Las fábulas de Esopo (5 page)

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Authors: Esopo

Tags: #Cuentos, #Relatos

BOOK: Las fábulas de Esopo
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—¡Infeliz! Sé que no eres tú quien me está insultando, sino el sitio en que te encuentras.

Muy a menudo, no es el valor, sino la ocasión y el lugar, quienes proveen el enfrentamiento arrogante ante los poderosos.

75 - El lobo flautista y el cabrito.

Un cabrito se rezagó en el rebaño y fue alcanzado por un lobo que lo perseguía. Se volvió hacia éste y le dijo:

—Ya sé, señor lobo, que estoy condenado a ser tu almuerzo. Pero para no morir sin honor, toca la flauta y yo bailaré por última vez.

Y así lo hicieron, pero los perros, que no estaban lejos, oyeron el ruido y salieron a perseguir al lobo. Viendo la mala pasada, se dijo el lobo:

—Con sobrada razón me ha sucedido esto, porque siendo yo cazador, no debí meterme a flautista.

Cuando vayas a efectuar una nueva actividad, antes ten en cuenta tus capacidades y las circunstancias, para valorar si puedes salir adelante.

76 - Los dos perros.

Un hombre tenía dos perros. Uno era para la caza y otro para el cuido. Cuando salía de cacería iba con el de caza, y si cogía alguna presa, al regresar, el amo le regalaba un pedazo al perro guardián. Descontento por esto el perro de caza, lanzó a su compañero algunos reproches: que sólo era él quien salía y sufría en todo momento, mientras que el otro perro, el cuidador, sin hacer nada, disfrutaba de su trabajo de caza.

El perro guardián le contestó:

—¡No es a mí a quien debes de reclamar, sino a nuestro amo, ya que en lugar de enseñarme a trabajar como a ti, me ha enseñado a vivir tranquilamente del trabajo ajeno!

Pide siempre a tus mayores que te enseñen una preparación y trabajo digno para afrontar tu futuro, y esfuérzate en aprenderlo correctamente.

77 - Los perros hambrientos.

Vieron unos perros hambrientos en el fondo de un arroyo unas pieles que estaban puestas para limpiarlas; pero como debido al agua que se interponía no podían alcanzarlas decidieron beberse primero el agua para así llegar fácilmente a las pieles.

Pero sucedió que de tanto beber y beber, reventaron antes de llegar a las pieles.

Ten siempre cuidado con los caminos rápidos, pues no siempre son los más seguros.

78 - El hombre al que mordió un perro.

Un perro mordió a un hombre, y éste corría por todo lado buscando quien le curara.

Un vecino le dijo que mojara un pedazo de pan con la sangre de su herida y se lo arrojase al perro que lo mordió. Pero el hombre herido respondió:

—¡Si así premiara al perro, todos los perros del pueblo vendrían a morderme!

Grave error es alagar la maldad, pues la incitas a hacer más daño todavía.

79 - El perro y el cocinero.

Preparó un hombre una cena en honor de uno de sus amigos y de sus familiares. Y su perro invitó también a otro perro amigo.

—Ven a cenar a mi casa conmigo —le dijo—.

Y llegó el perro invitado lleno de alegría. Se detuvo a contemplar el gran festín, diciéndose a sí mismo:

—¡Qué suerte tan inesperada! Tendré comida para hartarme y no pasaré hambre por varios días.

Estando en estos pensamientos, meneaba el rabo como gran viejo amigo de confianza. Pero al verlo el cocinero moviéndose alegremente de allá para acá, lo cogió de las patas y sin pensarlo más, lo arrojó por la ventana. El perro se volvió lanzando grandes alaridos, y encontrándose en el camino con otros perros, estos le preguntaron:

—¿Cuánto has comido en la fiesta, amigo?

—De tanto beber, —contestó— tanto me he embriagado, que ya ni siquiera sé por donde he salido.

No te confíes de la generosidad que otros prodigan con lo que no les pertenece.

80 - El perro de pelea y los perros sencillos.

Un perro había sido muy bien alimentado en una casa y fue adiestrado para luchar contra las fieras.

Un día, al ver un gran número de ellas colocadas en fila, rompió el collar que le sujetaba y rápidamente echó a correr por las calles del pueblo. Lo vieron pasar otros perros, y viendo que era fuerte como un toro, le preguntaron:

—¿Por qué corres de esa manera?

—Sé que vivo en la abundancia, sin hambres, con mi estómago siempre satisfecho, pero también siempre estoy cerca de la muerte combatiendo a esos osos y leones —respondió—.

Entonces los otros perros comentaron:

—Nuestra vida es en verdad pobre, pero más bella, sin tener que pensar en combatir con leones ni osos.

Las grandes ganancias, siempre van acompañadas de grandes riesgos.

81 - El perro, el gallo y la zorra.

Cierta vez un perro y un gallo se unieron en sociedad para recorrer el mundo. Llegada una noche, el gallo subió a un árbol y el perro se recostó al pie del tronco.

Y como era su costumbre, cantó el gallo antes del amanecer.

Oyó su canto una zorra y corrió hacia el sitio, parándose al pie del árbol. Le rogó que descendiera, pues deseaba besar a un animal que tenía tan exquisita voz.

Le replicó entonces el gallo que por favor, primero despertara al portero que estaba durmiendo al pie del árbol.

Y entonces el perro, cuando la zorra buscaba como establecer conversación con el portero, le saltó encima descuartizándola.

Es inteligente actitud, cuando encontramos un enemigo poderoso, encaminarlo a que busque a otros más fuertes que nosotros.

82 - El perro y la almeja.

Un perro de esos acostumbrados a comer huevos, al ver una almeja, no lo pensó dos veces, y creyendo que se trataba de un huevo, se la tragó inmediatamente. Desgarradas luego sus entrañas, se sintió muy mal y se dijo:

—Bien merecido lo tengo, por creer que todo lo que veo redondo son huevos.

Nunca tomes un asunto sin antes reflexionar, para no entrar luego en extrañas dificultades.

83 - El perro y la liebre.

Un perro de caza atrapó un día a una liebre, y a ratos la mordía y a ratos le lamía el hocico. Cansada la liebre de esa cambiante actitud le dijo:

—¡Deja ya de morderme o de besarme, para saber yo si eres mi amigo o si eres mi enemigo!

Sé siempre consistente en tus principios.

84 - El perro y su reflejo en el río.

Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un sabroso pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo.

Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su supuesto compadre.

Pero el resultado fue que se quedó sin el propio y sin el ajeno: éste porque no existía, sólo era un reflejo, y el otro, el verdadero, porque se lo llevó la corriente.

Nunca codicies el bien ajeno, pues puedes perder lo que ya has adquirido con tu esfuerzo.

85 - El perro y el carnicero.

Penetró un perro en una carnicería, y notando que el carnicero estaba muy ocupado con sus clientes, cogió un trozo de carne y salió corriendo. Se volvió el carnicero, y viéndole huir, y sin poder hacer ya nada, exclamó:

—¡Oye amigo! allí donde te encuentre, no dejaré de mirarte!

No esperes a que suceda un accidente para pensar en cómo evitarlo.

86 - El perro con campanilla.

Había un perro que acostumbraba morder sin razón. Le puso su amo una campanilla para advertirle a la gente de su presencia cercana. Y el can, sonando la campanilla, se fue a la plaza pública a presumir. Mas una sabia perra, ya avanzada de años le dijo:

—¿De qué presumes tanto, amigo? Sé que no llevas esa campanilla por tus grandes virtudes, sino para anunciar tu maldad oculta.

Los halagos que se hacen a sí mismos los fanfarrones, sólo delatan sus mayores defectos.

87 - El perro que perseguía al león.

Un perro de caza se encontró con un león y partió en su persecución. Pero el león se volvió rugiendo, y el perro, todo atemorizado, retrocedió rápidamente por el mismo camino. Le vio una zorra y le dijo:

—¡Perro infeliz! ¡ Primero perseguías al león y ya ni siquiera soportas sus rugidos!

Cuando entres a una empresa, mantente siempre listo a afrontar imprevistos que no te imaginabas.

88 - El perro y la corneja.

Una corneja que ofrecía en sacrificio una víctima a Atenea invitó a un perro al banquete.

Le dijo el perro:

—¿Por qué dilapidas tus bienes en inútiles sacrificios? Pues deberías de saber que la diosa te desprecia hasta el punto de quitar todo crédito a tus presagios.

Entonces replicó la corneja:

—Es por eso que le hago estos sacrificios, porque sé muy bien su indisposición conmigo y deseo su reconciliación.

Si deseas que los más alejados te escuchen, debes llamarlos con mayor intensidad.

89 - La corneja y el cuervo.

Sentía una corneja celos contra los cuervos porque éstos dan presagios a los hombres, prediciéndoles el futuro, y por esta razón los toman como testigos. Quiso la corneja poseer las mismas cualidades.

Viendo pasar a unos viajeros se posó en un árbol, lanzándoles espantosos gritos. Al oír aquel estruendo, los viajeros retrocedieron espantados, excepto uno de ellos, que dijo a los demás:

—Eh, amigos, tranquilos; esa ave es solamente una corneja. Sus gritos no son de presagios.

Cuando vanidosamente y sin tener capacidades, se quiere rivalizar con los más preparados, no sólo no se les iguala, sino que además se queda en ridículo.

90 - La corneja con los cuervos.

Una corneja que por esas cosas del destino era más grande que sus compañeras, despreciando y burlándose de sus congéneres, se fue a vivir entre los cuervos pidiéndoles que aceptaran compartir su vida.

Pero los cuervos, a quienes su figura y voz les eran desconocidas, sin pensarlo mucho la golpearon y la arrojaron de su grupo.

Y la corneja, expulsada por los cuervos, volvió de nuevo donde las demás cornejas. Pero éstas, heridas por el ultraje que les había hecho, se negaron a recibirla otra vez. Así, quedó esta corneja excluida de la sociedad de unos y de otros.

Cuando pienses cambiar de sociedad, domicilio o amistades, no lo hagas nunca despreciando a la anterior, no sea que más tarde tengas que regresar allá.

91 - La corneja y las aves.

Quería una vez Zeus proclamar un rey entre las aves, y les señaló un día para que comparecieran delante de él, pues iba a elegir a la que encontrara más hermosa para que reinara entre ellas.

Todas las aves se dirigieron a la orilla de un río para limpiarse.

Entonces la corneja, viéndose más fea que las demás, se dedicó a recoger las plumas que abandonaban los otros pájaros, ajustándolas a su cuerpo. Así, compuesta con ropajes ajenos, resultó la más hermosa de las aves.

Llegó el momento de la selección, y todos los pájaros se presentaron ante Zeus, sin faltar por supuesto, la corneja con su esplendoroso plumaje.

Y cuando ya estaba Zeus a punto de concederle la realeza a causa de tanta hermosura, los demás pájaros, indignados por el engaño, le arrancaron cada uno la pluma que le correspondía. Al fin, desplumada de lo ajeno, la corneja, simplemente corneja se quedó.

Nunca hagas alarde de los bienes ajenos como si fueran propios, pues tarde o temprano se descubre el engaño.

92 - La corneja y los pichones.

Conoció una corneja un palomar que habitaban unos pichones muy bien alimentados, y queriendo disfrutar de tan buena comida blanqueó sus plumas y se unió a ellos.

Mientras la corneja estuvo en silencio, los pichones, creyéndola como uno de los suyos, la admitieron sin reclamo. Pero olvidándose de su actuación, en un descuido la corneja lanzó un grito. Entonces los pichones, que no le reconocieron su voz, la echaron de su nido.

Y la corneja, viendo que se le escapaba la comida de los pichones, volvió a buscar a sus semejantes.

Mas por haber perdido su color original, las otras cornejas tampoco la recibieron en su sociedad; de manera que por haber querido disfrutar de dos comidas, se quedó sin ninguna.

Contentémonos con nuestros bienes, pues tratar de tomar sin derecho los ajenos, sólo nos conduce a perderlo todo.

93 - La corneja fugitiva.

Un hombre cazó a una corneja, le ató un hilo a una pata y se la entregó a su hijo.

Mas la corneja, no pudiendo resignarse a vivir prisionera en aquel hogar, aprovechó un instante de libertad en un descuido para huir y tratar de volver a su nido.

Pero el hilo se le enredó en las ramas de un árbol y el ave no pudo volar más, quedando apresada. Viendo cercana su muerte, se dijo:

—¡Hecho está! Por no haber sabido soportar la esclavitud entre los hombres, ahora me veo privada de la vida.

En cuanto mayor son los valores que se buscan, mayores son los riesgos.

94 - El cuervo y la culebra.

Andaba un cuervo escaso de comida y vio en el prado a una culebra dormida al sol; cayó veloz sobre ella y la raptó. Mas la culebra, despertando de su sueño, se volvió y lo mordió.

El cuervo viéndose morir dijo:

—¡Desdichado de mí, que encontré un tesoro pero a costa de mi vida!

Antes de querer poseer algún bien, primero hay que valorar si su costo vale la pena.

95 - El cuervo y Hermes.

Un cuervo que había caído en un cepo prometió a Apolo que le quemaría incienso si lo salvaba; pero una vez liberado de la trampa olvidó su promesa.

Capturado de nuevo en otro cepo, dejó a Apolo para dirigirse a Hermes, prometiéndole también un sacrificio. Mas el dios le dijo:

¿Cómo voy a creerte ahora, miserable, si ya engañaste y renegaste de tu primer señor?

Si por nuestra voluntad faltamos a nuestra primera promesa, no tendremos oportunidad de que nos crean una segunda.

96 - El cuervo enfermo.

Un cuervo que se encontraba muy enfermo dijo a su madre:

—Madre, ruega a los dioses por mí y ya no llores más.

La madre contestó:

—¿Y cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de ti? ¿Quedará alguno a quien aún no le hayas robado la carne?

No te llenes innecesariamente de enemigos, pues en momentos de necesidad no encontrarás un solo amigo.

97 - El ruiseñor y el gavilán.

Subido en un alto roble, un ruiseñor cantaba como de costumbre. Lo vio un gavilán hambriento, y lanzándose inmediatamente sobre él, lo apresó en sus garras.

Seguro de su próxima muerte, el ruiseñor le rogó que le soltara, diciéndole que con sólo él no bastaría para llenar su vientre, y que si en verdad tenía hambre, debería de apresar a otros más grandes. El gavilán le repuso:

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