Read La hora de los sensatos Online

Authors: Leopoldo Abadía

La hora de los sensatos

BOOK: La hora de los sensatos
12.52Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

 

Primero nos explicó la crisis y ahora nos da las claves para superarla. Leopoldo Abadía nos propone en su nuevo libro, La hora de los sensatos, las mejores soluciones para salir de la crisis, y lo hace desde un punto de vista positivo y optimista.

Un texto fácil, ameno y cargado detalles de la vida cotidiana con el que el lector se identificará. Abadía demuestra en La hora de los sensatos que no hay que ser un gurú de la economía para entender que el sentido común es clave para salir adelante.

Después de La crisis ninja, el libro español de no ficción más vendido en el año 2009, Leopoldo Abadía lanza, con su personal tono cercano y desenfadado, una mirada reflexiva y crítica, en la que aparte de la economía, analiza también el mundo de la política y la sociedad.

Leopoldo Abadía

La hora de los sensatos

ePUB v1.2

Batera
18.05.11

Leopoldo Abadía Pocino, 2010

ISBN: 978-84-670-3481-3

Editor original: Batera (v1.0 a v1.2)

ePub base v2.0

 

A
GRADECIMIENTOS

 

R
EANUDO LOS DESAYUNOS CON MI VECINO DE
S
AN
Q
UIRICO

 

C
uando escribí el libro sobre
La Crisis Ninja,
se lo dediqué a mi mujer, a mis hijos, a mis nietos y a mis amigos.

Este año he conocido a mucha gente. He hablado con muchos, me he hecho muchas fotografías. Me lo he pasado muy bien.

Me han soltado muchos piropos. Gracias a Dios, no me los he creído. Me he dado cuenta de que hay mucha gente buena por ahí y de que, sorprendentemente, a mí me han tocado todos.

La Introducción a este libro se titula «Una suerte». Eso es lo que yo he tenido este año: una suerte. La suerte de encontrarme con muchas sonrisas, con mucho cariño, con muchas personas normales.

Y, en los tiempos que corren, ser «normal» es algo muy serio y muy importante.

Por todo ello, con el corazón lleno de agradecimiento, dedico este libro a mi mujer, a mis hijos, a mis nietos, a mis amigos y a todos los normales con los que he tenido ocasión de echar unas cuantas risas a lo largo de este año.

Para todos, un abrazo fortísimo.

 

S
AN
Q
UIRICO
(pueblo imaginario, pero un poco menos que hace un año), septiembre 2009

 

U
NA SUERTE

 

M
I NUEVA VIDA

 

E
stos dos últimos años han sido muy especiales. He dado bastantes conferencias, he escrito artículos, he colaborado con programas de radio y televisión…

Pero lo más importante es que he conocido a muchas personas. Y como decía mi amigo Antonio, «cuando digo muchas, quiero decir
MUCHAS
, porque si quisiese decir pocas, lo diría, que soy muy preciso en mis afirmaciones». —Esta era una frase que un grupo de amigos solíamos utilizar hace años, apostando a ver quién la colaba antes en una conversación y acabando siempre con carcajadas, porque si algo no nos caracterizaba, era eso: la precisión.

Pues sí, he tenido esa suerte. Le llamo «suerte» porque a una edad ya un poco avanzada, existe el peligro de que uno no haga nuevos amigos. Uno tiene los de siempre, que, poco a poco, van falleciendo, dejándonos con la sensación de que, con lo joven que era fulano, se ha muerto.

En mi libro anterior, el de
La Crisis Ninja,
que cayó bien a la gente, puse cosas que se me ocurrieron sobre lo que había pasado. Y muchos me preguntaban cuándo iba a salir el segundo libro, con las soluciones a la crisis.

Yo nunca había pensado escribir un libro y, en consecuencia, nunca me había planteado escribir el segundo. Más aún, cuando acabé el primero, quedé tan cansado que me dije: «Una vez y no más, santo Tomás».

 

O
RDENANDO SERVILLETAS

 

Pero…, siempre hay un pero. El «pero» esta vez han sido los cientos de conversaciones que he tenido durante esta época y de las que he tomado nota en servilletas, como siempre. Como las servilletas no tienen una medida estándar, y además, según el bar, son de colores distintos, tengo un verdadero muestrario. Las únicas que no he utilizado son las del AVE, porque son de color azul oscuro y allí no hay quién escriba.

Al acabar la temporada —fijaos que ya hablo como los del mundo de la farándula—, dediqué bastantes horas a ordenar las servilletas por fechas. ¡Tenía doscientas sesenta y tres! De todos los tipos: manchadas de café, de café con leche, de cruasán…, pocas de jamón ibérico, siempre de desayuno. Debe de ser que a esa hora estoy más parlanchín o discurro mejor o discurre mejor y está más parlanchín el que habla conmigo.

Y una vez ordenadas, las repasé, a ver si pensaba algo. Y lo que viene a continuación es lo que se me ha ocurrido. A ver qué os parece.

 

1

R
EANUDO LOS DESAYUNOS CON MI VECINO DE
S
AN
Q
UIRICO

 

L
e he tenido bastante abandonado estos últimos meses. Me he escapado a San Quirico siempre que he podido, pero con las firmas de libros y demás, he llegado a estar mes y medio sin subir. Y cuando subo, estoy cansado. Y cuando estoy cansado, tengo sueño.

Mi mujer dice que también tengo sueño cuando no estoy cansado. Debe de ser la tensión baja, de la que tengo datos muy actualizados, porque me la miden en la farmacia de San Quirico, junto con el peso, la altura y la masa corporal. Es el chequeo periódico que me voy haciendo y, por ahora, las cifras son presentables.

Llamé a mi vecino y le dije que debíamos vernos. Que la entrevista, esta vez, tenía que ser larga, o que tendríamos que tener muchas entrevistas, porque todo lo que me ha pasado no se puede resumir con respuestas de síntesis —«todo ha ido bien», «apasionante», «muy interesante», «divertidísimo», etc.—. No, hay muchas cosas y muchos detalles que a mí me han parecido importantes y de los que quiero que se entere.

 

L
O QUE LA GENTE ME HA DICHO

 

Porque la gente me ha dicho muchas cosas. Pero que muchas. Y me las han dicho en Badajoz, Vitoria, Sevilla, Ciudad Real, Zaragoza, Santillana, Estella, Tenerife, Mérida, Valencia, Pamplona, Albacete y Castellón. Y en más sitios que me dejo, como Vigo, Burgos, Londres, Luxemburgo, Lisboa y Oporto. No sigo, porque alguien puede pensar que quiero presumir de lo que sé de geografía.

Y esas cosas se las quería transmitir a mi vecino, que, sorprendentemente, ha aparecido en el bar con una libreta nueva y gorda de espiral y con un bolígrafo. Lo primero que se me ha ocurrido ha sido pensar: «¡Este viene a trabajar!». Lo segundo, que él también ha ido a un bar al que fui el otro día y ha encontrado allí una servilleta en la que ponía: «Las servilletas se destruyen deprisa. Los árboles crecen despacio»
.
Y ha decidido destruir pocas.

Pues sí, este ha venido a trabajar. El día es caluroso, aunque en el bar se está bien. Me parece que no tienen aire acondicionado, pero han montado una combinación de ventanas abiertas que hace que el ambiente sea muy agradable.

Nuestra llegada ha sido recibida con una cierta expectación. Amables como siempre, pero con un cierto tono de respeto, como si se dieran cuenta de que «aquí llegan las dos cabezas pensantes de San Quirico».

En confianza os diré que conozco muy bien el nivel de cabezas pensantes de mi pueblo y que es bastante alto. Pero la fama es la fama y ahora la fama la tenemos mi vecino y yo. Ya veremos cuánto dura.

Pedimos nuestros bocadillos, como siempre, y nuestro vino, como siempre. Lo que pasa es que, hoy, mi vecino viene exigente. Por dos razones: una, porque, además, quiere tortilla. Y dos, porque no quiere un vino cualquiera. Le dan a elegir entre Penedès, Rioja y Somontano. Quedamos en que, como hoy invita él y se supone que se repetirán los desayunos, empezaremos por un vino catalán, seguiremos otro día por el aragonés y nos dedicaremos al de Rioja la vez siguiente. Yo, que he estado en Ciudad Real y en Requena y me he traído de esos sitios unas botellas de vino riquísimo, estoy dispuesto a ampliar el muestrario.

Esperamos a que traigan lo que hemos pedido y, mientras tanto, nos volvemos a poner al día en cuestiones familiares y de trabajo. Tenemos una cosa en común: que las dos familias funcionan muy bien, lo cual, en estos momentos, y siempre, es muy de agradecer.

Hablamos de fútbol. Yo estoy contento porque el Zaragoza ha subido a primera división y él está contento porque el Español no ha bajado a segunda y, además, ha estrenado campo, que, por lo que dicen, es una preciosidad.

Atacamos el jamón, la tortilla y la botella del Penedès. Y entonces mi vecino abre la libreta y veo que, en la primera página, pone: R
EUNIÓN N
.º 1
CON
L
EOPOLDO
. Y la fecha. Pues sí, era verdad. Este viene a trabajar.

Y me dice: «Infórmame. ¿Cómo ha respondido la gente a todas las cosas que les has dicho? Y ¿cómo has reaccionado tú?».

Como mi amigo es tan bueno, el cómo he reaccionado yo es importante para él, porque de vez en cuando, me manda mensajes como «Leopoldo, humildad».

Y como está tan serio, prefiero no andarme con rodeos y voy y le informo, mezclando las reacciones de la gente con las mías.

 

2

E
L INFORME

 

A
GRADECIMIENTO

 

E
n primer lugar, le digo que he encontrado a la gente agradecida. Esto me ha sorprendido mucho. La gente me para por la calle y me da las gracias por hablar claro. Le digo a mi vecino que esa ha sido la primera sorpresa, y él sonríe, se calla y apunta: «Gente agradecida».

Otros me han dado las gracias porque han entendido las cosas que «esos» dicen de manera tan complicada. Como me pasa siempre, nunca sé quiénes son «esos», pero eso es lo que me dice la gente.

 

D
ESAMPARO

 

Aquello de las ovejas sin pastor se está produciendo ahora. Preguntas como: «Y a mí ¿quién me protege?», «¿Quedará dinero para las pensiones?» —en este caso, la pregunta no se refiere a las pensiones en general, sino a la concreta del que hace la pregunta—, «¿Saldremos de esta? ¿Cuándo?», «¿Qué me pasará cuando se me acabe el subsidio de paro?», «¿Cuándo podré independizarme de mis padres?», se repiten continuamente, de un modo o de otro.

Algún padre me ha preguntado cuándo podrá independizarse de su hijo, pero no lo pongo, porque pienso que es la misma pregunta, pero puesta al revés.

Me parece que las personas, que quizá se han acostumbrado a que les den todo hecho —esto es una exageración, pero ya me entendéis— ahora se dan cuenta de que el que les decía que no se preocuparan, porque de todo se preocupaba
ÉL
, en nombre del Estado, ha patinado de forma espectacular. El que durante mucho tiempo ha dicho que aquí no pasa nada y que esto va como un tiro, ha vuelto a dar otra lección de patinaje artístico.

En este caso, además, el patinaje ha tenido repercusiones internacionales. En Lisboa me comentaban que habían pasado un año muy malo, porque ellos tenían muchas dificultades. Pero que el malestar había crecido porque, mientras tanto, los vecinos de la derecha, o sea, los españoles, no teníamos ningún problema, todo nos iba de maravilla, nos repartíamos a todas horas prebendas envueltas en leche y miel y decíamos que la culpa de lo que les pasaba a los portugueses era de Bush —hijo y, de paso, también del padre— y los
neocon
—que, por cierto, nadie sabe qué quiere decir.

 

D
ESCONCIERTO

 

Con tanto patinaje y tanto cuento, la gente ha empezado a afirmar: «Ay madre, que estos no saben por dónde andan». Y así como antes, cuando «estos» hablaban tan serios, el vulgo (o sea, nosotros) opinaba: «Estoy en buenas manos»; ahora, cuando les ven serios, piensa: «Estos no se ríen por prudencia, para que nadie les rompa la cara»
.

 

E
SCEPTICISMO

 

Escepticismo, mucho escepticismo. Por un lado, unos señores, y unas señoras, hablan y hablan y hablan. Y, por otro, muchos señores, y muchas señoras no se lo creen y no se lo creen y no se lo creen.

 

L
AS ENTIDADES FINANCIERAS

 

Aquí también hay una total unanimidad: las entidades financieras de todo el mundo —y cuando digo «de todo el mundo», quiero decir «de todo el mundo», porque si quisiese decir otra cosa, etc.— lo podían haber hecho mejor.

Esto es algo que nos pasa a todos, porque todos podemos hacer siempre nuestro trabajo un poco mejor. Ahí está la gracia de la vida. Pero estos mozos lo han hecho francamente mal.

Como tengo amigos que trabajan en entidades financieras y no se trata de perder amigos con lo escasos que van hoy, matizo y digo que
CASI
todas las entidades financieras del mundo lo han hecho de pena.

Casi todas las entidades financieras del mundo tienen la culpa de lo que ha pasado.

Casi todas las entidades financieras del mundo tienen la culpa de lo que está pasando.

Algunas, concretamente, han hecho cosas de Juzgado de Guardia —no sé cómo se dice en inglés, pero lo dejo así, porque también hay algunas españolas.

Algunas en concreto lo siguen haciendo, lo que ha motivado que un señor haya dicho hace cuatro días que «la actuación de estos señores es un abuso escandaloso».

La gente con la que he hablado está quemada y un poco requemada con casi todas las entidades financieras.

Alguna ha recomendado a un señor una inversión en un banco islandés que han calificado de conservadora y, al cabo de un tiempo, le han dicho al cliente que «verdes las han
segao»,
frase que, en Aragón, se utiliza para explicar que si te he visto, no me acuerdo, o sea, que de los miles de euros que pusiste aquí por nuestra recomendación no queda ni uno.

Alguna otra ha vendido a sus clientes un producto que el mismo director de la oficina bancaria que lo vendió, lo ha calificado de «aberrante» cuando los clientes a los que se lo había vendido se han dado cuenta de que sí, de que era aberrante. Cuando a ese director se le ha preguntado si advirtió a los clientes cuando se dio cuenta de la aberración, ha dicho que no, que solo avisaron de manera informal a algunos, que arreglaron el tema «vía manual», que no se sabe exactamente si es siguiendo las instrucciones de algún manual o dándole a una manivela.

Alguna otra ha presentado a sus empleados un producto nuevo, que ha hecho que uno de ellos haya opinado que no puede engañar a sus clientes, a lo que le han respondido que se vaya buscando otro empleo.

¡Qué cosas pasan en el mundo! En el mundo financiero, por supuesto.

En las conferencias me han preguntado si hay gente honrada en ese mundo. ¡Claro que sí! Yo conozco a unos cuantos. Lo que pasa es que los sinvergüenzas se han lanzado a trabajar en serio y, ayudados por los estúpidos que les han comprado los productos, han conseguido liar a los ingenuos, que son los que han venido a mis conferencias.

También ha venido algún financiero alguna vez. Cuando he dicho lo de casi todas las entidades financieras, el financiero asistente ha sonreído beatíficamente. Detrás de la sonrisa no sé si había un suspiro de satisfacción que quería decir «¡Menos mal que nosotros no nos metimos en ese
fregao
!» o de alivio al pensar que «Este no se ha enterado de los chanchullos que hemos hecho».

 

D
ERECHAS
,
IZQUIERDAS Y MÁS

 

Mi amigo no sonríe desde hace un rato. En la libreta ha apuntado más cosas. Lo que pasa es que yo leo mal al revés.

Cuando estoy lanzado, me corta y asegura: «Todos los que te dicen estas cosas deben de ser de la oposición, ¿no?».

Pues no. O por lo menos no me lo puedo creer. Ni me lo quiero creer. Porque he dado muchas conferencias y han asistido bastantes personas, algunos miles. No he hablado con todos, como es natural, pero he visto las caras y he oído los aplausos.

Que sí, le digo a mi amigo, que me han aplaudido. Y mucho. Que ya sé lo de la humildad. Y que no me lo he creído. Pero pienso que de los que me han oído, y además han aplaudido, y mucho, unos eran de lo que antes se llamaban derechas, otros de los que antes se llamaban izquierdas y otros de los que nunca se han llamado de medio centro, pero que no estarían mal catalogados con ese nombre.

Mi amigo pone cara rara y escribe algo.

Yo continúo asegurándole que, como las personas, antes de ser de derechas, de izquierdas o de lo que sea, somos
PERSONAS
, y a las personas nos preocupan más o menos las mismas cosas, pues creo que de esas con las que he hablado, habrá habido un tanto por ciento que votaron por un partido, otro tanto distinto que votaron por otro, y así sucesivamente, hasta los que no fueron a votar y, más preocupante, los que sí fueron a votar y votaron en blanco.

No soy nadie para interpretar lo que piensa la gente, pero me digo que si un día hace un tiempo agradable y estoy dispuesto a no ir a la playa y, en su lugar, acudir a mi colegio electoral, y votar en blanco, quiere decir que sí, que soy demócrata, que quiero jugar a este juego, pero que
ME SOBRAN TODOS
y que quiero que
TODOS
se enteren. Y de paso, si
TODOS
se largaran, ¡qué bendición!

Como se nos ha hecho tarde, y mi amigo tiene que ir a trabajar, él se va a su empresa y yo a mi casa.

Helmut,
mi perro, está durmiendo. Yo creo que el calor le agobia, pero mi mujer dice que si Dios le hizo con el pelo largo, por algo será, y no se lo quiere cortar.

El petirrojo lleva días sin aparecer. Como hemos estado tanto tiempo sin venir, igual se ha buscado otros amigos. No lo creo, porque me parece que había un cierto
feeling
entre él y nosotros. Vamos a darle un voto de confianza. Yo creo que, en algún momento, aparecerá.

BOOK: La hora de los sensatos
12.52Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The House Above the River by Josephine Bell
Vampire Beach Hunted by Alex Duval
Autumn's Angel by Robin Lee Hatcher
Honey and Salt by Carl Sandburg
Labyrinth Wall (9780991531219) by Girder, Emilyann; Zoltack, Nicole (EDT); Allen, James (EDT)
Oscar and Lucinda by Peter Carey
Miner's Daughter by Duncan, Alice
The Gold Coast by Nelson DeMille