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Authors: Marcos Aguinis

Tags: #Intriga, Relato

La cruz invertida (26 page)

BOOK: La cruz invertida
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—¿Entonces...? —farfulló Buenaventura.

—Como lo acabáis de oír —recuperó su solemnidad—. No quiero alegatos. No quiero rencillas. El clero debe mantenerse unido, sereno, proyectado hacia el servicio de Dios y no de tonterías. Mañana hablaré yo. Todo concluirá lo más rápidamente posible.

—Monseñor... Nosotros... —no les salía un agradecimiento adecuado.

—No es preciso que habléis hoy ni mañana. Id y orad —se incorporó, les extendió el anillo y acompañó afectuosamente hasta la puerta.

76

LAMENTACIONES

Me da vuelta TODO y llegó el médico y había que contarle y yo no me atrevía porque me daba vergüenza y además me sentía muy mal con dolor de cabeza vómitos y mareos y una sensación de que me voy a morir pronto no quedaba otra alternativa estaba desesperada muy desesperada no era esa la recompensa que merecía después de haberme pasado la vida luchando contra el mundo y empujando a mi marido para que también luchara y cuando llegamos casi a lo tan largamente acariciado tiene que ocurrimos esto tan terrible que nuestros amigos se retraerán aunque simulen lo contrario y nos harán objeto de sangrientas burlas pobre Eurídice qué será de ella ahora que Jorge Silva Morales empieza a festejarla esto es terrible prefiero morirme de una vez aunque el doctor me explicó y trató de persuadirme insistiendo que ahora debo mostrar mi temple y asumir las plenas responsabilidades de la madre porque una madre como yo no abandona a sus hijos en los momentos críticos y yo lloraba porque ese doctor es muy bueno y comprensivo y tal vez únicamente él ha captado la magnitud de mi pena y lo inconsolable de mi situación pero en el fondo nada puede hacer y como yo lo sé prefería callarme para no divulgar tantos problemas pero él llevó a Pedro afuera y Pedro que es débil de carácter le relató todo absolutamente todo porque creía ingenuamente que ese médico es aún capaz de obrar un milagro y curar a Néstor con drogas y con el concurso de los mejores psiquiatras del país yo me siento muy mal y la cabeza me da vueltas por más que hundo la nuca en la almohada y me aferró con ambas manos al colchón tengo ganas de vomitar otra vez esto no termina nunca no puedo dormirme y olvidar olvidar olvidar tras una sombra negra para descansar de esta pesadilla inacabable las ideas y los recuerdos vuelven como boomerangs por más que los intente arrojar lejos de mí y Pedro le contó al médico hasta los trámites que hicimos para excarcelar a Néstor porque Pedro es tonto y habla mucho apenas le tiran la lengua se confía como si todos fueran sus amigos y le dijo que recurrimos a éste y a este otro funcionario invocando nuestras amistades y pasando gordos fajos de billetes hasta que conseguimos una orden directa del Ministro al Jefe de Policía y no me quiero acordar la fortuna que perdimos en coimas para conseguir sacar a Néstor bastante rápido aunque como nos explicó el coronel no me acuerdo cómo se llama a Néstor lo estaba tratando en la misma cárcel por las horribles torturas a que lo sometieron en una casa del barrio San José llena de prostitutas y rufianes entonces yo me desmayé porque nunca imaginé que mi hijo criado con tantos afanes sería capaz de semejantes desviaciones a pesar de los consejos que yo y Pedro le impartíamos durante mi desmayo me hicieron oler alcohol y echaban aire y cuando me sentí mejor el coronel siguió informándonos porque decía que entre sus obligaciones estaba la de preservar la moral juvenil y por eso se empeñaba en extirpar los focos de prostitutas y comunistas que infectaban al país aunque yo me quería ir porque me hacía daño oír detalles en ese momento sobre la increíble conducta de Néstor ese militar se empeñó en dejar a salvo la meritoria actuación de sus agentes que llegaron a tiempo y pudieron rescatar a Néstor de la canibálica orgía que estaban haciendo con él pero que lamentablemente el muchacho ya estaba inconsciente y no tenía documentos por lo cual fue traído para su curación de urgencia hasta tanto se lo pudiera identificar sus palabras no se hilvanaban con lógica decía muchas cosas absurdas y mezclaba nombres corrientes con frases bíblicas como si hubiera caído en un delirio místico aunque ese no es el diagnóstico exacto según dijo después el doctor pero el caso de Néstor es muy delicado vaya uno a saber qué brutalidad hicieron con él para hundirlo en ese estado yo no quería saber quiénes eran esas rameras porque iba a correr personalmente a matarlas con mis propias manos y cobrarme una pizca del infinito daño que le han hecho a mi hijo y a mi hija y a mí me siento peor que nunca tan mal como cuando ese coronel me explicó que según las investigaciones que pudo recoger después de arrestar a quienes se amotinaron en la iglesia de la Encarnación algunas prostitutas concurrían regularmente para conseguir clientes entre los jóvenes de buenas familias y era muy probable que Néstor haya caído allí en la red que le tendió alguna meretriz entonces yo me persigné invocando a Dios a la Virgen y a todos los Santos ante semejante profanación y empezaron a martillarme las sienes porque yo había estimulado a Néstor para que frecuentara esa iglesia sin saber ni por esa inefable intuición que tenemos las madres lo que allí ocurría y que era muy serio como para que la policía la haya invadido y el Jefe de Policía haya asumido públicamente su responsabilidad por la acción y como él nos dijo el delirio de Néstor tal vez tenía relación con fuertes cargos de conciencia y por eso mencionaba a Cristo a Abraham a Santa Magdalena los ricos y los pobres el Evangelio la Iglesia la justicia y el orden y la violencia y la hipocresía y tantas otras cosas sin oír ni una palabra ni un gesto porque estaba cerrado para este mundo quién sabe por cuánto tiempo no quiero pensar porque me vuelve el vómito y golpean con más violencia las sienes esto es peor que el infierno que Pedro se dé el gusto y llame a todos los psiquiatras que quiera es necesario salvarlo a él y a su buen nombre porque está Eurídice y la pobre tendrá que cargar con las consecuencias porque no faltará quien proyecte en ella algo de lo que hizo Néstor la gente es mal pensada y habla para entretenerse prefiero morirme de una vez ya no soy joven y carezco de la fortaleza de otros tiempos estoy gastada y consumida esto ha sido el golpe de gracia me derrumbo como una casa vieja mi cabeza estalla como un globo inflado a presión y mis sesos salpicarán las paredes.

77

SINÓPTICOS

En el SALÓN DE ACTOS del Seminario se había reunido toda la clerecía capitalina, encabezada por el Nuncio Apostólico, el Cardenal Primado y el Arzobispo coadjutor. Una especial solemnidad flotaba en el recinto.

Torres y Buenaventura contemplaron al Nuncio, sentado rígidamente sobre el estrado imponente. Intentaron encontrar su mirada. Con el peso de su autoridad definiría el curso del juicio. Prometió concluir rápidamente, porque confiaba en sí mismo, en su diplomacia y en sus dotes persuasivas.
Mucho ruido... Corridas... Exaltación. Pero, en el fondo, ¿qué?... En el fondo, hijos, no ha sido nada.

Empezó el preámbulo. Preámbulo pesado, amenazador, inclemente y frío. El Dios de los ejércitos, del trueno, de la ira, del apocalipsis, tomaba posesión del acto. Sus tropas sacerdotales juraban obediencia, al tiempo que en las arterias empezaba a latir el disciplinado ímpetu de guerra santa. Algunos ojos giraron hacia las víctimas propiciatorias que debían apaciguar la cólera divina: su propia cólera de hombres.

Agustín Buenaventura y Carlos Samuel Torres querían autosugestionarse de que todo saldría bien, como lo aseguró el Nuncio, pero una irrefrenable vergüenza —de ellos mismos, de la Institución, de algo indefinible— los angustiaba. Este juicio podría ser la paradójica o simplemente burda conclusión de todos sus sueños, ideales y proyectos, reducidos a una fatua
vanidad de vanidades.
A ilusiones pueriles e irrealistas. A evasiones masturbatorias de la soledad, de la frustración, de la nada amorfa y oprimente.

Ofrecieron la palabra al Nuncio.

Los enjuiciados se desplazaron unos centímetros en sus asientos. La espalda se les rectificó.

El embajador del Vicario de Cristo acomodó sus delgados anteojos y desplazó lentamente su mirada por el apretado auditorio, recogiendo bloques de silencio. Sus ojos claros apenas rozaron a Buenaventura y Torres, como si no tuvieran más significación que los demás. Podía interpretarse de dos maneras.

El enigma se desveló enseguida, cuando su voz autoritaria e implacable hizo trepidar la atmósfera.

—La arquidiócesis ha debido recurrir a una medida de excepción como ésta, porque dos sacerdotes fementidos han violado los más elementales principios que deben regir su conducta, transformando una iglesia en barricada —las facciones del Nuncio parecían talladas en mármol y sus ojos en brasas—. Ese inaudito ultraje es la culminación de una actividad disolvente y herética. Actividad nefasta para la vida secular y religiosa de esta católica ciudad. Empezaron rechazando el principio de autoridad —extendió el índice—, la autoridad que vertebraliza a la Iglesia y le permite navegar gloriosamente a través del tiempo. Modificaron sin expresas licencias algunos aspectos de la liturgia —extendió el índice y el mayor—. Introdujeron en sus sermones ideologías destructoras, mezclando la Palabra del Señor con literatura condenada por la Congregación para la Defensa de la Fe —extendió también el pulgar y su mano adoptó la actitud del predicador que, curiosamente, en ese instante servía para enumerar acusaciones.

Y luego de la aflicción de aquellos días, el sol se obscurecerá y la luna no dará lumbre y las estrellas caerán del cielo y las virtudes de los cielos serán conmovidas.

—Si los demás sacerdotes procediéramos igual ¿qué sería de nuestra Santa Iglesia? —sus dedos se encogieron en puño indignado y amenazante.

Prendido Jesús, le llevaron a Caifás pontífice, donde los escribas y los ancianos estaban juntos.

El recinto estaba clausurado. La voz del Nuncio rebotaba dentro de ese cofre impenetrable. El aire soportaba una combustión exclusiva y discriminatoriamente sacerdotal. Como en otra ocasión lo fue el Sanhedrín.

La flagelación por el látigo o la tortura con electricidad o la muerte por lapidación no deben producir un dolor tan profundo y total, tan aplastante —que parece despojar del esqueleto—, tan prolongado —que no le alcanza el cosmos para expandirse y reventar— como esa traición fresca, burda y reveladora. La boca del Nuncio semejaba una horrible y devastadora máquina.

Buenaventura se estiró con desesperación la golilla y con la otra mano metió su pañuelo secándose la copiosa transpiración que confluía en su cuello.

Imitado Christi
, pensó Carlos Samuel. Ésta es la voz de Roma. Habla la sangre de San Pedro. Ilumina el Espíritu Santo... Sus dedos temblaban.

—¿Qué sería de la Iglesia —insistió el Nuncio— si a cada uno de vosotros se les confiara un templo y lo vejara llevándolo irresponsablemente hacia la profanación? Explotando
slogans
izquierdistas, estos malos sacerdotes atrajeron jóvenes ávidos de cambios o simplemente curiosos de las novedades. Orquestaron un movimiento pseudocristiano masificado, inconsciente, desprovisto de virtudes como la prudencia y la moderación. Soliviantaron a los estudiantes. Organizaron una provocativa manifestación que desbordó sus cálculos. Recurrieron a la violencia, sin agotar los medios pacíficos que provee el diálogo. Desconocieron las obligaciones que como ciudadanos y como sacerdotes deben a las autoridades legítimamente constituidas. Son los responsables de la masacre ocurrida en las calles y del ultraje cometido contra un templo. Por su culpa la iglesia de la Encarnación ha sido invadida y mancillada —extendió sus manos en un gesto grandilocuente, para denunciar con máxima potencia— ¡Las heridas del Señor vuelven a sangrar!

Una onda de exaltación se propagó a lo ancho del auditorio.

Y los príncipes de los sacerdotes y los ancianos y todo el consejo, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte.

Ésta es la Iglesia que debo amar y obedecer, se repetía Carlos Samuel.
Éste es Pedro y sobre él construiré mi Iglesia.
Vocación de servicio...
Amarás al prójimo como a ti mismo...
Dar la vida por los otros... El Nuncio habla desde su estrado, desde su montaña. Pronuncia
su
sermón de la montaña. Predica
su
cristianismo, basado en un Cristo militar, disciplinado, codicioso y exigente.

—El Jefe de Policía comunicó a monseñor Tardini sobre sus infructuosos pedidos de rendición. Si Buenaventura y Torres no se hubieran empecinado en proseguir la violencia, ese templo no hubiera sido maculado por las balas, los gases lacrimógenos, el fuego, por esa locura destructiva que hizo añicos pulpito, puertas, bancos. Pero ¿cómo iban a rendirse y entregar esa heterogénea masa de pecadores? Los comunistas, prostitutas y delincuentes que efectuaron depredaciones callejeras y atacaron con proyectiles a las fuerzas del orden, organizaron su segundo frente en la iglesia bajo la anuencia de estos dos sacerdotes. Junto a los estudiantes actuaban las rameras. ¡Ése es el nuevo cristianismo que predican! —descargó su puño sobre la mesa.

Un murmullo se encendió en el auditorio.

Muchos testigos falsos llegaban. Al final vinieron dos que acusaron: Éste dijo: Puedo derribar el templo de Dios y en tres días reedificarlo.

—¡Que respondan los reos desde cuándo las prostitutas frecuentan esa iglesia y qué papel desempeñaban en la captación de adeptos! —exclamó el Nuncio con un enojo que no dejaba resquicio para el afloramiento de réplicas.

Y levantándose el pontífice, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?

Torres y Buenaventura parecían dos cadáveres horriblemente desfigurados. Por sus cabezas cruzó el frágil recuerdo de esa meretriz que vino a pedir ayuda para un estudiante malherido. Enseguida rodearon la iglesia y empezaron a derrumbar el pórtico. ¿Por qué insiste con lo de las prostitutas? ¿A qué otras prostitutas hace referencia? La lengua se había secado.

Jesús callaba.

Buenaventura no podía hablar. Carlos Samuel no podía hablar. Estaban más perplejos que los demás sacerdotes del recinto. Magdalena y el amor... Magdalena y la soledad...
El que se sienta libre de pecado, que arroje la primera piedra
, porque Jesús amó a los réprobos, a las prostitutas y a Magdalena. Magdalena en busca infructuosa del amor, recibió la más profunda e inconmensurable prueba de amor al ser ella una ramera —una impura— la que primero supo que Cristo había resucitado... Magdalena amada por Cristo y aborrecida por el Nuncio; Magdalena, prueba del más trascendente misterio de Dios y pieza de la más baja trampa del Nuncio. Magdalena despreciada antes, amada después (por Cristo), despreciada siempre (por sus representantes). ¿Ésta es la Iglesia que Jesús mandó edificar? ¿Ésta es la autoridad ante la cual debo inclinarme?

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