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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Incansable (5 page)

BOOK: Incansable
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—Tal vez sea así, señor, pero no deje que se le suba a la cabeza.

Geary contuvo una carcajada hasta que la escotilla se cerró una vez que la capitana hubo salido.

Capítulo 2

La sala de reuniones de la flota, ubicada en el
Intrépido
, no era demasiado espaciosa, de modo que la mesa y los asientos que allí había podían dar cabida, como mucho, a una docena de personas. Aun así, el
software
de conferencias virtuales conseguía que el tamaño de la mesa y la sala parecieran ampliarse para permitir la celebración de grandes reuniones, así que Geary se hallaba situado a la cabeza de una mesa inmensa alrededor de la cual estaban sentados cientos de oficiales. Aparte de él, la capitana Desjani y la copresidenta Rione, ninguno de los asistentes estaba presente físicamente. Por mucho que detestara las reuniones de la flota, Geary reconocía que aquel
software
era un programa fabuloso; además, en más de una ocasión, el hecho de que los «presentes» no se encontrasen allí en realidad había servido para que la sangre no llegara al río durante las discusiones más acaloradas.

Por desgracia, en esta ocasión no tendrían muchas razones para discrepar abiertamente. Por mucho que le desagradara discutir con gente como Numos, Casia o Midea, la hostilidad manifiesta de su actitud al menos dejaba patente a quién era necesario vigilar. Eso era algo que habría agradecido en esta ocasión, pues supondría una oportunidad para identificar al resto de los miembros de la flota que se oponían a su mando. Con todo, fueran quienes fueran, parecían haber gastado casi todos sus escudos humanos, si bien el hecho de que aún permanecieran ocultos resultaba frustrante. Si solo supusieran una amenaza para su mando, no se habría preocupado demasiado por ellos, puesto que, tras la segunda batalla de Lakota, su posicionamiento junto con los tripulantes y la mayor parte de los oficiales de la flota era tan firme como el blindaje de las naves, aunque sus enemigos ocultos habían demostrado una y otra vez su voluntad de poner en peligro los buques de guerra que hiciera falta con el fin de hundirlo. El juego, que antes consistía en hacer todo lo posible por destituirlo, ahora se basaba en intentar asesinarlo a él y a sus partidarios más leales, lo cual, en la práctica, equivalía a pretender destruir las naves en las que viajaban.

Geary desplegó el visualizador estelar sobre la mesa de negociaciones.

—Les pido disculpas por haber tardado tanto en comunicarles mis intenciones. Ya hemos terminado las operaciones de aprovisionamiento en Dilawa. He ordenado que la flota ponga rumbo al punto de salto hacia Heradao. —La trayectoria de la flota de la Alianza trazada en el visualizador se curvaba describiendo un elegante arco que atravesaba los alrededores desiertos del sistema estelar Dilawa—. Confiamos en que los prisioneros de guerra de la Alianza sigan todavía en Heradao, en cuyo caso procederíamos a liberarlos.

—Con los prisioneros aumentará el consumo de alimentos —advirtió el capitán Tulev con sequedad—. Y los que tenemos son insuficientes.

El comandante Neeson, de la
Implacable
, sacudió la cabeza.

—No podremos recoger las suficientes provisiones a menos que ocupemos un sector de abastos ubicado en una superficie planetaria, lo cual escapa a la capacidad de nuestros marines. Además, no podemos fiarnos de la comida que los síndicos nos entreguen bajo presión, ni podemos analizarla a fondo.

—Según los registros antiguos de los que disponemos, en Heradao hay dos mil prisioneros —explicó Tulev—. Tenemos la obligación de liberarlos, en eso estoy de acuerdo. Contamos con espacio suficiente para albergarlos. Algunas de las naves siguen sin funcionar a pleno rendimiento debido a las bajas sufridas en combate, aun con los supervivientes que recogimos de las naves perdidas, y en las demás se puede alojar más personal durante el tiempo que tardemos en llegar al espacio de la Alianza. Sin embargo, las reservas de alimentos se han reducido a niveles críticos.

—¿Quiere decir que tenemos el mismo problema que con el combustible? —gruñó el capitán Armus, de la
Coloso
.

Geary levantó la mano para apaciguar los ánimos.

—Todos los recursos escasean. Aun así, los sistemas de logística indican que, aunque recojamos a dos mil prisioneros, podremos llegar al espacio de la Alianza sin agotar las reservas de alimentos, pero será preciso volver a reducir las raciones.

—¿Y si nos retrasamos? —preguntó Tulev.

—No podemos permitirnos más retrasos —contestó Geary—. Las reservas de combustible y de alimentos están al mínimo, y el único sitio al que podemos ir para reabastecernos es el espacio nativo de la Alianza. Seguiremos avanzando y luchando. Hemos tenido que extremar las precauciones para que los síndicos no dedujeran qué ruta seguiríamos para regresar a casa, pero a partir de ahora iremos directos hacia allí. —Algunos oficiales sonrieron aliviados cuando Geary cambió la escala del visualizador estelar; sin embargo, no tardaron en borrarla.

Armus dio voz a la preocupación que compartían.

—Una ruta directa aumenta las probabilidades de que nos encontremos con una fuerza de bloqueo síndica. ¿Cómo vamos a luchar si no disponemos del combustible necesario?

Les rezaremos a nuestros ancestros para que obren un milagro,
pensó en contestarle Geary, aunque confiar en la intervención divina no parecía una buena base para un plan táctico.

—Combatiendo con inteligencia para minimizar el consumo de células de combustible. Si es necesario, intentaremos atravesar la fuerza de bloqueo para dejarlas atrás. —La idea, sensata y razonable, dio lugar a todo tipo de gestos entre los ocupantes de la mesa; se alejaba demasiado del concepto arcaico de honor y coraje que venía determinando las acciones de la flota desde hacía, por lo menos, una generación y que tantas muertes espantosas había provocado. Pero Geary ya se había encontrado en esa misma situación las veces suficientes para saber cómo controlarla—. Siempre podemos regresar y destruir las naves síndicas una vez que hayamos repostado, o dejarlas para los buques de guerra de la Alianza que han defendido nuestro espacio nativo durante nuestra ausencia, que también se merecen la oportunidad de desfogarse un poco.

Los ocupantes de la mesa se relajaron; algunos de ellos incluso volvieron a sonreír cuando Geary prosiguió.

—Hay muchas probabilidades de que las fuerzas síndicas que queden para intentar detenernos nos estén esperando en Heradao, ya que nuestro camino de regreso a casa es en línea recta. Si en Heradao encontramos alguna flotilla síndica, la combatiremos allí, porque nuestras reservas de combustible ya no bajarán mucho más hasta que lleguemos a casa.

Geary miró a la capitana Desjani, que no hizo el menor gesto que revelase que él estaba recitando su consejo casi al pie de la letra.
Ahora no puedo permitirme alimentar los rumores de favoritismo hacia Desjani, pero, cuando todo esto acabe, me encargaré de que tanto ella como otros de su misma valía reciban el crédito que se merecen. Geary se limitó a señalar una gigantesca estrella blanca.

—Después de Heradao continuaremos hacia Padronis y, de ahí, saldremos hacia Atalia.

La mesa de negociaciones se agitó cuando el capitán Badaya, de la
Ilustre
, expuso lo que probablemente todos los presentes estaban pensando:

—Y Atalia se encuentra dentro del espacio de salto de Varandal.

—Correcto —afirmó Geary—. El espacio nativo de la Alianza donde se halla la mayor concentración de instalaciones de apoyo de la flota de toda la región. Una vez que lleguemos a Varandal, nos abasteceremos de todos los suministros que necesitemos.

—No cabe duda de que es ineludible emprender una acción arriesgada —admitió el capitán Cáligo, del crucero de batalla
Radiante
—. La Alianza nos necesita a nosotros y a todos los prisioneros de guerra de la Alianza que podamos sacar de territorio síndico.

Aquella aseveración, incuestionable, provocó múltiples asentimientos de cabeza, momento que Geary aprovechó para mirar a Cáligo. Hasta hacía poco, solía mantenerse en silencio durante aquellas reuniones, pero últimamente se hacía oír cada vez más. Tampoco era que hubiera dicho nada excepcional, solo cosas con las que casi todo el mundo estaba de acuerdo.

—Nuestro personal de Inteligencia cree que los inventarios de minas síndicas deben de encontrarse todavía en niveles muy bajos, si consideramos la gran cantidad de minas que colocaron en los sistemas estelares de las cercanías de Lakota para intentar atraparnos —prosiguió Geary—. Aun así, realizaremos una maniobra evasiva programada al llegar a Heradao y nos prepararemos para entrar en combate al dejar atrás la salida del salto. ¿Alguna pregunta?

—¿Y Kalixa? —dijo la capitana Kila—. También está de camino a casa y cuenta con una puerta hipernética síndica. —Pretendía expresarse con un tono apacible, pero no conseguía disimular su aspereza. Obviamente, la diplomacia no era el punto fuerte de Kila, pero él ya lo sabía.

—No pasaremos por Kalixa —contestó Geary—. Una puerta hipernética síndica entraña demasiados riesgos.

Kila fingió sorprenderse.

—¿Desde cuándo el riesgo es un problema para esta flota? Capitán Geary, no nos preocupa lo que los síndicos puedan hacer, y esta sería una buena oportunidad para causarles más daño eliminando otro de sus sistemas estelares.

El comandante Neeson no parecía dar crédito.

—Disculpe, capitana Kila, usted estuvo con nosotros en Lakota, ¿verdad? Nuestra flota podría haber sido aniquilada allí.

—Pero eso no ocurrió —replicó Kila—. Negarse a actuar a causa de un miedo exagerado ante la respuesta del enemigo no es lo que se espera de un comandante de esta flota, y mucho menos del comandante de un crucero de batalla.

Al oír esto, Neeson se encendió de rabia.

—¿Me está acusando de cobardía?

—Calma —ordenó Geary—. Tranquilícense. Capitana Kila, su comentario estaba fuera de lugar.

Kila se encogió de hombros.

—No pretendía ofender a nadie, solo señalar que…

—Es suficiente. —Geary se fijó en la mirada desafiante que le lanzó la capitana al ser interrumpida—. El comandante Neeson ha demostrado su valentía en multitud de ocasiones. No toleraré que se pongan en tela de juicio la competencia ni el coraje de ningún miembro de esta flota sin una buena razón.

La capitana Crésida, que llevaba tiempo esperando tomar la palabra, se decidió a intervenir.

—El comandante Neeson también tiene su parte de razón. La descarga de energía que se produjo cuando la puerta hipernética de Lakota se colapsó se encontraba en el extremo inferior del rango teórico. Debo recordarle a la capitana Kila que, en el extremo superior, se podría desencadenar una liberación de energía equivalente a la de una nova. Ninguna nave que se hallase en el mismo sistema estelar resistiría un estallido de esa magnitud, por muy lejos que se encontrara de la puerta en el momento de su colapso.

—En teoría —replicó Kila con tono sarcástico—. No vimos nada parecido a eso ni en Sancere ni en Lakota, así que la teoría podría ser incorrecta, con lo cual cabría la posibilidad de que utilizáramos las puertas a modo de armas con las que eliminar los sistemas estelares síndicos y ¡darles su merecido por cuanto han hecho en esta guerra!

—Sus comentarios —observó Crésida, cada vez más acalorada— evidencian una incomprensión absoluta de lo que se sabe acerca de las puertas hipernéticas, así como de los datos que recogimos en Sancere y Lakota.

—¡Ya está bien! —intervino Geary de nuevo—. La capitana Crésida tiene razón. No nos hemos reunido para hablar de ciencia. Capitana Kila, le sugiero que se familiarice con los datos de los que disponemos antes de proponer nuevas estrategias. —Kila se sonrojó al escuchar la poco velada reprimenda del capitán.

El capitán del
Arrojado
asintió.

—En cuanto a lo de resistir al colapso de una puerta hipernética, todos vimos lo que les ocurrió a los buques de guerra síndicos que derribaron su propia puerta en Lakota.

—Nuestras naves… —empezó a decir Kila.

—¡En Sancere mi nave estuvo presente durante el colapso, y la
Inspiradora
se hallaba muy lejos! Sé muy bien lo que es encontrarse cerca de una puerta hipernética colapsada y no quiero volver a pasar por algo así, diga lo que diga. Solo la suerte y las mismísimas estrellas del firmamento nos salvaron en Sancere y en Lakota.

—La suerte, el coraje y la inteligencia —añadió Geary—. Mientras esta flota siga actuando con valor y sensatez, podremos dejar los milagros para las emergencias. Y en cuanto a utilizar las puertas hipernéticas para destruir sistemas estelares enemigos, ya he dicho que no emprenderé acciones de ese tipo. Ni las mismísimas estrellas ni nuestros ancestros aprobarían semejante atrocidad, y mucho menos de esa magnitud.

—En ese caso —observó el capitán Duellos—, no parece haber motivo alguno para viajar a Kalixa.

Kila le lanzó una mirada asesina al tiempo que el capitán Cáligo tomaba la palabra de nuevo.

—Somos una flota. Todos estamos en el mismo bando. Enfrentándonos como lo estamos haciendo ahora, lo único que conseguiremos será hacer más fuerte al enemigo.

La afirmación arrancó gestos de asentimiento. Geary tampoco encontró nada que objetar al alegato de Cáligo, cuyas palabras, por alguna razón, también cerraron la boca de Kila, quien terminó por ceder.

—¿Alguna otra pregunta? —dijo Geary con sequedad.

La mesa permaneció en silencio y la reunión se dio por terminada, momento en que las imágenes de los asistentes empezaron a desaparecer, devolviéndole poco a poco las dimensiones reales a la pequeña sala.

El capitán Duellos se quedó un poco más.

—Tengo que confesar que empezaba a preguntarme por qué todavía no habíamos salido de Dilawa.

—Necesitaba que me dieran un ladrillazo en la cabeza —admitió Geary.

—Ah, entiendo. Qué suerte que contara con la capitana Desjani para ello.

Desjani lanzó una mirada molesta a Duellos.

—Roberto, ¿no tiene nada mejor que hacer?

Duellos asintió con la cabeza y sonrió.

—Tanya, llámeme si se le acaban los ladrillos.

—Lo haré. Tiene la cabeza muy dura. Apuesto a que habrá acumulado un buen montón de ladrillos para tenerlos a mano cuando discuta con Kila.

—No merece la pena dedicarle nuestra atención —dijo Duellos con tono desdeñoso—. Solo hablo con ella cuando mi deber me lo exige.

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