Spock asentía con la cabeza. Kirk lo advirtió.
—Spock, ¿ha llegado usted a alguna conclusión, debido a su propio historial, a la que no hayamos llegado ni McCoy ni yo?
—En un cierto sentido, capitán. Yo sospeché la posible similitud con una rama de vulcanianos humanoides en los mercanianos desde el mismo momento en que fui transferido a la superficie del planeta. Esa sospecha se vio reforzada durante mi entrevista con el procurador Lenos —explicó Spock. Hizo una breve pausa y agregó—: Pude sentir… percibir… recibir… Lo siento, pero ustedes carecen de ese concepto y no tienen por tanto una terminología para describirlo. Existe una palabra vulcaniana impronunciable para sus órganos vocales… No significa precisamente «fusión mental», cosa que ustedes me han visto llevar a cabo… El término más aproximado que se me ocurre para describirlo es «contacto mental», aunque también es impreciso.
—¿Empatía? —sugirió McCoy.
—Algo de esa naturaleza, doctor. Ése fue indudablemente el factor que me hizo sospechar el estrecho parecido con el grupo genético humanoide vulcaniano–romulano…
—Muy bien —dijo Kirk, comenzando a pasearse por el reducido espacio de su camarote—, ahora estoy comenzando a tener alguna noción de cómo debemos proceder aquí. Vamos a intentar parlamentar. Pero quiero que nuestro grupo consista en Spock, McCoy, yo mismo y… —Kirk pensó durante un momento—. Y el teniente comandante Montgomery Scott. Primero hablaremos con los cuatro miembros de la Técnica que tenemos a bordo. Spock, quiero que inicialmente sean usted y McCoy los que intercedan ante Lenos y sus procuradores; quiero que los lleven a realizar un recorrido completo de la
Enterprise
, y les den una explicación de todo hasta donde sean capaces de comprender. En especial, quiero que les enseñen y expliquen nuestro armamento y nuestro transportador, Spock.
—Comprendido, señor.
—Voy a celebrar reuniones de parlamento entre nosotros cuatro y los cuatro mercanianos miembros de la Técnica y los procuradores… pero con cada grupo por separado.
—Jim, ya sé que le ayuda a pensar, pero este pasearse de aquí para allá no sólo resulta incómodo en su camarote con nosotros dos presentes —lo interrumpió McCoy—, sino que indica que sus nervios están tan tensos como los vientos de una tienda de campaña bajo la lluvia. Quiero que usted y Scotty hagan juntos un poco de ejercicio durante treinta minutos en el gimnasio… ¡hoy mismo! Es una orden médica, ¡qué caramba!
Kirk había dejado de pasearse.
—¡Muy bien, doctor! —le espetó Kirk, que sabía que el médico de la nave era la única persona de a bordo que podía darle a él una orden directa en lo concerniente a la salud física y mental—. Tiene razón. Lo necesito.
—También lo necesita Scotty —agregó McCoy.
Kirk señaló la puerta.
—Pero, Bones, cuando hayamos concluido los parlamentos iniciales a bordo de la
Enterprise
, usted vendrá con nosotros a Celerbitan como parte del grupo de descenso que irá a entrevistarse con los guardianes.
—¿Por qué yo? —quiso saber McCoy—. Maldita la gracia que me hace que mis células sean revueltas otra vez por ese transportador.
—Porque esta vez bajaremos con la absoluta intención de obligar a los guardianes a parlamentar, y esta vez no vacilaré en emplear la fuerza si fuera necesario —le dijo Kirk con firmeza—. Si los guardianes continúan mostrándose testarudos y apegados a los dogmas, habrá algunos fuegos artificiales… primero desde la
Enterprise
, y luego por parte del grupo de descenso que se encuentre ahí abajo. Y considere las heridas que pueden infligir esos mosquetones mercanianos si una de sus balas llega a acertarle a uno de nosotros. ¡Quiero tener un buen médico a mano!
La sala de conferencias de la nave no fue utilizada para ninguna de las reuniones mantenidas con los mercanianos. Kirk decidió en cambio instalar una sala completa de conferencias e informes en el nivel 11, el dorsal interconector de la nave. Había una razón específica para ello: la sala del nivel 11 tenía puestos de observación a ambos lados, gracias a los cuales, todas las personas que se hallaran en la sala podían ver en todo momento el exterior de la
Enterprise
, la lenta marcha del planeta Mercan por debajo de la nave estelar que lo orbitaba, y el relumbrar de los brazos de Orión y Sagitario de la galaxia o el disco de Mercaniad. Incluso Kirk acusó el impacto psicológico la primera vez que entró en la sala para inspeccionar las instalaciones de la misma antes de reunirse en ella con los miembros de la Técnica.
Kirk se había habituado a la vida de encierro a la que debe adaptarse cualquier viajero espacial. El servicio a bordo de una nave estelar significaba vivir en un ambiente artificial cerrado sin vistas auténticas del universo exterior excepto las que podían proporcionar de vez en cuando las pantallas. Los deberes de Kirk raramente le permitían visitar los salones del dorsal interconector donde había puestos de observación a través de los cuales los miembros de la tripulación de la nave podían mirar al exterior de su pequeño mundo artificial.
Así pues, el impacto visual de contemplar directamente a Mercan y las destellantes bandas de los brazos galácticos resultaba casi sobrecogedora, incluso para él. Salió del turboascensor y se encaminó hacia uno de los puestos de observación laterales, donde permaneció durante un prolongado momento observando cómo la superficie azul, blanca, verde y marrón de la Morada de la Vida se deslizaba ante él. Al volverse se encontró con Scotty a su lado.
—Capitán —dijo suavemente el oficial ingeniero, con un tono bastante insólito de emoción céltica—, a veces pienso que no nos tomamos el tiempo suficiente para oler las flores cuando vamos corriendo por la galaxia…
Si el entorno tenía aquel tipo de impacto en el teniente comandante Montgomery Scott, quien por lo general no veía la belleza en nada que no fuesen esquemas de ingeniería y manuales de funcionamiento, Kirk sintió la seguridad de que aquél era el lugar adecuado para las conversaciones con los mercanianos…
¡Si sólo pudiera conseguir que Pallar y los demás guardianes acudieran allí para ver aquello sin tener que emplear la fuerza para lograrlo!
Por lo que a Kirk respectaba, no había duda sobre aquel punto: tendría que forzarlos a subir hasta allí si era necesario. Si los guardianes persistían en actuar como niños testarudos, Kirk se había resignado al hecho de que tendría que frotarles las narices con aquello… y con dureza.
Creía que sabía cuál iba a ser la reacción de los miembros de la Técnica, pero abrigaba serias dudas respecto a cómo iban a comportarse Lenos y sus procuradores. Sin embargo, Kirk había subestimado el impacto psicológico en ambos casos.
Cuando Thallan, Delin, Othol, y Orun salieron del turboascensor al interior de la sala del nivel 11, se detuvieron en seco ante la vista del universo que se extendía al otro lado de los puestos de observación que la flanqueaban.
Kirk avanzó para darle la bienvenida a Thallan, pero se encontró con que el líder de la Técnica estaba absolutamente pasmado por la vista. El anciano mercaniano miraba de uno a otro lado, mientras intentaba encajar lo que estaba viendo dentro de sus propios conceptos.
—Bienvenido, Thallan. Allí tienen a su Morada de la Vida —le dijo Kirk.
A pesar de que a aquellas alturas tenían ya un extenso contacto con el idioma mercaniano, ninguno de los miembros de la
Enterprise
había aprendido realmente a hablarlo y por lo tanto los traductores continuaban siendo utilizados… a pesar de que todos estaban ya acostumbrándose a ellos y apenas se fijaban en aquellos aparatos excepto cuando no conseguían hacer una traducción y proferían el equivalente de un tartamudeo.
Ése fue el caso del traductor de Kirk cuando Thallan dio rienda suelta a una frase emocional casi religiosa en lengua mercaniana, que simplemente no podía traducirse. Sin embargo, por el tono de la voz de Thallan, Kirk supo que el líder de la Técnica estaba emocionalmente conmovido. Finalmente se rehízo hasta el punto de decirle a Kirk:
—He pasado toda mi vida en la Morada, trabajando para justificar la creencia de que por lo que se refería al universo y a la vida había algo más que la Morada… Me llené de júbilo cuando nos desplazamos a la
Enterprise
, pero era igual que trabajar en una Reserva sin ventanas. Ni siquiera las pantallas que tienen ustedes me han provocado la sensación que tengo ahora. Aquí estoy encarándome con la realidad de lo que mentalmente he creído durante toda mi vida… y casi me resulta excesivo para poder aceptarlo.
Kirk había calculado cuidadosamente el momento de la entrevista. Mientras los mercanianos se hallaban allí, sobrecogidos por un pasmo reverencial ante el espectáculo que tenían delante, el brillante disco blanco de Mercaniad tocó el curvo horizonte de Mercan, se deslizó por debajo del cielo del planeta, y derramó bandas de colores en ambas direcciones por la atmósfera mercaniana. Tan pronto hubo comenzado, desapareció.
Y se hicieron visibles las brillantes bandas de los brazos galácticos de Orión y Sagitario, más brillantes de lo que jamás los habían visto los mercanianos, dado que no había atmósfera que atenuara la luz.
—Thallan, ¿por qué no nos habían dicho que podía ser tan hermoso? —quiso saber Delin.
—Porque uno no puede describir verdaderamente la belleza que jamás ha visto…
Othol se hallaba en el puesto de observación de estribor, contemplando los brazos galácticos.
—Es de allí de dónde vinimos. ¿Y, dice usted, Kirk, que allí hay un número incontable de soles como Mercaniad?
—Algunos de ellos son más brillantes que una centena de soles como Mercaniad —declaró Spock.
Thallan meneó la cabeza.
—A ellos —dijo señalando a los mercanianos jóvenes—, les resultará más fácil que a mí adaptarse a estas nuevas realidades, a pesar de que yo he pensado en ellas durante más tiempo del que ellos han vivido.
—Honorables huéspedes de la Federación de Planetas Unidos —dijo Kirk, y su traductor emitió las sílabas del idioma mercaniano formal de sonidos afectados, en respuesta al uso que Kirk acababa de hacer del lenguaje formal de diplomacia de la Federación—. Por favor, siéntense para que podamos hablar. Les he pedido al señor Spock, al señor Scott y al doctor McCoy que se unan a nosotros con el fin de que el grupo de ustedes y el nuestro pudiera ser de igual tamaño e importancia. La ordenanza Janice Rand no tomará parte en las conversaciones pero hará un registro completo de las mismas para el uso mutuo de ambos grupos en el caso de que deseemos hacer referencia a algún asunto que hayamos tratado. ¿Les parece satisfactoria esta disposición?
Kirk había eliminado deliberadamente la mesa de conferencias porque en todo el tiempo que había pasado en la Morada no había visto ni una sola vez que los mercanianos se sentaran en torno a una mesa. Cuando él y el resto del grupo de descenso habían sido interrogados por Pallar y los demás guardianes, no lo habían hecho en torno a ninguna mesa. Kirk sabía el porqué. Todos estaban armados… incluyendo a los cuatro oficiales de la Flota Estelar y a la ordenanza Janice Rand, con pistolas fásicas Mark II a la vista. Además, Kirk tenía la pistola mercaniana que Orun le había comprado en Celerbitan. Los ciudadanos armados que se hallaban bajo el código de duelo no podían conferenciar en un ambiente en el que una parte de sus cuerpos estuviera oculta como hubiera sido el caso de hallarse en torno a una mesa. Sólo Janice Rand estaba sentada con un pequeño escritorio a su lado, a popa de la sala. Tampoco supuso Kirk que las armas podrían ser depositadas sobre la mesa; daba por sentado que para las armas de fuego el único lugar aceptable en el que podían estar en opinión de los mercanianos era la funda, cuando no las utilizaban con propósitos sociales. Estaba en lo cierto.
—¿Les apetece tomar un refresco? —preguntó Kirk cuando todos se hubieron sentado en un semicírculo de sillones, los unos de cara a los otros.
Thallan amablemente declinó la invitación.
—Suponemos que nos ha pedido que nos reuniéramos con ustedes para poder hablar de la nueva situación de Mercan creada por la llegada de ustedes y la subsecuente estabilización de Mercaniad.
—En parte, sí —replicó Kirk.
—No estoy seguro de que ninguno de nosotros esté cualificado para hablar en lugar o en nombre del grupo de la Técnica en asuntos que afectan al curso de los acontecimientos futuros de la Morada —señaló Thallan.
—¿Desearía regresar a la Morada cuando le placiera para hablar del asunto con sus Pares de la Técnica? —preguntó Kirk. Estaba dispuesto a hacer eso en el caso de cualquiera de los tres grupos, pero no tenía intención de dejarlos marchar sin una escolta de la
Enterprise
: un grupo de selectos miembros del equipo de seguridad—. Eso puede disponerse fácilmente. Pero por ahora, hablaremos con ustedes como representantes temporales de los Pares de la Técnica. También tenemos intención de hablar en privado con un grupo de los procuradores así como con un grupo de guardianes, aquí, en esta sala, donde podrán ver lo que todos los demás hayan visto. Luego convocaremos aquí una reunión de los tres grupos, para hablar de lo concerniente a las futuras disposiciones políticas que deban tomarse en la Morada, mientras nosotros, pertenecientes a la Federación de Planetas Unidos, nos mantendremos al margen para informarlos en lo concerniente a la Federación en el caso de que les interese solicitar el ingreso como miembros de la misma.
—¿Tienen ustedes intención de poner de acuerdo a esos tres grupos mercanianos?
—Así es. Y no interferiremos en las deliberaciones que deberán tener lugar entre los mismos.
—¿No tienen intención de ponerse de parte de la Técnica para establecer un nuevo orden en Mercan? —preguntó Othol, con incredulidad.
—Nosotros no vivimos en la Morada. Es un problema de ustedes y son ustedes quienes deben resolverlo —explicó Kirk—. Según las disposiciones de nuestro propio código, nosotros no podemos intervenir en los asuntos internos de la Morada.
—Pero… —comenzó a decir Othol.
—Pero —lo interrumpió Kirk—, podemos ayudarlos poniendo en el conocimiento de ustedes, de los procuradores y de los guardianes, cómo se han solucionado problemas similares de convivencia en otras moradas. Ésa es una de las razones por las que les he pedido que se reunieran con nosotros en este momento. Cuando los procuradores y los guardianes se reúnan en privado con nosotros, se les dirán y enseñarán las mismas cosas que les diremos y les enseñaremos a ustedes. Pero el cómo digamos y enseñemos esas cosas dependerá en la respuesta de ustedes a una pregunta muy simple: ¿Creen ahora que nosotros hemos llegado de la Cinta de la Noche que se ve ahí fuera —Kirk señaló los brillantes brazos del espiral galáctico que destellaban más allá de los puestos de observación—, y que allí pueden haber también otras moradas similares a la de ustedes?