Ser uno mismo no significa tener defectos y no querer mejorarlos. Significa aceptarse como uno es y trabajar para ser un mejor ser humano, reconociendo humildemente que uno tiene cosas por cambiar.
Mucha gente simula lo que no es por vergüenza. Porque se siente inferior. A veces, inferior a ese ser que nos desvela y queremos conquistar.
Esto no debe ser así. Los seres humanos no debemos compararnos entre nosotros. Todos somos iguales. Todos tenemos debilidades, todos cagamos, todos nos vamos a morir, pase lo que pase. Que una persona tenga más dinero o poder o bienes, sea más linda, más inteligente, más sensible, no significa que sea mejor. Es sólo una circunstancia de la vida. Que, además, muchas veces, cambia. Mucha gente que en los ‘80 tenía mucha plata, en los ‘90 fundió y muchos de los que en los ’90 eran ricos hoy están en la lona. Los chinos dicen: «La mesa es redonda». La vida va y viene. Lo importante no son los bienes materiales, sino lo que tenemos adentro para dar. Un auto mañana es viejo. Un edificio no te puede hacer mejor.
La vida consiste en descubrir nuestro talento y explotarlo al máximo. Los hindúes creen que todo lo que des se te devolverá. Con las chicas es lo mismo.
Dales lo mejor de vos y te van a devolver lo mejor. Dales amor, cariño, respeto, alegría.
Se como vos sos, explotando al máximo tus virtudes.
No es buen negocio que te quieran por lo que no sos. La mona, aunque se vista de seda, mona queda.
¡Ah! No sabés las caras de las chicas, una vez que las había seducido y aparecía con la coupe. Era como un bonus track de regalo. Los dos disfrutábamos mucho más el auto; que era un auto para disfrutar, realmente. Era infinitamente mejor para ellas. Y para mí, por supuesto.
Yo trabajaba en una multinacional y un día, cuando éramos un país, vino de visita el presidente mundial de la empresa. Un yanqui que medía como tres metros. Nuestra oficina estaba haciendo las cosas muy bien y comenzaban a crecer vertiginosamente, pero había perdido unas cuantas licitaciones; le preguntaron al tipo cómo hacer para no perder más.
El yanqui dijo algo que hasta ese momento nadie había tenido en cuenta:
—Si quieren ganar, hay dos formas. Una es aplicar la filosofía de empresa y ganar o morir dignamente. La otra es coimear, sí, pero teniendo un espía adentro de la compañía que se juegue por vos y te tire el dato cierto. Porque coimear, van a coimear todos, pero uno solo es el que puede ganar.
Te estarás diciendo «¿Y yo pagué por este libro para que estos gansos me vengan a decir que para levantarme a mi cuchi cuchi amada tengo que tener una amiga que sea amiga de ella y le hable bien de mí?»
¡No te sientas mal, tontito!
Sí, todos tenemos una amiga buchona, pero por lo general la usamos mal. Normalmente le pedimos que le hable bien de nosotros a la chiquilla en cuestión; que le resalte nuestras dotes de galán irresistible, nuestros atributos intelectuales…
Paparuladas. Porque cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía. Para las minas somos simples trofeos de caza, como esas cabezas de leopardo que cuelgan de las paredes de las casas de los millonarios de las películas. Entonces la reina, ante la oferta de la buchona, piensa: «Si es tan copado, ¿por qué no te lo enganchás vos que me lo venís a querer endosar a mí?» Y si la buchona está ocupada con otro tipo, piensa algo parecido: «Si es tan genial, ¿qué hace que no está saliendo con nadie?». ¿O vos no pensás lo mismo cuando te quieren presentar a alguien que no pediste y te dicen que está buena?
Entonces la buchona explica que badabim dababam. Patrañas.
Vos agarrás a tu amiga y le pedías que le diga a tu pretendida que estás muerto por ella.
Nada más. Poca data. Que le diga lo menos posible de vos.
Y te pasás unos días sin siquiera mirar a tu pretendida. Unos días, una semanita, dos semanitas.
¿Qué pensás que va a suceder?
Exacto. La diosa va a empezar a preguntar por vos. Las mujeres son mil veces más curiosas que nosotros y no soportan quedarse con las dudas.
Virginia era una de las chicas más hermosas de un pub en donde pasamos nuestras horas de ocio nocturno aquel verano. Morocha salvaje, lomazo, ojos castaños muy claros, lomazo, diseño de vestuario impecablemente cool y sexy, lomazo. Gracias a Dios, era parte del grupete de amigas de la negrita Gabriela. La Negrita, adorable ser, tenía el privilegio de ser la única integrante femenina de nuestro clan. Había otras, pero no eran parte del clan.
Definido que Gabriela era amiguchi de Virginia, le di la comanda habitual: «Negra, andá y decile que me gusta mucho y llevala mañana o pasado a la quinta».
La Negrita, como siempre, cumplió. Primera señal: el sábado la chiquilla vino a la quinta.
Gracias a las artes de la Negra y de alguna otra señorita amiga, el lugar estaba siempre lleno de minitas (y, por supuesto, de buitres; pero eran mis amigos, así que todo bien). Para mi, Virginia era la más linda de la fecha, pero encontró que había competencia. El tema es que estuve con otras hasta las siete de la tarde, hora en que se me acercó la Negra a recordarme que era yo quien había pedido que la llevara a la chica. Segunda señal: evidentemente, ella le había dicho algo a la Negra.
Entonces, media hora más tarde me metí a la pileta, en donde por casualidad, estaba Virginia. Acercamiento casual. Charla casual. No recuerdo cómo, al caer la noche estábamos en mi dormitorio. Después te cuento como termina (porque no termina como te imaginás) así no nos desviamos del tema.
O sea que vas y te conseguís una amiga, pero como Gabriela. Primero: que te conozca. La mentira tiene patas cortas.
Segundo: que le caiga bien a las otras minas. Algo no tan simple como parece. La Negra ha llegado a aplicar el sistema con minas que no conocía. En algunas ocasiones yo le decía: «Negri, la rubia aquella, la que está al lado de la colorada». A los quince minutos a más tardar, Negri aparecía sonriente con la minita de la mano y me la entregaba.
Tercero: que sea inteligente. Tiene que saber qué hablar y qué callar. Solo debe decirle a la chica que te encanta, y deslizar algún que otro pequeño dato acerca de vos, suficiente como para despertar la curiosidad. Nada más.
Cuarto: tiene que ser amiga de posta. Que no se vaya a andar enamorando de vos y que no te habilite porque le gustás y por lo menos así te tiene controlado. Silvina se lo hizo a Honorio y al final lo enganchó. Y el muy badulaque pensaba que había sido algo que había surgido después. ¡La pistola! Silvina siempre supo que lo quería para ella. Pero hasta que él no le diera pelota, otra no le quedaba. Claro: le duró lo que un pedo en una canasta, porque por algo no se había enganchado con ella de una. Ni de una, ni de dos, ni de tres. Se había enganchado de última.
No. Las cosas claras. ¿Somos amigos? Lo hacés de onda. En todo caso, yo te habilito pibitos a vos. Pero en especias no pago.
A veces, esta gran amiga es la novia de un amigo tuyo. En el noventa y cinco por ciento de los casos, de uno de tus mejores amigos.
Eso tiene sus ventajas y sus desventajas.
Como ventaja se encuentra principalmente que, como no quiere que le andes llevando al novio de cabaret en cabaret, te habilita todo el tiempo. Y eso quizá no te reporte muchas novias, pero sí incremente tu vida sexual. La novia de tu amigo te conoce y no te hace perder el tiempo con bagayitos o incompatibilidad de caracteres. Claro que está la excepción a la regla: Vicky Vale, la novia del Tacha, me presentó dos veces a la misma minita, sin reparar que la primera había sido un fracaso.
La desventaja es cuando la novia de tu amigo termina enamorándose de vos. Como le pasó a Diego con Lali.
Como en miles de historias de este tipo, Lali, Perico y Diego pasaban mucho tiempo juntos. Lali está bien buena y es macanuda. Diego es fachero, muy inteligente y muy divertido. Y el Perico tiene que agradecer que, además es bueno y leal, porque Lali le pegó un apure de Padre y Señor Nuestro. Si era otro, todavía la tiene abotonada encima.
La cosa, que había empezado con unos chistes en doble sentido que Diego creyó inocentes, se precipitó un domingo a la tarde. Estaban una vez más en la casa de ella viendo una peli en video. En un momento determinado, el Perico se levantó de la colchoneta en donde los tres tenían depositados sus cuerpos, y rumbeó para la cocina en busca de la merienda. Ni bien el chico salió del play room, Lali se le lanzó a Diego y le ganó la boca apasionadamente. El beso se prolongó hasta que Diego salió de su asombro y comenzaron a revolcarse por el piso como dos cowboys que se están peleando. Ella, convencida de que se trataba de un arrebato, peleaba por seguir con su lengua dentro de la boca de él y él peleaba por quitársela de encima a ella. Finalmente logró separarla. «No aguanto más» fue la explicación de Lali. Y contraatacó: «¿A vos no te pasa lo mismo?». Escucharon los pasos del Perico y todo volvió a como estaba antes del catch as catch can. Ella tuvo que esperar unos días para saber si Diego sentía el mismo calor interno irrefrenable. Se encontraron a solas en un lugar neutral, y como Lali no era la primera novia de un amigo que lo apuraba, Diego tenía una salida: «Se lo decís vos o se lo digo yo», le preguntó y le dio una semana de plazo para pensarlo. A la semana ella cortó con el Perico y nunca más la vimos por el grupo.
Las novias de los amigos a veces se enamoran de vos. Lo que tenés que pensar si te pasa, es si tu amigo es verdaderamente amigo. Y vas a saber qué hacer con ella.
Ahora permítaseme este público reconocimiento a mi amiga Gabriela, a quien espero haber compensado con creces el cumplimiento de su deber y su gallardía en acción, con lo de Damián.
Y para el final, lo prometido.
Volvamos a la quinta. Estábamos con Virginia en la cama. Los dos vestidos solo en mallita. La conversación estaba increíble. Habíamos conectado totalmente. De repente, me golpean la puerta del dormitorio. Era Diego, que venía a avisarme que se iban todos y que nos encontrábamos después en el pub. O sea, buscaron dejarnos a solas. Pero realmente estábamos disfrutando de nuestra conexión y yo creí que lanzar un «Y ahora, ¿por qué no me ganás la boca, chiquilla?» no daba. A eso de la una, nos cambiamos y nos fuimos al pub. Llegamos y ella se fue con sus amigas y yo con los míos. A los cuarenta y tres segundos, viene la Negra y me increpa: «¿Qué le hiciste a mi amiga?» Silencio entre los hombres. Sigue: «¿Qué le hiciste, que está muerta con vos?… Está totalmente enamorada; le encantó la charla y que no la hayas avanzado como cualquier perejil hubiera hecho… ¡Ni siquiera la besaste!»
A los veintisiete segundos viene Virginia y me dice: «¿Vamos un segundito a tu auto, que quiero hablar con vos?»
Ni bien cerré la puerta del carro me comió la boca. Después sí, dormimos muy juntos.
Como veremos, las estrategias se potencian cuando son inteligentemente combinadas. En este caso, la amiga que habilita y un buen «timming» (capítulo 25) dieron como resultado un éxito rotundo.
Entrás al cumpleaños de tu compañera de trabajo, o de tu amiga o de tu prima, o de quien quieras, y enseguida te llama la atención una mujer. Más bien podríamos decir «la» mujer. Una belleza por donde la mires. De esas que tratás de encontrarle el defecto y no podés. Cara divina, cabello hermoso, buenas tetas. «Seguro debe tener feo culo», pensás, pero cuando se para y camina un poco, se lo querés morder. Además parece simpática.
¿Qué hace esta chica sola allí?
No sabemos. El asunto es que ahí está y no podemos dejar de mirarla.
Lo primero que se nos viene a la mente, es acercarnos a hablarle con alguna excusa pelotuda. Lo segundo es sacarle información a la dueña de casa, con la cual no siempre tenemos la confianza necesaria.
El problema con este tipo de mujeres es que están acostumbradas a que se las quiera levantar todo el mundo. Saben perfectamente que gustan y tienen la seguridad de que en un evento de ese tipo, los hombres presentes tienen sus sentidos puestos en ella. Todo esto hace que lograr que se fije en nosotros resulte bastante difícil.
Existe una sucia técnica para llamar su atención y es la siguiente.
Ella en algún momento se pondrá a dialogar con otra chica bastante más feita. De esas a las que ni borrachos le daríamos conversación. Supongamos que la diosa se llama Vanesa y la feita Cindy (Cindy-entes).
Es el momento adecuado.
Acercate a Cindy y hablale. Se simpático y seductor con ella, ignorando, al menos en un principio, a Vanesa.
Tiene que ser evidente que estás en un intento de acercamiento hacia la más fulera.
Vanesa va a estar totalmente desconcertada. ¿Cómo puede ser qe estando ella al lado se te pudiera haber ocurrido fijarte en la otra?
La cabeza le va a empezar a andar a mil, aunque no lo demuestre.
¿Estaré más fea? ¿Este tipo me habrá visto bien? ¿Cómo puede ser que haya caído muerto con este bichito?
Para mejor, Cindy seguramente estará loca de contenta de que le estemos haciendo el filo, porque no está para nada acostumbrada y nos tratará de la mejor manera, dando pie a nuestros flirteos.
Tenés que lograr que todo esto se desarrolle sin que Vanesa se aleje de la escena. Al rato de estar hablando, dale algún pie para que participe de la conversación. Eso va a hacer que, de repente, estén dialogando los tres, pero para Vanesa vos no serás el típico idiota que se le acercó para levantársela, dado que desde el primer momento se dio cuenta que tu interés estaba puesto extrañamente en el bagrecito.
De esa manera, estarás haciendo que ella de forma indirecta, conozca tus dotes de seductor.
Además de curiosidad, sentirá cierta envidia mezclada con desconcierto y una dosis de sorpresa ante algo que nunca antes le había sucedido.
La competitividad que tienen las mujeres entre sí, va a jugar a tu favor.
Vanesa va a sentir que Cindy tiene algo que ella, al menos por el momento, no puede tener. Ese algo es tu atención, tu seducción, tu interés.
Las mujeres no soportan la competencia. Ninguna se banca tener amigas más lindas y menos salir juntas. Cuando en un grupo de amigas, por ejemplo en una confitería, una de ellas está seis puntos, las otras ni bajan de cinco ni suben de siete. Eso sucede por un lado porque no se bancan que en el grupo haya una que sobresalga por su belleza del resto y les quite la atención de los hombres, y por otro lado porque las más lindas tampoco soportan que si aparecen dos o tres amigos juntos, estos huyan despavoridos porque ninguno quiere hacerse cargo del bagayito.