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Authors: Lars Kepler

Tags: #Intriga

La vidente (49 page)

BOOK: La vidente
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El coche avanza dando bandazos. El agua del deshielo ha abierto profundos surcos en el camino hasta Tegefors.

Elin continúa ascendiendo, va demasiado de prisa y cuando se acerca al desvío de la casa intenta reducir un poco la velocidad. Gira bruscamente a la derecha, el retrovisor izquierdo estalla contra el poste de la verja y el lateral del coche se raya de punta a punta. Pisa el acelerador y, cuando supera el cambio de rasante de la colina, parece que el vehículo vaya a despegar. La caja con botellas de agua que lleva en el maletero vuelca con gran estruendo.

Recorta la distancia del último trecho hasta la casa y frena de golpe levantando una gran nube de polvo. Elin se baja del coche sin apagar el motor, corre hasta la puerta y entra en la casa decidida. Las persianas están bajadas. Está todo a oscuras y Elin tropieza con zapatos y botas de esquiar cuando corre hacia el gran salón.

—¡Vicky! —grita.

Enciende las luces, sube corriendo la escalera, resbala y se golpea la rodilla en un escalón, se pone de pie y se apresura hasta la habitación de Vicky. Gira la manija, pero la puerta está cerrada con llave. Elin golpea la puerta y percibe la histeria en su voz cuando grita:

—¡Abre!

No se oye nada dentro de la habitación y Elin se agacha para mirar por la cerradura. Hay una silla tirada en el suelo y en la pared una sombra que se agita.

—¿Vicky?

Se aparta de la puerta y le da una patada. Sólo se oye un ruido sordo. No pasa nada. Suelta otra patada, corre a la habitación de al lado, pero la llave no está en la cerradura. Continúa hasta la siguiente puerta y saca la llave. Vuelve corriendo al cuarto de Vicky y sin darse cuenta derriba una escultura de vidrio que hay en el suelo, pero no se rompe. Las manos le tiemblan tanto que no consigue meter la llave en la cerradura, utiliza las dos manos, lo consigue al segundo intento y abre la puerta de golpe.

—Cielo santo —susurra.

Vicky está colgando de una sábana atada a la viga de madera. Tiene la boca entreabierta y está pálida. Mueve los pies débilmente en el aire. Todavía está viva. Con los dedos de los pies busca el suelo que tiene medio metro por debajo y con las manos intenta abrir un poco el nudo que la está asfixiando.

Elin actúa sin pensar. Se abalanza sobre Vicky y la levanta todo lo que puede.

—Intenta soltarte —llora mientras abraza las piernas delgadas de la chica.

Vicky pelea con la tela tirante, su cuerpo se mueve a espasmos, necesita oxígeno y, presa del pánico, tira para aflojar el lazo.

De pronto Elin oye que Vicky toma aire y tose. Jadea con dificultad y tensa todos los músculos.

—No puedo abrirlo —dice Vicky.

Elin está de puntillas luchando por levantarla aún más.

—¡Intenta subirte a la viga!

—No puedo…

El lazo se vuelve a cerrar. Vicky no consigue tomar suficiente aire y empieza a sacudirse con convulsiones de pánico. Los brazos de Elin tiemblan por el esfuerzo que le supone levantar a la chica. No puede rendirse. Intenta alcanzar la silla del suelo con el pie para subirse, pero no llega. Vicky está empapada de sudor y los espasmos zarandean su cuerpo. Elin intenta cambiar de postura, pero pesa demasiado. Nota que el cansancio le adormece los brazos, pero aun así logra bajar un poco una mano, consigue un mejor agarre y levanta a Vicky un poco más. La chica reúne las últimas fuerzas que le quedan y al final pasa la cabeza por el lazo. Tose y las dos mujeres se dejan caer en el suelo.

Vicky tiene el cuello de color azulado, respira de prisa y jadeante, pero al menos respira, está viva. Elin le da besos en las mejillas, con mano temblorosa le aparta el pelo de la cara sudada y le susurra que se quede callada.

—Ha sido Daniel…

—Lo sé, la policía está de camino —susurra Elin—. Tienes que quedarte aquí. Voy a cerrar la puerta con llave, pero tienes que estar completamente callada.

167

Elin cierra la puerta ante la mirada asustada de Vicky y cuando baja la escalera nota que está temblando de pies a cabeza. Tiene los brazos y las piernas entumecidas por el sobreesfuerzo. El teléfono le vibra en el bolsillo y ve que acaba de recibir un mensaje de Vicky:

«Perdóname, pero ya no quiero seguir mintiendo. No estés triste. Besos, Vicky.»

Elin está mareada y su corazón late lleno de angustia. La cabeza le va a mil por hora. Le cuesta entender qué está pasando. Daniel debe de haberle enviado un mensaje justo ahora desde el teléfono de Vicky. Con cuidado entra en el oscuro salón. Las persianas están bajadas en toda la casa.

De pronto una sombra aparece dibujada en el suelo. Es Daniel. Está en la escalera que baja al sótano. Debía de estar en el garaje. Elin sabe que tiene que entretenerlo hasta que llegue la policía.

—Lo ha hecho —dice Elin—. Vicky ha cerrado la puerta de su habitación, tardaba demasiado y… no lo entiendo…

—¿Qué dices? —pregunta él despacio mientras la mira con brillo en los ojos.

—Está muerta… ¿Podemos ir afuera? Tenemos que llamar a alguien —susurra.

—Sí —responde él acercándose.

—Daniel…, no lo entiendo.

—¿No lo entiendes?

—No, he…

—Después de matarte a ti… Vicky ha subido a su cuarto y se ha ahorcado —dice él.

—¿Por qué dices…?

—No deberías haber vuelto tan pronto —termina Daniel.

De pronto Elin ve que esconde una hacha detrás de la espalda. Empieza a correr hacia la puerta de la calle, pero no hay tiempo, tiene a Daniel justo detrás, así que tuerce a la derecha y tira una silla para impedirle el paso. Daniel tropieza y Elin consigue un poco de ventaja, pasa por la cocina y se mete por el pasillo. Los pasos de Daniel se acercan. No hay dónde esconderse. Elin corre a meterse en el viejo dormitorio de Jack, cierra la puerta con llave y aprieta el botón de la persiana.

«No me da tiempo —piensa—. Va demasiado despacio.»

El motor eléctrico susurra, las láminas de aluminio crujen al separarse y poco a poco los rayos de luz empiezan a filtrarse por los agujeritos.

Elin suelta un grito con el primer hachazo en la puerta. La hoja atraviesa la madera al lado de la cerradura, Daniel hace palanca a un lado y retira el arma.

Poco a poco la persiana va subiendo, pero al caer el segundo hachazo sólo asoma un trozo de ventana por la parte inferior.

No puede esperar, tiene que seguir, así que cruza rápidamente el cuarto y se mete en el lavabo justo en el momento en que Daniel revienta la cerradura de una patada. La madera salta en grandes astillas y la puerta se abre de golpe.

Elin se ve en el gran espejo cuando cruza el cuarto de baño y se mete en el despacho de Jack. Está tan oscuro que choca con la cajonera. Varias carpetas viejas se desparraman en el suelo. Elin tantea a ciegas sobre el escritorio, abre un cajón, hurga entre los bolígrafos y coge el abrecartas.

La persiana del dormitorio se detiene cuando llega arriba. Elin oye algo cayendo con un golpe dentro de la bañera. Daniel va a por ella. Elin se quita los zapatos, sale a hurtadillas al pasillo y cierra la puerta con cuidado.

Se le ocurre que quizá podría seguir a Daniel y pasar por la puerta destrozada al dormitorio de Jack otra vez y luego intentar abrir la ventana.

Da unos pasos, pero cambia de idea y se escapa por el pasillo.

—¡Elin! —ruge Daniel.

La puerta de la habitación de invitados está cerrada con llave. Elin gira la llavecilla, pero la cerradura se resiste. Mira hacia atrás y ve a Daniel acercándose. No corre, pero sus pasos son largos. Elin tira varias veces de la manija y percibe el olor a sudor del hombre. Una sombra se mueve de prisa sobre la puerta. Elin se hace a un lado y se golpea la mejilla contra un cuadro.

El hacha pasa rozándole la cabeza. La hoja choca contra la pared de hormigón con un ruido metálico. El arma cambia tanto de ángulo que Daniel pierde el agarre y el hacha cae al suelo.

168

Se oye un clic en la cerradura y Elin abre la puerta embistiéndola con el hombro. Entra tambaleándose en la habitación y Daniel la sigue, intenta agarrarla con la mano. Ella se da la vuelta y lo apuñala con el abrecartas en el pecho, pero la herida es superficial. Daniel la agarra por el pelo, la zarandea a un lado y la tira al suelo con tanta fuerza que Elin sale rodando hasta chocar con el mueble del televisor. Una lamparita cae al suelo.

Daniel se sube las gafas en la nariz y vuelve a buscar el hacha. Elin aprovecha para meterse debajo de la cama de matrimonio.

Reza en silencio porque Vicky siga escondida en la habitación y piensa que la chica quizá podría sobrevivir hasta que llegue la policía.

Al cabo de unos segundos ve los pies y las piernas de Daniel, que empiezan a dar vueltas a la cama. Elin se aparta y ve que Daniel se sube a la cama. No sabe hacia dónde moverse y trata de permanecer en el centro.

De pronto él la coge de un pie, Elin grita, pero Daniel ya se ha bajado de la cama y empieza a sacarla tirando con todas sus fuerzas. Elin intenta sujetarse al suelo, pero es imposible. Daniel la mantiene atrapada por el tobillo mientras levanta el hacha. Ella le suelta una coz en la cara con el pie que tiene libre, las gafas del asistente salen disparadas y Daniel la suelta, se tambalea hacia atrás, choca con la librería, se lleva una mano al ojo y busca a Elin con el otro.

Ella se pone en pie y sale corriendo hacia la puerta. Con el rabillo del ojo ve que Daniel se agacha para recoger las gafas. Pasa corriendo por delante del dormitorio de Jack y sigue hasta la cocina. En el pasillo se oyen los pasos del asesino.

Elin tiene un torbellino de ideas en la cabeza. La policía ya tendría que haber llegado, Joona le había dicho que estaban de camino.

Cuando pasa por la cocina se hace con una cacerola que hay en el fregadero, cruza el salón a toda prisa, abre la puerta del garaje y tira la olla.

El utensilio traquetea estrepitosamente en su caída por la escalera mientras ella sube de puntillas al piso de arriba.

Daniel ha llegado a la puerta del garaje, pero no se deja engañar. Ha oído sus pasos en la otra dirección. Dentro de poco no quedarán más vías de escape. Elin está muy cansada, deja atrás la planta en la que se esconde Vicky, aminora un poco la marcha para atraer a Daniel y alejarlo de la chica y finalmente llega al último piso.

Sabe que tiene que apañárselas hasta que llegue la policía, no le queda más remedio que conseguirlo, tiene que entretener a Daniel para que no entre en el cuarto de Vicky.

La escalera cruje a sus espaldas a medida que Daniel sube.

Elin ha llegado arriba. La oscuridad es casi total. Se apresura a coger el atizador de la chimenea y el resto de herramientas tintinean un momento mientras ella va al centro de la sala y destroza la lámpara del techo con un solo golpe. La araña de cristal se desploma sobre el suelo y los cristales se esparcen en mil pedazos por toda la sala con un ruido ensordecedor. Después todo queda en silencio.

Lo único que se oye son los pasos de Daniel en la escalera.

Elin se esconde en la oscuridad junto a una librería que hay a la derecha de la puerta.

Daniel jadea cuando sube los últimos escalones. No tiene la menor prisa, sabe que en el último piso no hay por dónde huir.

Elin intenta disimular el ruido de su respiración.

Daniel se queda en el umbral de la puerta con el hacha en la mano, escruta un momento la oscuridad de la estancia y después aprieta el interruptor de la luz.

El botón chasquea, pero no ocurre nada. Todo sigue a oscuras.

169

Elin está escondida en la oscuridad sujetando el atizador con las dos manos. La adrenalina que tiene en la sangre la hace temblar, pero se siente sorprendentemente fuerte.

Daniel respira tranquilo y entra muy despacio en la sala.

Elin no puede verlo, pero oye el crepitar de los cristales cuando Daniel los pisa.

De pronto se oye otro clic seguido de un zumbido eléctrico y crujidos metálicos. La luz comienza a filtrarse por los diminutos orificios que se abren entre las láminas de las persianas. Daniel se queda en la puerta a la espera de que las persianas vayan subiendo lentamente y la luz del exterior empiece a inundar la sala.

No hay dónde esconderse.

Daniel mira a Elin y ella retrocede amenazándolo con el atizador.

Él tiene el hacha en la mano derecha, la mira un segundo y empieza a andar.

Elin intenta golpearlo, pero él esquiva el ataque. Respira nerviosa y vuelve a ponerse en posición. Siente una quemazón en el pie al pisar un trozo de cristal, pero no aparta los ojos de Daniel.

El hacha se mece en la mano del asesino.

Elin golpea de nuevo, pero Daniel vuelve a apartarse a tiempo.

Su mirada es impenetrable.

De pronto hace un rápido movimiento con el hacha, inesperado y contundente. El ancho de la hoja choca con el atizador y éste tiembla con tanta fuerza que le salta de las manos a Elin y cae al suelo.

La mujer ya no tiene con qué defenderse, se limita a retroceder poco a poco y entiende perfectamente lo que está a punto de ocurrir. La angustia se apodera de su cuerpo y la anula por completo, la aparta del momento presente impidiéndole actuar.

Daniel sigue avanzando.

Elin lo mira a los ojos, pero es evidente que nada lo detendrá.

Al final Elin topa con la gran ventana. A sus espaldas la fachada de hormigón cae en picado tres plantas y media hasta una terraza de piedra con muebles de jardín y una barbacoa.

Le sangran los pies y las huellas rojas se distinguen claramente en el parquet.

Ya no puede más. Se queda quieta y piensa que debería negociar, prometerle algo, hacerle hablar.

La respiración de Daniel se ha vuelto más pesada. El hombre la mira un momento, se moja los labios y después acelera los últimos pasos que lo separan de Elin, blande el hacha y ataca. Elin aparta de forma instintiva la cabeza y el hacha golpea la ventana. Elin nota el temblor del gran cristal en la espalda y oye el ruido del vidrio resquebrajándose. Daniel vuelve a levantar el arma, pero antes de que la vuelva a blandir Elin se echa atrás, apoya todo su peso en la ventana y nota cómo ésta empieza a ceder. Siente un cosquilleo en el estómago. Un instante después su cuerpo está cortando el aire en caída libre, rodeado de esquirlas de cristal. Elin Frank cierra los ojos y ni siquiera se da cuenta cuando impacta contra el suelo.

Daniel se apoya en el marco y asoma la cabeza. Todavía hay fragmentos brillantes cayendo desde la ventana. Abajo del todo puede ver a Elin. Hay cristales por todas partes. La sangre brota de su cabeza y se extiende poco a poco en una mancha uniforme por el suelo de piedra.

BOOK: La vidente
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