Read La bruja de Portobello Online
Authors: Paulo Coelho
En la siguiente reunión, previendo que se pudiera repetir la batalla campal de agosto, la policía tomó medidas y envió a media docena de guardias para evitar enfrentamientos. Athena llegó acompañada de guardaespaldas improvisados por Ryan, y esta vez no sólo oyó aplausos, sino también abucheos e imprecaciones. Una señora, al ver que iba acompañada de un niño de ocho años, dos días después presentó una denuncia basada en el
Children Act
de 1989, alegando que la madre le estaba causando daños irreversibles a su hijo y que su custodia debería ser transferida al padre.
Un periódico sensacionalista consiguió localizar a Lukás Jesen.- Petersen, que ni quiso conceder una entrevista, amenazó al reportero, diciéndole que no mencionase a Viorel en sus artículos o sería capaz de cualquier locura.
Al día siguiente, ese periódico estampaba el titular: “El ex marido de la Bruja de Portobello dice que es capaz de matar por su hijo”.
Aquella misma tarde, otras denuncias basadas en el
Children Act
de 1989 eran presentadas en los juzgados, esta vez pidiendo que el Estado se responsabilizase del bienestar del niño.
No hubo reunión siguiente; aunque grupos de gente — a favor y en contra— estaban delante de la puerta y guardias uniformados intentaban contener los ánimos, Athena no apareció. Lo mismo ocurrió a la semana siguiente; esta vez, tanto los grupos como el destacamento policial eran menores.
A la tercer semana sólo había restos de flores en el local, y una persona distribuía fotos de Athena a los que llegaban.
El asunto dejó de ocupar las páginas de los periódicos londinenses. Cuando el reverendo Bucle decidió anunciar que retiraría la denuncia de calumnia y difamación, basándose en el “espíritu cristiano que debemos tener hacia aquellos que se arrepienten de sus gestos”, no encontró ningún gran medio de prensa interesada, y sólo pudo publicar su texto en la sección de cartas de lectores de un periódico de barrio.
Por lo que yo sé, el tema jamás alcanzó una proyección nacional, y siempre estuvo restringido a las páginas en las que se publican los asuntos de la ciudad. Un mes después de que los cultos se acabaron, cuando viajé a Brighton, intenté hablar del tema con algunos amigos, pero ninguno de ellos había oído hablar de ello.
Ryan lo tenía todo en sus manos para aclarar aquel asunto; lo que dijera su periódico sería seguido por la mayoría de la prensa.
Pero, para mi sorpresa, nunca publicó ni una línea sobre Sherine Khalil.
En mi opinión, el crimen— por sus características— no tiene nada que ver con lo que sucedió en Portobello. No fue más que una macabra coincidencia.
thena me pidió que encendiese mi grabadora. Ella traía otra, un modelo que nunca había visto, bastante sofisticado y de dimensiones mínimas.
En primer lugar, quiero decir que estoy recibiendo amenazas de muerte. En segundo lugar, prométeme que, aunque yo muera, esperarás cinco años antes de dejar que alguien escuche esta cinta. En el futuro podrán distinguir lo que es falso de lo que es verdadero.
“Dime que aceptas, porque de esta manera estarás asumiendo un compromiso legal.
Acepto. Pero creo que…
No creas nada. Si aparezco muerta, éste será mi testamento, a condición de que no se diga nada ahora.
Apagué la grabadora.
No hay nada que temer. Tengo amigos en todas las posiciones y cargos del gobierno, gente que me debe favores, que me necesita o que me necesitará en un futuro. Podemos…
¿Ya te he dicho que tengo un novio que trabaja en Scotland Yard?
¿Otra vez esa conversación? Si era así, ¿por qué no estaba allí cuando todos necesitábamos su ayuda, cuando tanto Athena como Viorel podrían haber sido atacados por la multitud?
Las preguntas surgían una tras otra: ¿me estaba poniendo a prueba? ¿Qué pasaba en la cabeza de aquella mujer? ¿Estaría desequilibrada, era inconstante, había momentos en que deseaba estar a mi lado, y en otros ratos volvía al tema de un hombre que no existía?
—Pon la grabadora otra vez —me pidió.
Yo me sentía fatal: empecé a pensar que siempre me había utilizado. En aquel momento me habría gustado decir: “Vete , no aparezcas nunca más en mi vida, desde que te conocí todo se ha convertido en un infierno, vivo esperando el día que llegues aquí, me des un abrazo, me des un beso y me pidas quedarte a mi lado.
Pero eso no pasa nunca”.
¿Ocurre algo?
Ella sabía que sí. Mejor dicho, era imposible que no supiera lo que sentía, porque no había hecho otra cosa en todo ese tiempo que mostrarle mis sentimientos, aunque sólo hubiera hablado de ellos una única vez. Pero aplazaba cualquier compromiso para verla, estaba a su laso siempre que me lo pedía, intentaba crear algún tipo de complicidad con su hijo, creyendo que un día podría llamarme papá. Nunca le pedí que dejase lo que hacía, aceptaba su vida, sus decisiones, sufría en silencio con su dolor, me alegraba con sus victorias, me sentía orgulloso de su determinación.
¿Por qué has apagado la grabadora?
Ese segundo estuve entre el cielo y el infierno, entre la explosión y la sumisión, entre el razonamiento frío y la emoción destructiva. Al final, usando todas mis fuerzas, conseguí mantener el control.
Apreté el botón.
Sigamos.
Decía que estoy recibiendo amenazas de muerte. Gente que me llama por teléfono, sin decir su nombre; me insultan, afirman que soy una amenaza para el mundo, que quiero hacer que vuelva el reino de Satanás y que no lo van a permitir.
¿Has hablado con la policía?
Omití a propósito mencionar a su novio, demostrándole de esa manera que nunca me creí esa historia.
Sí. Grabaron las llamadas. Las hacen desde cabinas telefónicas, pero me dijeron que no me preocupase, que están vigilando mi casa. Consiguieron coger a una de esas personas: es un desequilibrado mental, cree que es la reencarnación de un apóstol, que “esta vez hay que luchar para que Cristo no sea expulsado de nuevo”. En este momento, está en un hospital psiquiátrico; la policía me contó que ya estuvo internado antes por amenazar a otros por el mismo motivo.
Si está atenta, nuestra policía es la mejor del mundo. Realmente no hay por qué preocuparse.
No le tengo miedo a la muerte; si mis días se acabaran hoy, me llevaría conmigo momentos que poca gente de mi edad ha tenido la oportunidad de vivir. De lo que tengo miedo, y por eso te he pedido que grabases nuestra conversación de hoy, es de matar.
¿Matar?
Sabes que se está tramitando unas denuncias para quitarme la custodia de Viorel. Tengo amigos, pero nadie puede hacer nada; hay que esperar el resultado. Según ellos, dependiendo del juez, esos fanáticos pueden conseguir lo que quieren. Por eso he comprado una arma.
“Sé lo que es apartar a un hijo de su madre, porque viví la experiencia en mis propias carnes. De modo que, en el momento en que se me acerque el primer oficial de justicia, dispararé.
Y seguiré disparando hasta que se acaben las balas. Si no me cogen antes, lucharé con los cuchillos de mi casa, usaré mis uñas y mis dientes. Pero nadie conseguirá apartar a Viorel de mi lado, a no ser que pasen por encima de mi cadáver. ¿Está grabando?
—Sí. Pero hay medios…
—No los hay. Mi padre está siguiendo el procedimiento. Dice que en los casos de derecho de familia, hay poco que hacer.
“Ahora apaga la grabadora”.
—¿Era ése tu testamento?
No respondió. Cono yo no hacía nada, ella tomó la iniciativa. Fue hasta donde estaba el equipo de música y puso la famosa música de la etapa, que ahora yo me sabía casi de memoria. Bailó de la manera como lo hacía en los rituales, sin ningún compás, y yo sabía adónde pretendía llegar. Su grabadora seguía encendida, como testigo silencioso de todo lo que estaba pasando allí. Mientras la luz de la tarde soleada entraba por las ventanas, Athena se sumergía en busca de otra luz, que estaba allí desde que el mundo había sido creado.
La centella de la Madre dejó de bailar, interrumpió la música puso la cabeza entre las manos y se quedó callada algún tiempo.
Luego levantó los ojos y me miró.
Sabes quién está aquí, ¿verdad?
Sí. Athena y su parte divina, Santa Sofía.
Me he acostumbrado a hacerlo. No creo que sea necesario, pero fue el método que descubrí para encontrarla, y ahora se ha convertido en una tradición en mi vida. Sabes con quién estás hablando: con Athena. Santa Sofía soy yo.
Lo sé. Cuando bailé por segunda vez en tu casa también descubrí que un espíritu me guía: Philemon. Pero no hablo mucho con él, no escucho lo que me dice. Sé que, cuando está presente, es como si por fin nuestras dos almas se encontrasen.
Eso mismo. Philemon me entenderá, pues veo que has sido tocado por el baile. El hombre que está delante de mí sufre por algo que cree que no ha conseguido nunca: mi amor.
“pero el hombre que hay más allá de ti mismo, ése comprende que el dolor, la ansiedad, el sentimiento de abandono son innecesarios e infantiles: yo te amo. No de la manera que tu parte humana quiere, sino de la manera que la centella divina quiso. Habitamos una misma tienda, que fue puesta en nuestro camino por Ella.
Allí entendimos que no somos sus esclavos, sino sus maestros.
“Servimos y somos servidos, abrimos las puertas de nuestras habitaciones, y nos abrazamos. Tal vez nos besemos también, porque todo lo que sucede con intensidad en la tierra tendrá su correspondiente en el plano invisible. Y sabes que no te estoy provocando, ni estoy jugando con tus sentimientos al decir eso.
¿Qué es el amor, entonces?
El alma, la sangre y el cuerpo de la Gran Madre. Yo te amo con la misma fuerza con la que se aman las almas exiliadas, cuando se encuentran en el desierto. Nunca habrá nada físico entre nosotros, pero ninguna pasión es inútil, ningún amor es despreciado. Si la Madre ha despertado eso en tu corazón, también lo despertó en el mío, aunque tal vez tú lo aceptes mejor. Es imposible que la energía del amor se pierda: es más poderosa que cualquier otra cosa, y se manifiesta de muchas maneras.
No soy lo suficientemente fuerte para eso. Esa visión abstracta me deja deprimido y mas solitario que nunca.
Ni yo: necesito a alguien a mi lado. Pero un día nuestros ojos se abrirán, las diferentes formas de amor podrán manifestarse, y el sufrimiento desaparecerá de la faz de la Tierra.
“Creo que no falta mucho; muchos de nosotros estamos volviendo de un largo viaje, en el que fuimos inducidos a buscar cosas que no nos interesaban. Ahora nos damos cuenta de que eran falsas. Pero este regreso no se hace sin dolor, porque hemos pasado mucho tiempo fuera, creemos que somos extranjeros en nuestra propia tierra.
“Nos llevará algún tiempo encontrar a los amigos que también se fueron, los sitios en los que estaban nuestras raíces y nuestros tesoros. Pero acabará ocurriendo.
No sé por qué razón, empecé a conmoverme. Y eso me empujó hacia delante.
Quiero seguir hablando del amor.
Ya estamos hablando de eso. Ése siempre ha sido el objetivo de todo lo que he buscado en mi vida: dejar que el amor se manifestase en mí sin barreras, que rellenase mis espacios en blanco, que me hiciese bailar, sonreír, justificar mi vida, proteger a mi hijo, entrar en contacto con los cielos, con los hombres y mujeres, con todos aquellos que han sido puestos en mi camino.
“Intenté controlar mis sentimientos diciendo “ése merece mi cariño” o “ése no lo merece”, cosas de este tipo. Hasta que entendí mi destino, cuando vi que podía perder lo que más quiero en mi vida.
Tu hijo.
Exacto. La manifestación más completa de amor. Fue en el momento en que surgió la posibilidad de que lo apartaran de mí cuando me encontré de verdad conmigo misma, y entendí que jamás podría tener nada, perder nada. Lo comprendí después de llorar compulsivamente durante horas. Después de sufrir mucho, intensamente, la parte de mí que llamo Santa Sofía me dijo: “¿Qué tontería es ésa? ¡El amor siempre permanece! ¿ Y tu hijo se irá tarde o temprano!”
Yo empezaba a comprender.
El amor no es un hábito, un compromiso, ni una deuda. No es lo que nos dicen las canciones románticas; el amor es. Es ése el testamento de Athena, o de Sherine, o de Santa Sofía: el amor es.
Sin definiciones. Ama y no preguntes demasiado. Sólo ama.
Es difícil.
¿Está grabando?
Me pediste que la apagase.
Pues vuelve a encenderla.
Hice lo que ella me mandaba. Athena siguió:
También es difícil para mí. Por eso, a partir de hoy ya no vuelvo a casa. Me voy a esconder; la policía me protegerá de los locos, pero nada me protegerá de la justicia humana. Aun así, no me arrepiento: he cumplido mi destino.
¿Cuál era tu misión?
Ya lo sabes, porque participaste desde el principio: preparar el camino para la Madre. Seguir una tradición que ha sido reprimida durante siglos, pero que ahora empieza a resurgir.
Tal vez…
Me interrumpí.
Pero ella no dijo ni una palabra hasta que hube terminado mi frase.
—…tal vez era demasiado pronto. La gente no estaba preparada para eso.
Athena se rió.
Claro que lo están. De ahí los enfrentamientos, las agresiones, el oscurantismo. Porque las fuerzas de las tinieblas están agonizando, y en este momento están utilizando sus últimos recursos. Parecen más fuertes, como los animales antes de morir, pero, después de eso, ya no son capaces de levantarse del suelo; están exhaustos.