El 13 de marzo de 1513 Ponce de León navegó al Noroeste desde Puerto Rico y, el 11 de abril, durante la época de Pascua, llegó a un lugar que primero supuso una isla, pero que resultó ser tierra firme norteamericana. La Pascua se celebra en España como una fiesta de flores, por lo que es llamada
Pascua Florida
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En honor al momento del descubrimiento y puesto que la nueva tierra parecía verde y llena de flores, Ponce de León la llamó Florida. En 1521 Ponce de León condujo una segunda expedición a la Florida, desembarcando esta vez en la costa occidental. Allí fue herido por los indios a los que trataba de capturar y esclavizar. Fue llevado de vuelta a Cuba y allí murió a causa de la herida.
Un descubrimiento más importante fue hecho poco después del descubrimiento de la Florida por el explorador español Vasco Núñez de Balboa. Este se había establecido en La Española. Allí contrajo deudas y tuvo que pasar clandestinamente, y con grandes dificultades, a la costa sudamericana, cerca de lo que hoy es llamado el istmo de Panamá.
En 1510 Balboa fundó una colonia en la parte oriental del istmo (sin tener la menor idea de que estaba en un istmo, por supuesto). Más tarde oyó rumores de tribus que vivían al Oeste y poseían mucho oro. Como se hallaba nuevamente con dificultades financieras, decidió ir en busca de ese oro. El 1 de septiembre de 1513 partió con un destacamento hacia el Oeste, cruzando el istmo, y el 25 de septiembre trepó a una colina y se encontró frente a la ilimitada extensión de lo que parecía ser un océano. Lo llamó mar del Sur, porque en ese punto estaba al sur de la línea costera.
Balboa fue el primer europeo que vio el océano que se extiende al oeste de los continentes americanos y cuya existencia había sido predicha una década ante por Américo Vespucio. El descubrimiento dio fuerza a la afirmación de Vespucio de que las tierras descubiertas por Colón no eran las costas de Asia y de que debía haber un segundo océano entre ellas y la anhelada riqueza del Lejano Oriente.
Lo que cabía sospechar por el descubrimiento de Balboa fue demostrado de hecho por un navegante portugués, Fernando de Magallanes. Este había servido bien a su país como navegante y luchado por su país contra los marroquíes. Fue herido en la guerra, en 1515, y quedó cojo de por vida. Sin embargo, fue acusado de comerciar con los marroquíes y en 1516 se le negó una pensión. Indignado por la injusticia ofreció sus servicios a España.
En ese momento había un nuevo rey español en el trono, al que había subido después de la muerte de su abuelo Fernando II. El nuevo rey, Carlos I
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, escuchó con interés a Magallanes cuando éste señaló algo que debía ser obvio: que navegando hacia el Oeste se llegaría al Este, el este de Portugal, sin cruzar la línea divisoria que sólo se había trazado en el Atlántico.
Carlos I accedió a apoyar el viaje hacia el Oeste. Magallanes abandonó España el 20 de septiembre de 1519. Llegó a la protuberancia oriental de América del Sur y empezó a navegar hacia el Sur en busca del extremo del continente, como los portugueses habían buscado antaño el extremo meridional de África.
El 21 de octubre de 1519 halló un estrecho de agua salada que comenzó a explorar. Podía tratarse de un estrecho que condujese, entre dos masas terrestres, al segundo océano que había avistado Balboa o podía ser el estuario de un río. Ya antes, mucho más al Norte, había entrado en una ensenada que sólo resultó ser un estuario (el río de la Plata, que, en los mapas modernos, está entre Argentina y Uruguay).
Durante más de cinco semanas Magallanes exploró el paso en medio de tormentas, y luego, el 28 de noviembre, dio con un océano y las tormentas cesaron. Como Magallanes siguió su travesía con buen tiempo, al mar recientemente descubierto lo llamó Océano Pacífico.
Pero el Océano Pacífico era mucho más grande de lo que nadie podía prever, y con escasas tierras. Durante noventa y nueve días los barcos navegaron sin ver más que agua, y los hombres sufrieron las torturas del hambre y la sed. Finalmente, llegaron a la isla de Guam, donde recobraron aliento, y luego navegaron hacia el Oeste, hasta las islas hoy llamadas Filipinas. Allí, el 27 de abril de 1521, Magallanes murió en una escaramuza con los nativos.
Pero la expedición continuó hacia el Oeste, y un solo barco, con dieciocho hombres a bordo, bajo el mando de Juan Sebastián El Cano, llegó finalmente a España, el 7 de septiembre de 1522. Esta primera circunnavegación del globo había llevado tres años y, dejando de lado la pérdida de vidas, el único barco que retornó llevó especias suficientes como para hacer del viaje un completo éxito financiero.
El viaje demostró fuera de toda duda, por fin, que la circunferencia de la Tierra es de 40.000 kilómetros, como había calculado Eratóstenes dieciocho siglos antes, y que las estimaciones que le atribuían un tamaño menor (aceptadas por Colón) eran equivocadas. Demostró, además, que la ruta a las Indias por el Oeste realmente no era práctica, al menos si se seguía el «paso del Sudoeste», por el estrecho que ha sido llamado desde entonces el estrecho de Magallanes
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El viaje demostró muy vívidamente, asimismo, la necesidad de extender la línea demarcatoria entre España y Portugal al hemisferio oriental. El 22 de abril de 1529 se firmó un tratado, en la ciudad española de Zaragoza, que trazó la línea divisoria del Polo Norte al Polo Sur a, aproximadamente, 150° de longitud Este. Ahora la Tierra quedaba realmente dividida en dos, con alrededor del 45 por 100 para España y el 55 por 100 para Portugal, siempre que otras naciones respetasen la división…, lo cual, por supuesto, no hicieron.
Aunque España recibió la parte menor y menos civilizada del mundo, no tenía motivos para quejarse. Si bien, en conjunto, menos civilizadas que el Viejo Mundo, las Américas no estaban desprovistas totalmente de civilización, aun por patrones europeos. En 1517 el soldado español Francisco Fernández de Córdoba exploró el Yucatán y halló restos de ciudades y riquezas pasadas, una civilización que a la sazón estaba en ruinas.
Donde existió una civilización muerta de gran riqueza también puede existir una civilización viva. Cuando Velásquez, gobernador de Cuba, oyó las noticias de que había interesantes ruinas en Yucatán, encargó a Hernán Cortés el mando de una expedición para explorar el interior de la tierra que luego sería llamada México.
Cortés zarpó de Cuba, en febrero de 1519, con once barcos tripulados por 700 soldados. Halló que la civilización azteca estaba centrada en su capital, Tenochtitlan (Ciudad de México), en la que entró el 18 de noviembre de 1519. Los aztecas pensaban que los europeos eran dioses, y Cortés, aprovechándose de esto y de su posesión de caballos y artillería, de los que los aztecas carecían, se adueñó de México.
En años siguientes él y otros exploraron la región. El mismo Cortés divisó por vez primera la península que hoy llamamos Baja California y el Golfo de California. La civilización azteca fue borrada, los indios mexicanos fueron esclavizados y España, finalmente, obtuvo lo que deseaba: oro.
Una conquista aun más asombrosa fue la hecha por Francisco Pizarro, quien había estado con Balboa en la expedición que fue la primera en ver el Océano Pacífico. En sus exploraciones por América del Sur, Pizarro encontró la notable civilización inca, centrada en Perú y que se extendía por la región de las montañas de Los Andes. La destruyó con gran crueldad y más oro afluyó a los cofres de España.
La insensata destrucción de dos civilizaciones, el robo al por mayor de sus posesiones y la esclavización de sus pueblos no satisfizo a los españoles. Donde había dos podía haber más, y todo explorador español anheló repetir las hazañas de Cortés y Pizarro. Todas las costas y gran parte del interior de la América tropical estaban ahora ocupadas, y el lugar apropiado para buscar más oro era la mayor zona de tierras inexploradas que aún quedaba, la región situada al norte de México.
El primero de los exploradores del Norte en busca de oro fue Pánfilo de Narváez. Había prestado servicios bajo Velásquez en la conquista de Cuba, y Velásquez también lo envió a México cuando parecía que Cortés se estaba haciendo demasiado poderoso. Narváez fue derrotado en México por Cortés, y decidió ganar sus propios laureles en otra dirección.
En 1528 prosiguió el descubrimiento de la Florida por Ponce de León, explorando la costa del golfo situada inmediatamente al oeste de esa península. Desde lo que es ahora Pensacola marchó tierra adentro en busca del tipo de civilización y el oro que se había encontrado en México no muchos años antes. Pero quedó defraudado y tuvo que volver penosamente a la costa. Allí construyó cinco barcos y trató de navegar por el golfo de México, pero se perdió en una tormenta.
Algunos de los hombres, conducidos por Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que había sido el segundo jefe, sobrevivieron a la tormenta y fueron arrojados a la costa del golfo, en lo que hoy es Texas. Cabeza de Vaca fue prisionero de los indios durante seis años, pero finalmente escapó y deambuló por el norte de México, hasta que logró volver a Ciudad de México, en 1536.
A su retorno. Cabeza de Vaca relató coloridas historias de sus aventuras, describió grandes manadas de búfalos y repitió rumores acerca de grandes riquezas que había en algún lugar del Norte. Estos informes llegaron a oídos de Hernando de Soto, que había sido el segundo jefe de Pizarro en la conquista de Perú y ahora vivía retirado en España. Al leer relatos sobre las aventuras de Cabeza de Vaca, se despertaron en De Soto deseos de conducir una expedición al norte de la Florida, en busca de otro Perú dorado.
Habiendo recibido el permiso de Carlos I, De Soto desembarcó en la costa occidental de la Florida (cerca de lo que ahora es Tampa), el 25 de mayo de 1539. Al frente de un contingente formado por 500 hombres y 200 caballos, avanzó tierra adentro y atravesó los bosques de los que son ahora los Estados sudorientales de los Estados Unidos.
En algún punto de lo que constituye hoy el sudoeste de Alabama, libró una batalla con indios en la que él y la mayoría de sus hombres fueron heridos. Fue la primera batalla de indios contra europeos en lo que hoy son los Estados Unidos. Siguió hacia el Oeste y, el 18 de junio de 1541, él y sus hombres llegaron al río Mississippi, al que De Soto llamó, con razón, «Grande». Fueron los primeros europeos que contemplaron este río. El sitio en el que se hizo el descubrimiento no se conoce con certeza, pero probablemente fue unos kilómetros al sur de la moderna ciudad de Memphis, en Tennessee.
La expedición cruzó el río, avanzando aún hacia el Oeste y luego hacia el Sur, a la par que libraba escaramuzas con los indios y sufría nuevas pérdidas. El 21 de mayo de 1542 De Soto murió de una fiebre, en un momento en que la expedición había logrado volver al Mississippi, en un punto situado a 370 kilómetros de donde vieron por primera vez el río. De Soto fue enterrado en el río. El resto de sus hombres hizo botes, flotó aguas abajo y navegó de vuelta a México a través del Golfo.
Casi simultáneamente, otra expedición española exploraba lo que es hoy el sudoeste de los Estados Unidos. Esta expedición se hallaba bajo el mando de Francisco Vázquez de Coronado. También había escuchado los relatos de Cabeza de Vaca sobre las ricas ciudades que, se rumoreaba, había al norte de México. (En realidad, se trataba de pueblos iridios, que alojaban a hombres que vivían muy confortablemente, pero no eran en modo alguno ricos según patrones europeos, para los que las riquezas consistían en oro y plata).
Entre 1540 y 1542, Coronado y sus hombres vagaron por Texas y el Sudoeste. Entre otros hechos, uno de sus lugartenientes, García López de Cárdenas, descubrió el Gran Cañón, a lo largo de los tramos inferiores del río Colorado. (El Colorado fue así llamado por los españoles a causa del color rojizo de las rocas que formaban el cañón). Coronado siguió el curso del río Grande y luego se dirigió hacia el Norte, penetrando bastante en la región para ver y describir las cabañas de hierba de los indios wichitas, en lo que es hoy el Estado de Kansas.
Tal como estaban las cosas a mediados del siglo XVI, pues, España reclamaba todas las Américas (excepto las posesiones portuguesas en Brasil) y era, además, la única nación europea que estaba explorando y ocupando sistemáticamente América del Norte.
Los españoles aún consideraban a las Américas principalmente como un medio para enriquecerse, un ámbito para explotar, más que un lugar donde podían hacerse nuevos hogares y construirse nuevas naciones. Muchos españoles vivían en las Américas hacia 1560, pero pocas mujeres españolas fueron con ellos, y hubo mucho cruce, iniciándose así el amplio espectro de mezcla racial que caracteriza hoy en día a la población de América Latina.
Los centros de poder españoles en América del Norte, hasta mediados del siglo XVI, estaban en México y las Antillas. Aún no había verdaderos asentamientos en Florida o al norte del río Grande, pero el gobierno español no tenía ninguna duda de que la tierra situada al Norte había sido descubierta y explorada por españoles y, por lo tanto, pertenecían a España. Más aun, España estaba por entonces en el apogeo de su poder militar y no esperaba la interferencia de otras potencias europeas.
Los franceses se entrometen
Una vez que España encontró el oro que había buscado en las Américas, se dispuso, satisfecha, a gobernar los continentes. Pero otras naciones europeas no estaban muy satisfechas. Aunque no osasen disputar la posesión de las Américas a los fuertes ejércitos españoles, ¿qué ocurría con las Indias, que estaban más allá de las Américas?
Sin duda, Magallanes había demostrado que la ruta por el Sudoeste a las Indias era poco práctica. Sudamérica era una sólida masa terrestre, con un paso marino por ella muy lejos, al Sur, y un océano increíblemente grande e ininterrumpido se hallaba detrás de ese paso.
Pero, ¿qué pasaba con Norteamérica? Podía haber un paso por ella que estuviese más cerca de Europa que el estrecho de Magallanes y más allá del cual hubiera un océano Pacífico más estrecho y lleno de islas. En resumen, si el paso sudoccidental de Magallanes no era práctico, podía haber un paso en el Noroeste que lo fuera. Otras naciones podían competir con España en la búsqueda de tal paso.
Estaba Francia, por ejemplo. El rey francés, Francisco I, que había llegado al trono en 1515, estaba empeñado en una enconada guerra con Carlos I de España, y se hallaba totalmente dispuesto a inmiscuirse (si podía hacerlo con seguridad) en los dominios españoles del Oeste.