La gaviota (8 page)

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Authors: Antón Chéjov

Tags: #Clásico, #Drama, #Teatro

BOOK: La gaviota
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T
REPLIOV
.—
(Se dispone a escribir; relee lo que ya ha escrito.)
Tanto como he hablado de nuevas formas y ahora siento que yo mismo, poco a poco, estoy cayendo en la rutina…
(Lee.)
«El cartel fijado en el muro rezaba… Un rostro pálido, circundado de negros cabellos»… Rezaba, circundado… Eso es banal.
(Lo tacha.)
Comenzaré describiendo cómo el ruido de la lluvia despierta a mi protagonista, y todo lo demás, fuera. La descripción de la noche de luna es larga y rebuscada. Trigorin se ha elaborado ya sus recursos, a él le resulta fácil… En una presa, él ve brillar el cuello de una botella rota, percibe la negra sombra de una rueda de molino y ya tiene la descripción de la noche de luna; en lo que yo escribo, en cambio, hay luz trémula, silencioso centelleo de estrellas, lejanos sonidos de un piano de cola que se apagan en el aire fragante… ¡Qué tortura!
(Pausa.)
Sí, cada vez me convenzo más de que la cuestión no está en las formas viejas o nuevas, sino en que el hombre escriba sin pensar en forma alguna, en que escriba, porque lo que escribe fluye libremente de su alma.
(Alguien llama a la ventana más próxima a la mesa.)
¿Quién es?
(Mira por la ventana.)
No se ve nada…
(Abre la puerta vidriera y mira al jardín.)
Alguien ha bajado los peldaños corriendo.
(Grita.)
¿Quién hay aquí?
(Sale; se le oye caminar rápidamente por la terraza; unos momentos después, vuelve con Nina Zariéchnaia.)
¡Nina! ¡Nina!
(Nina le apoya la cabeza en el pecho y llora, conteniéndose.)

T
REPLIOV
.—
(Conmovido.)
¡Nina! ¡Nina! Es usted… usted… Tenía como un presentimiento, he sentido una gran congoja todo el día.
(Le quita el sombrero y la toquilla.)
Oh, mi niña buena, mi encanto. ¡Ha venido! Nada de llantos, nada.

N
INA
.— Hay alguien aquí.

T
REPLIOV
.— No hay nadie.

N
INA
.— Cierre las puertas; si no, entrarán.

T
REPLIOV
.— No entrará nadie.

N
INA
.— Irina Nikoláievna está aquí, lo sé. Cierre las puertas…

T
REPLIOV
.—
(Cierra con llave la puerta de la derecha; se acerca a la de la izquierda.)
Esta no tiene cerradura. Pondré un sillón.
(Coloca un sillón contra la puerta.)
No tema, no entrará nadie.

N
INA
.—
(Le mira fijamente a la cara.)
Déjeme que le mire.
(Volviendo la vista por la estancia.)
Aquí no hace frío, se está bien. Antes esto era el salón. ¿He cambiado mucho?

T
REPLIOV
.— Sí… Ha adelgazado y los ojos se le han hecho mayores. Nina, ¡qué extraño me parece verla! ¿Por qué no me ha permitido visitarla nunca? ¿Por qué no ha venido hasta ahora? Sé que vive usted aquí hace casi una semana… Todos los días me he acercado varias veces a su casa, me he quedado al pie de su ventana, como un mendigo.

N
INA
.— Tenía miedo de que me odiara. Todas las noches sueño que usted me mira y no me reconoce. ¡Si usted supiera! Desde que he llegado no he hecho más que venir hacia aquí… hacia el lago. He estado muchas veces cerca de esta casa sin atreverme a entrar. Sentémonos.
(Se sientan.)
Sentémonos y hablemos, hablemos. Qué bien se está aquí, qué acogedor, sin frío. ¿Oye el viento? Turguéniev dice, en alguna parte: «Dichoso aquel que en noches como ésta tiene un techo para cobijarse y un rincón caliente». Yo soy una gaviota… No, no es eso
(Se pasa la mano por la frente.)
¿De qué estaba hablando? Sí… Turguéniev. «Y que Dios ayude a todos los peregrinos sin albergue»… No es nada.
(Llora.)

T
REPLIOV
.— Nina, otra vez… ¡Nina!

N
INA
.— No es nada, esto me alivia… Hace ya dos años que no he llorado. Ayer, anochecido ya, vine al jardín para ver si se conservaba aún nuestro teatro. Todavía sigue en pie. Me puse a llorar por primera vez después de dos años y me sentí consolada, se me hizo más clara el alma. ¿Ve? Ya no lloro.
(Le toma de la mano.)
Así, usted se ha convertido en un escritor… Usted es escritor, yo soy actriz… También nosotros hemos caído en el torbellino… Yo vivía gozosa, como una niña: me despertaba por la mañana y me ponía a cantar; le amaba a usted, soñaba con la fama, ¿y ahora? Mañana a primera hora de la mañana he de partir para Eléts, en tercera clase… en compañía de mujiks, y en Eléts los mercaderes instruidos me asediarán con sus galanterías. ¡Qué grosera es la vida!

T
REPLIOV
.— ¿Por qué a Eléts?

N
INA
.— Me he contratado por todo el invierno. Ya es hora de que me vaya.

T
REPLIOV
.— Nina, yo la he maldecido a usted, la he odiado, he roto sus cartas y fotografías, pero a cada instante he tenido conciencia de que mi alma le pertenece para siempre. No tengo fuerzas para dejar de quererla, Nina. Desde que la perdí y empecé a publicar, la vida se me ha hecho insoportable, sufro… Es como si, de golpe, me hubieran arrancado la juventud, y tengo la impresión de haber vivido noventa años. Yo la invoco, beso la tierra por la que usted ha pasado, dondequiera que miro se me figura ver su rostro, esta dulce sonrisa que ha iluminado los mejores años de mi vida…

N
INA
.—
(Desconcertada.)
¿Por qué habla de este modo? ¿Por qué habla de este modo?

T
REPLIOV
.— Estoy solo, no hay afecto alguno que me dé calor, tengo frío como en un subterráneo, y cuanto escribo es seco, duro, tenebroso. ¡Quédese aquí, Nina, se lo suplico, o déjeme partir con usted!
(Nina se pone rápidamente el sombrero y la toquilla.)

T
REPLIOV
.— ¿Por qué, Nina? En nombre de Dios, Nina…
(Mira cómo ella se prepara para salir; pausa.)

N
INA
.— El coche me espera frente al portillo. No me acompañe, iré sola…
(Entre lágrimas.)
Déme un poco de agua…

T
REPLIOV
.—
(Dándole un vaso de agua.)
¿Adónde va usted ahora?

N
INA
.— A la ciudad.
(Pausa.)
¿Está aquí Irina Nikoláievna?

T
REPLIOV
.— Sí… El jueves le telegrafiamos para que viniera; mi tío se sentía mal.

N
INA
.— ¿Por qué dice ha besado la tierra por la que he andado? Merecería que me mataran.
(Se apoya inclinándose en la mesa.)
¡Estoy tan fatigada! Si pudiera descansar… ¡Descansar!
(Levanta la cabeza.)
Soy una gaviota… No es esto. Soy una actriz. ¡Oh, sí!
(Oye las risas de Arkádina y Trigorin, escucha con atención. Luego corre hacia la puerta de la izquierda, mira por el agujero de la cerradura.)
También él está aquí…
(Vuelve hacia Trepliov.)
Oh, sí… No importa… Sí… Él no creía en el teatro, se burlaba siempre de mis sueños, y, poco a poco, también yo dejé de creer y perdí el ánimo… Añada a ello los tormentos del amor, los celos, el miedo constante por el niño… Me volví mezquina, insignificante, declamaba de manera absurda… No sabía qué hacer con las manos, no sabía permanecer en escena. No dominaba la voz. Usted no puede comprender lo que se siente cuando uno se da cuenta de que declama muy mal. Soy una gaviota. No, no es esto… ¿Recuerda que mató una gaviota? Casualmente llegó un hombre, la vio y por no tener qué hacer, la sacrificó… Tema para un relato breve… No es esto…
(Se pasa la mano por la frente.)
¿De qué estaba hablando?… Hablo de teatro… Ahora ya soy una actriz de verdad, actúo con placer, con entusiasmo, en escena me exalto y me siento magnífica. Y ahora, desde que vivo aquí, pienso y siento que día a día crecen las fuerzas de mi espíritu… Ahora sí, ahora comprendo, Kostia, que en nuestro hacer —da lo mismo que actuemos en escena o que escribamos— lo importante no es la fama, no es el brillo, no es aquello con que yo soñaba, sino saber sufrir. Aprende a llevar tu cruz y a creer. Yo creo y no siento tanto dolor; cuando pienso en mi vocación no tengo miedo a la vida.

T
REPLIOV
.—
(Triste.)
Usted ha encontrado su camino, sabe a dónde va. En cambio, yo sigo errando en un caos de sueños e imágenes sin saber para qué ni para quién es esto necesario. No tengo fe ni sé cuál es mi verdadera vocación…

N
INA
.—
(Escuchando con atención.)
Chist… Me voy. Adiós. Cuando sea una gran actriz, venga a verme trabajar. ¿Me lo promete? Ahora…
(Le estrecha la mano.)
Ya es tarde. Apenas me sostengo de pie… estoy extenuada, tengo hambre…

T
REPLIOV
.— Quédese, le daré de cenar…

N
INA
.— No, no… No me acompañe, llegaré sola… El coche me espera cerca… ¿Así, ella le ha traído consigo? Bah, no importa. Cuando vea a Trigorin, no le diga nada… Le amo. Le amo con más fuerza aún que antes… Tema para un relato breve… Le amo, le amo apasionadamente, con desesperación. ¡Qué bello era el pasado, Kostia! ¿Recuerda? Qué vida clara, cálida, gozosa, pura, qué sentimientos, sentimientos parecidos a bellas y delicadas flores… ¿Recuerda?…
(Recita.)
«Los hombres, los leones, las águilas y las perdices, los astados venados, los gansos, las arañas, los callados peces pobladores de las aguas, las estrellas marinas y los seres que no podían ser vistos por el ojo humano, en una palabra, todas las vidas, todas las vidas, todas las vidas, acabado su triste ciclo, se han extinguido… Hace ya miles de siglos que la tierra no lleva en sí ni un ser vivo y esta pobre luna en vano enciende su farol. En el prado ya no se despiertan las grullas con su grito ni se oye el zumbar de los moscardones de mayo entre el follaje de los tilos…»
(Abraza con ímpetu a Trepliov y huye por la puerta vidriera.)

T
REPLIOV
.—
(Después de una pausa.)
No estaría bien que alguien la viera en el jardín y luego se lo contara a mamá. Esto podría disgustarla…

(Durante unos dos minutos rompe, en silencio, todos sus manuscritos y los arroja bajo la mesa; luego abre la puerta de la derecha y sale.)

D
ORN
.—
(Procurando abrir la puerta de la izquierda.)
Qué raro, parece que la puerta está cerrada…
(Entra y coloca el sillón en su sitio.)
¡Carrera de obstáculos!

(Entran Arkádina, Polina Andréievna; tras ellas, Yákov con unas botellas y Masha; luego Shamráiev y Trigorin.)

A
RKÁDINA
.— El vino tinto y la cerveza para Boris Alexéievich, póngalos aquí, en la mesa. Jugaremos y beberemos. Tomen asiento, señores.

P
OLINA
A
NDRÉIEVNA
.—
(A Yákov.)
Sirve el té en seguida.
(Enciende las velas, se sienta a la mesa de juego.)

S
HAMRÁIEV
.—
(Conduce a Trigorin hacia el armario.)
Aquí está la cosa de que le he hablado hace poco…
(Saca del armario una gaviota disecada.)
Lo que usted encargó.

T
RIGORIN
.—
(Mirando la gaviota.)
¡No recuerdo!
(Después de pensar unos momentos.)
¡No lo recuerdo!

(Entre bastidores, a la derecha de la escena, se oye un disparo; todos se estremecen.)

A
RKÁDINA
.—
(Asustada.)
¿Qué es esto?

D
ORN
.— Nada. Habrá estallado alguna cosa en mi botiquín de viaje. No se inquieten.
(Sale por la puerta de la derecha; medio minuto más tarde vuelve.)
Lo que me suponía: ha estallado una botellita de éter.
(Canturrea.)
«Otra vez estoy ante ti, hechizado…»

A
RKÁDINA
.—
(Se sienta a la mesa.)
¡Uf!, me había asustado. Esto me ha hecho recordar como…
(Se cubre el rostro con las manos.)
Hasta se me ha enturbiado la vista.

D
ORN
.—
(Hojeando la revista, a Trigorin.)
Hará unos dos meses se publicó en esta revista un artículo… una carta de América, y yo quería preguntarle sobre este particular…
(Toma a Trigorin por la cintura y le lleva hasta las candilejas.)
… ya que estoy muy interesado por esta cuestión…
(En tono más bajo, a media voz.)
Llévese de aquí, adonde sea, a Irina Nikoláievna. Konstantín Gavrílovich se ha suicidado…

T
ELÓN

ANTÓN PÁVLOVICH CHÉJOV, (1860-1904) nació en Taganrog, el puerto principal del Mar de Azov. Era el tercero de seis hermanos. Su padre, Pável Yegórovich Chéjov, director del coro de la parroquia y devoto cristiano ortodoxo, les impartió una disciplina estricta y muy religiosa, que a veces adquiría rasgos despóticos. Ese es uno de los motivos por los que Chéjov siempre fue un amante de la libertad y de la independencia. La madre de Chéjov, Yevguéniya, era una gran cuentacuentos, y entretenía a sus hijos con historias de sus viajes junto a su padre (un comerciante de telas) por toda Rusia.

El padre de Chéjov empezó a tener serias dificultades económicas en 1875; su negocio quebró y se vio forzado a escapar a Moscú para evitar que lo encarcelaran. Hasta que no finalizó sus estudios de bachillerato en 1879, Antón no se reunió con su familia. Comenzó a estudiar Medicina en la Universidad de Moscú.

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