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Authors: Agatha Christie

La señora McGinty ha muerto (25 page)

BOOK: La señora McGinty ha muerto
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Le abrió la puerta mistress Scott, la anciana ama de llaves, y preguntó por mistress Rendell.

Hallábase esta en la sala, con el aparato de radio encendido, y se levantó con sobresalto al serle anunciado Poirot.

Obtuvo este la misma impresión que la primera vez que la viera. Cautelosa, alerta, asustada de verle o de lo que representaba.

Parecía más pálida y más etérea que la vez anterior. Y estaba casi seguro de que había adelgazado.

—Deseo hacerle una pregunta,
madame
.

—¿Una pregunta? ¿Eh? ¡Ah!, sí.

—¿Le telefoneó a usted mistress Upward el día de su muerte?.

Le miró fijamente. Asintió con un movimiento de cabeza.

—¿A qué hora?

—Mistress Scott tomó el recado. Creo que fue a eso de las seis.

—¿Cuál fue el mensaje? ¿Pedirle que la visitara aquella noche?

—Sí. Dijo que mistress Oliver y Robin marchaban a Kilchester y que se quedaría completamente sola, puesto que Janet salía. ¿Podría yo ir a hacerle compañía?

—¿Sugirió alguna hora en particular?

—De nueve en adelante.

—¿Y usted fue?

—Tenía esa intención. De veras que tenía esa intención. Pero no sé cómo ocurrió que aquella noche me quedé profundamente dormida después de cenar. Eran más de las diez cuando me desperté. Pensé que sería ya demasiado tarde.

—¿No le dijo usted a la Policía nada de la llamada de mistress Upward?

Abrió desmesuradamente los ojos. Tenían una mirada, ingenua, casi infantil.

—¿Debiera haberlo hecho? Puesto que no fui, creí que no importaría. Quizá, incluso, me sintiera un poco culpable. De haber ido yo, tal vez se encontrara viva en estos instantes —aspiró profundamente de pronto—. ¡Oh!... Espero que no fuera así.

—No fue así del todo —dijo Poirot.

Hizo una ,pausa y luego preguntó:


¿De qué tiene usted miedo, madame?

Mistress Rendell contuvo el aliento. Al fin, dijo:

—¿Miedo? No tengo miedo.

—Sí que lo tiene.

—¡Qué tontería! ¿De qué... de qué había de tener miedo yo?

Poirot aguardó aún unos segundos antes de contestar:

—Pensé que quizá pudiera tenerme miedo a mí.

No le repuso ella. Pero se le abrieron desmesuradamente los ojos. Sacudió la cabeza en movimiento negativo, muy despacio y con gesto retador.

Capítulo XXIV

—Por ese camino vamos a parar al manicomio —dijo Spence.

—¡Oh!, no es tan complicado como todo eso —respondió, apaciguador, Hércules Poirot.

—Eso es lo que usted dice. Cada nuevo dato que nos llega hace más difícil la investigación. Ahora me dice usted que mistress Upward telefoneó
a tres
mujeres. Que les pidió que fueran a su casa, aquella noche. ¿Por qué tres? ¿No sabía ya cuál de ellas era Lily Gamboll? ¿O no se trata de Lily Gamboll, después de todo? Fíjese en ese libro que lleva el nombre de Evelyn Hope. Sugiere, ¿verdad?, que mistress Upward y Eva Kane eran una sola persona.

—Lo cual está completamente de acuerdo con la impresión que a James Bentley le dieron las palabras de mistress McGinty.

—Creí que él no estaba seguro.

—Y no lo estaba. A James Bentley le resultaría imposible estar seguro de nada. No escuchó con atención lo que mistress McGinty le decía. No obstante, si a James Bentley le dio la impresión de que mistress McGinty hablaba de mistress Up ward, es muy posible que así sea. Las impresiones tienen fundamento con frecuencia.

—Nuestras últimas noticias de Australia (se marchó a Australia, en efecto, y no a América) parecen ser que "mistress Hope" murió allá hace veinte años.

—Eso ya me lo han dicho —dijo el detective.

—Usted siempre lo sabe todo, ¿eh, Poirot?

Este no hizo caso de la ironía. Dijo:

—Por un lado tenemos a "mistress Hope", muerta en Australia, ¿y por el otro?

—Por el otro tenemos a mistress Upward, viuda de un acaudalado fabricante del norte de Inglaterra. Vivió con él cerca de Leeds y tuvo un hijo. Poco después de nacer el hijo, murió el marido. El muchacho acusaba una tendencia tuberculosa, y desde la muerte de su esposo vivió la mayor parte del tiempo en el extranjero.

—¿Y cuándo empieza la historia?

—Cuatro años después de marcharse Eva Kane de Inglaterra. Upward conoció a su mujer en el extranjero y la trajo a Inglaterra después de casarse.

—De suerte que mistress Upward podría ser Eva Kane. ¿Cómo se llamaba de soltera?

—Hargraves, según tengo entendido. Pero ¿qué hay en un nombre?

—¿Qué, en efecto? Eva Kane, o Evelyn Hope, puede haber muerto en Australia... pero puede muy bien haber combinado una muerte de conveniencia y resucitado con el nombre de Hargraves, haciendo a continuación una nueva boda.

—Todo eso ha ocurrido hace mucho tiempo —dijo Spence—. Pero supongamos que es cierto. Supongamos que conservó una fotografía suya y que mistress McGinty la vio... Entonces ha de suponerse que
ella
mató a mistress McGinty.

—Eso podía ser, ¿verdad? Robin Upward estaba hablando por radio aquella noche. Mistress Rendell hablaba de haber ido aquella noche a Laburnums y de no haber conseguido que la oyeran. Según mistress Sweetiman, Janet Groom le dijo que mistress Upward no estaba tan impedida. como quería hacer creer.

—Todo eso está muy bien, Poirot; pero subsiste el hecho de que a
ella
la mataron... después de haber reconocido el retrato. Ahora quiere usted hacer creer que las dos muertes no tienen relación alguna.

—No, no. Yo no digo eso. Claro que están relacionadas.

—Me doy por vencido.

—Evelyn Hope. Ahí está la clave del problema.

—¿Evelyn Carpenter? ¿Es eso lo que usted piensa? ¡
No
Lily Gamboll, sino la hija de Eva Kane! Pero ¡no me diga que iba a matar ella a su propia madre!

—No, no. Este no es un caso de parricidio.

—¡Qué exasperante es usted, Poirot! ¡Acabará diciendo que Eva Kane, y Lily Gamboll, y Janice Courtland, y Vera Blake, viven
todas
en Broadhinny! Las cuatro sospechosas.

—Tenemos más de cuatro. No olvide que Eva Kane era institutriz de los Craig.

—¿Qué tiene que ver eso con el asunto?

—Donde hay una institutriz tiene que haber niños... O, por lo menos, una criatura. ¿Qué
fue
de los hijos de los Craig?

—Creo que tenían un hijo y una hija. Algún pariente se los llevó.

—Por tanto, hay dos personas más a quienes tener en cuenta. Dos personas que pueden haber conservado un retrato por la razón tercera que mencioné: venganza.

—No lo creo —dijo Spence.

Poirot exhaló un suspiro.

—De todas formas, hay que tenerlas en cuenta. Creo conocer ya la verdad... aunque hay un hecho que me desconcierta por completo.

—Me alegro de que haya algo que le desconcierte.

—Confírmeme una cosa,
cher
Spence. Eva Kane abandonó el país antes de ser

ejecutado Craig, ¿no es cierto?

—Completamente cierto.

—¿Y estaba por entonces esperando una criatura?

—En efecto.


Bon Dieu
, ¡qué estúpido he sido! —dijo Hércules Poirot—. El asunto es sencillísimo, ¿verdad?

Tras esta afirmación a punto estuvo de producirse un tercer asesinato: el de Hércules Poirot, en la Jefatura de Policía de Kilchester y a manos del superintendente Spence.

2

—Quiero una conferencia particular —anunció Poirot—. Con mistress Ariadne Oliver.

La conferencia particular con mistress Oliver no se consiguió sin dificultad. Mistress Oliver estaba trabajando y no se la podía molestar. Poirot, sin embargo, se negó a aceptar negativas. Y al cabo de un rato logró oír la voz de la escritora.

Delataba enfado y precipitación.

—Bueno; ¿qué pasa? —inquirió—. ¿Era necesario llamarme en estos instantes? Se me ha ocurrido una idea magnífica para un asesinato en una pañería... una de esas anticuadas que venden combinaciones, peleles y camisetas raras de manga larga, ¿sabe?

—No sé. Y, de todas formas, lo que tengo que decir es mucho más importante.

—No puede serlo. No para

, quiero decir. A menos que anote inmediatamente un bosquejo de mi idea, ¡se me
escapará
!

Poirot no tomó en cuenta esta angustia creadora. Hizo preguntas bruscas e imperativas, a las que mistress Oliver replicó con cierta vaguedad.

—Sí... sí... es un teatro de compañía fija... un teatro pequeño cuyo nombre no recuerdo: pues uno de ellos era Cecil No-sé-cuántos, y el muchacho con quien yo hablé se llamaba Michael.

—¡Admirable! Eso era todo lo que necesitaba yo saber.

—Pero ¿por qué Cecil y Michael?

—Vuelva a sus combinaciones, peleles y camisetas de manga larga,
madame
.

—No comprendo por qué no detiene usted al doctor Rendell —dijo mistress Oliver—.Si yo fuera jefe de Scotland Yard, lo haría.

—Es muy posible. Le deseo suerte con el asesinato en la pañería.

—Toda la idea me ha desaparecido ya —dijo mistress Oliver—. Me la ha echado usted a perder.

Poirot presentó sus excusas.

Soltó el auricular y le sonrió a Spence.

—Vamos ahora... o iré yo, por lo menos... a entrevistarnos con un actor joven que se llama Michael y que representa pequeños papeles en el Repertory Theatre, de Cullenquay. Lo único que le pido a Dios es que se trate del Michael que yo busco.

—¿Por qué diablos...?

Poirot esquivó con destreza la creciente ira de Spence.

—¿Sabe usted,
cher ami
, lo que es un
secret de Polichinelle
?

—¿Es eso una lección de francés? —inquirió, iracundo, el superintendente.


Un secret de Polichinelle
es uno que todo el mundo puede conocer. Por esta misma razón, la gente que no lo conoce no oye hablar nunca de él, porque si todo el mundo cree que sabe usted una cosa, nadie se la dirá.

—No sé cómo me contengo y no le pongo las manos encima —gruñó el enfurecido funcionario.

Capítulo XXV

La encuesta había terminado. El fallo: asesinato perpetrado por persona o personas desconocidas.

Después de la encuesta, a petición de Hércules Poirot, los que habían asistido a ella acudieron a Long Meadows.

Trabajando con diligencia, Poirot había logrado establecer cierto orden en la sala. Se habían colocado los asientos en semicírculo, a los perros de Maureen se los había excluido con dificultad, y Hércules Poirot, conferenciante por propio nombramiento, ocupó su sitio en un extremo de la estancia e inició la conferencia con un leve carraspeo para aclararse la garganta.


Messieurs et mesdames...

Hizo una pausa. Las palabras que pronunció a continuación fueron inesperadas y parecieron casi burlescas:

"Mistress McGinty ha muerto. ¿Cómo murió?

"De rodillas, como yo.

"Mistress McGinty ha muerto. ¿Cómo murió?

"Con la mano tendida, como yo.

"Mistress McGinty ha muerto. ¿Cómo murió?

"Así...

Viendo la expresión de los que le escuchaban, prosiguió:

—No; no estoy loco. El hecho de que les repita la rima infantil de un juego de chiquillos no significa que me encuentre en la segunda infancia. Algunos de ustedes quizá hayan jugado a eso en su niñez. Mistress Upward había jugado a ello. Me lo repitió incluso... con una variación. Ella dijo:
"Mistress McGinty ha muerto. ¿Cómo murió? Arriesgando el cuello, como yo."
Eso dijo... y eso hizo. Arriesgó el cuello... y por eso ella, como mistres McGinty, murió...

Para nuestro propósito, es preciso que volvamos al principio... a mistress MoGinty... de rodillas, fregando suelos ajenos. A mistress McGinty la mataron. Y un hombre, James Berttley, fue detenido, juzgado y condenado. Por ciertas razones, el superintendente Spence, encargado del caso, no estaba convencido de la culpabilidad de Bentley, a pesar de la fuerza de las pruebas existentes. Yo me mostré de acuerdo con él. Vine aquí a contestar una pregunta: "¿Cómo murió mistress McGinty? ¿
Por qué
murió?

"No les haré relatos largos y complicados. Diré tan solo que una cosa tan sencilla como un frasco de tinta me proporcionó un indicio. En el
Sunday Comet
, leído por mistress McGinty el domingo antes de su muerte, se publicaron cuatro fotografías. Ya están enterados a estas alturas de todo lo referente a esas fotografías. Conque solo diré que mistress McGinty reconoció entre ellas una que había visto en una de las casas en que trabajaba.

"Le habló de ello a James Bentley, aunque él no le dio importancia a la cosa por entonces. Ni después tampoco. En realidad, apenas la escuchó. Pero obtuvo la impresión de que había visto el retrato en casa de mistress Upward y que, cuando hizo referencia a una mujer que, de saberse todo, no tendría por qué enorgullecerse tanto, se refería a mistress Upward. No podemos fiamos de esta declaración suya; pero no cabe duda de que empleó la frase relacionada con el orgullo, y nadie puede negar que mistress Upward
era
orgullosa y autoritaria.

"Como todos ustedes sabrán, ya que algunos de ustedes se hallaban presentes, y los otros lo habrán oído contar, saqué esas cuatro fotografías en casa de mistress Upward. Observé una expresión de sorpresa en el rostro de la señora, y la acusé de haber reconocido a alguna de las mujeres. Tuvo que confesar que era cierto. Dijo que "había visto una de aquellas fotografías en alguna parte, pero que no recordaba dónde". Cuando le pregunté qué fotografía, señaló la de la niña Lily Gamboll. Pero eso, permítanme que les diga,
no era la verdad
. Por razones particulares, deseaba guardar el secreto. Señaló otra fotografía para desorientarme.

"Una persona hubo que no se dejó engañar, sin embargo:
la persona autora del asesinato
. Una persona sabía cuál era el retrato que mistress Upward había reconocido. Y aquí no me andaré con rodeos: el retrato en cuestión era el de Eva Kane, mujer que fue cómplice, víctima o, posiblemente, instigadora en el famoso asesinato del caso Craig.

"A la noche siguiente, mistress Upward murió. La asesinaron por la misma razón que asesinaron a mistress McGinty. Mistress MCGinty alargó la mano. Mistress Upward alargó el cuello. El resultado fue el mismo en ambos casos.

"Ahora bien: antes que mistress Upward muriera, tres mujeres recibieron llamadas telefónicas: mistress Carpenter, mistress Rendell y miss Henderson. Las tres llamadas eran mensajes de mistress Upward pidiendo a cada una de las personas en cuestión que acudieran a hacerle compadía aquella noche. Era la noche en que su sirvienta salía, y su hijo y mistress Oliver se iban a Cullenquay. Parece, por consiguiente, que deseaba hablar en privado con cada una de estas tres señoras.

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