Authors: Dominique Lapierre
Collins y yo en la histórica frontera de mi amada India
A la izquierda, Pakistán. A la derecha, la India. Larry y yo llegamos a la histórica frontera que desde 1947 divide en dos el antiguo Imperio británico de la India. A pesar de las tres guerras que estallaron entre la India y Pakistán tras la partida de los ingleses, logramos hacer que posen con nosotros los dos jefes del puesto fronterizo de Wagah: a la izquierda, el mayor pakistaní Abdul Natif, a la derecha, el coronel indio Bhular. Ambos llevan en la mano el bastón de los oficiales británicos, legado de la época en que servían juntos en el famoso ejército de la India.
[V1]
Un cementerio de camiones para despedir al venerable Rolls-Royce
Tras haber recorrido más de veinte mil kilómetros por las carreteras de mi querida India con el fin de documentarme para
Esta noche, la libertad
, pongo nuevamente rumbo a Francia. Pero dejo a mis espaldas un auténtico cementerio de coches y camiones: en aquellas carreteras estrechas, donde se circula casi siempre por el centro de la calzada, los conductores pierden el control a la vista de un buque insignia como el nuestro.
[X1]
Al entrar en Afganistán, un cartel me recuerda que aquí terminaban el Imperio británico y la conducción por la izquierda.
[Y1]
Me convierto en el Hermano Mayor de los niños de mi amada India
Agradecidos por mi ayuda, los padres me han puesto entre los brazos lo más preciado que tienen: su último hijo. Me he convertido en su
dada
, su Hermano Mayor. Este pequeñín, condenado a una infancia de esclavo en un taller-prisión, escapará a la fatalidad de su destino. En tratamiento desde los primeros meses de vida a causa de uno de los males que afligen a tantos niños de la India (disentería, carencias vitamínicas, tuberculosis, raquitismo, minusvalías psíquicas y físicas…) asistirá a una de las innumerables escuelas primarias que contribuiré a crear en los barrios de chabolas de Calcuta y en las pobrísimas zonas rurales de Bengala.
[A2]
Encuentro con un benefactor
James Stevens era un próspero comerciante de camisas y corbatas londinense. Lo dejó todo para arrancar de la degradación de sus comunidades de parias a los niños víctimas de la lepra. Cuando mi mujer y yo conocimos a este ignorado benefactor de la humanidad, la falta de fondos estaba a punto de obligarlo a cerrar su centro Udayan, que significa «resurrección» en hindi. La ayuda al centro será el punto de partida de mi cruzada humanitaria.
Nuestra primera misión consistirá en la compra de tres hectáreas de terreno en pleno campo destinadas a la construcción de varios pabellones. Pronto acogerán a cerca de trescientos niños salvados de la lepra.
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En el infierno de los barrios de chabolas
Desde 1972, el enfermero suizo Gaston Grandjean comparte la vida y la lucha de los desheredados de los barrios de chabolas de Calcuta. Del encuentro con este hombre excepcional nacerá mi voluntad de aliviar el sufrimiento de los más pobres.
Un día tendré la dicha de acompañar al Vaticano a este mensajero del Evangelio para presentárselo al papa Juan Pablo II. Los dos hombres tendrán un largo coloquio que concluirá con estas palabras del Santo Padre: «Hermano Gastón, me gustaría estar en tu lugar».
[C2]
Primera batalla contra la miseria: alimentar a los pequeños hambrientos
En el Hogar Resurrección, cada comida es una auténtica ceremonia. Arroz, pescado, pollo, curry, lentejas… cerca de mil calorías se sirven en platos hechos con hojas puestas a secar. Antes de empezar a comer, los niños dan gracias por esta dádiva mediante una oración que cantan profundamente concentrados.
[D2]
La comida se desarrolla en un silencio impresionante. El espectáculo de todas estas criaturas ante un plato lleno es abrumador. Al menos cien millones de niños indios no tienen su misma suerte.
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