Mientras Francia agonizaba en Tours, donde se reunían los ministros a altas horas de la madrugada para velar su agonía e ir constatando, impotentes, los síntomas progresivos del coma, París, con el que se había estado en comunicación telefónica hasta la madrugada del jueves al viernes, no respondía ya a las llamadas de Tours. El ejército, que hasta entonces había ido retirándose en orden y como si hubiese seguido un plan estratégico preconcebido, se había lanzado ya a la desbandada y cada soldado, tirando el fusil, huía como podía. Hasta Tours llegaban furtivamente en motocicletas y camiones, soldados y oficiales desertores que, temiendo ser fusilados si se operaba una reacción defensiva, se convertían en frenéticos sembradores de pánico.
La muchedumbre que había dormido tirada por el suelo en los alrededores de la estación se despertaba con un ansia loca de reanudar la huida hacia el sur. Se afirmaba que los parlamentarios se habían embarcado ya en Burdeos con rumbo a Canadá y se aseguraba que las divisiones alemanas continuaban avanzando hacia el Loira sin detenerse en París y estarían en Tours a la noche siguiente.
Tours se preparó para la defensa. Es decir, fue minado el puente y se colocó a su entrada un cañón de setenta y cinco. Aquello era una farsa siniestra. Bastó que la aviación alemana siguiendo su táctica hiciese una impresionante aparición sobre Tours en aquel momento psicológico para que el gobierno y sus manadas de burócratas emprendieran de nuevo el trote hacia Burdeos y tras ellos la masa ingente que venían arrastrando desde París.
Francia, cuando el gobierno llegó a Burdeos, era como una bestia herida de muerte y acorralada que busca el rincón más oculto de su guarida para echarse a morir. Era inútil todo intento de hacerla reaccionar.
La propuesta de Winston Churchill, que no era sino una oferta generosa de transfusión de sangre a un moribundo, fue rechazada con un ademán de desesperación. Francia no quería seguir viviendo, no quería seguir luchando, estaba resignada a morir. Hasta en aquel instante supremo de vida o muerte estuvo pesando sobre la fatal resolución de Francia aquella voluntad funesta de autoaniquilamiento, de suicidio, que ha presidido el triste destino de una nación que tenía derecho a ser inmortal. El último sobresalto del patriotismo francés fue para rechazar de plano el pacto de sangre que Inglaterra le ofrecía. «¿Es que vamos a dejar de ser franceses para convertirnos en súbditos de su Majestad Británica?», gritaba escandalizado por las calles de Burdeos aquel chauvinismo ciego, estúpido, que ha conducido a la esclavitud a la patria que decía amar.
En los consejos de ministros del Hôtel de Ville de Burdeos, el gobierno Reynaud, que tenía en su seno a los elementos que habían de consumar la traición de Francia a sí misma y a sus aliados, fue derribado. Vencían la ceguera insigne y la testarudez octogenaria del mariscal Pétain obsesionado por la idea siniestra de que Francia se salvaría entregando a Alemania el cadáver de la democracia. Esta idea absurda, que había sido infiltrada en las masas francesas gracias a la propaganda alemana, ha sido la causa fundamental de la caída de Francia.
«No hagamos una guerra ideológica —decían los agentes de la quinta columna —; sacrifiquemos la democracia, la libertad política y la república, si es necesario; abandonemos el lastre de nuestros compromisos con los pueblos débiles, que han sido ya arrollados, y de nuestra alianza con Inglaterra, que se niega a capitular y nos obliga a continuar la guerra para defender su imperio y a los capitalistas de la City; adoptemos la doctrina que ha hecho poderoso al adversario y los métodos que le llevan a la victoria; entremos en la órbita de las potencias totalitarias y Francia no perecerá. El equilibrio de las potencias totalitarias en Europa exige la supervivencia de una Francia fuerte. Aun aceptando la hegemonía alemana, Francia, Italia y España, identificadas, tendrán su
place au soleil
si llegan a formar un solo bloque totalitario en el Mediterráneo, de donde la Gran Bretaña tiene que ser eliminada. Este bloque, andando el tiempo, podrá ser el único contrapeso eficaz de las ambiciones germánicas en Europa, dando por supuesto que la Alemania hitleriana se niegue definitivamente a cumplir la misión providencial para la que había sido creada, la invasión de Rusia y el aniquilamiento del bolcheviquismo. Si el Imperio británico, por su parte, quiere seguir la guerra hasta la exterminación del nazismo, allá él con sus intereses. Nosotros podemos someternos y nuestra sumisión nos salva. Si Hitler vence a Inglaterra habremos sido los colaboradores más eficaces de su triunfo y ocasión habrá de cotizarlo. Si Inglaterra vence a Hitler, con la victoria de la democracia británica recobraremos nuestra libertad sin haber tenido que pagar el duro rescate de un millón de vidas que hoy se nos exige por ella.»
Esta fue la plataforma de la quinta columna. Esto fue lo que arrastró a los patriotas franceses a la traición. Y esto fue lo que triunfó en Burdeos el domingo 16 de junio de 1940 en medio de una muchedumbre indiferente que llenaba los jardincillos del Hôtel de Ville viendo entrar y salir a los ministros con frívola curiosidad mientras las columnas alemanas llegaban a las orillas del Loira sin encontrar resistencia. Y aquella misma noche el mariscal Pétain empezaba a encarcelar a los hombres de espíritu liberal, a perseguir a los judíos, a maldecir a los demócratas y a pronunciar discursos contra las
plutodemocracias.
¡Pétain!
La caída de Francia no es, sin embargo, el drama lamentable de un pueblo cobarde que no ha querido batirse. No. Francia, durante los meses de la guerra, que han sido su agonía, lucha, no contra el enemigo exterior, sino consigo misma. El proceso de su caída es una verdadera tragedia con todos los elementos de la tragedia clásica. Es la lucha de lo consciente contra lo inconsciente, del hombre contra el mito, del héroe contra la divinidad. Nuestra época, por extraño que nos parezca, es gran creadora de mitos y este del Estado totalitario, del Estado-Moloch, ha sido la divinidad bárbara a la que Francia ha sido sacrificada por sus propios hijos.
El nudo de esta tragedia de Francia radica en la sugestión fatal que sobre el hombre francés contemporáneo han ejercido esos mitos bárbaros que tenía que combatir, no ya porque combatirlos fuera su deber moral de ser civilizado, sino porque para seguir existiendo físicamente tenía que vencerlos, ya que esa divinidad del totalitarismo sólo había sido creada en su daño y para su perdición. Esta lucha interior que se desarrolla entre su conciencia de pueblo culto, ni un solo momento adormecida, y la fascinación que sobre él han ejercido las fuerzas de destrucción puestas en juego para aniquilarle, es lo que provoca el patético desgarramiento interior en el que Francia sucumbe.
Francia había llegado a enamorarse de su verdugo. Esta aberración, que en el ser humano aislado no es más que un caso de perversión sexual, al dominar a un pueblo y sobre todo a un pueblo superior como el de Francia, ha dado origen a una de las tragedias más hondas de la historia.
Tragedia, naturalmente, sin solución, sin más desenlace posible que el aniquilamiento del protagonista. Porque, a pesar de la fascinación que ha padecido, el pueblo francés, en el fondo de su conciencia insobornable, sabe que en ese mito bárbaro del totalitarismo al que se ha sacrificado, no hay nada, absolutamente nada más que una rudimentaria y bestial expresión biológica. Francia sabe, y no ha podido olvidarlo, que hasta ahora no se ha descubierto ninguna forma de convivencia humana superior al diálogo, ni se ha encontrado un sistema de gobierno más perfecto que el de una asamblea deliberante, ni hay otro régimen de selección mejor que el de la libre concurrencia: es decir; la paz, la libertad, la democracia.
En el mundo no hay más.
La numeración de los índices onomástico y toponímico en la edición en papel (que son los que figuran en este ejemplar) no se corresponden con la de la edición digital. Sin embargo, se han hecho constar, para respetar fielmente el texto original.
(Nota del maquetador original para la versión en fb2 compartida por
papyrefb2.net
)
Abetz, Otto: 26, 96, 156, 157
Aragón, Louis: 92,
Baker, Josephine: 49
Balbo, ítalo: 61
Barthou, Berthelot: 23
Bastié, Maryse: 115
Baudoin: 154
Benavides, Manuel: IX
Benda, Julien: 92
Bernanos, Georges: 92, 93, 126
Bloch, Jean-Richard: 92
Blum, León: 27, 29, 61, 77, 127, 138
Bonnet: 128
Bonnet, madame: 156
Boulanger, Georges: 45
Briand, Aristide: 61, 97, 113
Bure, Émile: 16
Camus,Albert: XIV
Careo, Francis: 92
Chadourne, Marc: 92
Chamberlain, Arthur Neville: 97, 98, 106
Chevalier, Maurice: 49
Churchill, Winston: 170
Claudel, Fierre: 92
Clemenceau, Georges: 90, 128
Cocteau, Jean: 92
Cot, Fierre: 61
Crussol, marquesa de: 94
Daladier, Édouard: 22, 31, 38, 61, 78, 88, 124-127, 136-139, 141, 142, 152
Darían, Jean Louis: 4
Daudet, León: 10, 94
Dorgelés, Roland: 92
Doumergue, Gastón: 27
Drieu la Rochelle, Pierre: 92
Duhamel, Georges: 50, 51, 55, 92
Fernández, Ramón: 92
Flandin, Fierre: 157
Franco, Francisco: IX, 135
Gamelin, Maurice Gustave: 43, 116, 145, 146, 147
Gaulle, Charles de: 43, 150
Gide, André: 92
Giono, Jean: 92
Giraudoux, Jean: 51,90,92, 134, 135
Gobineau, Joseph Arthur, conde de: 91
Goebbels, Joseph Paul: 10, 60, 88, 107, 110, 131, 163
Goering, Hermann Wilhelm: 61, 62
Gorki, Maxim: 9
Guéhenno, Jean: 92
Hering: 81, 166
Hitler, Adolf: X, XII, 12, 19, 21, 31, 43, 65, 70, 82, 88, 90, 120-122, 129, 131, 136, 143, 148, 152, 157, 158, 163, 164, 171, 172
Keyserling, conde de: 89, 101
Kérillis, Henri de: 26, 162
La Tour du Pin, Patrice de: 92
Laval, Fierre: 24, 157
Lenin (Vladimir Ilich Ulianov): 9, 89
Leopoldo III, rey de Bélgica: 151, 152
Lottman, Herbert: XI
Luis XIV, rey de Francia: 76
Lyautey, Louis: 45
Maisky: 29
Malraux, André: 92
Mandel, Georges: 3, 90, 128, 144, 156
Maritain, Jacques: 92
Martin du Gard, Roger: 92
Masip, Paulino: IX, XI
Massis, Henri: 92
Maulnier, Thierry: 92
Mauriac, Francois: 92
Maurois, André: 51, 112
Maurras, Charles: 10, 62, 91
Maxence, Jean-Pierre: 92, 93
Mussolini, Benito: 24, 31, 70, 122
Napoleón I, emperador de Francia: 41, 43, 91
Nizan, Paul: 92
Ortega y Gasset, José: XII
Orwell, George: XIV
Péguy, Charles: 93
Pertinax: 16
Pétain, Henri Philippe: 4, 12, 13, 17, 24, 88, 95, 136,
153, 154, 159, 170,172
Peyré, Joseph: 92
Poincaré, Raymond: 26, 2.7, 2,9, 6o
Portes, Hélène de: 94, 95, 157
Reynaud, Paul: 1, 3, 4, 94, 95, 128, 141-144, 148,
150, 153, 154, 162., 170
Ribbentrop, Joachim von: 96
Romains, Jules: 92
Sarraut: 136
Spengler, Oswald: 89
Stalin (Josiv Visarionovich Dzougachvili): XII, 82, 129,
130, 131, 137 Stawisky: 25
Tabouis, madame: 17, 95
Thorez, Maurice: 119
Valéry, Paul: 92
Verdier, cardenal: 8 5
Weygand, Máxime: 151, 152
Abisinia: 24
África: 106, 144
Alemania: 15, 22, 23, 25, 28, 62, 91, 106, 107, 122, 123, 136, 143, 148, 155, 165, 171
América del Sur: x, 13 Asia: 106
Báltico: 106
Barcelona: 5, 160
Bélgica: 82, 144, 151
Berlín: 23, 131, 132, 133, 159, 161
Biarritz: X, 168
Birmingham: 98
Buenos Aires: 94
Burdeos: X, 3, 13, 15, 96, 118, 169, 170, 172
Canadá: 17, 169
Checoslovaquia: 30, 31
Danzig: 31
España: X, XIII, 13,15,18, 23, 29, 31, 67, 89,133,136, 158, 171
Europa: 9, n, 23, 42, 97, 123, 144, 148, 171
Finlandia: 136, 137, 142
Francia: XII, XIII, 4, 5, 7-18, 20-33, 35, 36, 40, 41, 45, 50-52, 54, 55, 59-61, 63, 64, 66, 68-71, 73, 75, 76, 78, 8o, 83-96, 98-107,111-113, 117-128,130-132, 134-136, 138, 139, 141-145, 147-149, 151-155, 157, 159, 160, 162, 163, 169-173
Garona: 16, 144
Ginebra: 83, 97
Gran Bretaña: v. Inglaterra. 98, 105, 171
Guernica: 160
Holanda: 81
Inglaterra: XI, 15, 98, 105-107, 118, 160, 170-172
Italia: 23, 24, 31, 62, 123, 157, 171
Japón:165
Loira: 99, 144, 164, 169, 172
Londres: XII, 29, 69, 124, 159
Madrid: IX, XI, 5, 7, 158, 160, 163
Marne: 7
Marruecos: 45
Mediterráneo: 30, 106, 171
Montevideo: x
Montreal: 17
Montrouge: IX
Moscú: 9, 23, 30, 36, 79, 128-131, 133
Munich: 31, 98, 106, 128
Nueva York: 7
Numancia: 7
París: IX, X, 6,7,9, 15, 17, 24, 38, 46, 48, 49, 64, 65, 67, 69, 72-75, 81-83, 85, 86, 88-90, 99, 101, 102, 109, 112, 114, 116, 118, 133, 136, 155-166, 168-170
Périgueux: 34
Pirineos: X, 13, 31
Portugal: 15
Rin: 78, 85, 109
Río de Janeiro: 94
Roma: 23, 84
Rotterdam: 160
Rusia: 67, 165, 171
San Juan de Luz: 168
Sedán: 81, 146
Sena: 144
Suiza: 15
Tours: X, 3, 13, 15, 96, 101, 163, 169, 170
URSS: 62, 136
Valencia: IX
Varsovia: 5, 160
Vaticano: 85
Verdún: 26, 42, 148, 154
Vichy: 157
«A una colectividad se le engaña siempre mejor que a un hombre.»
PÍO BAROJA