Irania (6 page)

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Authors: Inma Sharii

Tags: #Intriga, #Drama

BOOK: Irania
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—Ya has entrado muchas veces aunque no lo recuerdas, déjate guiar por el corazón. El miedo siempre cierra todas las puertas. —Observé la puerta, era tan grande como cuatro pisos. La recorrí con la mirada para buscar algún mecanismo para abrirla, pero parecía sellada.

El tiempo discurría de otra manera en aquella dimensión, pero sabía que había sido mucho el que llevaba esperando a que la puerta se abriera.

Palpé la puerta con la palma de la mano y la dejé reposar por unos minutos. Sentí que las paredes eran de materia viva, parecían responder a los estímulos.

Entonces poco a poco una inscripción de colores morados comenzó a gravarse en la puerta:

El miedo no puede entrar en el templo de Dios.

Me pregunté qué lugar era aquél, que podía saber lo que estaba sintiendo en ese momento.

Recordé la persecución de la sombra y los monstruos serpiente. La sentí cada vez más lejana pero sabía que había traído el miedo conmigo. Observando el hermoso lugar, de energías cálidas y luces de colores increíbles que tan familiares eran para mí, comencé a sentir felicidad, paz y amor. Sentí que allí estaba a salvo, cerré los ojos y me expandí. Permití que todo mi ser se expandiera y todas las energías que allí estaban, las sentí como propias, me pertenecían y sin necesidad de pedirlo pude traspasar el templo y viajar hasta el centro mismo de la pirámide.

— ¡Bienvenida hermana! —oí al instante.

La melodiosa voz me trajo de vuelta a la conciencia de mi ser.

Entonces pude apreciar maravillada, la belleza del templo de cristal desde el interior. Parecía estar dentro de un diamante de cientos de facetas. Pero aún así, sentía que la luz de aquel extraño sol seguía iluminándolo todo de una manera muy especial.

Jamás había visto tanta belleza, me sentía henchida de la sublimidad del lugar, de la magnificencia de sus paredes y de su cúpula que terminaba en una punta perfecta.

—Irania, acércate —escuché.

Me giré.

En el centro de la pirámide me esperaban un grupo de seres angelicales de gran altura. Algunos parecían hombres, otros parecían mujeres, pero era una diferencia mínima, casi imperceptible. La belleza de los seres de luz me impactó de un modo muy profundo. Irradiaban un amor hacia mí que jamás había sentido en la Tierra. Un sentimiento que me llegaba sin necesidad de palabras ni de gestos.

Todos vestían con una túnica azul pero el azul variaba según el ser, parecía que el color se adaptara al alma de quien lo portara, creando una gama nunca vista en la tierra, imposible de describir.

Me acerqué a ellos que me esperaban con los brazos abiertos.

Uno a uno me fueron abrazando cálidamente.

No supe medir el tiempo que permanecíamos fundidos en un abrazo pero el amor que me entregaban cada uno de aquellos hermosos seres me llenaron para una vida entera. Estaba extasiada, sentía pleno el corazón y a cada abrazo parecía recordar un poco más quiénes eran y lo más importante quién era yo.

Cuando llegó el abrazo del último ser, me fundí dentro, no había diferencia entre yo y el ser que me abrazaba, allí no pude más que llorar y llorar por espacio indefinido.

Aquella sensación era la que por tanto tiempo había buscado entre mi familia en la tierra y nunca encontré: El amor puro, el amor que nada te pide, que solo se ofrece sin condiciones.

—Ahora estoy con mi familia —afirmé.

Un tiempo indefinido pasó.

Luego poco a poco los seres se fueron sentando en los sillones que había justo en el centro formando un círculo.

Me invitaron a sentarme con ellos.

—Aunque ya sientes que nos conoces, todavía no puedes ser totalmente consciente de tus recuerdos. Esto es debido a que no puedes pasar todavía al otro lado.

Pensé que ese momento era parte del proceso de la muerte y que todavía me quedaban otros lugares y otros seres para visitar antes de pasar a algún estado de gracia eterna. Aunque allí yo me sentía feliz y no creía que pudiera haber un lugar más hermoso ni seres con más amor que los que tenía en ese instante a mi lado.

—Somos el consejo azul de los doce —dijo una de ellos—. Somos maestros ascendidos.

—Y yo soy tu guía, soy Mel-ta-zek —dijo el ser que me era más familiar, incluso sentí que era yo misma, que hablaba como yo—. Tienes que recordar quién eres, bajaste a la tierra para cumplir una misión muy importante.

—No sé quién soy.

—Sabemos que es difícil recordar cuando tienes un cuerpo físico y una mente racional que ha sido llenada de conceptos basados en la lógica desde la más tierna infancia. Te han dicho durante años que eras Sandra Ros, te enseñaron en qué creer, te dijeron quién debías ser y a qué debías dedicar tu vida y tu tiempo. Pero ahora debes desprenderte de todo tu pasado.

—¿Por qué me llamáis Irania?

—Irania es tu nombre, así te llamas como alma entre las almas. Es vital que recuerdes allí en la Tierra quién eres y que recuerdes el propósito que tienes.

—¿Cuál es ese propósito? ¿Qué misión tengo?

—Nuestro consejo se encarga de velar por la conciencia iluminada de la Tierra. Nos encargamos de cuidar al ser humano de la manipulación de los seres de la oscuridad. Ahora la tierra está pasando por un gran cambio que afectará a todo el universo. Hay una guerra entre dos bandos por captar vuestra atención. Porque vuestra atención y vuestras palabras es lo que crea, es lo que da forma a la vida. En aquello en lo que os enfocáis, ya sea positivo o negativo, es lo que manifestáis y vivís.

»Es de vital importancia que tú y otros como tú que están en otras partes del globo podáis llevar a cabo vuestras misiones. Pero para ello debíais despertar, recordar quiénes sois. Nosotros cuidamos de ti porque eres una de nosotros, eres una trabajadora de la luz. Siempre lo has sido. Tu alma lleva un gran recorrido hecho y por eso puedes ayudar a otros a que recorran el camino junto a ti. Se trata de llevar la luz a los lugares más oscuros, de contrarrestar la maldad que está asfixiando a vuestras almas para que no evolucionéis.

Asentí, sus palabras me calaban hondo porque ya las había oído antes. Aquí había tanta claridad. En el fondo siempre había creído que tenía algo más que hacer que llevar una vida sin sentido de consumo y falsedad.

Pero en la Tierra todo era confuso, allí no podía pensar con claridad,
reflexioné.

Me leyeron el pensamiento:

—Tú misma lo has dicho: «pensar» y no se trata de pensar si no de «sentir». Jamás te encontrarás a ti misma pensando, tendrás que sentir lo que es cierto para ti y seguir tus propias señales.

—¿Entonces tengo que volver? —pregunté aunque ya sabía la respuesta, había telepatía entre nosotros.

—Sí.

—Siempre he deseado sentir este amor tan puro que percibo ahora con vosotros. ¡No quiero volver! Es muy duro, me siento muy sola.

Mel-ta-zek se levantó de su asiento, caminó hacia mí y se arrodilló.

Me miró fijamente. Su mirada traspasó todo mi ser. Era como si no pudiera tener secretos con él, como si fuera transparente.

—Irania —me dijo cogiendo mis manos entre las suyas—, en tu interior se hallan todas las respuestas, ya nunca estarás sola. Yo soy tú y estoy contigo en tu corazón. Solo tienes que cerrar los ojos y escuchar. Mi voz siempre está ahí. Tu alma es muy fuerte, no solo eres Sandra. ¡Desapégate de tu ego! Eres Irania, un alma antigua que ha estado en misión cientos de veces en la tierra. Estoy muy orgulloso de ti, tienes muchísima experiencia para tratar con la energía oscura que mantiene esclavizada a la humanidad. Mira si confiabas en ti antes de encarnarte de nuevo, que sabías que debías de estar ahí, justo cuando más difícil iban a ponerse las cosas para la Tierra y sus habitantes. ¿Acaso crees que cualquiera podría hacerlo? No, amada, muchos lo han intentado y han fracasado presas de la locura o el suicidio. ¡Tú podrás! Estamos contigo. Tienes que rescatar la sabiduría de tu alma, tendrás ayuda en la tierra para recordar quién eres y te maravillarás con tus dones todavía dormidos.

—¿Por qué no me decís cual es mi misión?

—La olvidarías —contestó. Me decepcionó profundamente su respuesta.

—¿Voy a olvidarlo todo?

—Me temo que sí. Tendrás sensaciones, quizá recuerdos en los sueños, pero nada más.

—No lo entiendo, ¿por qué no hacéis algo para que recuerde? sería todo tan distinto…

—Nosotros no hicimos las leyes que gobiernan las energías del planeta al que llamáis Tierra. Hay normas y este planeta ha estado cerrado y oculto durante eones de tiempo de otras civilizaciones más avanzadas espiritualmente. El libre albedrío que otorgó el creador supremo ha permitido que ocurrieran cosas como esta: que el planeta fuera enteramente gobernado por entidades que viven en frecuencias muy bajas de energía. Estas entidades se alimentan de vosotros a través de emociones como el miedo, la ira, el odio, la avaricia, y no les importará destruir la Tierra o que os matéis entre vosotros, que sois todos hermanos, para conseguir que emitáis más y más la frecuencia del miedo que tanto les gusta. Sin ella no pueden subsistir. ¡Os necesitan!

La Tierra ha sufrido una larga cuarentena. El consejo de sabios tuvo que aislarla para que lo que estaba sucediendo aquí, no afectara a otros sistemas de vida. La maldad que se ha generado en la Tierra está siendo cada vez más intensa y hemos tenido que intervenir porque hay un alto riesgo de que pronto comencéis a colonizar otros planetas. ¡Y eso no podemos permitirlo! ¿Si todavía no habéis logrado amaros entre todos, cómo vas a amar y respetar la vida en otro planeta?

Por eso llevamos tiempo reencarnando a los
conectados
.

—¿Conectados? —pregunté.

—Son seres como tú, que portan en su genética el don para sentir y ver otros planos dimensionales. Nacéis para revolucionar y derrocar los sistemas corruptos. Nos servís como enlazadores, como canales para enviar energía que eleve la frecuencia del planeta. Nosotros pertenecemos a las Pléyades, pero hay otros grupos que intervienen de Sirio y de otras estrellas cercanas.

—¿Yo también soy de allí? —pregunté. Aunque hermosa, nunca había sentido a la Tierra mi verdadero hogar.

—Sí.

—¿Por qué intervenimos si no es nuestro planeta?

—Lo que pueda ocurrir en la Tierra afectará a todo el Universo. Lo que está sucediendo ahora es como un cáncer para el sistema solar.

—¿Contra quién tendré que luchar?

—Sólo recuerda que estás en el lugar apropiado y tendrás la ayuda necesaria para realizar tu misión. Tienes que confiar en ti misma. No podemos hacerlo de otro modo.

—¿Cómo podré volver a contactar con vosotros?

—No estamos separados, somos uno. Cuando quieras hablar conmigo, solo tienes que cerrar tus ojos y escuchar la voz del corazón.

Un ángel de fuera del consejo habló:

—Irania tienes que marcharte ya. Tu cuerpo te necesita —tenía unos ojos hermosos, dulces y muy familiares. No lo había visto al llegar a la pirámide, pero había estado todo el tiempo presente. Al igual que otros ángeles, mujeres y hombres sin cuerpo físico que observaban desde una distancia prudencial.

—¿Quién eres? —pregunté.

El ser sonrió.

—Ya conoces una parte de mí.

Comencé a sentirme pesada y los hermosos rostros del consejo azul fueron emborronándose.

—Os amo —les dije.

Y jamás había estado tan segura del auténtico valor de mis palabras. Algo tiraba fuertemente de mí. Atravesé con rapidez el templo pirámide y volví al exterior. El ángel de túnica verde que me trajo hasta allí me acompañó de regreso por una espesa neblina blanca.

Sentía más mi peso sobre el cuerpo y los colores de luz hacía tiempo que se habían disipado. La oscuridad inundó mi conciencia.

Quien ha tenido una experiencia cercana a la muerte jamás vuelve a ser la misma persona. Y eso fue lo que me ocurrió a mí y a mi entorno.

A partir de ahí todo cambió, como me había pronosticado Lila, aunque no del modo que yo había imaginado. Pero como sucede en todos los cambios, el dolor se hace cada vez más profundo y la noche más oscura cuanto más nos acercamos a la luz, a la comprensión.

Estuve más de diez días en coma. Yo no quería volver, pero fui obligada. Todavía no tenía la suficiente consciencia como para saber que yo había escogido mis experiencias y que estaba allí por un motivo muy especial. La semilla que había dejado el consejo de los doce en mi interior, tardaría en germinar.

Tal como me dijeron mis hermanos, no recordaría nada. En cuanto desperté del sueño profundo, no encontré a nadie en la habitación. Habían contratado a una enfermera para que me cuidara y me dolió reconocer que aquella mujer demostró con más alegría mi despertar, que toda mi familia junta. Creía que en el fondo deseaban que no despertara jamás. Pensé que les estaba ahorrando el bochorno de tener que dar explicaciones sobre mi estado. Fue un tiempo muy triste y doloroso para mí.

Esperaron a que estuviera instalada de nuevo en casa para comunicarme en firme que había perdido a mi bebé aunque yo ya lo sabía y había llorado durante noches enteras en la soledad de mi habitación en el hospital. Sentía que era el fin de mi vida y no llegué a comprender cómo yo había logrado sobrevivir.
¿Por qué él no merecía vivir?
, me preguntaba a cada instante.

A los familiares y amigos menos allegados les habían contado que me habían atropellado durante mi estado de sonambulismo pero para mi familia yo estaba oficialmente paranoica.

Tenía vagos recuerdos de la noche del accidente: recordaba haber vomitado y luego la pesadilla, pero todo lo sentía confuso. No era capaz de ordenar las imágenes en mi mente.

El resto de detalles me lo proporcionaron después.

No puedo describir lo que sentí que emanaba de los ojos de mis padres y de Joan mientras me contaban todo lo que había sucedido. Había odio, ira, decepción y desprecio hacia mi persona. Deseaba estar muerta y con su actitud me hicieron pensar que ellos también lo deseaban. Aunque por el momento tuvieron el respeto de no reprocharme nada. Pero no duró demasiado.

Desde aquel día mi padre dejó de hablarme.

Capítulo 4

Nunca tu mano cobarde mereció mi carne.

Nunca debí olvidarme.

Habían pasado varias semanas después de despertar del coma. El teléfono ya no sonaba como antes, las invitaciones habían mermado hasta casi reducirse a la nada.

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