esté montando Numos.
Por desgracia, aquel pequeño pensamiento reconfortante le recordó a Geary las casi cuarenta naves que habían seguido a Falco y que probablemente ya habían sido destruidas.

Desjani sacudió la cabeza.

—Con su permiso, capitán Geary, me voy a ir abajo a dormir un par de horas. Ahora mismo estoy perdiendo el tiempo aquí arriba.

Automáticamente, Geary volvió a comprobar el visualizador. La formación Delta, que estaba desplegada una vez más alrededor del
Intrépido,
se encontraba a casi un día de las instalaciones que orbitaban el tercer planeta, que eran su objetivo. No había rastro de naves síndicas de camino en el sistema, salvo la maltrecha fuerza Alfa, que permanecía entre las órbitas del séptimo y octavo planeta manteniéndose a una distancia muy amplia de las naves más cercanas de la Alianza, las del destacamento especial Furiosa. Geary se preguntaba cuánto tiempo tardaría el mando síndico en darse cuenta de que sobrevivir con el resto de su flotilla intacta, mientras la Alianza acababa con el sistema estelar a sus anchas, no suponía un movimiento que fuera a favorecer su carrera profesional.

—¿Por qué no se toma algo más que un par de horas? Yo me quedaré aquí un rato.

Desjani sonrió.

—Gracias, pero incluso estando usted en el puente de mando, yo sigo siendo la capitana de esta nave.

—¿Y si le ordeno que se tome al menos cuatro horas de descanso?

—Supongo que no puedo negarme a acatar una orden directa —admitió Desjani con evidente reticencia. Se levantó y volvió a estirarse—. Usted parece sentirse mejor, si no le importa que se lo diga.

—El descanso ayuda. —La copresidenta Rione escogió ese mismo instante para entrar en el puente de mando. Saludó a Desjani fríamente con un gesto y después inclinó la cabeza para saludar, también sin decir palabra, a Geary. Él le devolvió el gesto, más amablemente de lo que había estado saludando a Rione en las últimas semanas. Cuando Geary se dio la vuelta, vio que Desjani arqueaba una ceja al tiempo que miraba sucesivamente a Geary y a Rione. Al percatarse de que Geary la estaba mirando, Desjani se apresuró a relajar la ceja, recuperando una expresión evasiva. ¿
Se habrá dado cuenta Desjani? ¿Cómo puede ser tan evidente?,
se preguntó Geary.
Ni siquiera hemos abierto la boca.

La capitana Desjani se volvió hacia su consultor al mando.

—Estaré en mi camarote. Descansando. —Con la última palabra, miró de reojo a Geary y torció nerviosamente la comisura de los labios cuando su esfuerzo por suprimir una sonrisa no llegó a buen puerto. Al salir, Desjani se detuvo un instante junto a Rione—. Es un placer tenerla a bordo, señora copresidenta.

Por lo que Geary recordaba, Desjani nunca le había dado a Rione muestras de amabilidad.

Geary sintió que le empezaba a doler la cabeza otra vez, a pesar de que Rione parecía divertida al ver salir a Desjani.

—¿Cómo? —le preguntó a Rione en voz muy baja.

—Me temo que esa información es confidencial —le informó a Geary en un tono pragmático.

—Dicho de otra forma, cosas de mujeres.

—Si lo prefieres.

Geary se reclinó señalando el visualizador.

—¿Tú qué crees? La coronel Carabali estaba preocupada por que la formación Bravo se acercara demasiado al cuarto planeta. ¿Hay alguna otra cosa que te parezca alarmante?

—Le echaré un vistazo. Supongo que no consideras que esté capacitada para emitir juicios en cuestiones militares —comentó Rione.

—No. Pero algunas veces alguien con formación militar puede pasar por alto hasta las cosas más obvias para alguien lego en la materia. Veo que no estás para nada preocupada. Cuando estamos en un sistema síndico me he acostumbrado a dejar que lances tus advertencias acerca de cualquier cosa que pueda ir mal.

—¿Y eso te gusta?

—Bueno, estoy acostumbrado. Además, has acertado muchas veces.

Rione le dedicó una levísima sonrisa, luego asintió y se inclinó para estudiar el visualizador que tenía ante su asiento. Geary comprobó la hora. Veinte minutos para que Duellos recibiera siquiera su mensaje. Probablemente una hora, al menos, hasta obtener su respuesta.

¿Quién iba a pensar que una guerra podía ser aburrida? Justo hasta que te daba un susto de muerte.

Duellos acusó recibo de las instrucciones de Geary, añadiendo que mantendría la posición de sus naves con las instalaciones orbitales síndicas situadas entre ellos y la superficie del planeta en la medida de lo posible. Presumiblemente, ni siquiera los síndicos dispararían deliberadamente contra sus propias posiciones.

La formación en la que el
Intrépido
participaba se desplazó a lo largo de la órbita del cuarto planeta, adentrándose cada vez más en el tercer mundo. En el momento en que más cerca se encontraron Geary y la formación Bravo, estuvieron a cuatro minutos luz. En su pantalla, unas pequeñas imágenes reflejaban datos transmitidos por las unidades de reconocimiento de la Marina sobre el cuarto mundo; en ocasiones la comunicación se veía interrumpida por las interferencias del polvo que inundaba la atmósfera superior del planeta.

Visualmente, las imágenes revelaban lo que parecía ser un mundo bastante confortable, con grandes ciudades, abundantes pueblos y enormes extensiones de naturaleza echadas a perder por las huellas ocasionales de minas u otras actividades de extracción de material. Sin embargo, a juzgar por las imágenes, se diría que el mundo estaba prácticamente desierto, con las calles y las carreteras casi vacías de gente y vehículos. Los pocos automóviles que podían verse eran claramente oficiales, y a menudo viajaban en convoyes. El resto de la población parecía haberse agachado, pese a que esconderse en el interior de los edificios o en los sótanos, o incluso en refugios, no les aportaría ninguna protección si la Alianza decidiera bombardear el planeta en serio.

Aquí y allá había cráteres que marcaban el lugar de los impactos del bombardeo cinético. Todas las imágenes de las zonas del planeta en que se proyectaba la luz del sol poseían un carácter grisáceo, pálido, como si fuera un día muy nuboso, a causa de todo el polvo que había en la atmósfera superior. Las imágenes del lado nocturno estaban completamente negras debido a que los escombros impedían que la luz de las estrellas alcanzara la superficie.

Other books

El mensajero by Lois Lowry
With Every Letter by Sarah Sundin
Seeds of Time by K. C. Dyer
The Storm by Shelley Thrasher
Digging Out by Katherine Leiner
Mist Over Pendle by Robert Neill
Fight for Her by Kelly Favor
I Am Madame X by Gioia Diliberto
Unquenchable Desire by Lynde Lakes