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Authors: Lee Correy

Tags: #Ciencia ficción

La morada de la Vida (5 page)

BOOK: La morada de la Vida
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Pareció pasmada al ver que Kirk y la partida de descenso se materializaban ante ella.

—¡Capitán, cuidado! —gritó Janice Rand.

Y el grupo descubrió que tenían una comisión de bienvenida de otros dos, aparentemente varones jóvenes, de apariencia y atuendo similares a los de la mujer.

La diferencia era que se hallaban a uno y otro lado del grupo, con sus pistolas desenfundadas que se apuntaban mutuamente… y apuntaban al grupo de tripulantes de la
Enterprise
.

—¡A cubierto! —chilló Kirk, lo que resultaba bastante innecesario porque los otros tres ya habían reaccionado de acuerdo con el entrenamiento recibido. Junto con Kirk, se echaron al suelo y rodaron sobre sí, desenfundando sus pistolas fásicas durante el proceso.

Dos detonaciones casi simultáneas de las armas de los humanoides, estremecieron el claro. Se oyó el sonido contundente de un proyectil que golpeaba a uno de los árboles, seguido del silbar de otro proyectil que rebotaba en alguna superficie para perderse luego en la distancia.

Un humo blanco que olía a huevos podridos, el hedor característico de la pólvora negra quemada, llenó el aire. Para cuando se hubo disipado lo suficiente como para permitir la visibilidad, Kirk y su grupo se hallaban nuevamente de pie, con las pistolas fásicas desenfundadas y las piernas flexionadas en posición de acción inmediata… todos excepto McCoy, que había desenfundado un sensor y no la pistola fásica.

La mujer profirió un grito en un idioma desconocido, desenfundó su arma muy lentamente, la empuñó por lo que parecía ser el cañón metálico, y se la ofreció a Kirk dirigiendo hacia él la parte de la culata y la recámara.

Los dos varones jóvenes siguieron su ejemplo, aunque limitándose a dejar caer las armas sobre la hierba y extender las manos delante de sí, con las palmas hacia arriba y los cantos de las mismas en contacto.

Aquellos actos de los humanoides eran obviamente de rendición y sumisión.

Uno de los hombres jóvenes dijo algo en un idioma desconocido.

—Traductores —ordenó Kirk, prendiendo su traductor universal en la parte delantera de su uniforme—. Bones, tienen aspecto de ser humanoides. ¿Qué me dice de eso?

—No hay duda alguna —replicó McCoy, estudiando las lecturas del sensor—. Pero el examen preliminar no corresponde a ninguna de las otras especies humanoides galácticas conocidas. A primera vista, se parecen tanto a los seres humanos como los romulanos a los vulcanianos.

Kirk tendió una mano y cogió cuidadosamente el arma que le ofrecía la mujer, mientras Scotty avanzaba para recoger una de las pistolas que habían sido disparadas. Kirk no tuvo tiempo para nada más que echarle una rápida ojeada al arma que tenía en la mano, pero el entrenamiento académico y su familiaridad con las armas, tanto antiguas como modernas, le dijo mucho con sólo aquella mirada breve.

El arma era una pistola de cañón corto sin estrías, con un calibre de aproximadamente quince milímetros de diámetro. Se disparaba mediante un percutor, y Kirk no halló trazas de funcionamiento semiautomático. Era de un solo disparo y se cargaba por recámara.

Lo realmente extraño era que carecía totalmente de mecanismos de puntería: no tenía ni mira anterior, circular o de aguja, ni posterior de muesca. No había forma de apuntar el arma con precisión.

—Bueno, procuradores, ¿no van a detenernos? —dijo uno de los hombres cuyas palabras resultaron comprensibles al pasar a través del traductor de Kirk.

—Orun, te dije que los procuradores habían descubierto nuestro nexo con la Técnica —le espetó la mujer a uno de los jóvenes—. Pero, no, ¡tú y Othol teníais que meteros en un asunto de honor!

—Othol dio a entender que yo había faltado a mi lealtad para con la Técnica —respondió airadamente el joven interpelado. Sorprendentemente, era aún más alto que la mujer y el otro varón, y llevaba una banda de tela de color verde para mantener apartados del rostro sus largos cabellos, en lugar de la de color amarillo que tenía el otro joven—. Según el código, no me quedaba otro recurso que el de buscar una satisfacción… cosa que ya ha quedado resuelta.

—¡Sí, pero a qué precio! —dijo la muchacha—. Los procuradores nos han descubierto.

—Un momento —intervino Kirk—. Nosotros no somos «procuradores». Somos visitantes.

El más bajo de los dos varones, el llamado Othol, adoptó un aire muy suspicaz ante aquella afirmación.

—¿Visitantes? ¿De dónde? Ustedes no se parecen a nosotros. No visten como los otros que conocemos. Sus aparatos son diferentes. Tienen que ser, por tanto, unas unidades de procuradores especialmente creadas. —Presentó sus manos con las palmas hacia arriba y las muñecas juntas—. Así pues, adelante, deténgannos, procuradores.

—Nosotros no somos procuradores —repitió Kirk—. Somos visitantes.

—¿Cómo puede ser eso? —preguntó Othol.

La muchacha intervino entonces.

—Othol, puede que digan la verdad. ¿No oyes las extrañas palabras que salen de su boca, y luego las palabras conocidas que manan del dispositivo que lleva prendido a la ropa? ¿No ves los equipos que tienen la mujer y el otro hombre, una especie de dispositivos sensores que nos están sondeando?

—¿Pero de qué otro sitio podrían venir? —quiso saber Othol—. Ésta es la Morada de la Vida del Universo. No existe ningún otro lugar, Delin.

—¿Cuál es el nombre de este mundo? —preguntó Kirk.

—Mercan —fue el vocablo que salió de la boca de Delin, la muchacha.

—La Morada de la Vida —fueron las palabras que manaron del traductor de Kirk.

—Jim —intervino McCoy—, eso tiene sentido. No tienen luna, ni otros planetas, sólo su sol, y desde aquí no pueden ver ninguna otra estrella ni en la más oscura de las noches. El concepto de la galaxia habitada no es parte de su pensamiento. Cuando Spock analice este idioma, apuesto a que no encontrará ninguna palabra para «estrella», «vuelo espacial» o «astronomía». Y si uno no tiene esas palabras, no piensa en esas cosas.

Naturalmente, el traductor de McCoy emitió las palabras de la Federación referentes a la astronomía mientras él las pronunciaba; incluso el sencillo traductor ya había determinado, a través de su programación, que esos conceptos no existían en la estructura de aquel idioma nuevo.

Orun, el más alto, había estado escuchando y a continuación habló.

—Delin podría tener razón, Othol. Sus dispositivos de locución son algo que no había visto nunca antes, y estoy enterado de todos los trabajos más avanzados de la Técnica.

Y ese dispositivo acaba de pronunciar palabras nuestras mezcladas con otras que no tienen significado. Esa gente no puede provenir de la Morada de la Vida.

—¿Que no son de Mercan? No me digas que crees en esa nueva hipótesis de Partan sobre que Mercan vino de la Cinta de la Noche y que nosotros no nos originamos aquí —le espetó bruscamente Othol.

Pero resultaba obvio que Delin no quería entrar en discusiones en aquel momento. Parecía preocupada por algo.

—¿No son ustedes procuradores?

—No somos procuradores —repitió Kirk—. Yo soy Jim Kirk. Ésta es Janice Rand. —La palabra «ordenanza» no tendría traducción—. Éste es el especialista médico doctor McCoy. Y éste es mi técnico, Montgomery Scott. Somos visitantes. Venimos realmente de la Cinta de la Noche. Necesitamos ayuda de su Técnica.

Kirk no entendía aún plenamente la organización social en la que se hallaban, pero estaba razonablemente seguro de que la «Técnica» era la organización de científicos e ingenieros, los que habían desarrollado y construido el sistema de transportadores que funcionaba en Mercan. Aquellos humanoides ectomórficos de elevada estatura eran un maravilloso hallazgo, y era altamente probable que no fuesen tan primitivos como para que no pudiera invitárselos a formar parte de la Federación. No obstante, la carencia de conceptos cosmológicos le inquietaba porque podía convertirse en un importante obstáculo para que fueran aceptados dentro de la Federación. Además, podía significar que Kirk estaba violando la Orden General Número Uno, la Primera Directriz.

De hecho, era plenamente consciente de que posiblemente ya lo había hecho.

—Si ustedes no son procuradores —le dijo Delin—, les amenaza entonces un mayor peligro por parte de los guardianes. Deben venir con nosotros de inmediato. Esperábamos la llegada de procuradores y ya nos habríamos marchado de aquí si Othol y Orun no se hubieran visto obligados por el Código a buscar una satisfacción a causa de una observación descortés. ¡Vámonos!

Se oyó el inconfundible zumbido resonante de materialización por transportador que repentinamente llenó el aire del calvero.

Un escuadrón de hombres armados, con casco negro y armadura, cuyos cuerpos muy altos y delgados estaban cubiertos con placas antibalas, y cada uno de los cuales llevaba el signo de la autoridad en un hombro, se materializaron en puntos estratégicos del claro.

—¡Los procuradores! —les advirtió Orun, y echó a correr… pero luego se detuvo en seco cuando una de las figuras vestidas de negro disparó dos veces con una pistola por encima de su cabeza, obviamente con la deliberada intención de no acertar y advertirle que el siguiente disparo podría hacer blanco.

Y la partida de descenso de la
Enterprise
se encontró de pronto completamente rodeada por hombres armados de elevada estatura, cada uno de los cuales apuntaba su pistola hacia ellos.

3

A cualquiera le hubiera resultado difícil decir cuál de los grupos fue el más sorprendido, si los cuatro del grupo de tierra de la Federación, o los diez procuradores armados y acorazados de Mercan. Los unos y los otros permanecieron inmóviles y mirándose fijamente durante una fracción de segundo.

Fue Kírk quien rompió el momentáneo silencio espetándole una orden a los suyos.

—Escondan las fásicas.

Dicha orden fue inmediatamente expresada por el traductor en el idioma de Mercan, excepto la palabra «fásicas» , para la que no existía equivalente en la lengua mercaniana. Kirk contaba con eso, y los miembros de la
Enterprise
deslizaron las pistolas fásicas debajo de los uniformes.

Muchos años antes, en la academia, Kirk se había visto expuesto a las antiguas armas de fuego, había trabajado con ellas y sabía qué tipo de estragos físicos podían causar sus proyectiles. A diferencia de la descarga energética paralizadora de una pistola fásica a media potencia, las balas de las armas de fuego que funcionaban con pólvora causaban extensos daños localizados al desgarrar el tejido, y la onda expansiva destrozaba literalmente la carne. No quería que McCoy tuviera que enfrentarse con ese tipo de heridas sufridas por uno de los miembros del grupo de descenso, ni en aquel momento ni en aquellas condiciones.

—Quietos. No se muevan. —Aquella orden la profirió uno de los procuradores que estaba acorazado y condecorado en un grado superior que los demás, lo cual indicaba que probablemente se trataba del jefe. Pero estaba obviamente tan perplejo como lo habían estado Delin, Orun y Othol unos minutos antes, cuando aquellos extraños se habían materializado en medio de ellos.

—¡Gran Morada! —murmuró el procurador con una entonación de pasmo reverencial que no pudo disimular—. Esta gente de la Técnica se vuelve cada día más extraña… y obtiene constantemente equipos más avanzados.

—Nosotros no somos gente de la Técnica. —Kirk dirigió su observación al jefe del grupo de procuradores—. De hecho, no somos mercanianos. Somos visitantes.

Se produjo un silencio absoluto mientras el jefe procurador intentaba evaluar la situación. Resultaba evidente que estaba confuso. Había llegado hasta allí esperando hallar sólo a los tres jóvenes mercanianos, no a un grupo de cuatro personas de aspecto muy diferente, extrañamente vestidas y de estatura baja, que llevaban equipos raros y hablaban con sonidos extraños que se convertían en palabras a través de aquellos pequeños dispositivos que tenían prendidos a la ropa. Por si eso no fuera ya bastante, no llevaban armas sino sólo unos insólitos equipos colgados de los hombros que zumbaban, silbaban y emitían otra serie de sonidos cuando los dirigían hacia el grupo de procuradores.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó el jefe procurador con tono imperioso—. ¿De qué parte de la Morada provienen?

Kirk no tenía nada en las manos. Abrió las palmas delante de sí para demostrar que no llevaba armas.

—Soy James Kirk, jefe de este grupo. Somos visitantes del exterior de Mercan. —El traductor convirtió la palabra «visitante» en «huéspedes/viajeros/nómadas/buscadores» antes de quedarse sin sinónimos en el programa que acababa de crear de la estructura del idioma mercaniano.

El jefe procurador se volvió hacia Orun.

—Hemos venido para escoltarte, Orun, junto con tus compañeros Othol y Delin, por orden del guardián uno Pallar. Los tres estáis acusados de conducta contraria al Código debido a vuestra abierta defensa de la Técnica de la que sois miembros. Los guardianes ya no pueden tolerar por más tiempo esta violación del Código de Morada. Ahora bien, ¿quiénes son estas gentes de la Técnica? ¿Por qué tienen ese aspecto y por qué visten de esa forma? ¿Por qué hablan una lengua extraña?

—No son de la Técnica; son visitantes, como ellos afirman —replicó el joven mercaniano—. Estoy dispuesto a admitir que yo soy de la Técnica, pero os aseguro con toda certeza que esta gente no pertenece a ella. Se materializaron aquí apenas un poco antes de que llegarais tú y tu grupo procurador Lenos… Y me siento verdaderamente honrado al ver que somos tan importantes como para que el primer procurador en persona comande la patrulla que viene a detenernos.

—Tu irrespetuosa actitud cambiará con el reentrenamiento —observó el procurador Lenos—. Por lo demás, os exijo que os defendáis aquí y ahora… Se me ha ordenado que os lleve a Celerbita, pero no con una bala en el corazón. —Recorrió con la mirada a los cuatro miembros de la
Enterprise
, no muy seguro de qué hacer exactamente—. También a ustedes cuatro los llevaremos con nosotros. Los guardianes querrán sin duda ver qué ha conseguido la Técnica en total secreto.

—Traductor, detención —le ordenó Kirk en voz baja al dispositivo, haciendo que dejara de traducir sus palabras al idioma mercaniano. Luego les habló a los otros tres miembros de la
Enterprise
.

—Nada de resistencia. Nada de violencia. Iremos con ellos. Obviamente, los procuradores son la policía, y resulta que estamos en las manos del jefe de policía de este lugar.

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