Con Whitefield y Edwards y otras lumbreras menores, las colonias pasaron durante unos pocos años por lo que se llamó el Gran Despertar. No duró mucho, por supuesto (los despertares religiosos nunca duran mucho), y las personas más conservadoras entre los jefes religiosos fueron hostiles al movimiento. Con todo logró sacudir a las iglesias y romper su dominación sobre el gobierno colonial, estimulando así el avance continuo hacia la tolerancia religiosa. También estimuló la fundación de colegios universitarios, que en aquellos tiempos estaban todos vinculados con organismos religiosos. Columbia, Princeton, Brown y Dartmouth fueron todos fundados después del Gran Despertar, y en cierta medida como resultado de éste. Además, como el despertar religioso afectó a todas las colonias, esta experiencia común sirvió para aumentar el sentimiento de unidad entre ellas.
Pero a medida que las colonias británicas crecían y prosperaban, subsistía siempre la sombra de Francia. La guerra del rey Jorge no había resuelto nada, al igual que las guerras anteriores; y franceses y británicos continuaron preparándose para otro enfrentamiento, posiblemente más decisivo.
Ambas partes maniobraron para ocupar posiciones, y ambas trataron de ocupar la tierra de nadie que había entre las dos potencias coloniales. El mayor vacío y potencialmente el más importante estaba al sur de los Grandes Lagos y al norte del río Ohio, desde el río Misisipí, al Oeste, hasta los Montes Allegheny, al Este; una vasta extensión de tierra habitualmente llamada en aquellos días Territorio de Ohio.
Si los franceses podían afirmarse en Ohio, las colonias británicas podían ser acorraladas al este de los Allegheny y también estranguladas.
Para impedirlo los colonos (que además siempre estaban hambrientos de tierras) avanzaron hacia el Oeste. Sin duda ya habían avanzado hacia el Oeste desde hacía un siglo y medio, y habían llegado a la línea de los Allegheny; pero después del Tratado de Aquisgrán, con el creciente sentimiento de que la confrontación final con Francia se produciría pronto, el avance adquirió gran velocidad. En particular se hizo un esfuerzo para crear colonias más allá de los Allegheny.
En 1748, hombres de la frontera de Virginia fundaron una colonia en Draper's Meadow, en la región apalache, a trescientos kilómetros del Océano Atlántico. Hombres prominentes de Virginia crearon la Compañía de Ohio, organizada expresamente para colonizar los tramos superiores del río Ohio. En 1750, Christopher Gist fue enviado a explorar la región y remontó el Ohio hasta un punto cercano a la moderna ciudad de Cincinnati. Otro explorador, Thomas Waiker se dirigió directamente al Oeste y penetró en lo que es hoy Kentucky; fue el primer hombre blanco que exploró la región en detalle.
Y Virginia no era la única. En 1750, comerciantes de Pensilvania habían establecido una base sobre el río Miami, bastante más allá de los Allegheny y, en verdad, más al Oeste que los actuales límites de Pensilvania.
En cuanto a Gran Bretaña no desempeñó ningún papel en esto. Como siempre se contentó con dejar a las colonias libradas a sí mismas. Cuando se interesaba por su desarrollo era para obstruirlo en beneficio de los fabricantes británicos. En 1732 prohibió a una colonia fabricar sombreros para venderlos en otras colonias, en beneficio de los sombrereros británicos. En 1750 prohibió la ulterior construcción de talleres para la fundición del hierro y el acero en beneficio de los fabricantes ingleses. En 1751 prohibió a todas las colonias de Nueva Inglaterra emitir papel moneda (que hacía más fácil para los deudores coloniales pagar a sus acreedores británicos con dinero barato).
Gran Bretaña mostró mayor preocupación por Nueva Escocia, que era la más débil de todas las colonias y la más cercana a los centros de poder franceses. No podía contar con que endurecidos colonos combatiesen por ella en Nueva Escocia porque, después de años de Gobierno británico, la colonia aún no tenía colonos británicos. En efecto, la colonia estaba peor que vacía: aún la habitaban los colonos franceses que habían dominado la península en los días en que era Acadia. Los acadios no habían olvidado y durante la guerra del rey Jorge habían mantenido un hosco silencio o una sorda hostilidad hacia los británicos.
En 1749 George Montague Dunk, Segundo Eari de Halifax, quien recientemente se había convertido en presidente de la Junta Británica de Comercio (el departamento que tenía el deber de tratar los problemas coloniales) emprendió una vigorosa acción. Envió a 1.400 colonos sacados de las prisiones de deudores, bajo el mando de un gobernador llamado Edward Cornwallis. En Junio de 1749 se establecieron en la costa central este de la península y fundaron la ciudad de Halifax. Otros colonos les siguieron y pronto fue una floreciente ciudad de 4.000 habitantes. Se convirtió en el centro del Gobierno británico y ha sido desde entonces la capital de Nueva Escocia.
Jorge Washington
Mientras los británicos y los colonos estaban reforzando sus posiciones, los franceses no permanecían ociosos. Aún eran muy inferiores en número a los colonos británicos. En todos sus vastos dominios sólo había 80.000 habitantes, aproximadamente, pero extendieron incansablemente sus tentáculos exploratorios cada vez más al Oeste. En los decenios de 1730-1739 y 1740-1749, Fierre Gaultiers de Varennes, señor de Verendrye avanzó desde el Lago Superior y estableció fuertes hasta puntos tan occidentales como el lago Winnipeg. En 1742 y 1743 llegó a las Black Hills, en lo que es ahora Dakota del Sur. Y en 1739 otros dos exploradores franceses, Fierre y Paúl Mallet divisaron las Montañas Rocosas en lo que hoy es Colorado.
Más cerca de sus colonias continuaron fortaleciendo su dominio de los Grandes Lagos. Crearon puestos en Niágara, entre el lago Erie y el lago Ontario; en el sitio hoy ocupado por Toronto, en la costa septentrional del lago Ontario; y en el lugar hoy ocupado por Ogdensburg, Nueva York, a orillas del río San Lorenzo.
Pero la región fundamental era la que estaba al sur de los Grandes Lagos. Ya tenían fuertes en el Territorio de Ohio, y lo ocupaban quizá hasta mil franceses. Pero éstos se hallaban concentrados en la mitad occidental del territorio y, en vista de la constante infiltración de colonos ingleses a través de los Allegheny, los franceses consideraron que debían trasladarse al Este.
El gobernador de Nueva Francia, el marqués de Duquesne organizó la expedición en 1753. Viajarían a través del territorio de Ohio y afirmarían allí las pretensiones francesas. Pondrían mojones proclamando oficialmente que se trataba de territorio francés y advertirían a los colonos ingleses que encontrasen que debían marcharse.
Más aun los franceses empezaron a construir fuertes lo más al Este que pudieron, particularmente en varios lugares de lo que hoy es el noroeste de Pensilvania.
Virginia fue la que se sintió más perturbada por las noticias de la penetración francesa. De todas las colonias, Virginia había sido la más activa en la exploración y colonización del Oeste, y no vaciló en reclamar para ella todo el territorio de sus latitudes, que se extendían indefinidamente hacia el Oeste.
Además, los líderes de la colonia estaban profundamente dedicados a la especulación con tierras, comprando grandes extensiones de tierras occidentales a bajo precio y vendiéndolas luego a precios considerablemente mayores a los colonos. La ocupación francesa del territorio, obviamente los arruinaría.
El gobernador de Virginia a la sazón era Robert Dinwiddie. El mismo especulaba con tierras, pero aunque no hubiera sido así, no podía dejar de percatarse de que el avance francés representaba un peligro para las colonias. Trató de advertir a la metrópoli británica de los peligros de la situación pero fracasó. El siguiente paso que dio fue tratar de hacer algo él mismo, enviando a alguien al Oeste para que conminase a los franceses a marcharse. No era más que un farol, pues no estaba en condiciones de usar la fuerza, pero podía dar resultado.
Su elección para esa difícil tarea recayó en un joven plantador virginiano que por entonces sólo tenía veintiún años. El nombre de ese plantador era Jorge Washington.
Washington nació el 22 de febrero de 1732, según el calendario gregoriano, por entonces en uso en la mayor parte de Europa (y hoy en uso en todas partes). La fecha de nacimiento era el 11 de febrero, por el calendario juliano entonces usado en Gran Bretaña y en las colonias británicas. Pero el 1 de enero de 1752 Gran Bretaña y las colonias adoptaron el calendario gregoriano, y el Joven Washington cambió su fecha de nacimiento para adecuarse a él.
Washington provenía de una familia de clase alta. Su bisabuelo, John Washington había sido adepto de Carlos I y había tenido que huir de la Inglaterra de Cromwell, en 1657 para establecerse en Virginia.
El padre de Washington, Augustine Washington tenía hijos de dos esposas, cuatro de la primera y seis de la segunda. Entre los hijos de la primera esposa estaba Lawrence Washington, quien combatió con Vernon en Cartagena y luego construyó la casa de Monte Vernon. El mayor de los hijos de la segunda esposa era Jorge. Augustine Washington murió en 1743, cuando Jorge tenía once años y su medio hermano mayor, Lawrence, a quien Jorge idolatraba, crió al niño.
(El cuento más conocido de Jorge Washington de muchacho —lo del cerezo y aquello de «no puedo decir una mentira»— es una mentira. La historia, por edificante que sea fue una mera tabulación de un librero llamado Mason Locke Weems. En 1800, un año después de la muerte de Washington escribió una biografía de éste que llenó de reconocidas ficciones para aumentar su atractivo).
En 1748, a la edad de dieciséis años, Washington se dedicó a la agrimensura y durante varios años se familiarizó con las regiones desérticas y la vida en la frontera con las regiones aún no colonizadas, mientras cazaba con trampas y elaboraba el mapa del territorio.
En 1751, Lawrence Washington, que padecía de tuberculosis se marchó a la Isla de Barbados y se llevó a Jorge consigo (la única aventura que éste iba a tener fuera de las trece colonias). Washington sufrió allí un ataque benigno de viruela, cuyas huellas quedaron permanentemente en su rostro. En 1752, Lawrence y su única hija murieron y, en 1754, Jorge compró Monte Vernon a la viuda de su hermano. En la propiedad estaban incluidos dieciocho esclavos negros y, aunque Washington desaprobaba la esclavitud, conservó los esclavos toda su vida.
Inspirado quizá por el recuerdo de la lucha de Lawrence en Cartagena, Jorge aspiraba a hacer la carrera militar y aceptó un cargo como edecán de Dinwiddie, cuando éste fue nombrado gobernador. Washington era un hombre corpulento, de un metro ochenta y ocho de altura, excelente jinete y de fuerte constitución. Tenía vasta experiencia de las regiones solitarias, era valeroso y vehemente.
El 31 de octubre de 1753, Washington abandonó Williamsbourg con un pequeño contingente en el que iba Christopher Gist, el explorador. Hicieron un dificultoso viaje de 650 kilómetros en una época del año cercana al invierno, pero el 4 de diciembre Washington halló un grupo de soldados franceses en Fort Le Boeuf, donde está ahora Waterford, Pensilvania, a unos treinta kilómetros al sur del lago Erie.
El capitán francés al mando del fuerte fue bastante amable. Hizo que Washington y sus hombres recibieran alimentos y calor y convino en enviar el mensaje instando a los franceses a que se marcharan de Ohio a Québec. Pero no ocultó el hecho de que los franceses no tenían intención alguna de moverse y que estaban dispuestos a apoderarse de la región de Ohio y a conservarla.
Washington tuvo que marcharse llevando consigo este mensaje, y después de un viaje de retorno aun más cargado de peligros que el de ida (entre otras cosas, una caída en un río helado, disparos a quemarropa de indios hostiles y extravío), logró volver a Virginia. Todo lo que había conseguido eran observaciones como las que podía hacer el sagaz ojo de topógrafo de Washington del territorio por el que había pasado y de los preparativos y fortificaciones franceses.
El farol de Dinwiddie había fracasado y era claro que no iba a haber una solución pacífica. Los franceses no se irían del territorio de Ohio si no se los expulsaba. Trató de que otras colonias cooperasen en los preparativos para la ofensiva necesaria, pero no consiguió nada. Sólo Carolina del Norte pareció dispuesta a arriesgar alguna ayuda, y la misma legislatura de Virginia pudo ser persuadida a que votase fondos para medidas bélicas sólo con la mayor dificultad. En cuanto a Gran Bretaña, estaba en paz con Francia y era renuente a iniciar otra guerra por remotas regiones norteamericanas.
Washington había hablado a Dinwiddie de un lugar sobre el Ohio superior, donde se unen el río Allegheny y el río Monongahela, y le aseguró que el sitio era ideal para construir un fuerte. Ya había allí algunos colonos, pero se necesitaba un punto fuerte que dominase toda la región de los alrededores.
Dinwiddie quedó convencido y envió un grupo de ciento sesenta hombres a construir el fuerte, poniendo a Washington a su mando con el rango de teniente coronel.
Partieron en abril de 1754, pero, cuando llegaron a Fort Cumberland, en lo que es ahora Maryland occidental, a trescientos veinte kilómetros al noroeste de Williamsbourg y a ciento treinta del lugar al que se dirigían, Washington recibió la deprimente noticia de que se le habían adelantado. También los franceses habían observado lo conveniente del sitio. El 17 de abril de 1754, después de expulsar a los pocos virginianos que había allí fundaron Fort Duquesne, así llamado en honor al gobernador de Nueva Francia.