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Authors: Anne McCaffrey

La búsqueda del dragón (24 page)

BOOK: La búsqueda del dragón
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—¿Tenéis hombres suficientes, y alambre suficiente, para instalar uno de esos aparatos en el Fuerte de Telgar en dos días? —preguntó F'lar, intuyendo que un cambio de tema sería beneficioso.

—Podríamos utilizar a algunos de los hombres que trabajan en los lanzallamas. Y puedo llamar a los aprendices de las Herrerías de Igen, Telgar y Lemos —dijo el Herrero, y luego miró maliciosamente a F'lar—. ¡Llegarían antes montados en dragones!

—Los tendrás —prometió F'lar.

E1 rostro de Terry se iluminó con una expresión de alivio.

—No sabes la diferencia que significa trabajar con el Weyr de Benden... Tú ves claramente lo que es preciso hacer, sin poner trabas ni inconvenientes.

—¿Habéis tenido problemas con R'mart? —inquirió F'lar, visiblemente preocupado.

—No se trata de eso, caudillo del Weyr —dijo Terry, inclinándose hacia adelante ávidamente. Tú te preocupas todavía de lo que ocurre, de lo que está ocurriendo.

—No estoy seguro de entenderlo.

El Herrero gruñó algo ininteligible, pero Terry parecía estar lanzado, sin que nada pudiera detenerle.

—Yo veo las cosas de esta manera, después de haber conocido a caballeros de todos los Weyrs. Los Antiguos han estado luchando contra las Hebras desde que nacieron. Es lo único que han conocido. Están cansados, y no sólo por haber dado un salto en el tiempo de cuatrocientas Revoluciones. Llevan la fatiga en el corazón, en los huesos. Se han enfrentado con demasiadas alarmas, han visto morir a demasiados amigos y dragones, alcanzados por las Hebras. Se apoyan en la costumbre, porque es más seguro y consume menos energías. Y se creen con derecho a todo lo que deseen. Sus mentes pueden estar embotadas por haber pasado demasiado tiempo en el inter, aunque piensan con la rapidez suficiente como para hablarle a uno de cualquier tema. Para ellos, siempre han existido Hebras. No recuerdan, no pueden concebir una época de cuatrocientas Revoluciones sin Hebras. Nosotros sí. Lo mismo que nuestros padres y nuestros abuelos. Nosotros vivimos a un ritmo distinto porque los Fuertes y los Artesanados se desprendieron de aquel antiguo temor y crecieron de acuerdo con otras normas, aspirando a otros objetivos a los que ahora no pueden renunciar. Nosotros existimos solamente porque los Antiguos vivieron en su Época y en la nuestra. Y lucharon en las dos Épocas. Nosotros podemos ver un camino despejado, una vida sin Hebras. Ellos sólo saben una cosa y nos la han enseñado: cómo luchar contra las Hebras. Son incapaces de comprender que nosotros, que cualquiera, podría dar un paso más y destruir a las Hebras para siempre.

F'lar miró a Terry a los ojos.

—No había visto a los Antiguos bajo esta luz —dijo lentamente.

—Terry tiene toda la razón del mundo, F'lar —dijo Lessa. Era evidente que se había parado en el umbral, pero ahora entró con paso rápido en la estancia, llenando la copa vacía del Herrero del cántaro de klah que había preparado—. Y es un criterio que debemos tener en cuenta en nuestros tratos con ellos —le sonrió calurosamente a Terry mientras llenaba su copa—. Eres tan elocuente como el Arpista. ¿Estás seguro de que eres un herrero?

—¡Esto es klah! —exclamó Fandarel, después de haber apurado el contenido de su copa.

—¿Estás segura de que eres una Dama del Weyr? —dijo F'lar, alargando su copa con una maliciosa sonrisa. Y dirigiéndose a Terry, dijo—: Me maravilla que ninguno de nosotros se haya dado cuenta antes de esto, particularmente a la vista de acontecimientos recientes. Un hombre no puede luchar día tras día, Revolución tras Revolución... aunque los Weyrs no pusieron ningún inconveniente, sino todo lo contrario, en trasladarse a nuestra Época.—Y miró a Lessa con aire interrogador.

—Oh, para ellos era algo nuevo, excitante —dijo Lessa—. Y esta Época representaba también una novedad para los Antiguos. Lo que no es una novedad es que les quedan cuarenta y pico de Revoluciones de lucha contra las Hebras. Algunos de ellos habían estado luchando contra las Hebras por espacio de quince y hasta veinte Revoluciones. Nosotros apenas llevamos siete.

El Herrero apoyó las dos manos sobre la mesa, ayudándose así a ponerse en pie.

—El hablar no hace milagros. Para acabar definitivamente con las Hebras tenemos que llevar a los dragones a la fuente. Terry, llena una copa de ese excelente klah para Wansor, y ataquemos el problema con buena disposición de ánimo.

Cuando F'lar se levantó a su vez con Lessa, el mensaje de F'nor crujió en su cinturón.

—Antes de marcharnos, Lessa, permíteme que le eche una ojeada al mensaje de F'nor.

Las páginas estaban llenas de una escritura menuda, y la mirada de F'lar captó la repetición de «lagarto de fuego» antes de que su mente captara el sentido de lo que estaba leyendo.

—¿Impresionando? ¿A un lagarto de fuego? —exclamó, sosteniendo el mensaje de modo que Lessa pudiera leerlo.

—Nadie ha conseguido capturar a un lagarto de fuego —dijo Fandarel.

—F'nor lo ha logrado —dijo F'lar—. Y Brekke. Y Mirrim. ¿Quién es Mirrim?

—Una hija adoptiva de Brekke —respondió la Dama del Weyr con aire ausente, mientras sus ojos recorrían el mensaje con la mayor rapidez posible—. ¡No, a Kylara no le habrá gustado eso!

F'lar entregó las hojas a Fandarel, cuya curiosidad se había despertado súbitamente.

—¿Están emparentados los lagartos de fuego con los dragones? —preguntó Terry.

—A juzgar por lo que dice F'nor, más de lo que suponíamos —F'lar entregó a Terry la última página, mirando a Fandarel—. ¿Qué opinas?

El Herrero empezó a fruncir el ceño, pero cambió bruscamente de idea y dejó aflorar a su rostro una ancha sonrisa.

—Pregúntaselo al Maestro Ganadero. El trata con animales. Yo trato con máquinas.

Saludó a Lessa con su copa y se encaminó hacia la pared que había estado contemplando cuando ellos llegaron, perdiéndose inmediatamente en sus pensamientos.

—No es mala idea. Fandarel ha dado en el clavo —admitió F'lar, riendo abiertamente.

—¿F'lar? ¿Te acuerdas de aquella pieza de metal que encontró F'nor? La que tenía unos garabatos como los de anoche... Mencionaba lagartos de fuego también. Era una de las pocas palabras que tenían sentido.

—¿Y?

—Me gustaría no haber devuelto aquella pieza al Weyr de Fort. Era más importante de lo que suponíamos.

—Es posible que en el Weyr de Fort haya cosas tan importantes como esa —dijo F'lar, frunciendo el ceño—. Fue el primer Weyr. ¡Quién sabe lo que podríamos encontrar si tuviéramos la oportunidad de buscar allí!

Lessa, haciendo una mueca, pensó en Mardra y T'ron.

—T'ron no es difícil de manejar —murmuró.

—Lessa, déjate de tonterías.

—Si los lagartos de fuego son tan parecidos a los dragones, ¿podrían ser adiestrados para viajar por el inter, lo mismo que los dragones, y actuar como mensajeros? —preguntó Terry.

—¿Cuánto tiempo se tardaría en conseguirlo? –preguntó el Herrero, menos indiferente a lo que le rodeaba de lo que parecía—. ¿De cuánto tiempo más disponemos nosotros en esta Revolución?

VIII

Media mañana en el Weyr Meridional

—No, Rannelly, no he visto a Kylara en toda la mañana —le dijo Brekke a la anciana pacientemente, por cuarta vez aquella mañana.

—Y tú tampoco te has preocupado de tu pobre reina, supongo, tonteando con esos... esos pajarracos —replicó Rannelly, gruñendo mientras salía cojeando del Vestíbulo del Weyr.

Brekke había encontrado finalmente tiempo para visitar al pardo herido de Mirrim. El animal estaba tan atiborrado de golosinas, suministradas por su supercelosa enfermera, que apenas abrió un párpado cuando Brekke lo examinó. El ungüento de adormidera resultaba tan eficaz en los lagartos de fuego como en los dragones y los humanos.

—Se está recuperando estupendamente, querida —le dijo Brekke a la ansiosa muchacha, y los verdes se agitaron sobre los hombros de la niña en respuesta a su exagerado suspiro de alivio—. Ahora bien, procura no sobrealimentarlos. Se agrietaría su piel.

—¿Crees que se quedarán?

—Con los cuidados y los mimos que les prodigas, cariño, no es probable que se marchen. Pero tienes obligaciones que en conciencia no puedo permitir que eludas...

—Todo por culpa de Kylara...

—¡Mirrim!

Avergonzada, la muchacha inclinó la cabeza, pero le dolía profundamente el hecho de que Kylara diera todas las órdenes y no trabajara, dejando que sus tareas recayeran sobre Brekke. No era justo. Mirrim se alegraba mucho de que los pequeños lagartos de fuego la hubiesen preferido a ella, rechazando a Kylara.

—¿Qué es lo que ha dicho la vieja Rannelly acerca de tu reina? Tú cuidas perfectamente a Wirenth. Tiene todo lo que necesita —dijo Mirrim.

—Ssssh. Voy a verla. La dejé durmiendo.

—Rannelly es tan mala como Kylara. Cree que es muy lista y que lo sabe todo...

Brekke estaba a punto de regañar a su hija adoptiva cuando oyó que F'nor la llamaba.

—Los caballeros verdes traerán parte de la carne colgada en las cuevas de sal —dijo apresuradamente, cambiando de opinión—. Los lagartos de fuego no deben comerla, ¿sabes? Los muchachos pueden cazar wherries silvestres. Su carne es tan buena, si no mejor. No tenemos la menor idea del efecto que un exceso de carne roja puede tener sobre los lagartos.

Con aquella advertencia para inhibir la impulsiva generosidad de Mirrim, Brekke fue a reunirse con F'nor.

—¿No ha llegado ningún caballero de Benden? —le preguntó a F'nor, tirando del cabestrillo a través de su hombro.

—Te hubieras enterado inmediatamente —le aseguró Brekke, ajustando hábilmente la tela al cuello de F'nor—. De hecho —añadió en tono de leve reproche—, hoy no hay ningún caballero en el Weyr.

F'nor rió burlonamente.

—Y no hay demasiados pretextos para su ausencia... No hay una sola playa a lo largo de la costa que no tenga un dragón acostado, con un caballero enroscado, fingiendo dormir.

Brekke se tapó la boca con la mano. No quería que Mirrim la oyera reír como una chiquilla.

—Oh, ¿te ríes?

—Sí, aunque todo el mundo parece asombrarse cuando lo hago —dijo Brekke con la debida solemnidad... pero la risa seguía danzando en sus ojos. Luego observó que en el cabestrillo faltaba su habitual ocupante—. ¿Dónde está...?

—Grall está enroscada entre los ojos de Canth, tan amodorrada que probablemente no se movería si marcháramos al inter. Lo cual he estado a punto de hacer. Si no me hubieras dicho que podía confiar en G'nag, juraría que no ha entregado mi mensaje a F'lar, o que lo ha perdido.

—No vas a ir al inter con esa herida, F'nor. Y si G'nag dijo que había entregado el mensaje, lo hizo. Tal vez ha surgido algo. . .

—¿Más importante que la Impresión de lagartos de fuego?

—¿Quién sabe? Las Hebras están cayendo a destiempo... —Brekke se interrumpió, pensando que no tendría que haberle recordado aquello a F'nor, a juzgar por la expresión que asomó a su rostro——. Tal vez no, pero tenía que recabar de los Señores de los Fuertes centinelas y fogatas, y quizá F'lar está ocupado con eso. Desde luego, no es culpa tuya si no estás allí para ayudarle. Esos odiosos caballeros del Weyr de Fort son unos incontrolados. Mira que sacar de su Weyr a una verde a punto de aparearse... —Brekke volvió a interrumpirse, apretando fuertemente los labios—. Pero Rannelly dijo «mi» reina, no a su reina.

La muchacha se puso tan pálida que F'nor la sostuvo, agarrándola del codo con su mano ilesa.

—¿Qué pasa? Kylara no habrá sacado de aquí a Pridith estando a punto de aparearse... A propósito, ¿dónde está Kylara?

—No lo sé. Tengo que ir a ver a Wirenth. ¡Oh, no, Kylara no podría haber hecho eso!

F'nor siguió a la muchacha, que avanzaba rápidamente a través de los árboles colgantes que se arqueaban sobre el amplio recinto del Weyr Meridional.

—Wirenth es prácticamente una recién nacida —gritó F'nor detrás de ella, y entonces recordó que en realidad Wirenth había salido de su cascarón hacía mucho tiempo. Era lo mismo que tendía a pensar de Brekke como la más reciente de las Damas del Weyr Meridional. Brekke parecía muy joven, demasiado joven...

Tiene la misma edad que tenía Lessa cuando Mnementh cubrió a Ramoth por primera vez
, le informó Canth.

—¿Está Wirenth preparada para remontar el vuelo? –le preguntó F'nor a su pardo, parándose en seco.

Pronto. Pronto. Los bronces lo sabrán.

F'nor contó mentalmente el total de bronces del Weyr Meridional. La cifra no le gustó. No porque los bronce fueran pocos en número, una descortesía para una reina nueva, sino porque sus caballeros siempre se habían disputado a Kylara, al margen de que Pridith se aparease o no. Cualquiera que fuese el bronce que cubriera a Wirenth, el caballero tendría a Brekke, y el pensar en alguien que había compartido el lecho con Kylara haciéndole el amor a Brekke enfurecía al caballero pardo.

Canth es tan grande o mayor que cualquier bronce de aquí, pensó con enojo. Nunca había establecido aquel tipo de comparación, y se obligó a sí mismo a apartarla de su mente.

Ahora bien, ¿y si diera la casualidad de que N'ton, joven atractivo y excelente jinete, estuviera en el Weyr Meridional? ¿O B'dor, del Weyr de Ista? F'nor había cabalgado con el istano cuando su Weyr y Benden unieron sus fuerzas en Nerat y Keroon. Tenían ambos unos bronce estupendos, y aunque F'nor le concedía más probabilidades a N'ton, si la montura de B'dor cubría a Wirenth, ésta y Brekke tendrían la opción de trasladarse al Weyr de Ista. Allí sólo había tres reinas, y Nadira era una Dama del Weyr mucho mejor que Kylara, a pesar de que procedía de la Antiguedad.

Complacido con esta solución, aunque no tenía la menor idea de cómo alcanzarla, F'nor continuó su camino en dirección al claro de Wirenth, bañado por el sol.

Se detuvo antes de llegar, viendo que Brekke estaba completamente absorbida en su reina. De pie junto a la cabeza de Wirenth, con su cuerpo graciosamente inclinado contra el dragón, rascaba cariñosamente el borde del ojo próximo a ella. Wirenth estaba soñolienta, con un párpado entornado lo suficiente para demostrar que tenía conciencia de la atención su cabeza cuneiforme descansando sobre una pata delantera, sus patas traseras dobladas debajo de su cuerpo enmarcada por su larga y graciosa cola. Bajo el sol, resplandecía con un color amarillo—anaranjado revelador de una salud excelente... y que muy pronto se convertiría en un bruñido dorado. Muy pronto, pensó F'nor, ya que Wirenth había perdido todo rastro de la grasienta blandura de la adolescencia; su piel era fina y tersa, sin una sola mancha que sugiriese falta de cuidados. Era un dragón muy bien proporcionado; sus patas, su cola y su cuello guardaban entre sí una perfecta simetría, no demasiado largos ni demasiado cortos. A pesar de su tamaño, ya que su longitud no era superada por la de Pridith, tenía un aspecto mucho más esbelto. Era uno de los mejores ejemplares engendrados por Ramoth y Mnementh.

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