La formación de América del Norte (10 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

BOOK: La formación de América del Norte
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Los españoles aceptaron, pero una vez dentro debieron pensar que no era necesario cumplir con las promesas hechas a protestantes. Los atacaron. Los ingleses, sorprendidos y superados en número, fueron arrollados. Sólo escaparon dos barcos ingleses, uno al mando de Hawkins y otro al mando de Drake. Estos se abrieron camino a Inglaterra con grandes dificultades y con pocos sobrevivientes. Y la riqueza que aún tenían en Veracruz desapareció.

Pero las consecuencias de estos sucesos fueron peores para España que para los ingleses. Hasta entonces Hawkins había estado interesado en el comercio pacífico, que tal vez les disgustase, pero que les era tan útil como a Inglaterra. Pero en adelante, Hawkins y, más aun, Drake, cobraron un odio inveterado hacia España y deseos de venganza.

Drake inició una campaña de hostigamiento a todo lo largo de las costas de la América española. En 1572 navegó hacia Panamá, donde destruyó barcos y saqueó colonias españolas. Tomó la ciudad de Nombre de Dios, en la costa septentrional de Panamá, y luego se abrió paso por el istmo, como había hecho Balboa medio siglo antes; el 3 de febrero de 1573 tuvo ante sus ojos el Pacífico.

La vista del océano inspiró a Drake la idea de saquear las costas occidentales de las Américas. Estaban menos expuestas y, por ello, menos defendidas. Comenzó a hacer planes, pues, para un viaje al Pacífico. Además del botín que podía proporcionarle, serviría para la búsqueda del extremo occidental de algún paso por el Noroeste a través de la América del Norte.

El 13 de diciembre de 1577, con tres barcos armados y dos barcos auxiliares, Drake zarpó de Plymouth, Inglaterra, con la intención de seguir el rastro de Magallanes. Los dos barcos auxiliares fueron abandonados al llegar a la parte meridional de América del Sur, pero los tres barcos restantes cruzaron el estrecho de Magallanes y entraron en el océano Pacífico, el 6 de septiembre de 1578.

Esta vez el océano no tenía nada de pacífico. Una tormenta que duró un mes hizo naufragar a uno de los barcos de Drake y separó a los dos restantes. Uno de ellos renunció a seguir y volvió a Inglaterra, y Drake quedó solo con su barco,
The Golden Hind
.

La tormenta lo arrojó al Sur, a pleno mar del Sur abierto de la América del Sur. Fue Drake, pues, quien demostró que la tierra situada al sur del estrecho de Magallanes, la Tierra del Fuego, no era un continente, sino una isla de moderado tamaño. La parte del océano que está entre esa isla y la punta de la Antártida es aún llamada el estrecho de Drake en su honor.

El noviembre el océano, finalmente, se calmó y Drake hizo que
The Golden Hind
se dirigiera hacia el Norte, a lo largo de la costa sudamericana, apoderándose de barcos españoles y confiscando sus cargamentos. Cuando llegó a América del Norte había capturado tanto oro y otras cosas valiosas que no se atrevió a apoderarse de más. Sencillamente, no tenía más lugar.

Drake remontó la costa occidental de Norteamérica y fue el primer inglés que vio la costa de California
[19]
. Entró en la bahía de San Francisco y después siguió navegando hacia el Norte hasta la costa de lo que es ahora Oregon antes de decidir que no continuaría buscando el extremo occidental de ningún paso por el Noroeste. Tomó posesión del territorio en nombre de Inglaterra, lo llamó Nueva Albion y, luego, en Julio de 1579, puso proa hacia el Oeste y atravesó el Océano Pacífico. Llegó a las Indias Orientales y luego bordeó África y retornó a Europa.

Llegó a Plymouth el 26 de septiembre de 1580, casi tres años después de su partida. Fue el segundo hombre, y el primer inglés, que circunnavegó el mundo. También llevó en su único barco un cargamento cuyo valor era de más de medio millón de libras, lo cual deleitó tanto a la reina Isabel que lo hizo caballero a bordo de su propio barco, el 4 de abril de 1481.

Esto hizo difícil para ella sostener ante los españoles que no tenía nada que ver con el viaje de Drake y que deploraba sus acciones de saqueo, pero lo hizo impávidamente. Por supuesto, nunca devolvió nada de lo saqueado.

La base inglesa

Primeros intentos

Mientras Drake hacía su viaje alrededor del mundo, en parte para buscar el extremo occidental del paso del Noroeste, otros navegantes ingleses reanudaron la búsqueda una vez más por el extremo oriental, búsqueda abandonada desde la época de Cartier, una generación antes. Ahora era seguro que el paso, si existía, tenía que estar al norte del Labrador.

El navegante inglés Martín Frobisher navegó, pues, hacia el Norte. Había navegado con Hawkins contra los españoles y era un consumado marino. En junio de 1576 zarpó hacia las Américas, exploró la costa del Labrador y, por primera vez, se aventuró más allá, hacia el Polo.

Atravesó un estrecho y llegó a una gran isla, la quinta del mundo en tamaño, de hecho. Tanto el estrecho (el Estrecho de Hudson) como la isla (la Isla de Baffin) llevan ahora los nombres de los exploradores ingleses que los recorrieron una generación después de Frobisher. Sin embargo, Frobisher penetró, por el Sur, en dos grandes ensenadas de la costa occidental de la isla de Baffin (con la esperanza de que este fuese el paso del Noroeste) y lo llamó estrecho de Frobisher. (En verdad, no es un estrecho, pero aún lo llamamos bahía de Frobisher en memoria de éste).

Retornó a Inglaterra el 9 de octubre de 1576, pero no con las manos vacías. Llevó consigo algo que llamó «mineral de oro» y lanzaba destellos amarillos, pero sólo se trataba de piritas de hierro, también llamadas en inglés
fool’s gold
, o sea, «el oro de los tontos». Pero esas piedras sin valor fueron suficientes para permitirle obtener el apoyo necesario para efectuar otros dos viajes. En el segundo viaje llevó de vuelta no menos de 200 toneladas de piritas de hierro; y durante el tercer viaje, el 20 de junio de 1578, divisó la punta meridional de Groenlandia, como Caboto un siglo antes.

Esta vez (un siglo y medio después de que se marchasen los últimos colonos nórdicos) la glacial isla nunca volvió a perderse de vista
[20]
.

Otro navegante inglés, John Davis, reanudó la búsqueda del paso del Noroeste allí donde la había abandonado Frobisher. En 1585 navegó a la isla de Baffin y entró en la más septentrional de las dos ensenadas, que también resultó ser un callejón sin salida. En otro viaje, en 1587, remontó la costa occidental de Groenlandia, a través del estrecho paso oceánico que la separa de la isla de Baffin. Ése aún es llamado estrecho de Davis en su honor. Llegó a 73° de latitud Norte, todo un récord para esa época.

Pero otro inglés de la época, Humphrey Gilbert, que también había combatido contra los españoles y también estaba interesado en el paso del Noroeste, se interesó por otro aspecto del Nuevo Mundo. Su entusiasmo por las Américas como fuente de riquezas a corto plazo se desvaneció con el fiasco del «mineral de oro» de Frobisher, que fue usado para reparar caminos. Gilbert empezó a buscar mejores objetivos y, como Coligny un cuarto de siglo antes, empezó a pensar en la colonización, en nuevos hogares.

Persuadió a la reina Isabel a que le permitiese iniciar una aventura de colonización. La reina, para no tener problemas con España, estipuló que sólo podían ser colonizadas tierras paganas —nadie se preocupaba por los paganos— y no tierras que estuviesen ya ocupadas por una potencia cristiana.

El 11 de junio de 1583 Gilbert abandonó Southampton y navegó por el Atlántico hacia regiones situadas muy al norte de los puestos españoles. Quería llegar a Terranova, donde había desembarcado Juan Caboto casi un siglo antes y cuyos puertos y costas habían sido usados libremente por los pescadores desde entonces. Pero no había colonias en ella, lo cual no es de sorprender porque su clima no era en modo alguno atractivo.

Gilbert, en su intento de colonización, desembarcó y proclamó que toda la isla era una posesión inglesa. Aunque iba a transcurrir todo un siglo antes de que se crease en la isla una colonia digna de este nombre, ha sido una posesión inglesa desde entonces y fue la primera colonia inglesa de ultramar (si no contamos las posesiones medievales de partes de Francia o el dominio inglés sobre la vecina isla de Irlanda).

El destino del propio Gilbert fue triste. Su exploración de la isla no reveló que fuese muy adecuada para su colonización; en el viaje de vuelta su barco se hundió durante una tormenta frente a las Azores y Gilbert murió. Se lo vio por última vez envuelto en la lluvia y gritando: «Estamos tan cerca de Dios en el mar como en tierra».

Gilbert murió, pero no su sueño. Tenía un medio hermano, Walter Raleigh, que había combatido junto a él en Irlanda y había navegado con él en algunos de sus viajes contra los españoles. Por la época en que Gilbert estaba navegando hacia Terranova, Raleigh era el principal favorito de la reina Isabel y se había convertido en un hombre rico por los privilegios que ella volcó sobre él.

Cuando Gilbert murió, Raleigh heredó su permiso para la colonización de Norteamérica. Pero a diferencia de su hermano, Raleigh no fue allí él mismo (la reina no le permitía arriesgar su vida), pero equipó barcos y los envió. Más aun, quería que se llegase más al Sur, donde era de esperar que hubiese un clima mejor. En verdad, deseaba que se llegase tan al Sur como fuese posible sin dar con los españoles.

El 27 de abril de 1584 zarparon dos barcos que llegaron a la costa de lo que es hoy Carolina del Norte. La exploraron y retornaron con entusiastas informes. Complacido, Raleigh llamó a la región Virginia en honor de Isabel, la «Reina Virgen». (Ella se sintió suficientemente halagada como para hacerlo caballero por esto). El nombre fue aplicado con amplitud por la época y cubría lo que hoy sería toda la costa Este de los Estados Unidos al norte de Florida.

Se supone que los exploradores llevaron de vuelta patatas, como producto típico de la flora nativa. Raleigh, ansioso de elevar el valor de las nuevas tierras, estimuló la plantación de patatas en Europa, y pronto el nuevo alimento alcanzó una popularidad que nunca ha perdido.

El primer grupo de verdaderos colonos llegó a la Isla Roanoke, frente a la costa de Carolina del Norte, a unos 650 kilómetros al noreste de la colonia de Port Royal fundada por los hugonotes (y por ende a 650 kilómetros de los españoles). Pero pronto añoraron su tierra y fueron recogidos, en junio de 1586, por Francis Drake, quien acababa de dar un nuevo golpe contra España saqueando San Agustín, en la Florida. Se llevó de vuelta a los colonos y también algunas plantas de tabaco. Raleigh, aún dedicado a demostrar el valor de la costa americana, logró popularizar también esta planta, por lo que cabe asignarle una pesada responsabilidad por aficionar a los europeos a la perjudicial costumbre de inhalar el humo de hojas que arden.

En 1587 bajo el mando de John White, un grupo de cien hombres, más veinticinco mujeres y niños, se estableció en la Isla Roanoke, en un segundo y más serio intento de colonización. Allí, el 8 de agosto de 1587, nació una criatura. Era nieto de White y fue llamado Virginia Dare. Fue el primer vástago de padres ingleses que nació en el territorio de lo que es hoy los Estados Unidos.

White retornó a Inglaterra en busca de suministros. Sufrió un retraso porque Inglaterra y España estaban en guerra. Finalmente, cuando volvió a la Isla Roanoke, el 15 de agosto de 1591, la colonia había desaparecido. No había ni una sola persona viva. Nadie sabe lo que ocurrió, pero, presumiblemente, todos fueron muertos o llevados prisioneros por los indios.

Los competidores

Cuando llegamos a comienzos del siglo XVII, pues, parecería que España aún triunfaba. Un intento francés de colonización de las costas norteamericanas al norte de Florida había sido barrido por la acción española directa. Un intento posterior, más al Norte, hecho por Inglaterra, también había sido barrido, aunque no por los españoles.

Los españoles eran todavía los únicos europeos que tenían verdaderas colonias en América del Norte, y su dominio de México, la Florida y las Antillas parecía más fuerte que nunca
[21]
.

Los españoles ya ni siquiera tenían que enfrentarse con la competencia de los portugueses. En 1580 el linaje real de Portugal se extinguió, y de los diversos pretendientes al trono Felipe II de España fue el que tuvo éxito (mediante una acción militar). España dominaba a Portugal y a su imperio, y todos los continentes americanos eran españoles o no estaban colonizados.

Y los españoles siguieron expandiéndose por la parte no colonizada. Exploraron asiduamente la costa de California, por ejemplo. Luego, en 1598, el explorador español Juan de Oñate (casado con una nieta de Cortés) avanzó al norte del río Grande. Como los colonos españoles a México (un nombre nativo) lo llamaron Nueva España, así, a la extensión septentrional del territorio español más allá del río Grande la llamaron Nuevo México. En 1610 fue fundada Santa Fe, que se convirtió en la capital de Nuevo México.

España nunca pareció estar tan cerca de gobernar el mundo como cuando su bandera ondeaba sobre todo el Nuevo Mundo y sobre grandes extensiones del Lejano Oriente. En la misma Europa, el Imperio alemán y gran parte de Italia estaban gobernados por otros miembros de la familia de Felipe II. En Europa occidental, sólo Francia e Inglaterra estaban fuera de la órbita española, pero, ¿por cuánto tiempo?

Sin embargo, en gran medida la potencia española era una ilusión. Su economía era débil, su población estaba empobrecida, su fuerza militar dispersa y la mano asfixiante del conformismo socavaba su vigor. Cuando comenzó el siglo XVII, algunos podían pensar que España no podría mantener por mucho tiempo su monopolio de las Américas. Había anhelantes competidores en el escenario.

Inglaterra era uno de ellos, por supuesto, y fue en la lucha contra Inglaterra cuando los límites de la potencia española se hicieron evidentes.

En 1587 la reina Isabel I, cansada de las conspiraciones, accedió a los pedidos de sus consejeros y ordenó la ejecución de María de Escocia. Para Felipe II de España eso fue el colmo. Los marinos ingleses que habían estado saqueando sus propiedades americanas y secuestrando sus barcos sólo habían sido soportados porque había esperado constantemente el derrocamiento de Isabel por un levantamiento interno. Desaparecida María de Escocia, el centro mismo de las esperanzas anti-isabelinas, Felipe II decidió que el levantamiento debía ser apoyado por una ayuda militar del exterior.

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