La zapatera prodigiosa (3 page)

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Authors: Federico García Lorca

Tags: #teatro

BOOK: La zapatera prodigiosa
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Z
APATERA.
(Soltando la silla.)
¿Qué he hecho yo? ¿No te digo que no me dejas ni moverme?

Z
APATERO. Ya estoy harto de explicarte… pero es inútil.
(Va a hacer mutis, pero la Zapatera empieza otra vez y el Zapatero viene corriendo desde la puerta y da vueltas a su silla.)
¿Por qué no me dejas marchar, mujer?

Z
APATERA. ¡Jesús!, pero si lo que yo estoy deseando es que te vayas.

Z
APATERO. ¡Pues déjame!

Z
APATERA.
(Enfurecida.)
¡Pues vete!
(Fuera se oye una flauta acompañada de guitarra que toca una polquita antigua con el ritmo cómicamente acusado. La Zapatera empieza a llevar el compás con la cabeza y el Zapatero huye por la izquierda.)

E
SCENA
IX

Zapatera.

Z
APATERA.
(Cantando.)
Larán… larán… A mí, es que la flauta me ha gustado siempre mucho… Yo siempre he tenido delirio por ella… Casi se me saltan las lágrimas… ¡Qué primor! Larán, larán… Oye… Me gustaría que él la oyera…
(Se levanta y se pone a bailar como si lo hiciera con novios imaginarios.)
¡Ay, Emiliano! Qué cintillos tan preciosos llevas… No, no… me da vergüencilla… Pero, José María, ¿no ves que nos están viendo? Coge un pañuelo, que no quiero que me manches el vestido. A ti te quiero, a ti… ¡Ah, sí!… mañana que traigas la jaca blanca, la que a mí me gusta.
(Ríe. Cesa la música.)
¡Qué mala sombra! Esto es dejar a una con la miel en los labios… Qué…

E
SCENA
X

Aparece en la ventana don Mirlo. Viste de negro, frac y pantalón corto. Le tiembla la voz y mueve la cabeza como un muñeco de
alambre.

M
IRLO. ¡Chisssssss!

Z
APATERA.
(Sin mirar y vuelta de espalda a la ventana.)
Pin, pin, pío, pío, pío.

M
IRLO.
(Acercándose más.)
¡Chissss! Zapaterita blanca, como el corazón de las almendras, pero amargosilla también. Zapaterita… junco de oro encendido… Zapaterita, bella Otero de mi corazón.

Z
APATERA. Cuánta cosa, don Mirlo; a mí me parecía imposible que los pajarracos hablaran. Pero si anda por ahí revoloteando un mirlo negro, negro y viejo… sepa que yo no puedo oírle cantar hasta más tarde… pin, pío, pío, pío.

M
IRLO. Cuando las sombras crepusculares invadan con sus tenues velos el mundo y la vía pública se halle libre de transeuntes, volveré.
(Toma rapé y estornuda sobre el cuello de
la
Zapatera.)

Z
APATERA.
(Volviéndose airada y pegando a don Mirlo, que tiembla.)
¡Aaaa!
(Con cara de asco:)
¡Y
aunque no vuelvas, indecente! Mirlo de alambre, garabato de candil… Corre, corre… ¿Se habrá visto? ¡Mira que estornudar! ¡Vaya mucho con Dios! ¡Qué asco!

E
SCENA
XI

En la ventana se para el Mozo de la Faja. Tiene el sombrero plano echado a la cara y da pruebas de gran pesadumbre.

M
OZO. ¿Se toma el fresco, zapaterita?

Z
APATERA. Exactamente igual que usted.

M
OZO. Y siempre sola… ¡Qué lástima!

Z
APATERA.
(Agria.)
¿Y
por qué, lástima?

M
OZO. Una mujer como usted, con ese pelo y esa pechera tan hermosísima…

Z
APATERA.
(Más agria.)
Pero, ¿por qué lástima?

M
OZO. Porque usted es digna de estar pintada en las tarjetas postales y no aquí… este portalillo.

Z
APATERA. ¿Sí?… A mí las tarjetas postales me gustan mucho, sobre todo las de novios que se van de viaje…

M
OZO. ¡Ay, zapaterita, qué calentura tengo!
(Siguen hablando.)

Z
APATERO.
(Entrando y retrocediendo.)
¡Con todo el mundo y a estas horas! ¡Qué dirán los que vengan al rosario de la iglesia! ¡Qué dirán en el casino! ¡Me estarán poniendo!… En cada casa, un traje con ropa interior y todo.
(Zapatera ríe.)
¡Ay, Dios mío! ¡Tengo razón para marcharme! Quisiera oír a la mujer del sacristán; pues ¿y los curas? ¿Qué dirán los curas? Eso será lo que habrá que oír.
(Entra desesperado.)

M
OZO. ¿Cómo quiere que se lo exprese…? Yo la quiero, te quiero como…

Z
APATERA. Verdaderamente eso de «la quiero», «te quiero», suena de un modo que parece que me están haciendo cosquillas con una pluma detrás de las orejas. Te quiero, la quiero…

M
OZO. ¿Cuántas semillas tiene el girasol?

Z
APATERA. ¡Yo qué sé!

M
OZO. Tantos suspiros doy cada minuto por usted; por ti…

(Muy cerca.)

Z
APATERA.
(Brusca.)
Estáte quieto. Yo puedo oírte hablar porque me gusta y es bonito, pero nada más, ¿lo oyes? ¡Estaría bueno!

M
OZO. Pero eso no puede ser. ¿Es que tienes otro compromiso?

Z
APATERA. Mira, vete.

M
OZO. No me muevo de este sitio sin el sí. ¡Ay, mi zapaterita, dame tu palabra!
(Va a abrazarla.)

Z
APATERA.
(Cerrando violentamente la ventana.)
¡Pero qué impertinente, qué loco!… ¡Si te he hecho daño te aguantas!… Como si yo no estuviera aquí más que paraaa, paraaaa… ¿Es que en este pueblo no puede una hablar con nadie? Por lo que veo, en este pueblo no hay más que dos extremos: o monja o trapo de fregar… ¡Era lo que me quedaba que ver!
(Haciendo como que huele y echando a correr.)
¡Ay, mi comida que está en la lumbre! ¡Mujer ruin!

E
SCENA
XII

La luz se va marchando. El Zapatero sale con una gran capa y un bulto de ropa en la mano.

Z
APATERO. ¡O soy otro hombre o no me conozco! ¡Ay, casita mía! ¡Ay, banquillo mío! Cerote, clavos, pieles de becerro… Bueno.
(Se dirige hacia la puerta y retrocede, pues se topa con dos Beatas en el mismo quicio.)

B
EATA 1ª Descansando, ¿verdad?

B
EATA 2ª ¡Hace usted bien en descansar!

Z
APATERO.
(Con mal humor.)
¡Buenas noches!

B
EATA 1ª A descansar, maestro.

B
EATA 2ª ¡A descansar, a descansar!
(Se van.)

Z
APATERO. Sí, descansando… ¡Pues no estaban mirando por el ojo de la llave! ¡Brujas, sayonas! ¡Cuidado con el retintín con que me lo han dicho! Claro… si en todo el pueblo no se hablará de otra cosa: ¡que si yo, que si ella, que si los mozos! ¡Ay! ¡Mal rayo parta a mi hermana que en paz descanse! ¡Pero primero solo que señalado por el dedo de los demás!
(Sale rápidamente y deja la puerta abierta. Por la izquierda aparece la Zapatera.)

E
SCENA
XIII

La Zapatera.

Z
APATERA. Ya está la comida… ¿me estás oyendo?
(Avanza hacia la puerta de la derecha:)
¿Me estás oyendo? Pero, ¿habrá tenido el valor de marcharse al cafetín, dejando la puerta abierta… y sin haber terminado los borceguíes? Pues cuando vuelva, ¡me oirá! ¡Me tiene que oír! ¡Qué hombres son los hombres, qué abusivos y qué… qué… vaya!…
(En un repeluzno.)
¡Ay,
qué fresquito hace!
(Se pone a encender el candil y de la calle llega el ruido de las esquilas de los rebaños que vuelven al pueblo. La Zapatera se asoma a la ventana.)
¡Qué primor de rebaños! Lo que es a mí, me chalan las ovejitas. Mira, mira… aquella blanca tan chiquita que casi no puede andar.
¡Ay!…
Pero aquella grandota y antipática se empeña en pisarla y nada…
(A voces.)
Pastor, ¡asombrado! ¿No estás viendo que te pisotean la oveja recién nacida?
(Pausa.)
Pues claro que me importa… ¿No ha de importarme? ¡Brutísimo!… Y mucho…
(Se quita de la ventana.)
Pero, Señor, ¿adónde habrá ido este hombre desnortado? Pues si tarda siquiera dos minutos más, como yo sola, que me basto y me sobro… ¡Con la comida tan buena que he preparado…! Mi cocido, con sus patatas de la sierra, dos pimientos verdes, pan blanco, un poquito magro de tocino, y arrope con calabaza y cáscara de limón para encima, ¡porque lo que es cuidarlo,
lo que es cuidarlo, te estoy cuidando a mano!
(Durante tod
o este monólogo da muestras de gran actividad, moviéndose de un lado para otro, arreglando las sillas, despabilando el velón y quitándose motas del vestido.)

E
SCENA
XIV

Niña, Zapatera, Alcalde, Sacristana, Vecinos y Vecinas.

N
IÑO.
(En la puerta.)
¿Estás disgustada, todavía?

Z
APATERA. Primorcito de su vecina, ¿dónde vas?

N
IÑO.
(En la puerta.)

no me regañarás, ¿verdad?, porque a mi madre que algunas veces me pega, la quiero veinte arrobas, pero a ti te quiero treinta y dos y media…

Z
APATERA. ¿Por qué eres tan precioso?
(Sienta al Niño en sus rodillas.)

N
IÑO. Yo venía a decirte una cosa que nadie quiere decirte. Ve tú, ve tú, ve tú, y nadie quería y entonces, «que vaya el niño», dijeron… porque era un notición que nadie quiere dar.

Z
APATERA. Pero dímelo pronto, ¿qué ha pasado?

N
IÑO. No te asustes, que de muertos no es.

Z
APATERA. ¡Anda!

N
IÑO. Mira, zapaterita…
(Por la ventana entra una mariposa y el Niño bajándose de las rodillas de la Zapatera echa a correr.)
Una mariposa, una mariposa… ¿no tienes un sombrero…? Es amarilla, con pintas azules y rojas… y, ¡qué sé yo…!

Z
APATERA. Pero, hijo mío… ¿quieres?…

N
IÑO.
(Enérgico.)
Cállate y habla en voz baja, ¿no ves que se espanta si no? ¡Ay! ¡Dame tu pañuelo!

Z
APATERA.
(Intrigada ya en la caza.)
Tómalo.

N
IÑO. ¡Chis…! No pises fuerte.

Z
APATERA. Lograrás que se escape.

N
IÑO.
(En voz baja y como encantando a la mariposa, canta.)

Mariposa del aire,

qué hermosa eres,

mariposa del aire

dorada y verde.

Luz de candil,

mariposa del aire,

¡quédate ahí, ahí, ahí!

No te quieres parar,

pararte no quieres.

Mariposa del aire

dorada y verde.

Luz de candil,

mariposa del aire,

¡quédate ahí, ahí, ahí!

¡Quédate ahí!

Mariposa, ¿estás ahí?

Z
APATERA.
(En broma.)
Síííí.

N
IÑO. No, eso no vale.
(La mariposa vuela.)

Z
APATERA. ¡Ahora! ¡Ahora!

N
IÑO.
(Corriendo alegremente con el pañuelo.)
¿No te quieres parar? ¿No quieres dejar de volar?

Z
APATERA.
(Corriendo también por otro lado.)
¡Que se escapa, que se escapa!
(El Niño sale corriendo por la puerta persiguiendo a la mariposa.)

Z
APATERA.
(Enérgica.)
¿Dónde vas?

N
IÑO.
(Suspenso.)
¡Es
verdad!
(Rápido.)
¡Pero yo no tengo la culpa!

Z
APATERA. ¡Vamos! ¿Quieres decirme lo que pasa? ¡Pronto!

N
IÑO. ¡Ay! Pues, mira… tu marido, el zapatero, se ha ido para no volver más.

Z
APATERA.
(Aterrada.)
¿Cómo?

N
IÑO. Sí, sí, eso ha dicho en casa antes de montarse en la diligencia, que lo he visto yo… y nos encargó que te lo dijéramos y ya lo sabe todo el pueblo…

Z
APATERA.
(Sentándose desplomada.)
¡No es posible, esto no es posible! ¡Yo no lo creo!

N
IÑO. ¡Sí que es verdad, no me regañes!

Z
APATERA.
(Levantándose hecha una furia y dando fuertes pisotadas en el suelo.)
¿Y
me da este pago? ¿Y me da este pago?
(El Niño se refugia detrás de la mesa.)

N
IÑO. ¡Que se caen las horquillas!

Z
APATERA. ¿Qué va a ser de mí sola en esta vida? ¡Ay, ay, ay!

(El Niño sale corriendo. La ventana y las puertas están llenas de vecinos.)
Sí, sí, venid a verme, cascantes, comadricas, por vuestra culpa ha sido…

A
LCALDE. Mira, ya te estás callando. Si tu marido te ha dejado ha sido porque no lo querías, porque no podía ser.

Z
APATERA. ¿Pero lo van a saber ustedes mejor que yo? Sí, lo quería, vaya si lo quería, que pretendientes buenos y muy riquísimos he tenido y no les he dado el sí jamás. ¡Ay, pobrecito mío, qué cosas te habrán contado!

S
ACRISTANA.
(Entrando.)
Mujer, repórtate.

Z
APATERA. No me resigno. No me resigno. ¡Ay, ay!
(Por la puerta empiezan a entrar Vecinas vestidas con colores violentos y que llevan grandes vasos de refrescos. Giran, corren, entran y salen alrededor de la Zapatera que está sentada gritando, con la prontitud y ritmo de baile. Las grandes faldas
se
abren a las vueltas que dan. Todos adoptan una actitud cómica de pena.)

V
ECINA
A
MARILLA. Un refresco.

V
ECINA
R
OJA: Un refresquito.

V
ECINA
V
ERDE. Para la sangre.

V
ECINA
N
EGRA. De limón.

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