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Authors: Elena Poniatowska

Tags: #Historico, Testimonio

La noche de Tlatelolco (36 page)

BOOK: La noche de Tlatelolco
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Cuando subí al vehículo militar, me pareció increíble cómo todo volvía a la vida normal. Era como si lo de Tlatelolco no hubiera existido. El hombre al volante me preguntaba dónde deseaba ir; había transeúntes a nuestro lado que ni siquiera nos volteaban a ver, cláxons, taxis, ciclistas, todo como si nada hubiera pasado.

• Claude Kiejman, corresponsal de
Le Monde
.

La normalidad, la tranquilidad de la vida de afuera, fue para mí una bofetada.

• Elvira B. de Concheiro, madre de familia.

Al salir de Tlatelolco, todo era de una normalidad horrible, insultante. No era posible que todo siguiera en calma. Sin embargo la vida ha seguido como si nada y es que somos tan mugres, tan pendejos. Íbamos en el taxi y a la altura de Bellas Artes vimos un trolebús quemándose y la bola de mirones que se ponen siempre que pasa algo. Entonces me agarró una especie como de ataque de histeria y empecé a gritar: «¡Están masacrando a la gente en Tlatelolco!» y quién sabe qué y el del taxi se asustó y arrancó y nos dijo que si volvíamos a hacer eso nos bajaba a la cuadra siguiente.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

En el coche, yendo hacia la casa de esas chicas que fuimos a dejar, Margarita se encontró en un alto a un vendedor de periódicos y desde la ventanilla lo tomó por la camisa y le preguntó:

—¿El periódico dice algo de la matanza que está sucediendo en Tlatelolco?

—No señora, no dice nada, ni lo va a decir. ¿Qué cree que en el periódico van a decir eso?

—Pues entonces tú tienes la obligación de decírselo a cuanta gente veas…

Y sacó la cabeza de la ventanilla y se puso a gritar: «Están masacrando a la gente… Es un asesinato vil!». Esto lo estaba gritando en el cruce de Tacuba y San Juan de Letrán, sin haberse dado cuenta que detrás del periodiquero estaban cuatro o cinco soldados cercando a un trolebús que se estaba incendiando en la esquina… Son cosas inútiles ¿verdad?, pero que en determinado momento no se pueden dejar de hacer. Fue imposible controlar a Margarita. Yo la comprendo porque yo ya tenía a todos mis hijos conmigo y ella no.

• Mercedes Olivera de Vázquez, antropóloga.

Yo me fui a sentar a mi casa y pensé: ¡Mañana el pueblo se levanta en armas! ¡Mañana que se enteren, empieza la Revolución! Y cuando vi que todo seguía igual que nadie se movía, fue el shock más grande de mi vida.

• Enrique Vargas, estudiante de la
ESIQIE
, del
IPN
.

¿Qué va a pasar ahora, mano? ¿Qué va a pasar?

• Eulogio Castillo Narváez, estudiante de la Vocacional 1.

Lo inexplicable de lo sucedido en la Plaza de las Tres Culturas es lo explicable de la necesidad de dominio de una clase en el poder. Mas disponer de interpretaciones lógicas de Tlatelolco no es aminorar el mundo irracional que ha desatado. Más irracional que la matanza surge el deseo de establecer que no sucedió, que no hay responsabilidad ni la puede haber.

• Carlos Monsiváis, «Aproximaciones y Reintegros», «La Cultura en México», no. 453, 14 de octubre de 1970,
Siempre
!

Después, Emery me contó que también estaba en la Plaza cuando entró el ejército. Le dispararon muy cerca y le soltaron varias descargas con verdadera saña, pero de un salto cayó junto al cadáver de un muchacho. Le siguieron disparando pero todas las balas iban a darle al cadáver.

• Raúl Álvarez Garín, del
CNH
.

Abrí la puerta de la casa.

—¿Y Carlitos?

—No ha llegado. No sabemos nada.

Entonces comenzó la peor noche de mi vida.

• Margarita Nolasco, antropóloga.

Arriba, en la tribuna, el desconcierto pronto se convirtió en desesperación. Todo fue claro entonces: aquello era una agresión traicionera. El Batallón Olimpia nos encañonó con sus armas. Y abrió fuego a mansalva contra la multitud que corría allá abajo. El ruido de los fusiles y las ametralladoras, mezclado con los gritos de la multitud y de nosotros mismos, se hizo ensordecedor.

—¡Arriba, arriba! —gritamos algunos, mientras corríamos buscando una salida en aquella amplia terraza del tercer piso del Chihuahua, desde donde los oradores habían hablado.

Al fin, un departamento sirvió de pasajero refugio para unos cuantos. Otros, con peor suerte que la nuestra, ya habían caído bajo el fuego asesino, o estaban a punto de caer.

El ejército hacía fuego en todas direcciones. Dentro del departamento era imposible caminar erguido. Las balas se incrustaban en la pared después de romper cristales y cortinas. Pedazos de yeso y de otros objetos llovían por todas partes, golpeándonos.

En ese departamento, en el quinto piso del Chihuahua, me agarraron los agentes.

• Pablo Gómez, estudiante de Economía de la
UNAM
.

En el décimo piso de un edificio de Tlatelolco que desemboca a Constantino vi el cadáver de un hombre, muerto de un balazo en la cabeza… Bajé corriendo para dar aviso y en esa misma calle encontré a una muchacha que me dijo que se llamaba Georgia Henríquez. Lloraba. Fue a Tlatelolco por pura puntada y resultó herida de bala en la pierna izquierda. «Andaba de curiosa». Creo que pudo hablar por teléfono porque su familia la recogió y se la llevó en un coche, pero
voladaza
… Todos los que estaban en Tlatelolco trataban de comunicarse con sus parientes para no caer en manos de los soldados… Entonces me dio miedo avisar. El cuate éste ya estaba bien muerto.

• Manuel Pacheco Hinojosa, estudiante de Filosofía y Letras, de la
UNAM
.

Vi una mancha de sangre en la pared de enfrente, una mancha grande que escurría. Acerqué la mano, la puse encima de la mancha, y la retiré pegajosa, toda pegajosa. Entonces, sentí, no sé por qué, ganas de vomitar.

• Sofía Bermúdez Calvillo, estudiante de Comercio y Administración de la
UNAM
.

¿Quién ordenó esto? ¿Quién pudo ordenar esto? Esto es un crimen.

• Una voz en la cinta grabada por Juan Ibarrola desde la línea de fuego.

Los culatazos todavía los aguanto, yo lo que no tolero son los escupitajos.

• Mauricio Sabines Cándano, estudiante de la Vocacional 1.

¡Contra la pared, hijos de la chingada, ahorita les vamos a dar su revolución!

• Un «Mano Blanca» a varios miembros del
CNH
.

¡No voltees o te vuelo la cabeza! ¡No voltees! ¡La cara contra la pared!

• Un «Mano Blanca» a Luis González de Alba, del
CNH
.

¡Échese, échese le digo!

• Cinta grabada por Juan Ibarrola.

Hay varios impactos de bala en el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Las oficinas no pudieron ser desalojadas completamente. Sólo algunos empleados del turno vespertino pudieron salir del edificio, ayudados por policías y soldados.

La única precaución que se pudo tomar fue apagar las luces del edificio. Los empleados que no pudieron salir permanecieron retirados de los ventanales y para contestar las llamadas telefónicas se arrastraban en el suelo. El motociclista de la secretaría de Relaciones Exteriores Manuel Landín, resultó herido de un balazo.

• Adolfo Alanís, funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores, informó a la Agencia Noticiosa AMEX.

Del departamento 615 del edificio Chihuahua, en Tlatelolco, fue sacado un niño de 15 años muerto de un balazo en la cabeza.

• Agustina Román de Falcón, habitante de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco.

—Levántese, señora…

La mujer hizo un esfuerzo sin lograrlo.

—¿Qué es usted paralítica? —le pregunté.

—No, no, no sé qué es lo que me pasa en las piernas, no las puedo mover.

—La voy a ayudar a levantarse…

—¡Ay, joven, mejor no!… Me siento tan mal. Estoy toda desarreglada, mire cómo me quedó la falda… No me vea…

—No se preocupe, no la veo… Eso es lo de menos señora. Usted no se puede quedar aquí… Trate, yo no la veo…

La anciana intentó hincarse, intentó estirar una pierna… Entonces se las vi, todas ensangrentadas hasta arriba de las rodillas.

—¡Señora, tiene usted las piernas quemadas por las esquirlas! ¡Voy a ir a buscar a un camillero! ¡Una camilla para un herido!

Sólo entonces la señora empezó a llorar. Tenía más de sesenta años.

• Ricardo Esteves Tejada, estudiante de la Facultad de Medicina de la
UNAM
.

Yo pertenezco al Cuarto Batallón de Infantería, mi grado es el de sargento segundo y estoy bajo las órdenes del coronel Ramón Arrieta Bizcarra. A las 19 horas aproximadamente recibí órdenes de subirme a un camión militar que me trasladó a la Unidad Tlatelolco. Cuando llegó el camión me bajé para entrar a la Unidad pero no me acuerdo por dónde. Cuando iba caminando, oí varios disparos de arma de fuego que provenían de lo alto de varios edificios, en contra mía y en contra de los demás elementos de mi unidad, y traté de zigzaguear junto con mis compañeros, pero cuando iba corriendo se me salió un tiro del fusil que llevaba y me lesioné el pie derecho. Posteriormente me recogió una ambulancia que me trasladó al Hospital Central Militar… Todo esto consta en el Acta número 54832/68, en la Dirección de Investigaciones.

• Jesús Marino Bautista González, Sargento Segundo con domicilio en el Campo Militar del Cuarto Batallón de Infantería.

La mujer lloraba a sollozos como pedradas.

• Carlos Lemus Elizondo, empleado de una zapatería «Canadá».

A mí me da mucho coraje cuando oigo decir que los estudiantes saquearon los comercios, las tiendas, los establecimientos abandonados del Edificio Chihuahua. Ellos no fueron los que se dedicaron al pillaje, en cambio los agentes de guante blanco y algunos soldados bien que rompieron aparadores y se llenaron las bolsas. Puedo certificarlo porque yo lo vi.

• Angelina Rodríguez de Cárdenas, madre de familia.

Alberto se fue con Emilio, su amigo, al mitin. Se quedaron en una esquina de la explanada escuchando a los oradores, viendo a la gente. Incluso había niños que andaban en su bicicleta, y otros que se correteaban, seguramente, habitantes de la Unidad. Parecían ignorar a los oradores, o no eran motivo suficiente para suspender sus juegos, sus diversiones. Alberto y Emilio llegaron temprano. Se dieron cuenta de que ya habían instalado el equipo de sonido porque lo estaban probando como siempre se hace: «Atención, uno, dos, tres, probando, probando… Atención, uno, dos, tres, probando, probando…». Pasó un rato y como se estaban aburriendo hasta pensaron: «Mejor ya vámonos». De pronto se desató la balacera y todos los manifestantes se aventaron al suelo. Emilio quedó encima de Alberto; así se tiraron los dos.

Cuando cesó el ruido de los disparos, Alberto le dijo a su cuate: «Levántate, vámonos, pesas mucho, levántate Emilio, ¡vámonos!». Alberto se incorporó y entonces el otro rodó en el suelo, muerto.

A Alberto ni le iba ni le venía la política. Ahora es tal su shock, su indignación ante el balazo a su amigo, ante la muerte en Tlatelolco que quiere intervenir en política, organizar actos, protestar.

• Gabriela Silva de Guerrero, madre de familia.

Bajo las pancartas, las mantas ensopadas por la lluvia, había dos cadáveres.

• Rosario Acevedo, estudiante de Psicología de la
UNAM
.

…Que las víctimas de la última noche sean curadas, devueltas a sus hogares, que se les pida, con la libertad, perdón…

• María Luisa Mendoza, escritora, periodista, habitante del edificio Cuauhtémoc de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco.

…¿Sabes?, los soldados disparaban contra toda ventana por la que se asomara la gente… Por eso cuando Margarita se asomaba a buscar a Carlitos, eran ráfagas de balazos hacia la ventana del departamento… Después se puso una mascada oscura sobre el pelo rubio casi platino y pudo asomarse con más tranquilidad.

• Mercedes Olivera de Vázquez, antropóloga.

Muchos habitantes de Tlatelolco quisieron organizar brigadas de Salvamento, pero su actuación fue bien precaria por la falta de seguridad en que nos encontrábamos todos… De vez en cuando volvían a escucharse disparos.

• Cecilia Carrasco de Luna, habitante de Tlatelolco.

A la Tercera Delegación llegaron en la madrugada cuatro cadáveres más que aumentaron el número de catorce a dieciocho en dicha comisaría. Han sido identificados Leonardo Pérez González, empleado de la SEP; Cornelio Caballero Garduño de la Prepa 9; Gilberto Ortíz Reynoso de la
ESIQIE
; Luis Contreras Pérez, José Ignacio Caballero González, Ana María Reyes Touché. Llegó además un niño de trece o catorce años con herida de bala, que fue sacado del departamento 615 del edificio Chihuahua. En el Hospital Rubén Leñero se habló de cuatro muertos, uno de los cuales fue aventado frente al hospital desde un auto.


Ovaciones
, 3 de octubre de 1968.

Aproximadamente quince mil balas de distintos calibres han sido disparadas durante los acontecimientos armados en Nonoalco-Tlatelolco.

• Un oficial.

Es notoria la buena calidad de las centenas de bombas molotov lanzadas por los manifestantes, a diferencia de anteriores ocasiones.

• Un oficial.

Después de esto yo me doy de baja del ejército. Esto se pone cada vez peor para los dos bandos. Desde que tomamos
CU
el problema se agravó considerablemente. Quién sabe dónde vayamos a parar.

• Un teniente del Cuerpo de Paracaidistas.

La situación es muy difícil. No podemos tirar a todos lados porque la orden es contestar el fuego únicamente. Desde que estamos aquí nos han disparado continuamente y con armas de grueso calibre… La vida es difícil, sabe usted, y hay que ganársela. Desgraciadamente hay que cumplir la orden porque si damos un paso atrás nos matan a lo tarugo nuestros propios compañeros.

• Un sargento del 19 Batallón de Infantería.

Aquí sólo nos movemos y nos disparan. Hay francotiradores. Necesitamos que manden un convoy de ambulancias civiles para ver si los dejan pasar. Que vengan con las sirenas abiertas para mostrar que son ambulancias.

• Miguel Ángel Martínez Agis, reportero, «Edificio Chihuahua: 18 hrs.»,
Excélsior
; 3 de octubre de 1968.

Soldados armados con ametralladoras disparan a todo aquello que se mueve, sobre todo en las ventanas de los edificios cercanos. Un piquete de soldados arrebató de nuestras manos a un hombre de sesenta años herido en el brazo. Se lo llevaron quién sabe a dónde. A nosotros esto nos indignó.

BOOK: La noche de Tlatelolco
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