Komarr (50 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Komarr
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—Debe de ser usted muy persuasivo.

—Eso espero —respiró hondo—. Les hice creer que no los dejaría ir, no importaba lo que le hicieran a usted y a la profesora. Excepto que no era un farol. No podíamos dejarlos escapar.

Ya. Traición confesada. Cerró los puños.

Ella lo miró, incrédula; él sintió que se le encogía el corazón.

—¡Bueno, por supuesto que no!

—Eh… ¿qué?

—¿No sabe lo que querían hacerle a Barrayar? —preguntó—. Un horror. Completamente vil, y ni siquiera se daban cuenta. ¡Trataron de decirme que colapsar el agujero de gusano no haría daño a nadie! Monstruos idiotas.

—Eso es lo que yo pensé.

—¿Y no arriesgaría su vida por detenerlos?

—Sí, pero no estaba arriesgando mi vida… sino la suya.

—Pero yo soy una Vor —dijo ella simplemente.

Su sonrisa y su corazón revivieron, mareados de placer.

—Auténtica Vor, señora —susurró.

Una tecnomed se acercó.

—¿Señora Vorsoisson? —murmuró ansiosamente.

Miles la entregó a su cuidado, le dirigió un saludo de analista, y se dio la vuelta. Canturreaba desafinando cuando dobló la primera esquina.

21

El personal de la enfermería de la estación insistió en ingresar a las dos mujeres toda la noche, una precaución a la que ninguna de las dos puso pegas. A pesar de su agotamiento, Ekaterin consiguió permiso para recoger sus maletas de la habitación del hotel, que no habían llegado a utilizar, bajo la atenta mirada de un jovencísimo guardia de SegImp que la llamaba «señora» a cada frase y estaba decidido a cargar con su equipaje.

Un mensaje la esperaba en la comuconsola de su habitación: una orden urgente de lord Vorkosigan para que su tía y ella huyeran de la estación inmediatamente, entregado en un tono tan convincente que casi la hizo echar a correr a pesar de que estaba obviamente anticuado ya. Instrucciones solamente, advirtió: ninguna explicación. Era verdad que él tuvo que ostentar algún mando militar alguna vez. El contraste entre este preocupado y tenso lord y la tranquilidad casi impertérrita del joven que la saludó en la compuerta la divirtió; ¿cuál era el verdadero lord Vorkosigan? A pesar de su constante charla referida a sí mismo, seguía siendo tan elusivo como un puñado de agua.
Agua en el desierto
. La idea brotó en su mente, y sacudió la cabeza para despejarla.

Después de regresar a la enfermería, Ekaterin se sentó un rato con su tía mientras esperaban al profesor. El tío Vorthys llegó una hora después. Se mostró extrañamente sin aliento y apocado cuando se sentó en el filo de la cama de su esposa y la abrazó. Ella le devolvió el abrazo, y en sus ojos asomaron lágrimas casi por primera vez en toda la noche.

—No deberías asustarme de esta forma, mujer —le dijo, con burlona severidad—. Vas por ahí dejándote secuestrar, derrotando a terroristas komarreses, dejando sin trabajo a SegImp… Tu muerte prematura desordenaría por completo mi plan egoísta de morirme primero y dejarte para que me sigas. ¡Por favor, no hagas eso!

Ella se rió, temblorosa.

—Intentaré no hacerlo, querido.

La bata de hospital que llevaba no era muy elegante, pensó Ekaterin, pero su color había mejorado un poco. Sinergina, bebidas calientes, calor, tranquilidad y seguridad estaban trabajando para eliminar los síntomas más alarmantes sin nuevas intervenciones médicas, de modo que su ansioso marido se quedó más tranquilo. Ekaterin dejó que su tía le contara la mayor parte de la historia de sus horas en poder de los komarreses, intercalando sólo unos cuantos murmullos de corrección cuando se sentía demasiado halagada.

Ekaterin reflexionó con sana envidia sobre la naturaleza de un matrimonio cuyos componentes podían considerar prematuramente amenazado después de más de cuarenta años.
No para mí. He perdido esa opción
. El profesor y la profesora se contaban sin duda entre unos pocos afortunados. Fueran cuales fuesen las cualidades personales que hacían falta para alcanzar ese estado de felicidad, quedaba muy claro que Ekaterin no las poseía.

La retumbante voz del profesor y su precisa dicción académica volvieron a la normalidad mientras se dedicaba a acuciar a los tecnomeds, innecesariamente, sobre los cuidados de su esposa. Ekaterin intervino para sugerir firmemente que lo que tía Vorthys necesitaba era más descanso. Después de una última visita a la habitación, el profesor fue a buscar a lord Vorkosigan para visitar la zona de combate en el Puerto Sur. Ekaterin no creía que pudiera volver a dormir jamás, pero después de lavarse y meterse en la cama, un tecnomed le trajo una poción y la invitó a beberla. Ekaterin todavía se estaba quejando de que esas cosas no funcionaban con ella cuando las sábanas de la cama parecieron absorberla.

Ya fuera debido a la poción, al cansancio, a un colapso nervioso o a la ausencia de las demandas acuciantes de un niño de nueve años, durmió hasta tarde. Los restos de la mañana, que pasó charlando con su tía, se encaminaban hacia el mediodía cuando lord Vorkosigan entró en la enfermería. Iba limpio como un gato y su bonito traje gris estaba planchado y reluciente, aunque su rostro mostraba signos de fatiga. Llevaba un enorme ramo de flores bajo cada brazo. Ekaterin corrió a ayudarle, y los colocó sobre una mesa antes de que se le cayeran.

—Buenos días, señora Vorthys, tiene usted mucho mejor aspecto. Excelente. Señora Vorsoisson —inclinó la cabeza hacia ella, y su blanca sonrisa resplandeció.

—¿Dónde ha encontrado esas flores tan hermosas en una estación espacial? —preguntó Ekaterin, asombrada.

—En una tienda. Es una estación espacial komarresa. Venden de todo. Bueno, de todo no… entonces sería Jackson's Whole. Pero es lógico, con toda la gente que se reúne aquí, que hubiera un mercado para este tipo de cosas. Las cultivan aquí mismo, junto con sus huertas y esas cosas.

Acercó una silla y se sentó cerca de ella, al pie de la cama de la profesora.

—Creo que esa cosa roja oscura es una planta barrayaresa, por cierto. Me picó cuando la toqué.

—Sí, soplo sangriento —reconoció ella.

—¿Se llama así, o es un juicio de valor?

Ella sonrió.

—Creo que se refiere al color. Procede del Continente Sur, de las faldas occidentales de la Cordillera Negra.

—Estuve allí una vez, en invierno. Felizmente, esas cosas debían de estar enterradas bajo varios metros de nieve.

—¿Cómo las llevaremos a casa, Miles? —dijo la profesora, medio riéndose.

—No se preocupen. Siempre pueden dárselas a los tecnomeds cuando se marchen.

—Pero deben de ser muy caras —dijo Ekaterin, preocupada. Ridículamente caro, para algo de lo que sólo podrían disfrutar unas pocas horas.

—¿Caras? —dijo él, inexpresivo—. Los sistemas de control de armas automáticas son caros. Las misiones de combate que salen mal son muy caras. Estas flores son baratas. De verdad. Además, mantienen un negocio, lo que es bueno para el Imperio. Si tiene oportunidad, vaya a pedir que le den una vuelta por la sección hidropónica de la estación antes de marcharse. Creo que le resultará muy interesante.

—Ya veremos si hay tiempo —dijo Ekaterin—. Ha sido una experiencia tan extraña. Es raro darse cuenta de que ni siquiera llego tarde para recoger a Nikki. Unos cuantos días más para completar su tratamiento, y se acabó Komarr.

—¿Lo tiene todo preparado? ¿Todo lo que necesita? Su tía —indicó a la profesora con un ademán— está con usted ahora.

—Espero poder encargarme de todo lo que sea necesario esta vez —le aseguró Ekaterin.

—Espero que así sea —la sonrisa de cimitarra apareció de nuevo sobre su rostro.

—Sólo perdimos la nave que íbamos a tomar esta mañana porque el tío Vorthys insistió en que esperáramos y viajáramos de regreso a Komarr con él en su correo rápido. ¿Sabe usted cuándo será? Debería enviarle un mensaje a la señora Vortorren.

—Todavía tiene unas cuantas cosas que hacer aquí. SegImp de Komarr nos envió un grupo especial de empollones y técnicos para limpiar y documentar ese lío que formó usted en la bodega de carga de Puerto Sur…

—Oh, cielos. Lo siento mucho… —empezó a decir ella automáticamente.

—No, no, fue un lío precioso. Yo mismo no lo podría haber hecho mejor, y he creado unos cuantos. De todas formas, él los supervisará, y luego regresará a Komarr para establecer una comisión científica secreta que estudie el aparato, explorando sus límites y todo eso. Y el Cuartel General me envió unos cuantos interrogadores expertos a quienes quiero informar personalmente antes de que se hagan cargo de mis prisioneros. Al capitán Vorgier no le hizo mucha gracia que no dejara que ninguno de sus hombres interrogara a los conspiradores, pero he declarado que todos los detalles de este caso necesitan mi permiso de Auditor, así que no tiene nada que hacer —se aclaró la garganta—. Su tío y yo hemos decidido que yo me encargue de regresar a Vorbarr Sultana desde aquí mismo para entregar un informe preliminar al Emperador Gregor en persona. A SegImp sólo le deja ver fragmentos de información.

—Oh —dijo ella, sorprendida—. ¿Se marcha tan pronto…? ¿Qué hay de todas sus cosas…? No se irá sin su estimulador de ataques, ¿no?

Medio inconscientemente, él se frotó la sien; ella advirtió que las vendas blancas habían desaparecido de sus muñecas, dejando sólo pálidos anillos rojos de cicatrices nuevas. Para añadirlas a su colección, presumiblemente.

—Hice que Tuomonen empaquetara mis cosas y las enviara con la gente del Cuartel General. Llegaron hace un par de horas, así que estoy preparado. Los amigos de SegImp llegan a ser molestos en ocasiones. Tuomonen va a recibir un punto negro, porque la conspiración de la Terraformación de Serifosa tuvo lugar ante sus narices y no llegó a advertirlo, aunque en realidad fue la Oficina de Contabilidad Imperial la que tendría que haber sido la primera línea de defensa. Y ese idiota de Vorgier va a recibir un ascenso. No hay justicia.

—Pobre Tuomonen. Me caía bien. ¿No puede hacer usted nada al respecto?

—Hum, rechacé la oportunidad de encargarme de los asuntos internos de SegImp, así que no, creo que será mejor que no.

—¿Conservará su puesto?

—En este momento no se sabe. Le dije que si descubre que su carrera militar se estanca, que me llame. Creo que podré emplear a un buen ayudante en este trabajo de Auditor. Pero el trabajo será irregular. La historia de mi vida.

Se mordió pensativo el labio inferior, y la miró.

—La reclasificación de este caso, de desfalco a algo mucho más serio, también afecta a lo que puede usted decirle a Nikki, me temo. Todo se precipitará hacia un agujero negro de seguridad a toda velocidad, y se quedará allí durante algún tiempo. No habrá, por tanto, ninguna acusación pública y ninguna necesidad de que usted testifique, aunque SegImp tal vez se presente para hacer alguna que otra entrevista… pero no con pentarrápida. En retrospectiva, me alegra no haber dejado que las cosas se alejaran mucho de mí. Pero en cuanto a Nikki, y a todos los parientes de Tien, y a todo el mundo, la historia va a tener que decir que murió en un simple accidente con su mascarilla de oxígeno, por haberse quedado sin reservas, y usted no sabe más detalles. Señora Vorthys, esto va también por usted.

—Comprendo —dijo la profesora.

—Me siento a la vez aliviada y preocupada —dijo Ekaterin lentamente.

—Con el tiempo, las condiciones de seguridad se suavizarán. Tendrá que volver a juzgar el problema entonces, cuando, bueno, cuando muchas cosas hayan cambiado.

—Me pregunto si, por el honor del apellido de Nikki, debería tratar de devolver al Imperio todo el dinero de sobornos que recibió Tien.

Él pareció sobresaltarse.

—Santo Dios, no. Si alguien debe algo, es Foscol. Ella fue quien lo robó primero. Y desde luego no recibiremos nada de ella.

—Algo se debe —dijo Ekaterin gravemente.

—Tien zanjó su deuda con la vida. Está en paz con el Imperio, se lo aseguro. Con la Voz del Emperador, si es necesario.

Ella lo aceptó. La muerte zanjaba las deudas. No borraba la memoria del dolor: todavía hacía falta tiempo para eso.
Pero tu tiempo te pertenece ahora
. Eso sí que era extraño. Podría tomarse todo el tiempo que quisiera, o que necesitara. Riquezas inimaginables. Asintió.

—Muy bien.

—El pasado está pagado. Por favor, notifíqueme cuándo será el funeral de Tien. Deseo asistir, si puedo —frunció el ceño—. También yo debo algo.

Ella sacudió la cabeza, en silencio.

—En cualquier caso, llámeme cuando su tía y usted regresen a Vorbarr Sultana. —Miró de nuevo a la profesora—. Nikki y ella se alojarán con ustedes durante algún tiempo, ¿verdad?

Ekaterin no estuvo segura de que fuera una pregunta o una exigencia.

—Sí, claro —sonrió la tía Vorthys.

—Entonces éstas son todas mis direcciones —le habló de nuevo a Ekaterin, y le tendió una tarjeta de plástico—. Los números de las residencias Vorkosigan en Vorbarr Sultana, Hassadar y Vorkosigan Surleau, del Maestro Tsipis en Hassadar… Es mi hombre de negocios, creo que se lo he mencionado antes; normalmente sabe dónde localizarme al momento, cuando estoy fuera del Distrito. Y un número de contacto con la Residencia Imperial, que siempre sabrá dónde encontrarme. En cualquier momento, del día o de la noche.

La tía Vorthys se echó hacia atrás, con un dedo sobre los labios y lo miró con diversión creciente.

—¿Crees que serán suficiente, Miles? ¿No se te ocurren tres o cuatro más, para asegurarte?

Para sorpresa de Ekaterin, él se sonrojó un poco.

—Confío en que sean suficiente —dijo—. Y, por supuesto, podré contactar con usted a través de su tía, ¿no?

—Por supuesto —murmuró la tía Vorthys.

—Me gustaría enseñarle mi Distrito alguna vez —añadió, dirigiéndose a Ekaterin y evitando la mirada de la profesora—. Hay muchas cosas que le resultarán interesantes. Hay un proyecto importante de reforestación en las Montañas Dendarii, y algunos experimentos de reclamación radiactiva. Mi familia posee varias plantaciones de arces y viñedos. De hecho, hay plantas por todas partes; apenas se puede dar un paso sin tropezar con una rama.

—Tal vez más tarde —dijo Ekaterin, insegura—. ¿Qué sucederá con el Proyecto de Terraformación, como resultado de este lío con los komarreses?

—Hum, no demasiado, sospecho. La clasificación de seguridad va a limitar las repercusiones políticas públicas inmediatas.

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