La música del mundo (53 page)

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Authors: Andrés Ibáñez

Tags: #Fantasía, Relato

BOOK: La música del mundo
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—¿hacia dónde vamos? preguntó Estrella… estamos en lo alto de una colina, eso nos da un cierto poder de decisión

—en realidad, no estamos encima de una colina, dijo Jaime, estamos encima de una rodilla…

—podríamos ir hacia allá, dijo Block señalando uno de los caminos que giraban entre las flores de la colcha

—pero ya hemos estado por allí, ¿no? dijo Jaime… hace un rato

—Block quiere volver al pasado, rio Estrella… muy típico de Block

ahora los tres miraban a su alrededor, dudando: por unos lados se extendía el pasado, y por otros el futuro —la dirección del futuro era (aproximadamente) de derecha a izquierda, y hacia los pies de la cama (muy aproximadamente, ya que en el transtiempo la «flecha» temporal era, más que una tensa arma arrojadiza, una especie de anfisbena ondulante…)

—¿hacia dónde vamos? le preguntó Estrella a Block, que les contemplaba a los tres, recostado en sus almohadas, desde arriba —como una especie de
deus ex machina
algo adormilado

—¿me lo preguntas a mí? dijo Block… por mí, volved ahora mismo a
Blackberry winter
, añadió, volviéndose a Jaime y a Block, que se habían puesto de pie y contemplaban los alrededores haciéndose visera con la mano para protegerse del sol… ¿por qué iba a saberlo?

—el camino de
Blackberry winter
… dijo Jaime… quién sabe, creo que lo hemos perdido… estaba por allí, creo…

—no lo encuentro, dijo Block… había manzanos, y una chica saludaba con la mano, sentada en una de las vallas pintadas de blanco…

—estaba por allí, repitió Jaime, estoy seguro de que los tres hemos pasado antes por allí, donde están las ovejas

—¿por allí? dudó Block… creo que no he visto en mi vida ese prado y esas ovejas…

—¿por qué es tan importante
Blackberry winter
? preguntó Estrella, volviéndose de nuevo a Block… ya no sabemos dónde está

—porque es música, contestó Block… un autor mediocre podría incluso sacar «conclusiones morales» de todo esto… además, había una pequeña intriga ahí, ¿no creéis?… quiero decir, hay un camino, pero ¿adónde se dirige?… los que caminan por él ¿llegarán a alguna parte alguna vez?

—¿y eso es todo? dijo Jaime… «es música» y «hay una intriga»

—nuestra vida es música, dijo Block, lo que sucede es que a menudo no oímos, o perdemos la atención… ése es el tema de este libro, al fin y al cabo ¿no?

—oh, dijo Estrella

—¿qué? dijo Jaime

—vaya, dijo Block

—pensaba que yo era el tema de este libro, dijo Estrella con las mejillas rojas (pero no Estrella —su nombre, su trasunto —su personaje, quizá, sus palabras)

—tú eres el ángel de este libro, le dijo Block —no sé si te parecerá suficiente… eres el cielo de este libro —digamos, una cuarta parte del total… porque las otras tres cuartas partes, por supuesto, son purgatorio

—y no hay infierno, dijo Montoliu triunfante… venía vestido de alpinista, trepando trabajosamente por la ladera de la colina-rodilla… nada más llegar arriba se quitó nerviosamente su gorra de lana de colores, y luego empezó a desencordarse —tenía las mejillas rojas por el frío…

—ya estamos los cuatro, dijo Jaime

—exacto, no hay infierno, dijo Block… mi novela favorita trata de una historia de amor que se desarrolla en el Infierno… aquél se trata de un bello Infierno, de todos modos

—estamos divagando, dijo Jaime

—sí, estamos divagando por el transtiempo, le dijo Block con una sonrisa… volved a
Blackberry winter

—eso es absurdo, le decía Montoliu a Block, está claro que el tema de este libro es el efecto

—yo creo que el tema de este libro, le contestó Block, es sobre todo la amistad, la juventud, el amor y la belleza…

—sí, sí, dijo Montoliu, pero eso es muy vago… el problema es el efecto, y lo que está por fuera del efecto… «el mundo del espacio», la realidad, la poesía, la encarnación en las palabras, y también lo que está por fuera de las palabras, el «ponerse a escuchar» de la sonata de Beethoven, el lenguaje cabezal quizá…

—muy complicado, dijo Block… deberíamos quedar algún día para hablar de todo esto más despacio

ahora los cinco estaban impacientes y deseando moverse hacia algún sitio

—mirad dijo Jaime señalando a lo lejos… un avión está aterrizando

—sí, dijo Estrella sin volverse a mirarlo… es el avión de Mencía

—entonces, dijo Block, sólo ha pasado un día

el avión aterrizaba en el hielo del parque Servadac

el avión se hundía entre los árboles de la jungla, y la jungla era el parque Servadac

era un avión de juguete, metálico y plateado —aterrizaba en el centro del lago de hielo, y todos los patinadores, sentados en los bancos de la orilla, aplaudían alegremente…

esa noche llamó Mencía desde Mallorca, y le dijo a Estrella que ella y su amante misterioso saldrían para Países a la mañana siguiente, y Estrella pensó que sería una buena idea recibirles con una comida de Navidad… Jaime llamó a Pedro y a Rosa, a Jesús e Isabel, y ninguno tenía obligaciones familiares; Pedro y Rosa iban a ir a comer a casa de los padres de Rosa, pero volvieron a llamar media hora más tarde para decir que lo habían arreglado y que irían… fueron al aeropuerto; Carlos, el novio de Mencía, era un ingeniero aeronáutico que sonreía todo el rato; tenía una calva incipiente que le hacía parecer mayor de lo que era y le daba además cierto aire de genio del ajedrez, de científico chiflado… Mencía venía en uno de sus
avatara
belepoquistas, con un gran abrigo de lana ceñido a la cintura y un turbante de lentejuelas, fumando en pipa, una pipa de espuma de mar en forma de arabesco, muy optimista y expansiva, gastándole bromas vagamente malvadas a Jaime, abrazando a Estrella, cogiéndola de la cintura y olvidándose del mundo para secretear con ella, y luego volviendo a Carlos, que la miraba con expresión de felicidad, volviéndose a Jaime con una ceja arqueada… más tarde, en casa de Jaime y Estrella, cuando ya habían llegado todos, cada uno con su contribución de botellas o de postres para la improvisada comida de Navidad, los Dormidos tomaron los dos sofás, arrinconados para hacer sitio a la gran mesa de banquetes que les habían prestado unos vecinos pintores que eran amantes de los muebles barrocos, y se dedicaron a celebrar una sesión de la Academia en miniatura (mientras los no académicos o «despiertos», como Jaime solía llamarles, comenzaban a preparar la comida)… ya que todos estaban deseosos de hablar con Mencía, e inmediatamente, todos con dorados vasos de cerveza en la mano, Mencía, Block y Pedro sentados en los sofás, Isabel y Jaime sentados en dos sillas y Jesús de pie, surgió el tema candente

—el cabezal, dijo Mencía, lo malo del cabezal es que es una especie de Zen… no, quiero decir, una especie de Tao, ya que no se puede «ver» desde fuera… es como el Tao: no se puede hablar «sobre» el Tao… lo que pasa con el cabezal es que sólo se puede hablar de él
en
cabezal

—pero eso es porque tú quieres, dijo Jaime

—bueno, sí, en realidad es porque yo quiero, admitió Mencía… lo más importante del cabezal es esto: «lo que parece que significa algo», ésa era la médula del cabezal… cuando una frase parece significar algo, entonces es cabezal

—vaya, dijo Block, yo pensaba que la esencia y la médula del cabezal era precisamente todo lo contrario

—tú lo estás captando, dijo Mencía… eso es, Block está captando la idea

—bueno, esto, empezó Jesús… esto es lo que normalmente se llama «una paja mental»

—«el barco sobre la mar / y el caballo en la montaña», dijo Mencía, eso es cabezal

—pero eso está explicado desde hace años, dijo Jesús, el problema de la «lengua poética», que no es una lengua lógica, «un uso especial de la norma», etc., etc., hay más interpretaciones y explicaciones de la lengua poética que Garcías en la lista de teléfonos

—y el cabezal es una más, dijo Mencía, pues no, señor Gómez, el cabezal no es una más… el cabezal no es un intento de explicar el lenguaje poético… es más una especie de gnoseología

—viene a ser lo mismo, apuntó Pedro

—claro, claro, dijo Mencía, estoy cayendo en vuestra trampa… del cabezal no se puede hablar…

—¿entonces, qué estamos haciendo? Jesús, más por deseo de fastidiar que por otra cosa

—eso es, precisamente, dijo Mencía: «¿entonces, qué estamos haciendo?», esa clase de frases… Wittgenstein escribió «de lo que no se puede hablar, es mejor no hablar», el cabezal es precisamente ponerse a hablar a partir del 7º aforismo del
Tractatus

—la mística, dijo Block

—no, no la mística… o Lorca: «la luna —pero no la luna»… el cabezal es un descubrimiento que afecta al lenguaje en general, y también al pensamiento… las relaciones entre lenguaje y pensamiento son tema para hablar largo y tendido: la hipótesis del cabezal sería algo así como: es posible pensar cosas que no se pueden decir; es posible decir cosas que no se pueden pensar…

—pero ¿qué consecuencias extraes de eso? dijo Estrella

—una «consecuencia» no puede ser cabezal, dijo Mencía, que parecía estarse divirtiendo muchísimo con esta conversación, o, si lo es, entonces es parte del cabezal y no es realmente una consecuencia, tal y como tú la estás entendiendo en este momento… esas dos hipótesis hacen pensar que el lenguaje y el pensamiento son cantidades heterogéneas —pensemos, por ejemplo, en una tabla de grados centígrados y una de grados Fahrenheit puestas al lado una de la otra: las dos miden lo mismo, pero no coinciden nunca, no coinciden en el cero, el uno no es múltiplo del otro, son dos lenguajes distintos, sin ninguna relación el uno con el otro… lo más importante del cabezal es que nos sugiere el borde de una forma, la
presencia
de una forma

—pero yo no entiendo ni una sola palabra, dijo Isabel

—creo que nadie, incluida Mencía, entiende ni una sola palabra, dijo Jaime… pero me imagino que Mencía nos dirá a continuación que para el cabezal, «entender» o «no entender» es algo que no tiene la menor importancia

—es cierto, sonrió Mencía… lo importante es sentir que el lenguaje crea «formas sumergidas» que son lo que nosotros en realidad entendemos… esto se hace especialmente visible en la poesía, donde la concentración de significado es especialmente elevada… «del salón en el ángulo oscuro» no habla de una habitación o una sala grande, en la cual hay una esquina que recibe una menor cantidad de luz, o que está de hecho en la penumbra —no, no habla de eso en absoluto

—¿de qué habla, pues? dijo Jesús

—para mí, indica un movimiento, dijo Mencía… «del salón…» indica movimiento —el movimiento del salón, o probablemente, el movimiento de nuestra conciencia a través del salón

—leer así la poesía, dijo Pedro, puede conducir directamente al solipsismo… mi lectura a ti no te sirve para nada, tu lectura a él no le sirve para nada, etc. es como hundirse en una especie de nebulosa

—es un método muy femenino, dijo Jesús… me gusta

—si dices que te gusta, malo, dijo Mencía… no es un método, no sé exactamente qué es, pero no es un método —para leer, ni para escribir, ni para entender nada… no se trata de entender

—al menos, dijo Isabel, deberíamos entender qué es lo que no importa que no entendamos

—hay un misterio, dijo Mencía… si yo digo «por favor, dame un vaso de agua», conozco la relación que hay entre esas palabras y las cosas, yo sé por qué hablo, hay una relación del signo con el objeto y una pragmática del signo… pero si digo «del salón en el ángulo oscuro» no hay nada de eso…

—¿eso es un misterio?

—lo es… porque ¿por qué me decido a escribir un poema? ¿por qué decido que voy a ordenar unas palabras y que éstas van a ser un poema?

—es el efecto del efecto, dijo Jaime, críptico

—es el efecto en sí, dijo Block, el efecto efectuando, podríamos decir

—bueno, dijo Isabel, finalmente ¿por qué?

—yo no sé por qué, dijo Mencía, pero dado que el poema es cabezal, supongo que mi «necesidad» o mi «decisión» parten del presentimiento de o del deseo de expresar, una «forma sumergida»…

—¿qué es eso de una «forma sumergida»? preguntaron los Dormidos a coro

—todo el que diseña, el que proyecta, hace aflorar formas sumergidas, dijo Mencía… algo así como estructuras inconscientes no pensadas —no pensables

—¿por qué te atrae tanto lo no pensable? le dijo Block con interés

—el cabezal es la punta de un iceberg, dijo Mencía… yo me niego a ser sistemática en su estudio, me dejo arrastrar por el cabezal aun dándome cuenta de que me conduce a perogrulladas, contradicciones, tautologías, y que me juega toda clase de malas pasadas… me interesa lo no-pensable porque hay muchas cosas que pasan por nuestra cabeza, o que habitan allí, y que no pueden ser pensadas… el pensamiento es sólo una parte de nuestra mente

—te refieres al pensamiento lógico, dijo alguien

—no, el pensamiento no es lógico ni ilógico, es inmediato… pensar, es pensar… pensar equivale a «saber que está ahí» y «saber qué es», eso es pensar… a veces intuimos que «está ahí» y no sabemos qué es: esto son sonidos, fantasmas, espíritus, diablos… otras veces, sabemos qué es, pero no sabemos nada más, y esto es la felicidad

—así, todo queda explicado, dijo Pedro

—sí, dijo Mencía poniéndole una mano en el cuello… no me tomes el pelo, López

la Academia de los Dormidos resplandecía

—si nos ponemos a pensar un poco, dijo Mencía, nos daremos cuenta de que casi ninguna de las frases que decimos o que dicen los demás las entendemos realmente… el lenguaje es una cosa extrañísima

ésta era Mencía en el mejor de sus mundos posibles —esta Mencía que dejaba sin respiración a los Dormidos, Mencía hablando de las cosas que amaba y conocía, con la seguridad que dan los años, los libros y los desengaños —Mencía, cómoda, sintiéndose a gusto, admirada (pues esto era imprescindible para que ella se sintiera a gusto), enfrentada suavemente a un desafío intelectual del que saldría triunfante —o del que se podía decir al menos, con su amada H. D., que «la lucha fue valiente»…

—¿podrías poner algún ejemplo de lenguaje cabezal? le dijo Jaime

—parece que yo soy una experta en cabezal, se quejó Mencía… el cabezal —en realidad, son unos cuantos apuntes que escribí una tarde en un trozo de papel que encontré por ahí, «introducción a un sistema cabezal o postulación de un Lenguaje Perdido»… no sé qué es el cabezal… imaginad que a un par de extraterrestres cuya existencia es puramente mental, hay que explicarles qué es la naturaleza: les mostraríamos el sol y un pájaro y una montaña —y ¿qué podrían entender ellos? ¿de qué manera relacionarían el sol, el pájaro y la montaña? ¿qué cualidades les impresionarían más del pájaro, del sol o de la montaña…? yo me doy cuenta de que en cuanto me pongo a hablar del cabezal, no digo más que insensateces —pero, por ejemplo, las odas de Keats, no son otra cosa que cabezal… éste es el «uso consciente» del cabezal, que abre el venero de toda nuestra literatura moderna… es una simpleza creer que la poesía anterior al simbolismo no era «irracional» —por usar esa palabra

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