La torre de la golondrina (46 page)

Read La torre de la golondrina Online

Authors: Andrzej Sapkowski

Tags: #Fantasía épica

BOOK: La torre de la golondrina
7.1Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Todos se preocupan por Ciri. Esa muchacha tiene suerte.

Los ojos de Triss lanzaron destellos.

—Yo no me burlaría de ello. Sobre todo en tu lugar.

—Disculpa.

Callaron, ensimismados, mirando por la ventana al rojo sol que se ponía al otro lado de las cumbres de Spikeroog.

—Triss Merigold.

—Dime, yarl.

—Te invito a cenar. Ah, el cocinero mandó preguntar si todas las hechiceras desprecian los mariscos bien preparados.

Triss no despreciaba los mariscos. Al contrario, comió dos veces más de lo que tenía previsto y ahora comenzaba a temer por su talle, por esas veintidós pulgadas de las que estaba tan orgullosa. Decidió ayudar la digestión con vino blanco, el famoso Est Est de Toussaint. De la misma forma que Crach, lo bebía en un cuerno.

—Así que —siguió ella la conversación— Yennefer apareció por aquí el diecinueve de agosto, cayendo espectacularmente del cielo en una red de pescadores. Tú, como fiel vasallo de Cintra, le diste asilo. La ayudaste a construir un megascopio... Con quién hablara, por supuesto no lo sabes.

Crach an Craite tiró fuerte del cuerno y ahogó un eructo.

—No lo sé —adoptó una sonrisa astuta—. Claro que no lo sé. ¿Qué va a saber un pobre y simple marinero de las cosas de las poderosas hechiceras?

Sigrdrifa, la sacerdotisa de Modron Freya, bajó la cabeza mucho, como si las preguntas de Crach an Craite le pesaran mil libras.

—Ella confiaba en mí, yarl —murmuró apenas audible—. No me exigió que hiciera juramento de guardar silencio, pero estaba claro que le importaba mucho la discreción. Yo de verdad no sé si...

—Modron Sigrdrifa —le interrumpió serio Crach an Craite—. Lo que te pido no es una delación. Del mismo modo que tú, apoyo a Yennefer, del mismo modo que tú deseo que encuentre y salve a Ciri. ¡Si yo hasta hice un bloedgeas, un juramento de sangre! En lo que respecta a Yennefer, me mueve la preocupación por ella. Es una mujer extraordinariamente orgullosa. Incluso yendo a un peligro muy grande, no se rebaja a pedir. Así que es posible que haya que apresurarse a ir a ayudarla con ayuda no deseada. Pero para hacer eso, necesito información.

Sigrdrifa carraspeó. Hizo una mueca imprecisa. Y cuando comenzó a hablar, la voz le temblaba un tanto.

—Construyó esa máquina... En suma, no es una máquina, porque no tiene mecanismo alguno, sólo dos espejos, una cortina de terciopelo negro, una caja, dos lentes, cuatro lámparas, bueno, y por supuesto, Brisingamen... Cuando ella pronuncia un hechizo, la luz de las dos lámparas cae...

—Dejemos los detalles. ¿Con quién habló?

—Habló con varias personas. Con hechiceros... Yarl, no escuché todo, pero lo que escuché... Entre ellos son gente miserable. Ninguno quiso ayudar desinteresadamente... Exigieron dinero... Todos exigieron dinero...

—Lo sé —murmuró Crach—. El banco me informó de las transferencias que realizó. ¡Buenas perras, pero buenas, me está costando mi juramento! Pero el dinero es cosa que se consigue. Lo que he dado para Yennefer y Ciri me lo recuperaré en las provincias nilfgaardianas. Pero sigue hablando, madre Sigrdrifa.

—A algunos —la sacerdotisa bajó la cabeza— Yennefer simplemente los chantajeó. Les dio a entender que estaba en posesión de información comprometedora y que si rehusaban colaborar la revelaría a todo el mundo... Yarl... Es una mujer inteligente y, en el fondo, buena... Pero no tiene escrúpulo alguno. No se anda con contemplaciones. Ni tiene piedad.

—Eso lo sé. Sin embargo, no quiero conocer los detalles de los chantajes y te aconsejo que tú también te olvides cuanto antes de ellos. Es un juego peligroso. Con ese fuego no deben jugar quienes estén al margen.

—Lo sé, yarl. A ti te debo obediencia... Y creo que tus objetivos justifican tus medios. Nadie más se enterará por mí de nada. Ni amigo en amistosa conversación, ni enemigo en las torturas.

—Bien, Modron Sigrdrifa, muy bien... ¿Recuerdas en torno a qué giraban las preguntas de Yennefer?

—No lo comprendí todo, yarl. Usaban un argot especial que era difícil de entender... A menudo hablaban de un tal Vilgefortz...

—Cómo podía ser de otro modo. —Crach hizo rechinar los dientes de manera audible. La sacerdotisa le contempló con una mirada asustada.

—Hablaron también de elfos y de Sabedoras —siguió—. Y de portales mágicos. Hasta se habló del Abismo de Sedna... Pero, me da la sensación, generalmente hablaban de torres.

—¿De torres?
—Sí. De dos. De la Torre de la Gaviota y de la Torre de la Golondrina.

—Lo que me imaginaba —dijo Triss—. Yennefer comenzó por hacerse con el informe secreto de la comisión Radcliffe, que investigó los asuntos de Thanedd. No sé qué noticias acerca de ello llegaron aquí, a las Skellige... ¿Has oído hablar del teleporte de la Torre de la Gaviota? ¿Y de la comisión Radcliffe?

Crach an Craite miró a la hechicera con aire de sospecha.

—Aquí a las islas —frunció el ceño— no nos llega ni la política ni la cultura. Estamos atrasados.

—La comisión Radcliffe —Triss consideró adecuado no prestar atención ni a su tono ni a su gesto— investigó detalladamente las huellas de teleportación que surgían de Thanedd. El portal de Tor Lara, que se encontraba en la isla, mientras existía impedía en un radio bastante grande toda magia teleportadora. Pero como seguramente sabes, la Torre de la Gaviota explotó y se deshizo, haciendo posible la teleportación. La mayor parte de los participantes en los sucesos de Thanedd salieron de la isla gracias a los portales que se pudieron abrir.

—Ciertamente —sonrió yarl—. Tú, para no ir más lejos, volaste directamente a Brokilón. Con el brujo a las costillas.

—Vaya. —Triss le miró a los ojos—. No llega la política, no llega la cultura, pero las habladurías llegan. Dejemos esto por un momento, volvamos a la comisión Radcliffe. A la comisión le interesaba fijar concretamente quién se teleportó de Thanedd y adonde. Usaron lo que se denomina sinopse, unos hechizos capaces de crear la imagen de sucesos del pasado y mostrar las huellas ocultas de teleportación con las direcciones a las que conducían y en consecuencia asignar a personas concretas los portales que abrieran. Tuvieron éxito en casi todos los casos. Excepto en uno. Una de las direcciones de la teleportación conducía a la nada. Mejor dicho, al mar. Al Abismo de Sedna.

—Alguien —imaginó al punto el yarl— se teleportó a un barco que le esperaba en el lugar y momento acordados. Lo curioso es sólo que fuera tan lejos... y en un lugar de tan mala fama. Pero si el hacha cuelga sobre el pescuezo...

—Precisamente. También la comisión pensó lo mismo. Y formuló la siguiente conclusión: Vilgefortz, habiendo raptado a Ciri y con los caminos de huida cortados, utilizó una salida de emergencia: se teleportó junto con la muchacha al Abismo de Sedna, a un barco nilfgaardiano que estaba esperando allí. Según la comisión, esto aclara el hecho de que Ciri fuera presentada en el palacio imperial de Loc Grim ya el diez de julio, apenas diez días después de lo sucedido en Thanedd.

—Bueno, sí. —El yarl entornó los ojos—. Esto aclara muchas cosas. Se entiende, con la condición de que la comisión no se equivocara.

—Ciertamente. —La hechicera le devolvió la mirada, se permitió hasta una sonrisa burlona—. En Loc Grim, se entiende, se podría haber presentado a una doble y no a la verdadera Ciri. Esto puede también aclarar mucho. Sin embargo, no aclara un hecho todavía que estableció la comisión Radcliffe. Tan extraño que en la primera versión del informe lo omitieron como algo poco creíble. En la segunda versión del informe, completamente secreta, se mencionaba ese hecho. Como hipótesis.

—Hace mucho que soy todo oídos, Triss.

—La hipótesis de la comisión es: el telepuerto de la Torre de la Gaviota estaba abierto, funcionaba. Alguien lo atravesó y la energía de dicho paso fue tan fuerte que el telepuerto explotó y fue destruido.

Al cabo de un instante Triss continuó.

—Yennefer se enteró seguramente de ello. De lo que descubrió la comisión Radcliffe. Lo que se dice en el informe secreto. Existe alguna posibilidad... la sombra de una posibilidad... de que Ciri pudiera cruzar segura el portal de Tor Lara, sana y salva. Que escapara de los nilfgaardianos y de Vilgefortz...

—¿Y dónde está ahora?

—Yo también quisiera saberlo.

Estaba diabólicamente oscuro. La luna, escondida detrás de cúmulos de nubes, no daba luz. Comparándola, sin embargo, con las noches anteriores, aquélla era poco ventosa y gracias a ello no tan fría. La canoa apenas se balanceaba ligeramente en la superficie de un agua arrugada por las pequeñas olas. Olía a pantano. A vegetación podrida. Y a mucosidades de anguila.

En algún lugar junto a la orilla, un castor golpeó con su cola en el agua, de tal modo que ambos dieron un respingo. Ciri estuvo segura de que Vysogota había estado dormitando y el castor le había despertado.

—Sigue hablando —dijo ella, limpiándose la nariz en una parte limpia de las mangas, todavía no cubierta de las mucosidades de anguila—. No duermas. ¡Cuando te duermes también a mí se me pegan los ojos, todavía se nos va a llevar la corriente y nos despertamos en el mar! ¡Cuéntame más de esos telepuertos!

—Al huir de Thanedd —siguió el ermitaño— atravesaste el portal de la Torre de la Gaviota, Tor Lara. Y Geoffrey Monck, seguramente la mayor autoridad en cuestiones de teleportaciones, autor de una obra titulada
La magia del Antiguo Pueblo,
que es como el opus magnum de los telepuertos élficos, escribe que el portal de Tor Lara conduce a la Torre de la Golondrina,. Tor Zireael...

—El telepuerto de Thanedd estaba roto —le interrumpió Ciri—. Puede que antes de que se rompiera llevara a alguna golondrina. Pero ahora lleva al desierto. Esto se llama «portal caótico». He leído acerca de ello.

—Pues, aunque no te lo creas, yo también —bufó el viejecillo—. Recuerdo mucho de lo leído. Por eso me asombra tanto tu relato... Algunos de sus fragmentos. Precisamente los que se refieren a la teleportación...

—¿Puedes hablar más claro?

—Puedo, Ciri. Puedo. Pero ahora ya es hora de sacar la nasa. Seguro que ya han entrado anguilas en ella. ¿Lista?

—Lista. —Ciri se escupió en la mano y agarró el bichero. Vysogota tomó la cuerda que se introducía en el agua.

—Lo sacamos. ¡Uno, dos... tres! ¡Y a la barca! ¡Agárrala, Ciri, agárrala! ¡A la cesta, antes de que escapen!

Ya era la segunda noche que navegaban con la canoa por los pantanosos afluentes del río, ponían la nasa y los garlitos para las anguilas, que se dirigían en masa hacia el mar. Volvieron a la choza bastante después de la medianoche, llenos de mucosidades de la cabeza a los pies, húmedos y cansados a más no poder.

Mas no se tumbaron de inmediato a dormir. La pesca destinada al trueque tenía que ser metida en cajas y asegurarse bien. Si las anguilas encontraban siquiera la más pequeña fisura, a la mañana siguiente no quedaría ni una. Después de terminar el trabajo, Vysogota les quitó la piel a dos o tres de las anguilas más gruesas, las cortó en rodajas, las rebozó en harina y las frió en una enorme sartén. Luego comieron y hablaron.

—Sabes, Ciri, hay una cosa que no me deja dormir todo el tiempo. No he olvidado cómo después de que sanaras no pudimos ponernos de acuerdo en la fecha, y tu herida en la mejilla era el más perfecto calendario. La herida no podía tener más de diez horas, mientras que tú te empeñabas en que te habían herido cuatro días antes. Aunque estaba convencido de que se trataba de un simple error, no pude dejar de pensar en ello, y me hacía todo el tiempo la pregunta de dónde podían haberse metido los cuatro días perdidos.

—¿Y qué? ¿Dónde se metieron, según tu opinión?

—No lo sé.

—Estupendo.

El gato dio un largo salto, el ratón clavado a sus uñas gimió bajito. El gato le mordió el cuello sin apresuramiento, le sacó las tripas y comenzó a comerlas con ganas. Ciri le miraba indiferente.

—El telepuerto de la Torre de la Gaviota —comenzó otra vez Vysogota— conduce a la Torre de la Golondrina. Y la Torre de la Golondrina...

El gato devoró todo el ratón, dejando el rabo para postre.

—El telepuerto de Tor Lara —dijo Ciri, dando un gran bostezo— está roto y conduce al desierto. Te lo he dicho cien veces.

—No se trata de eso, sino de otra cosa. De que hay una conexión entre ambos telepuertos. El portal de Tor Lara estaba roto, cierto. Pero todavía está el telepuerto de Tor Zireael. Si consiguieras llegar a la Torre de la Golondrina, podrías teleportarte de vuelta a la isla de Thanedd. Te encontrarías lejos del peligro que te acecha, lejos del alcance de tus enemigos.

—¡Eh! Eso me vendría bien. Hay sin embargo un pequeño escollo. No tengo ni idea de dónde está la Torre de la Golondrina.

—Pues para eso puede que encuentre un remedio. ¿Sabes, Ciri, lo que le dan al ser humano los estudios universitarios?

—No. ¿Qué?

—La capacidad de utilizar las fuentes.

—Sabía que lo iba a encontrar —dijo Vysogota con orgullo—. Buscaba, buscaba y... Su puta madre...

Brazados de pesados libros se le cayeron de los dedos, incunables se estrellaron contra el suelo de tierra, hojas se escaparon de encuadernaciones enmohecidas y se repartieron en desorden.

—¿Qué es lo que has encontrado? —Ciri se arrodilló a su lado, le ayudó a recoger las páginas caídas.

—¡La Torre de la Golondrina! —El ermitaño espantó al gato, que se había aposentado descaradamente sobre una de las hojas—. Tor Zireael. Ayúdame.

—¡Pero cuidado que está todo polvoriento! ¡Hasta se pega! ¿Vysogota? ¿Qué es esto? ¿Aquí, en este dibujo? ¿Este hombre colgando de un árbol?

—¿Esto? —Vysogota miró la página suelta—. Una escena con la leyenda de Hemdall. El héroe Hemdall estuvo colgado durante nueve días y nueve noches en el Fresno de los Mundos para, a través del sacrificio y el dolor, poseer sabiduría y fuerza.

—He soñado varias veces con algo así. —Ciri se limpió la frente con la mano—. Una persona colgada de un árbol...

—El grabado ha caído, eh, de ese libro. Si quieres puedes leerlo luego. Ahora, sin embargo, es más importante que... Oh, por fin, lo tengo.
Peregrinaciones por sendas y lugares mágicos
de Buyvid Backhuysen, un libro considerado por algunos como un apócrifo...

—O sea, un timo.

—Más o menos. Pero también ha habido quienes han apreciado este libro... Escucha.... Joder, qué oscuridad hay aquí...

Other books

Code by Kathy Reichs
Love Virtually by Daniel Glattauer
Dark Confluence by Rosemary Fryth, Frankie Sutton
American Dreams by Janet Dailey
For Goodness Sex by Alfred Vernacchio
Silken Threats by Addison Fox
The Madagaskar Plan by Guy Saville
The Divide: Origins by Grace, Mitchel