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Authors: Anne McCaffrey

La búsqueda del dragón (14 page)

BOOK: La búsqueda del dragón
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F'nor flexionó su brazo vendado.

—Ahora escúchame a mí, Lugarteniente F'nor de Benden —dijo Brekke en tono autoritario, interpretando correctamente aquel gesto—. No estás en condiciones de reintegrarte a tu puesto en el Weyr ni de dedicarte a explorar. Tienes menos fortaleza que un pájaro, y desde luego no puedes viajar al inter. El frío intenso es lo peor para una herida semicicatrizada. ¿Por qué crees que te trajeron aquí directamente?

—Bueno, Brekke, no sabía que te importara —dijo F'nor, más bien complacido por la vehemente reacción de la muchacha.

Brekke le dirigió una mirada tan ingenuamente expresiva que la sonrisa se borró de los labios de F'nor. Inmediatamente, como si lamentara aquella manifestación demasiado íntima, Brekke, le empujó medio en broma hacia la puerta.

—Fuera de aquí. Toma a tu pobre y solitario dragón y túmbate al sol en la playa. Descansa. ¿No oyes a Canth que te está llamando?

Brekke se deslizó junto a él, salió al exterior, y estaba atravesando el calvero antes de que F'nor se diera cuenta de que él no había oído a Canth.

—¿Brekke?

La muchacha se giró, vacilante.

—¿Puedes oír a otros dragones? —inquirió F'nor.

—Sí —Brekke dio media vuelta y desapareció.

—Por todos los... —F'nor estaba asombrado—. ¿Por qué no me lo dijiste? —le preguntó a Canth, acercándose a la pequeña hondonada bañada por el sol y mirando a su dragón pardo con aire enfurruñado.

Nunca me lo preguntaste
, respondió Canth.
Me gusta Brekke
.

—Eres imposible —dijo F'nor, exasperado, y volvió a mirar en la dirección por la que Brekke había desaparecido—. ¿Has dicho Brekke? —y miró fijamente a Canth, disgustado por su propia ceguera. Por regla general, los dragones no nombraban a las personas. Tendían a proyectar una visión de la persona a la que se referían, y rara vez mencionaban su nombre. El hecho de que Canth, que pertenecía a otro Weyr, hablara de Brekke con tanta familiaridad era una doble sorpresa. Tenía que contárselo a F'lar.

Quiero ir a bañarme
. El tono de Canth era tan ansioso que F'nor se echó a reír.

—Te bañarás. Yo vigilaré.

Canth empujó suavemente con la cabeza el hombro sano de F'nor.

Estás casi curado. Estupendo. Pronto podremos regresar al Weyr al que pertenecemos
.

—No me digas que sabías lo del cambio de pauta de las Hebras.

Desde luego
, respondió Canth.

—¡Y te quedas tan fresco! ¡Cara de wher... cuello de wherry...!

A veces un dragón sabe lo que es mejor para su jinete. Tenías que curarte del todo para luchar contra las Hebras. Quiero bañarme.

Y F'nor supo que sería inútil seguir discutiendo con Canth. Al fin y al cabo, el dragón había sido manipulado, de modo que en buena ley no cabía hacerle ningún reproche. Sin embargo, cuando la herida de su brazo cicatrizara por completo. . .

Aunque tenía que volar por el aire hacia las playas, un proceso insoportablemente lento para alguien acostumbrado a trasladarse instantáneamente de un lugar a otro, F'lar decidió recorrer una buena distancia hacia el oeste, a lo largo de la costa, hasta que encontró una cueva aislada, con una cala profunda enfrente, muy apropiada para que el dragón se bañara.

Una alta duna de arena, probablemente acumulada por las tormentas invernales, protegía la playa desde el sur. Lejos, muy lejos, púrpura en el horizonte, F'nor pudo distinguir vagamente el promontorio que marcaba el límite del Weyr Meridional.

Canth se posó delante de la cueva, sobre la fina arena, y luego, tomando impulso, se zambulló en las resplandecientes aguas azules. F'nor contempló, divertido, las evoluciones de Canth en el mar —semejante a un pez monstruoso—, sumergiéndose, asomando a la superficie, nadando de espaldas y volviendo a bucear profundamente. Cuando el dragón se consideró suficientemente refrescado, se dirigió hacia la orilla, agitando vigorosamente sus alas hasta que la brisa empujó las gotas de agua hacia F'nor, que protestó.

A continuación Canth se regó a sí mismo tan generosamente de arena que F'nor pensó en enviarle de nuevo al agua, pero el dragón protestó, alegando que la arena caliente resultaba maravillosamente agradable sobre su piel. F'nor transigió y Canth escarbó en la arena y se preparó un lecho a su gusto. El sol no tardó en sumir a dragón y jinete en un dulce sopor.

F'nor
, la suave llamada de Canth penetró a través de la deliciosa somnolencia del caballero pardo,
no te muevas
.

Aquello bastó para disipar del todo el agradable sopor, pero el tono del dragón era divertido, no alarmado.

Abre un ojo cuidadosamente
, aconsejó Canth.

Obedeciendo de mala gana, F'nor abrió un ojo. Era lo único que podía hacer para no moverse. Un dragón dorado, lo bastante pequeño como para estar posado en su desnudo antebrazo, le devolvió la mirada. Los ojos diminutos, como verdes gemas parpadeantes, le contemplaban con cautelosa curiosidad. Súbitamente, las pequeñísimas alas, no mayores que la mano de F'nor, se desplegaron en doradas transparencias, reflejando la luz del sol.

—No te vayas —dijo F'nor, utilizando instintivamente un simple susurro mental. ¿Estaba soñando? No podía dar crédito a sus ojos.

Las alas vacilaron. El diminuto dragón ladeó la cabeza.

No te vayas, pequeña
, añadió Canth con la misma suavidad.
Somos de la misma sangre
.

El minúsculo animal experimentó una incredulidad e indecisión que fueron transmitidas a hombre y dragón. Las alas permanecieron alzadas, pero la tensión que precedía al vuelo se relajó. La curiosidad reemplazó a la indecisión. La incredulidad se hizo más intensa. El pequeño dragón recorrió la longitud del brazo de F'nor para mirarle fijamente a los ojos, hasta que F'nor sintió que los músculos oculares le dolían debido al esfuerzo que estaba realizando por sostener aquella mirada.

Duda y extrañeza alcanzaron a F'nor, y entonces comprendió el problema del animalito.

—Yo no soy de tu sangre. Lo es el monstruo que esta encima de nosotros —comunicó F'nor suavemente—. Tú eres de su sangre.

La diminuta cabeza volvió a ladearse. Los ojos centellearon mientras giraban con sorpresa e incrementada duda.

F'nor hizo notar a Canth que la perspectiva era imposible para el pequeño dragón, cuyo tamaño era cien veces menor.

Entonces, retrocede
, sugirió Canth.
Hermanita, ve con el hombre
.

El pequeño dragón agitó activamente las alas, sosteniéndose en el aire mientras F'nor se levantaba lentamente,. Fue a situarse a varias longitudes de distancia de la enorme mole de Canth, seguido por el pequeño dragón. Cuando F'nor se volvió y señaló lentamente al pardo, el animalito voló en círculo, echó una ojeada y desapareció bruscamente.

—Vuelve —gritó F'nor.

Tal vez estaba soñando.

Canth rugió en tono divertido.
¿Qué impresión te produciría ver a un hombre tan grande para ti como yo soy para ella?

—Canth, ¿te has dado cuenta de que eso era un lagarto de fuego?


Desde luego
.

—¡He tenido realmente un lagarto de fuego sobre mi brazo! ¿Sabes cuántas veces se ha intentado capturar a uno de esos animales?

F'nor se interrumpió, saboreando la experiencia. Probablemente era el primer hombre que había tenido tan cerca a un lagarto de fuego. Y la diminuta beldad había manifestado emoción, comprendido instrucciones sencillas y luego se había marchado al inter.

Sí, se ha marchado al inter
, confirmó Canth, impasible.

—¿Te das cuenta de lo que significa eso, montaña de arena? Esas leyendas son ciertas. ¡Tú procedes de algo tan pequeño como ella!

No lo recuerdo
, respondió Canth, pero algo en su tono hizo comprender a F'nor que la impasibilidad del enorme animal no era del todo sincera.

F'nor sonrió y acarició afectuosamente el hocico de Canth.

—¿Cómo podrías recordarlo, grandullón? ¿Cuando nosotros, los hombres, hemos perdido tantos conocimientos pese a que podemos anotar lo que sabemos?

Hay otras maneras de recordar cosas importantes
, replicó Canth

—¡Imagina lo que representa obtener animales de tu tamaño partiendo de diminutos lagartos de fuego!

F'nor estaba asombrado, sabiendo el tiempo que se había tardado en obtener animales terrestres más rápidos

Canth gruñó, intranquilo.
Yo soy útil. Ella no.

—Apuesto a que mejoraría rápidamente con una pequeña ayuda. —La perspectiva fascinó a F'nor—. ¿Te importaría?

¿Por qué?

F'nor se reclinó contra la gran cabeza cuneiforme, pasando su brazo por debajo de la quijada, tan lejos como podía alcanzar, sintiéndose sumamente orgulloso y encariñado con su dragón.

—No, ha sido una pregunta estúpida, Canth, ¿verdad?

Sí.

—Me pregunto cuanto tiempo tardaría en adiestrarla.

¿Para hacer qué?

—Nada que tú no puedas hacer mejor, desde luego. No, un momento. Si, por casualidad, pudiera enseñarle a llevar mensajes... ¿Has dicho que se ha marchado al inter? Me pregunto si podría aprender a ir al inter, sola, y regresar. Ah, pero, ¿va a regresar acaso?

Y al formular esta última pregunta, el entusiasmo de F'nor por el proyecto quedó deshinchado por la dura realidad.

Ya ha regresado
, susurró Canth.

—¿Dónde está?

Encima de tu cabeza
.

Con mucha lentitud, F'nor levantó un brazo, con la mano extendida y la palma hacia abajo.

—Pequeña beldad, ven donde pueda admirarte. No queremos hacerte ningún daño —F'nor saturó su tono mental con toda la persuasividad tranquilizadora de que era capaz.

Por el rabillo del ojo captó un brillo dorado. Luego, el pequeño lagarto de fuego planeó al nivel de los ojos de F'nor pero más allá de su alcance. Ignoró el divertido comentario de Canth observando que la pequeñaja era sensible al halago.

Tiene hambre
, dijo el dragón.

F'nor introdujo cuidadosamente una mano en su bolsa y sacó un rollo de carne. Partió un pedazo, se inclinó lentamente para depositarlo sobre una roca a sus pies, y retrocedió.

—Eso es comida para ti, pequeña.

El lagarto siguió planeando, luego se dejó caer en picado y, agarrando la carne con sus diminutas zarpas, desapareció de nuevo.

F'nor se agachó, esperando.

Casi inmediatamente, el dragoncillo regresó, mezclando en sus delicados pensamientos un hambre voraz con una ansiosa súplica. Mientras F'nor partía otro trozo de carne, trató de que no se transparentara su alegría. Si el hambre podía ser la correa... Suministró pacientemente al animal trocitos de carne, colocándolos cada vez más cerca de él hasta que logró que tomara el bocado final de sus dedos. Mientras la pequeña le miraba con la cabeza ladeada no saciada del todo, aunque había comido lo suficiente para satisfacer a un hombre adulto, F'nor se aventuró a acariciarle el borde de un ojo con la yema de un dedo.

Los párpados internos de los diminutos ojos opalescentes se cerraron uno a uno a medida que el animalito se abandonaba a la caricia.

Es un polluelo. La has Impresionado
, le susurró Canth a F'nor.

—¿Un polluelo?

Es mi hermana de sangre después de todo, y en consecuencia tiene que haber salido de un huevo
, respondió Canth razonablemente.

—¿Hay otros?

Abajo, en la playa
.

F'nor, procurando no asustar al pequeño lagarto, giró su cabeza por encima de su hombro. Había estado tan absorto en el que tenía a mano, que ni siquiera había oído por encima del rumor de las olas los lastimosos pitidos que surgían de la camada de brillantes alas y cuerpos. Parecía haber centenares de ellos en la playa, por encima de la señal de la marea alta, a una distancia aproximada de veinte longitudes de dragón.

No te muevas o la perderás
, le advirtió Canth.

—Pero, si son polluelos... pueden ser Impresionados... ¡Canth, avisa al Weyr! Habla con Pridith. Habla con Wirenth. Diles que vengan. Diles que traigan comida. Diles que se den prisa. Que vengan rápidamente, o será demasiado tarde.

Miró fijamente la mancha púrpura en el horizonte que era el Weyr, como si pudiera salvar la distancia con sus pensamientos. Pero la agitación en la playa estaba atrayendo la atención de otra fuente. Unos wherries salvajes, los carroñeros de Pern, se dirigían instintivamente hacia la playa, con sus alas trazando una ominosa línea de uves en el cielo meridional. La vanguardia se había posado ya en una altura, preparándose para caer en picado sobre los débiles e indefensos polluelos. Cada nervio del cuerpo de F'nor anheló correr en su defensa, pero Canth repitió su advertencia. F'nor echaría a perder su frágil relación con la pequeña reina si se movía. O, pensó F'nor, si le transmitía su excitación. Cerró los ojos. No podía mirar.

El primer alarido de dolor vibró a través de su cuerpo y se transmitió al del pequeño lagarto, que se acurrucó contra su pecho, temblando contra sus costillitas. A pesar de sí mismo, F'nor abrió los ojos. Pero los wherries no se habían dejado caer todavía, aunque volaban en círculos cada vez más bajos con rapaz velocidad. Los polluelos se estaban atacando vorazmente unos a otros. F'nor se estremeció, y la pequeña reina agitó sus alas, emitiendo un aflautado lamento.

—Estás segura conmigo. Completamente segura. Nada puede hacerte daño estando conmigo —le repitió F'nor una y otra vez, y Canth susurró de un modo tranquilizador al compás de aquella letanía.

El estridente chillido de los wherries mientras se dejaban caer súbitamente se convirtió en un penetrante alarido de terror. F'nor alzó la mirada, lejos de la carnicería de la playa, y vio a un dragón hembra verde en el cielo, eructando llamas, poniendo en fuga a los carroñeros. El dragón hembra verde planeó, a varias longitudes de altura sobre la playa, con la cabeza extendida hacia abajo. No llevaba jinete.

En aquel preciso instante F'nor vio tres figuras corriendo, trepando, deslizándose desde lo alto de la gran duna de arena dirigiéndose lo más rectamente posible hacia la masa multialada de caníbales. Aunque a medio descenso parecieron perder pie, lograron mantener la vertical.

Brekke dice que ha alertado a todos los que ha podido
, le informó Canth.

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