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Authors: Jack Vance

Tags: #Ciencia ficción

La saga de Cugel (45 page)

BOOK: La saga de Cugel
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Ahora era Disserl quien llevaba el ojo y el oído.

—Tu escama ha mostrado su poder. Sin embargo, carece de alcance proyectivo. Necesitas nuestra ayuda, por parca que sea. Luego, si tienes éxito, tal vez puedas devolvernos nuestros miembros que nos faltan.

—Puede que ya no se hallen en condiciones de ser usados —dijo Cugel, dubitativo.

—No es necesario preocuparse por eso —respondió Disserl—. Los órganos, bien conservados y listos para ser usados de nuevo, se hallan en la bóveda de seguridad de Iucounu.

—Ésa es una buena noticia —dijo Cugel—. Acepto vuestras condiciones, y me siento ansioso por saber cómo podéis ayudarme.

—Lo primero y más urgente, debemos asegurarnos de que Iucounu no pueda apoderarse de la escama ni por la fuerza ni por la intimidación, o por medio de la Digital Secuestradora de Arnhoult, o por una detención temporal, como el Interín Interminable. Si podemos ganarle en esto, entonces deberá jugar bajo tus propias reglas, y la victoria estará en tus manos.

Vasker tomó los órganos.

—¡Ya me siento más animado! ¡En Cugel tenemos al hombre que puede enfrentarse a Iucounu cara a cara y no retroceder!

Cugel se puso en pie y caminó nerviosamente arriba y abajo por el saloncito.

—Una actitud agresiva tal vez no sea el mejor enfoque. Al fin y al cabo, Iucounu conoce un millar de trucos. ¿Cómo impediremos que utilice su magia? Ese es el meollo del asunto.

—Pediré consejo a mis hermanos —dijo Vasker—. Bazzard, tú y Cugel podéis cenar en el Salón de los Trofeos. Id con cuidado con los espías.

Tras una cena de notable calidad, Bazzard y Cugel regresaron al salón, donde los cuatro magos bebían por turno de un gran tazón de té. Pelesias, que era quien en aquel momento llevaba ojo, brazo y oído, dijo:

—Hemos consultado el Pandaemonium de Boberg, y también el Índice Vapurial. Estamos convencidos de que llevas en ti algo más que una hermosa escama. Más bien es el propio nexo cerebral de Sadlark. Ha ingerido a varias criaturas de fuerte personalidad, incluida nuestra propia comadreja, y ahora muestra señales de vitalidad, como si se estuviera recuperando de un veraneo. De momento no es conveniente proporcionarle más fuerza a Sadlark.

Archimbaust tomó los órganos.

—Pensemos en términos de pura lógica. Proposición uno: a fin de conseguir nuestros objetivos, Cugel debe enfrentarse a Iucounu. Proposición dos: hay que impedir que Iucounu se apodere de la escama.

Cugel frunció el ceño.

—Vuestras proposiciones parecen aceptables, pero yo tengo en mente un programa algo más sutil. La escama servirá de cebo para una trampa; Iucounu correrá ansiosamente hacia ella, y eso lo volverá impotente.

—¡Impracticable, por tres razones! Primera: serás observado por espías, o por el propio Iucounu. Segundo: Iucounu reconoce cualquier cebo desde lejos, y enviará a cualquiera que pase por allí, o a ti mismo, a la trampa que le hayas preparado. Tercero: preferentemente a cualquier negociación, Iucounu utiliza el Antiguo Froust de Tinkler, y te descubrirás recorriendo Pergolo, a grandes saltos de diez metros, para entregarle la escama a Iucounu.

Cugel alzó la mano.

—Volvamos a las proposiciones de la pura lógica. Según recuerdo, no hay que permitir que Iucounu se apodere de la escama. ¿Qué viene a continuación?

—Disponemos de varios corolarios posibles. Para frenar su avaricia, debes fingir la sumisión de un perro apaleado, una postura que Iucounu, en su desmedida vanidad, aceptará fácilmente. Luego necesitamos un elemento de confusión, que nos dé un abanico de opciones entre las cuales elegir. En consecuencia, mañana Bazzard duplicará la escama en oro fino, con una buena florescencia roja de hipolita como nódulo. Entonces cementará la falsa escama a tu sombrero sobre una capa de diambroid explosivo.

—¿Y yo tendré que llevar el sombrero? —preguntó Cugel.

—¡Por supuesto! Así dispondrás de tres cuerdas en tu arco. Todo será destruido si Iucounu intenta incluso el más pequeño de sus trucos. O puedes darle a Iucounu el propio sombrero, luego apartarte un poco y aguardar el estallido. O, si Iucounu descubre el diambroid, se abren otras posibilidades. Por ejemplo, puedes temporizar, luego hacer tu juego con la auténtica escama.

Cugel se frotó la mandíbula.

—Dejando a un lado proposiciones y corolarios, no me siento entusiasmado ante el hecho de llevar una carga de potente explosivo pegada a mi sombrero.

Archimbaust argumentó el programa, pero Cugel siguió dubitativo. De forma un tanto irritada, Archimbaust entregó los órganos a Vasker, que dijo:

—Propongo un plan similar. Como antes, Cugel, entrarás en Almery sin llamar la atención. Lo harás manteniéndote a un lado del camino embozado en tu capa, utilizando cualquier nombre menos el tuyo. Iucounu se sentirá intrigado y acudirá en tu busca. En este punto tu política deberá ser una contenida cortesía. Declinarás educadamente todas las ofertas y seguirás tu camino. ¡Esta conducta empujará a buen seguro a Iucounu a algún exceso poco prudente! ¡Entonces actuarás!

—Esa es la teoría —murmuró Cugel—. ¿Qué ocurrirá si simplemente agarra sombrero y escama, falsa o real, y se la queda para su propio uso?

—Entonces entra en juego el esquema de Archimbaust —señaló Vasker.

Cugel se mordisqueó el labio inferior.

—A cada plan le parece faltar algo para conseguir una completa elegancia.

Archimbaust, tomando los órganos, dijo enfáticamente:

—¡Mi plan es el mejor! ¿Prefieres el Enquistamiento de Forlorn a una profundidad de setenta kilómetros a una o dos onzas de diambroid?

Bazzard, que había hablado poco, planteó una idea:

—Sólo necesitamos utilizar una pequeña cantidad de diambroid, y así eliminaremos los peores temores de Cugel. Tres mínimos son suficientes para destruir la mano de Iucounu, junto con el brazo y el hombro, en caso de conducta impropia.

—¡Este es un excelente compromiso! —dijo Vasker—. ¡Bazzard, tienes una buena cabeza sobre los hombros! Después de todo, no tiene por qué ser necesario usar el diambroid. Estoy seguro de que Cugel sabrá tratar con Iucounu como un gato juega con un ratón.

—¡Limítate a mostrar desconfianza! —remachó Disserl—. ¡Entonces su vanidad se convertirá en tu aliado!

—¡Y sobre todo, no aceptes favores! —dijo Pelasias—. O te encontrarás obligado a él, lo cual es como un pozo sin fondo. En cierta ocasión…

Se oyó un repentino silbido cuando la red de alarma detectó un espía.

—…paquete de frutas secas y pasas para tu bolsa —retumbó Pelasias—. El camino es largo y agotador, especialmente si utilizas el viejo camino de Ferghaz, que sigue todos los giros y revueltas del río Sune. ¿Por qué no te diriges a Taun Tassel sobre el Aguas Brillantes?

—¡Un buen plan! El camino es largo y el bosque Da, oscuro, pero así podré evadir incluso el susurro de la notoriedad, y a todos mis viejos amigos también.

—¿Y tus planes a largo plazo?

Cugel lanzó una melancólica risa.

—Construiré una pequeña choza al lado del río y viviré allí el resto de mis días. Quizá me dedique un poco al comercio de los frutos secos y de la miel.

—Siempre hay un mercado para las hogazas de pan horneadas en casa —señaló Bazzard.

—¡Una buena idea! Puedo dedicarme de nuevo a la búsqueda de antiguos manuscritos, o simplemente a la meditación y a contemplar el fluir del río. Esa, al menos, es mi modesta esperanza.

—¡Es una agradable ambición! ¡Si pudiéramos ayudarte en tu camino! Pero nuestra magia es pequeña; sólo conocemos un conjuro que puede serte útil: la Bondad Multiplicada por Doce de Brassman, mediante el cual un solo terce se convierte en una docena. Se la hemos enseñado a Bazzard, a fin de que nunca se halle en la necesidad; quizás él quiera compartirlo contigo.

—Encantado —dijo Bazzard—. ¡Lo hallarás extremadamente útil!

—Es muy amable de tu parte —dijo Cugel—. Con esto, y con el paquete de frutos secos y pasas, iré bien preparado para mi viaje.

—¡Cuenta con ello! A cambio, quizá quieras dejarnos tu sombrero con este curioso adorno como recuerdo, para que siempre que lo veamos pensemos en ti.

Cugel agitó tristemente la cabeza.

—¡Cualquier otra cosa es vuestra! ¡Pero nunca me separaré de mi talismán de la suerte!

—¡No importa! Te recordaremos de todos modos. ¡Bazzard, aviva el fuego! Esta noche es desacostumbradamente fría.

Prosiguieron la conversación en el mismo talante hasta que el espía se marchó, en cuyo momento, a petición de Cugel, Bazzard le aleccionó sobre el conjuro que controlaba la Bondad Multiplicada por Doce. Luego, como si pensara repentinamente en ello, Bazzard se dirigió a Vasker, que era quien llevaba ahora el ojo, el oído y el brazo:

—Quizá otro de nuestros pequeños conjuros pueda ayudar también a Cugel en su camino: el conjuro de las Piernas Incansables.

Vasker dejó escapar una risita.

—¡Qué idea! ¡No creo que a Cugel le guste ser descubierto utilizando un conjuro reservado normalmente para nuestros wheriots! Un conjuro así no es acorde con su dignidad.

—Yo siempre sitúo la dignidad en un segundo plano ante la utilidad —dijo Cugel—. ¿Qué hace ese conjuro?

—Previene las piernas de la fatiga de un largo día de marcha —dijo Bazzard, casi disculpándose—, y como Vasker ha indicado, lo utilizamos principalmente para animar a nuestros wheriots.

—Consideraré el asunto —dijo Cugel, y así quedó la cosa.

Por la mañana, Bazzard llevó a Cugel a su taller, donde, tras enfundarse unos guantes mojados, duplicó la escama en oro fino, con un nódulo central formando una llameante florescencia roja de hipolita.

—Bien —dijo Bazzard—; ahora, tres mínimos de diambroid, o quizá cuatro, y el destino de Iucounu estará sellado.

Cugel observó lúgubremente mientras Bazzard cementaba diambroid al ornamento y lo sujetaba a su sombrero mediante un cierre secreto.

—Descubrirás que representa una gran seguridad para ti —dijo.

Cugel se encasquetó cuidadosamente el sombrero.

—No veo ninguna ventaja evidente en esta falsa y explosiva escama, excepto el hecho de que el duplicado es valioso por los propios materiales que lo forman. —Metió la «Estallido Pectoral» en el dobladillo de un guante especial proporcionado por los cuatro magos.

—Te procuraré un paquete de frutos secos y pasas, y estarás preparado para seguir tu camino —dijo Bazzard—. Si caminas a buen paso, debes llegar a Taun Tassel, en el Aguas Brillantes, antes de la caída de la noche.

—Cuanto más considero el camino que me queda por delante —dijo Cugel pensativo—, más favorablemente inclinado me siento hacia el conjuro de las Piernas Incansables.

—Es cosa de pocos minutos —dijo Bazzard—. Déjame consultarlo con mis padres.

Los dos hombres se dirigieron al saloncito, donde Archimbaust consultó un índice de conjuros. Cadenciando las sílabas con esfuerzo, arrojó la fuerza salutífera hacia Cugel.

Ante la sorpresa de todos, el conjuro golpeó las piernas de Cugel, rebotó, golpeó de nuevo sin efecto, luego se alejó cliqueteando, reverberó de pared en pared, y finalmente se desvaneció con una serie de pequeños sonidos chirriantes.

Los cuatro magos se consultaron largamente. Al fin, Disserl se volvió a Cugel.

—¡Este es un suceso de lo más extraordinario! ¡Sólo puede explicarse por el hecho de que llevas la «Destello Pectoral», cuya extraña fuerza actúa como una coraza contra la magia terrestre!

—¡Prueba el conjuro de la Efervescencia Interna con Cugel! —exclamó excitado Bazzard—. ¡Si se revela ineficaz, entonces sabremos la verdad!

—¿Y si el conjuro es eficaz? —preguntó fríamente Disserl—. ¿Es éste tu concepto de la hospitalidad?

—¡Mis disculpas! —dijo Bazzard, confuso—. No pensé lo suficiente en el asunto.

—Parece que debo olvidarme de las «Piernas Incansables» —dijo Cugel—. Pero no importa; estoy acostumbrado al camino, de modo que me marcharé ahora mismo.

—¡Nuestras esperanzas van contigo! —dijo Vasker—. Valentía y precaución: ¡deja que ambas trabajen lado a lado!

—Os agradezco vuestro sabio consejo —dijo Cugel—. Ahora todo depende de Iucounu. Si la avaricia domina su prudencia, pronto conoceréis la alegría de vuestros robados miembros. Bazzard, nuestro fortuito encuentro ha demostrado ser provechoso. O eso espero. Cugel abandonó Llaio.

2
La «Estallido Pectoral de Luz»

Donde un puente de cristal negro cruzaba el río Sune, Cugel encontró un cartel anunciando que había vuelto de nuevo a la región de Almery.

La carretera se bifurcaba. El viejo camino de Ferghaz seguía el Sune, mientras que la Senda de Marchas del Reino de Kang se desviaba hacia el sur, cruzaba las colinas Suspendidas y descendía al valle del río Twish.

Cugel tomó a la derecha, encaminándose así hacia el oeste a través de un paisaje de pequeñas granjas, delimitadas las unas de las otras por hileras de altos árboles mulgoon.

Un arroyo surgía del bosque Da para unirse al Sune; el camino lo cruzaba mediante un puente de tres arcos. En el extremo más alejado, inclinado contra un damson y mordisqueando indolentemente una pajita, estaba Iucounu.

Cugel se detuvo a mirar, y finalmente decidió que lo que veía no era una aparición ni una alucinación de rostro amarillento de colgantes carrillos, sino al propio Iucounu. Una chaqueta color gamuza cubría su torso en forma de pera; las delgadas piernas estaban embutidas en unos ajustados pantalones a rayas rosas y negras.

Cugel no había esperado ver a Iucounu tan pronto. Se inclinó hacia delante y miró, como si dudara.

—¿Estoy en lo cierto en reconocer a Iucounu?

—Completamente en lo cierto —dijo Iucounu, haciendo girar sus amarillos ojos en todas direcciones excepto hacia Cugel.

—¡Esto es una auténtica sorpresa!

Iucounu se llevó una mano a la boca para ocultar una sonrisa.

—Una sorpresa agradable, espero.

—¡Ni que decirlo! Nunca esperé encontrarte holgazaneando al borde del camino, ¡y me sobresaltaste, de veras! ¿Has venido a pescar desde el puente? Pero veo que no llevas ni caña ni cebo.

Iucounu volvió lentamente la cabeza y examinó a Cugel con entrecerrados ojos.

—Yo también estoy sorprendido de verte de vuelta de tus viajes. ¿Por qué has ido hasta tan lejos? Tus anteriores depredaciones se produjeron a lo largo del Twish.

—Estoy evitando a propósito los antiguos lugares por los que merodeaba, y mis viejas costumbres también —dijo Cugel—. Ninguna de las dos cosas me ha traído provecho.

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