—Me alegro, ya que los regresos eran una pesadilla y necesitábamos mucho tiempo para una recuperación total. Les felicito a usted y a su equipo —Horst se puso de pie.
El doctor Helle estuvo de acuerdo ya que consideraba bueno moverse enseguida.
—¿Qué hay del arca? ¿Dónde está ahora, doctor Helle?
El doctor Helle miró fijamente a Horst, pero con mirada de comprensión.
—Sinceramente, no lo sé. Entienda que es máximo secreto y yo conozco parte del proyecto por mi posición, pero nada más. El general Kammler es la persona que puede responderle, y puede imaginarse el control que se lleva sobre todo este asunto. Estamos hablando de la seguridad del Reich.
Horst comprendió perfectamente la respuesta, aunque desconocía si estaba en la zona en ese momento. Cuando el doctor Helle se marchó, todos se acercaron a Horst. Estaban exultantes tras la misión, en particular los hombres de Gross. Había sido un éxito empañado por la muerte de Helbing. Traerlo había sido la mejor decisión. ¿Habría sido enterrado ya? Horst tenía preguntas para Kammler y esperaba verle pronto.
—¡Ha sido fantástico! —dijo Gross con convicción—. No puedo creer que haya estado allí. Esta máquina es sensacional. Imaginaos lo que puede llegar a hacerse con ella en cualquier momento de la Historia. Podemos modelarla a nuestra discreción. ¡Alemania vuelve a ser grande!
—¡No tenemos rival! —dijo Stümpel—. ¡Ahora la guerra cambiará, vamos a ganarla! Los rusos sabrán lo que es bueno…
—Me parece bien vuestra actitud —dijo Horst—. Pero ahora voy a ponerme en contacto con el general Kammler para que nos indique cuál puede ser nuestra próxima misión y, sobre todo, saber qué hay del arca.
En aquel momento trajeron los carros con la comida, que fue repartida sin dilación y consumida rápidamente por todos los presentes. No habían perdido el hambre. Una enfermera repartió una píldora a cada uno y Horst aprovechó para decirle que quería hablar con el general Kammler. La enfermera le indicó que la siguiese, llegando a un teléfono que estaba en una sala más pequeña, contigua a la que estaban. A través del teléfono, Horst pudo hablar finalmente con Kammler.
El general estaba de un excelente humor y se alegró de saber que ya estaban todos recuperados.
—Acabo de recibir ahora mismo el informe del doctor Helle en el que me dice que están todos perfectamente. Me alegro. Si les parece bien, nos veremos en dos horas en el mismo lugar desde donde fueron trasladados la última vez. Hay una sala de reuniones en el piso superior. Quiero enseñarles algo.
Horst comunicó a sus compañeros la noticia y, al poco llegaron tres oficiales SS que los acompañaron hasta el castillo de Fürstentein en varios vehículos. Una vez allí pudieron disfrutar de una ducha en sus habitaciones y se prepararon para la reunión con Kammler. Horst se sentía perfectamente. Le parecía mentira estar recién llegado de un traslado al pasado y sentirse tan bien. También era cierto que había sido más corto que otros tanto en la estancia como en la distancia temporal y eso, seguramente, hacía una gran diferencia.
De nuevo estaban ante el general SS doctor ingeniero Hans Kammler. Como ya había notado Horst a través del teléfono, estaba de un humor excelente. También estaban presentes, como en otras reuniones, el equipo científico y los oficiales asistentes del general. La diferencia de esta reunión era que, al margen de una gran cantidad de documentos, había un enorme mapamundi en la pared, presidiendo la estancia. En él aparecían marcas, años y nombres sobre países.
—Bienvenidos, caballeros —introdujo Kammler, invitando a los recién llegados. Aquello rompía cualquier protocolo previo. Aquél hombre tenía un poder enorme y aquello lo demostraba. Saludó personal y cordialmente a cada uno de ellos y les mostró su lugar en la mesa de reuniones. Su amabilidad era desacostrumbrada y, desde luego, positiva para los recién llegados. Delante del lugar de cada uno en la mesa, uno de los oficiales de Kammler fue repartiendo unas carpetas rotuladas con sus nombres.
—No se sorprendan —dijo Kammler, adivinando los pensamientos de su audiencia.
—Hoy tenemos una reunión intensa y llena de sorpresas —señaló las carpetas que los destinatarios ya habían comenzado a ojear—. En esa carpeta aparece todo el proyecto Kronos Tor y la Realidad Predeterminada que estamos llevando a cabo con su equipo,
Haupsturmführer
Bauer. Tienen todo el derecho a conocerlo como participantes en el proyecto para que puedan entender no sólo el alcance del mismo, sino la importancia vital que representa para nuestra patria. Este acceso a la información es algo que nunca había hecho, se lo aseguro a todos ustedes, pero creo que la misión histórica en la que estamos embarcados necesita la máxima participación y entendimiento de todos y cada uno de los miembros, ya que esto no acaba aquí —todos se sintieron halagados por la palabras de Kammler, pero también pensaron en las nuevas misiones en las que se verían involucrados. Sin duda alguna, los hombres de Skorzeny ya formaban parte de aquel equipo y Horst se sentía conforme con ello. Aunque duros y expeditivos, habían congeniado bien y eso era fundamental.
Las carpetas contenían información detallada sobre el proyecto, sus objetivos y lo que se había realizado hasta ese momento. Además de fotografías de expediciones que Horst y su equipo habían efectuado a épocas remotas, una excelente fotografía del Arca de la Alianza aparecía a todo color como elemento central de la carpeta. La foto había sido hecha en alguna instalación subterránea, quizás cerca de allí, aunque eso ni Horst ni sus hombres lo sabían. De hecho, eso ya no les incumbía.
—Para su información, en este momento el Arca se halla en la fábrica Skoda, en Praga. El Ejército Rojo ha detenido su ofensiva en Varsovia y por ello hemos decidido estudiarla en profundidad —dijo Kammler, que había visto el interés del grupo al ver la foto en la carpeta—. Allí está siendo sometida a pruebas por nuestros técnicos y, desde luego, no tiene secretos para nosotros —remató con un orgullo no disimulado.
Horst preguntó lo que todos se preguntaban mentalmente.
—¿Y qué es el Arca, general?
El doctor Kurt Debus solicitó permiso a Kammler para responder. Este no tuvo inconveniente.
—El Arca es varias cosas, señores —comenzó Debus—. En su interior no hemos encontrado las llamadas Tablas de la Ley, ni el maná —sonrió—. Hemos encontrado una técnica muy evolucionada que la convertía en un transmisor que conectaba con algo o alguien que desconocemos. De hecho, y por lo que hemos analizado, tenemos indicios de que conectaba por radio y emitía o recibía órdenes de algún centro de mando en algún lugar de la Tierra o que quizás, incluso, estuviera en órbita… Trabaja en unas frecuencias totalmente desconocidas que no siguen el espectro físico o los protocolos que nosotros utilizamos. Su fuente de energía es atómica, isótopos radioactivos concretamente, ubicada en un pequeño receptáculo totalmente aislado que ¡todavía funciona! —Horst y su equipo no pudieron por menos que expresar su estupefacción.
El doctor Debus conocía bien el Arca.
—Las conexiones son muy ingeniosas. Nos está ayudando mucho a mejorar aspectos técnicos del manejo de dicha energía. Aunque como ha dicho el general Kammler en alguna ocasión, para nosotros ya es una energía obsoleta y peligrosa. Además —continuó Debus— el Arca también es un arma muy potente. Emite unos rayos térmicos de alta temperatura que matan en segundos cualquier rastro de vida, incluso a mucha distancia. Hemos hecho pruebas en la fábrica Skoda, que como ya saben es especialista en piezas de artillería de todos los calibres, y los resultados son sensacionales.
En aquel momento intervino Emil.
—Doctor Debus, en la Biblia se habla de gente muerta por el contacto con el arca. No veo cuál es la relación con lo que usted explica y el hecho de que pueda causar la muerte por proximidad.
El doctor Debus miró al joven oficial SS, del que sabía que era un experto en historia bíblica.
—Las muertes fueron producidas por mal uso del arca o bien por no emplear los trajes de protección necesarios en su utilización —luego matizó—: cuando se ha utilizado, debe reposar un período de tiempo corto, ya que las emisiones pueden continuar en algunas circunstancias. Aunque su equipo no las trajo, los servidores del arca necesitaban unas ropas especiales.
Emil también matizó este aspecto.
—En aquella cueva en Etiopía no había ningún equipo o vestimenta junto al Arca. Miramos todo y solo encontramos los travesaños de transporte.
El doctor Debus escuchaba con atención las palabras de Emil.
—Usted no sabe,
Obersturmbanführer
Riemer, que bajo la madera de esos travesaños, que ya es aislante, el Arca también tiene otro material que desconocíamos y que ahora estamos estudiando. Es como un plástico, pero diferente. El arca bien cerrada y ajustada se traslada sin problemas y sin emitir radiaciones. Es un objeto de alta tecnología, que utilizaremos lo antes posible en el frente.
Emil, de nuevo, intervino.
—Doctor Debus, según la Biblia el arca también producía el maná que comieron los judíos durante sus supuestos cuarenta años de peregrinaje por el desierto. ¿Han descubierto si puede producir algún tipo de comida?
El doctor negó con su cabeza.
—Solo se trata de un transmisor de radio y un transmisor-eyector de alto poder calorífico. No hemos descubierto otras funciones. Quizás es leyenda o bien era un accesorio que el arca tenía en aquel momento y que se ha perdido para siempre. No lo sé. Sí sé que quien la construyó tenía una tecnología muy depurada y absolutamente ajena a aquella época.
El general Kammler intervino en ese momento.
—No quiero que caigamos en discusiones, por otro lado estériles ahora, de si el arca era algo más. No podemos fiarnos al 100% de los textos judíos, que seguramente exageraron las virtudes y capacidades del arca con un claro fin propagandístico hacia sus enemigos y, por qué no, hacia los tiempos venideros. Es típico de ellos —remató con elocuencia.
Siguió.
—La carpeta que les he dado corresponde a la totalidad de los traslados en el tiempo que ha efectuado el equipo del
Haupsturmführer
Bauer, incluyendo este último dentro de la llamada Realidad Predeterminada que ha conseguido el Arca. Las otras misiones que se han realizado o están en plena realización o tienen su propio seguimiento. De todas maneras, antes de seguir quiero darles una excelente noticia —sacó un sobre de telegrama de unos de sus bolsillos y lo leyó a los presentes. Era un telegrama de felicitación del Führer en persona para todo el equipo. En él detallaba su interés de reunirse con todos ellos en cuanto fuese posible y proceder a la imposición personal de la Cruz de Hierro con hojas de Roble en oro a todos, y con espadas y diamantes para Horst. Un estallido de alegría que no pudieron disimular les embargó, especialmente a Horst. Era la condecoración militar más alta de Alemania. Se sumaba a todos los que la habían conseguido hasta ese momento:
Coronel Werner Mölders 16/7/1941
Mayor Gordon M. Gollob 30/8/1942
Capitán Hans-Joachim Marseille 2/9/1942
Teniente Coronel Hermann Graf 16/9/1942
General Mariscal de Campo Erwin Rommel 11/3/1942
Capitán de Corbeta Wolfgang Lüth 9/8/1943
Mayor Walter Nowotny 19/8/1943
Coronel Adelbert Schulz 14/12/1943
Coronel Adolf Galland 28/1/1944
Mayor Hans-Ulrich Rudel 29/3/1944
Coronel Hyazinth Graf von Strachwitz 15/4/1944
Teniente General-SS Herbert Otto Gille 19/4/1944
Gral. de Tropas Panzer Hans Hube 20/4/1944
Gral. Mariscal de Campo Albert Kesselring 19/7/1944
Teniente Coronel Helmuth Lent 31/7/1944
Teniente General-SS Joseph Dietrich 6/8/1944
General Mariscal de Campo Walter Model 17/8/1944
Coronel Erich Hartmann 25/8/1944
Gral. de Tropas Panzer Hermann Balck 31/8/1944
Gral. de Paracaidistas Hermann-Bernhard Ramcke 19/9/1944
Capitán Wolfgang Schnaufer 16/10/1944
En el caso de Horst, y debido al alto secreto de la misión que llevaba a cabo, sería explicado públicamente en el futuro.
Kammler continuó.
—Comprendo su alegría y les felicito por ello. Han demostrado un valor fuera de toda duda y un servicio a la patria que no tardará en ser fundamental para la victoria. Ustedes se han jugado la vida en unas circunstancias para las que no todos valen y por ello creo que puedo compartir con su equipo,
Haupsturmführer
Bauer, la información que les he facilitado. Me siento orgulloso de ustedes y me siento orgulloso de las SS como organización que solo cuenta con los mejores.
Estaban todos exultantes ante las palabras de Kammler, que ya entonces podía considerarse como una de las tres figuras más importantes y con más poder del III Reich, incluyendo al mismísimo Führer. A pesar de lo dicho, Kammler no era hombre de pérdidas de tiempo y al momento retomó el hilo y comenzó una detallada explicación de su próxima misión, aunque antes les hizo saber tal cúmulo de información que todos quedaron absortos. Parecía saber muy bien de qué hablaba.
—Tenemos dos caminos señores —comenzó—, uno tal como estamos y sin la ayuda de un elemento como el arca y la Campana. Les puedo garantizar que Alemania será arrasada y nuestro movimiento demonizado hasta la saciedad por el sionismo triunfante, que habrá acabado con la única fuerza que lo había desenmascarado mundialmente. El Führer morirá en Berlín al frente de nuestras tropas, en un último y desesperado intento por preservar la cultura europea y nuestra identidad como pueblo frente a las hordas asiáticas y multirraciales, bajo el brazo ejecutor de la masonería y el sionismo. Nuestros líderes serán juzgados por un tribunal-farsa, ya que las potencias vencedoras, bajo la égida sionista, serán juez y parte. Después serán colgados para escarnio público y aviso para todo aquel que quiera enfrentarse en un futuro al poder del judaísmo y del sionismo en particular —Kammler endureció su semblante ante este lúgubre panorama que había podido constatar en el futuro el equipo enviado al efecto—. Alemania y sus dirigentes tendremos ese juicio donde la condena ya estará dictaminada; sin embargo Italia, Japón y los países que habrán colaborado con el III Reich no lo sufrirán. Desenmascararemos la verdad y el daño provocado por el sionismo y eso hará que el judaísmo no nos perdone jamás y que impida cualquier rebrote de nuestro movimiento en el futuro. Su insolencia solo teme a la cruz gamada, que es nuestra fuerza y verdad.