La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (28 page)

BOOK: La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey
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Cogimos el camino del acantilado que pasa por la bahía Fermain. Es un paseo muy bonito, con un sendero escarpado que pasa por los cabos. Yo iba un poco más adelantada que ellos, porque el sendero se había estrechado.

Una mujer alta y pelirroja caminaba por la roca grande que había a la vuelta del camino y venía hacia nosotros. Llevaba un perro con ella, un pastor alemán, uno grande. No lo llevaba atado y se volvió loco de alegría en cuanto me vio. Yo me reía de sus gracias y la mujer dijo: «No se preocupe. No muerde». Me puso las patas sobre los hombros, tratando de darme un beso baboso.

Entonces, detrás de mí, oí un ruido; un horrible grito, unas náuseas profundas que no paraban. No puedo describirlo. Me di la vuelta y vi que era Remy. Estaba inclinada hacia delante, casi doblada, vomitando. Dawsey la había cogido y la sujetaba mientras vomitaba con fuertes espasmos. Era espantoso verlo y oírlo.

Dawsey gritó: «¡Saca ese perro de ahí, Juliet! ¡Ahora!».

Lo aparté desesperadamente. La mujer lloraba y se disculpaba casi histérica ella también. Sujeté al perro por el collar y repetí: «¡No pasa nada! ¡No pasa nada! No es culpa suya. Por favor, váyase. ¡Váyase!». Al final lo hizo, tirando de su pobre animal confuso, por el collar.

Remy entonces se tranquilizó, sólo respiraba con dificultad. Dawsey la miró y dijo: «Vamos a llevarla a tu casa, Juliet. Está más cerca». La cogió y se la llevó, conmigo detrás, impotente y asustada.

Remy tenía frío y temblaba, así que le preparé un baño. Una vez hubo entrado en calor, la metí en la cama. Ya casi estaba medio dormida, así que metí su ropa en un fardo y bajé al piso de abajo. Dawsey estaba de pie al lado de la ventana, mirando fuera.

Sin volverse dijo: «Una vez me contó que aquellas oficiales usaban perros grandes. Los molestaban y los ponían nerviosos para luego soltarlos deliberadamente contra las filas de mujeres cuando llegaba la hora de pasar lista. Lo hacían sólo para divertirse. ¡Jesús! No tengo ni idea, Juliet. Pensé que estar aquí con nosotros le ayudaría a olvidar.

»La buena voluntad no es suficiente, ¿verdad, Juliet? No es ni mucho menos suficiente».

«No —dije—, no lo es.» Él no dijo nada más, sólo asintió con la cabeza y se fue.

Llamé a Amelia para decirle dónde estaba Remy y por qué, y empecé a lavar la ropa. Isola ha traído a Kit; hemos cenado y jugado hasta la hora de acostarse.

Pero no puedo dormir.

Estoy tan avergonzada. ¿Realmente pensaba que Remy estaba lo bastante bien para volver a casa, o sólo quería que ella se fuera? ¿Pensé que ya era hora de que volviera a Francia, a seguir con lo suyo, fuera lo que fuese? Lo hice, y es horrible.

Un beso,

JULIET

P.D. Ya que me estoy confesando, también tengo que decirte algo más. Por si fuera poco estar allí sujetando la arruinada ropa de Remy y soportando lo mal que olían las de Dawsey, en lo único que podía pensar era en lo que él había dicho «la buena voluntad… la buena voluntad no es suficiente, ¿verdad?». ¿Eso quiere decir que lo único que siente por ella es eso? He estado dándole vueltas a ese pensamiento toda la noche.

Carta nocturna de Sidney a Juliet

4 de septiembre de 1946

Querida Juliet: El hecho de darle tantas vueltas a eso demuestra que estás enamorada de Dawsey. ¿Sorprendida? Yo no. No sé cómo has tardado tanto en darte cuenta, se suponía que el aire del mar iba a aclararte la mente. Quiero ir a verte a ti y a las cartas de Oscar, pero no puedo escaparme hasta el 13. ¿Va bien? Besos, Sidney.

Telegrama de Juliet a Sidney

5 de septiembre de 1946

QUERIDO SIDNEY: ERES INSUFRIBLE, SOBRE TODO CUANDO TIENES RAZÓN. DE TODAS MANERAS, ME ENCANTARÁ VERTE EL 13. BESOS, JULIET.

De Isola a Sidney

6 de septiembre de 1946

Querido Sidney:

Juliet dice que vas a venir a ver las cartas de la abuela Pheen con tus propios ojos, y digo que ya era hora. No es que me disgustara Ivor, era un tipo agradable, aunque debería dejar de llevar esas pequeñas pajaritas. Le dije que no le favorecían mucho, pero estaba más interesado en escuchar mis sospechas sobre Billee Bee Jones y en cómo la seguí de cerca y la encerré en el cobertizo. Dijo que era una demostración de una buena investigación y que miss Marple ¡no lo habría hecho mejor!

Miss Marple no es una amiga suya, es un personaje de novela, una mujer detective que usa todo lo que llega a saber sobre la NATURALEZA HUMANA para resolver misterios y esclarecer crímenes que la policía no puede.

Me hizo pensar en lo magnífico que sería resolver misterios yo sola. Si conociera alguno.

Ivor me dijo que los trapicheos están por todas partes y que con mi magnífico instinto, con el tiempo, podría llegar a ser otra miss Marple. «Es evidente que tiene una excelente capacidad de observación. Ahora lo que tiene que hacer es practicar. Obsérvelo todo, y anótelo.»

Fui a casa de Amelia a tomar prestados algunos libros de miss Marple. Es divertidísima, ¿verdad? Allí sentada discretamente, tejiendo; viendo cosas que a todos los demás se les pasan por alto. Podría aguzar el oído, ver cosas de reojo. Aunque en Guernsey no tenemos misterios sin resolver, pero eso no quiere decir que algún día no los podamos tener, y cuando eso pase, estaré preparada.

Todavía disfruto del libro que me mandaste sobre la forma de la cabeza y espero que no te sientas herido si te digo que quiero cambiar de profesión. Todavía creo en la verdad de los bultos; es sólo que le he leído la cabeza a todos los que quiero, excepto a ti, y se puede volver aburrido.

Juliet dice que vendrás el viernes que viene. Puedo ir a recogerte al avión y llevarte a su casa. Eben va a dar una fiesta en la playa el día siguiente por la noche, y dice que estás más que invitado. Eben casi nunca hace fiestas, pero dijo que en ésta nos iba a anunciar a todos una cosa importante. ¡Una celebración! ¿Pero de qué? ¿Va a anunciar una boda? ¿Pero de quién? Espero que no sea la suya; generalmente las esposas no dejan que sus maridos salgan solos por las noches y echaría de menos la compañía de Eben.

Tu amiga,

ISOLA

De Juliet a Sophie

7 de septiembre de 1946

Querida Sophie:

Al final me armé de valor y le dije a Amelia que quiero adoptar a Kit. Su opinión es muy importante para mí, ya que quería muchísimo a Elizabeth; conoce tan bien a Kit… y a mí también. Estaba ansiosa por que me diera su aprobación y tenía tanto miedo de que no me la diera… Me atraganté con el té, pero al final conseguí hablar. Su alivio saltó tanto a la vista que me sorprendió. No me había dado cuenta de lo mucho que le preocupaba el futuro de Kit.

Empezó a decir: «Si yo tuviera…», luego se paró y volvió a empezar: «Creo que sería estupendo para las dos. Sería lo mejor…». Entonces se calló y sacó un pañuelo. Y después, cómo no, yo saqué el mío.

Cuando acabamos de llorar, pensamos en cómo hacerlo. Amelia me acompañaría a ver al señor Dilwyn. «Lo conozco desde que era un crío —dijo—. A mí no me lo negará.» Tener a Amelia de tu lado es como tener a todo un ejército detrás.

Pero ha pasado algo maravilloso, incluso más maravilloso que conseguir la aprobación de Amelia. Mi última duda se ha esfumado.

¿Recuerdas que alguna vez te he hablado de la cajita que Kit lleva a menudo, atada con un cordel? ¿La que yo pensaba que contenía un hurón muerto? Esta mañana ha venido a mi habitación y me ha dado palmaditas en la cara hasta que me he despertado. Llevaba la caja.

Sin decir nada, empezó a desatar el cordel, quitó la tapa, separó el papel de seda y me dio la caja. Sophie, se apartó y me miró mientras yo le daba la vuelta a la caja para sacar las cosas y las ponía sobre la cama. Los artículos eran: una pequeñísima almohada de bebé, una fotografía de Elizabeth cavando en el huerto y riéndose con Dawsey, un pañuelo de lino de mujer que olía ligeramente a jazmín, una sortija de hombre y un libro de poesías de Rilke encuadernado en piel, con una dedicatoria:
Para Elizabeth, que convierte la oscuridad en luz, Christian
.

Dentro del libro había un trozo de papel muy doblado. Kit asintió con la cabeza, así que lo abrí con cuidado y leí «Amelia, dale un beso de mi parte cuando se despierte. Volveré a las seis. Elizabeth. P.D. Fíjate en sus pies. ¿Verdad que son preciosos?».

Debajo estaba la medalla de la Primera Guerra Mundial del abuelo de Kit, el broche mágico que Elizabeth le había puesto a Eli cuando se lo llevaron evacuado a Inglaterra. Bendito sea Eli, se lo ha debido de dar a ella.

Mientras me estaba enseñando sus tesoros, Sophie, no me quitó los ojos de encima ni una sola vez. Estábamos las dos tan serias, y yo, por una vez, no me puse a llorar, sólo le tendí los brazos. Ella subió y me abrazó, metiéndose bajo las mantas conmigo, y se quedó profundamente dormida. ¡Yo no! No pude. Estaba demasiado feliz planeando el resto de nuestras vidas.

Ya no me importa vivir en Londres, me encanta Guernsey y me quiero quedar aquí, incluso después de acabar el libro de Elizabeth. No me imagino a Kit viviendo en Londres, llevando zapatos a todas horas, teniendo que andar en lugar de correr, sin tener cerdos a los que visitar. Sin ir a pescar con Eben y Eli, sin visitas a Amelia, sin mezclar pócimas con Isola, y lo peor de todo, sin pasear y sin ver a Dawsey.

Creo que si me convierto en la tutora de Kit podremos seguir viviendo en la casita de Elizabeth y conservar la Casa Grande como casa de veraneo para gente bien. Podría gastar los enormes beneficios que conseguí con
Izzy
para comprar un piso en Londres para cuando Kit y yo fuéramos de visita.

Su casa está aquí, y también puede ser la mía. Se puede escribir en Guernsey, mira Victor Hugo. Lo único que realmente echaría de menos de Londres son Sidney y Susan, la proximidad a Escocia, las nuevas obras de teatro y la sección de alimentación de Harrod's.

Reza por el buen sentido del señor Dilwyn. Sé que lo tiene, sé que yo le gusto, sé que sabe que Kit es feliz viviendo conmigo y que por el momento soy lo bastante solvente para las dos y ¿quién puede decir eso en esta época de decadencia? Amelia cree que si al final dice que no me permite la adopción sin un marido, de todos modos me concederá la tutela con mucho gusto.

Sidney vuelve a Guernsey la semana que viene. Ojalá tú también pudieras venir. Te echo de menos.

Un abrazo,

JULIET

De Juliet a Sidney

8 de septiembre de 1946

Querido Sidney:

Kit y yo hicimos un picnic fuera, en el prado, para ver cómo Dawsey empezaba con la reconstrucción del muro derruido de piedra de Elizabeth. Era una excusa fantástica para espiar a Dawsey y ver su manera de hacer las cosas. Examinaba cada piedra, la sopesaba, reflexionaba y la colocaba en el muro. Si coincidía con la imagen que él se había hecho en la cabeza, sonreía. Si no, la quitaba y buscaba otra. Verle relaja mucho.

Se acostumbró tanto a nuestras miradas de admiración que nos hizo una invitación sin precedentes para cenar. Kit ya tenía un compromiso previo con Amelia, pero yo acepté rápidamente y luego me puse muy nerviosa ante la idea de estar a solas con él. Cuando llegué, los dos estábamos un poco incómodos, pero, por lo menos, él pudo centrarse en cocinar y se fue a la cocina, rechazando mi ayuda. Aproveché la oportunidad para curiosear entre sus libros. No tiene muchos, pero tiene un gusto exquisito: Dickens, Mark Twain, Balzac, Boswell y el querido Leigh Hunt. El
Roger de Coverly Papers
, las novelas de Anne Brontë (me pregunto por qué las tiene) y mi biografía sobre ella. No sabía que la tenía; nunca me ha dicho nada, quizá la detesta.

Mientras cenábamos, hablamos de Jonathan Swift, de cerdos y de los procesos de Nuremberg. ¿Eso no pone de manifiesto una impresionante gama de intereses? Yo creo que sí. Hablamos con facilidad, pero ninguno de los dos comió mucho, a pesar de que hizo una estupenda sopa de hierbas (mucho mejor de lo que me habría quedado a mí). Después del café dimos un paseo hasta el establo para echar un vistazo a los cerdos. Los cerdos adultos no son muy amistosos, pero los cochinillos son diferentes; los de Dawsey tienen manchas, son juguetones y traviesos. Todos los días hacen un nuevo hoyo bajo la cerca, aparentemente para escaparse, pero en realidad lo hacen para divertirse viendo cómo Dawsey lo vuelve a tapar. Tendrías que haberlos visto reír cuando él se aproximó a la cerca.

El establo de Dawsey está muy limpio. También amontona el heno de manera muy ordenada.

Creo que me estoy volviendo penosa.

Voy a ir más allá. Creo que estoy enamorada de un criador de cerdos, carpintero, trabajador de la cantera, tallador de madera y cultivador de flores. De hecho, sé que lo estoy. Quizá mañana estaré totalmente deprimida al pensar que él no me corresponde, puede incluso que sienta cariño por Remy, pero en este preciso momento, me rindo a la euforia. Me siento un poco rara.

Nos vemos el viernes. Puedes darte aires por haberme hecho ver que quiero a Dawsey. Incluso puedes vanagloriarte en mi presencia, por esta vez, pero nunca más.

Besos y abrazos,

JULIET

Telegrama de Juliet a Sidney

11 de septiembre de 1946

ESTOY TOTALMENTE DEPRIMIDA. ESTA TARDE HE VISTO A DAWSEY EN UNA TIENDA DE ST. PETER PORT, MIRANDO MALETAS CON REMY COGIDA DEL BRAZO. ERAN TODO SONRISAS. ¿SON PARA SU LUNA DE MIEL? QUÉ TONTA HE SIDO. ES CULPA TUYA. DESCONSOLADAMENTE, JULIET.

INVESTIGACIONES DE MISS ISOLA PRIBBY

CONFIDENCIAL: NO LEER, INCLUSO DESPUÉS DE MUERTA

Domingo

Este libro con hojas a rayas es de mi amigo, Sidney Stark. Ha llegado hoy por correo. Ponía PENSÉES en letras doradas en la tapa, pero las he rascado para quitarlas, porque significa «Pensamientos» en francés y yo sólo voy a escribir «HECHOS». Hechos recogidos con mis propios ojos y oídos. En principio, no espero mucho de mi miseria; debo aprender a ser más observadora.

Aquí van algunas de las observaciones que he hecho hoy. A Kit le encanta estar con Juliet, se ve tranquila cuando Juliet entra en la habitación y ya no hace caras detrás de la gente. Ahora también puede mover las orejas, cosa que no sabía hacer antes de que llegara Juliet.

Mi amigo Sidney va a venir a leer las cartas de Oscar. Esta vez se quedará en casa de Juliet, porque ella ha arreglado el trastero de Elizabeth y le ha puesto una cama para él.

Vi a Daphne Post cavando un hoyo bajo el olmo del señor Ferre. Siempre lo hace a la luz de la luna. Creo que deberíamos ir todos a comprarle una tetera de plata, así podría dejarlo y quedarse en casa por las noches.

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