Las pruebas (14 page)

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Authors: James Dashner

Tags: #Fantasía, #Ciencia ficción

BOOK: Las pruebas
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Era la quinta vez que Aris decía aquello mientras corrían en la negrura de la más oscura de las noches. La pobre chica, en algún sitio de ahí fuera, que cada vez estaba más cerca, seguía con aquellos agudos chillidos funestos.

La comida fue sombría y tranquila. La conversación se desvió a lo que había dicho el Hombre Rata sobre las Variables, lo de que sus reacciones ante ellas eran todo lo que importaba. Sobre crear un «programa», sobre encontrar unos modelos en la «zona letal». Nadie tenía respuestas, claro, tan sólo especulaciones sin sentido. Era extraño, pensó Thomas. Ahora sabían que les estaban analizando, que tenían que pasar las pruebas de CRUEL. En cierta manera, era como si tuvieran que actuar de modo diferente por eso y, aun así, seguían avanzando, luchando, sobreviviendo hasta poder obtener la cura prometida. Y eso era lo que continuarían haciendo, Thomas estaba seguro.

Sus piernas y articulaciones habían tardado un rato en aflojarse cuando Minho volvió a poner en marcha a todo el grupo. En lo alto, la luna era una rodaja que apenas daba más luz que las estrellas; pero no hacía falta ver demasiado para correr por un terreno llano y árido. Además, a menos que fuera producto de su imaginación, ya estaban llegando a las luces de la ciudad. Ahora veía que parpadeaban, lo que significaba que seguramente fueran hogueras. Y tenía sentido, puesto que las probabilidades de tener electricidad en una tierra yerma eran más bien escasas.

No sabía cuándo había pasado con exactitud, pero de repente el conjunto de edificios hacia el que corrían pareció estar mucho más cerca. Y había muchos más de los que él o los demás habían pensado. También eran más altos, más anchos. Se extendían y organizaban en filas, a la vieja usanza. Por lo que sabían, aquel lugar pudo ser en el pasado una ciudad importante, devastada por lo que fuese que había ocurrido en aquella zona. ¿Las erupciones solares podían ocasionar tanto daño? ¿O lo había provocado otra cosa durante el periodo posterior?

Thomas empezaba a pensar que no llegarían a los primeros edificios hasta algún momento del día siguiente.

Aunque en aquel momento no les hacía falta taparse con las sábanas, Aris seguía corriendo a su lado y a Thomas le apetecía hablar:

—Cuéntame algo más de tu rollo en el Laberinto.

La respiración de Aris era regular; parecía estar en tan buena forma como Thomas.

—¿Mi rollo en el Laberinto? ¿Qué se supone que significa eso?

—Nunca llegaste a darnos detalles. ¿Cómo fue para ti? ¿Cuánto tiempo estuviste? ¿Cómo saliste?

Aris contestó por encima del suave crujido de las pisadas sobre el suelo del desierto:

—He hablado con algunos amigos tuyos y parece que todo ha sido muy parecido a vuestra experiencia. Salvo… que había chicas en vez de chicos. Algunas llevaban allí unos dos años, el resto apareció de una en una, una vez al mes. Entonces llegó Rachel y, al día siguiente, yo, en coma. Apenas me acuerdo de nada, tan sólo de aquellos últimos días locos después de que por fin me despertara.

Continuó explicando lo sucedido y la mayoría era igual que lo que habían vivido Thomas y los clarianos. Era extrañísimo, casi imposible de creer. Aris salió del coma, dijo algo sobre el Final, los muros dejaron de cerrarse por la noche, la Caja dejó de llegar, averiguaron que el Laberinto tenía un código y así hasta que escaparon. Terminó casi igual que la terrible experiencia de los clarianos, excepto por la chica de su grupo que murió. Si eran tan fuertes como Teresa, a Thomas no le sorprendía lo más mínimo.

Al final, cuando Aris y su grupo llegaron a la última cámara, una chica llamada Beth —que había desaparecido el día anterior, igual que Gally— mató a Rachel, justo antes de que entraran los rescatadores y les llevaran enseguida al gimnasio que Aris había mencionado antes. Después, los rescatadores se lo llevaron donde los clarianos finalmente le descubrieron, en la que había sido la habitación de Teresa.

Si es que eso era lo que había sucedido en realidad. ¿Quién sabía cómo funcionaban las cosas después de ver lo que podía pasar en el Precipicio y en el Trans Plano que les había llevado al túnel? Por no mencionar las ventanas tapiadas y el cambio de nombre en la puerta de Aris.

Todo eso le daba un gran dolor de cabeza.

Al intentar pensar en el Grupo B e imaginar sus papeles, se le retorcieron las ideas: a Aris y a él básicamente les habían cambiado y Aris era, en realidad, el homólogo de Teresa. El hecho de que hubieran matado a Chuck en vez de a él… que esa fuera la única diferencia importante entre los paralelismos… ¿Aquel montaje pretendía instigar ciertos conflictos o provocar reacciones para los estudios de CRUEL?

—Es todo muy raro, ¿eh? —dijo Aris después de dejar que Thomas digiriera la historia durante un rato.

—No sé qué palabra es la correcta. Pero alucino con que ambos grupos hayan pasado por estos experimentos paralelos… o controles, pruebas o lo que sea. Bueno, si están analizando nuestras reacciones, supongo que tiene sentido que las circunstancias sean similares. Aunque es extraño.

Justo cuando Thomas dejó de hablar, la chica soltó un alarido a lo lejos aún más alto que sus gritos de dolor habituales, y Thomas sintió un nuevo torrente de pavor.

—Creo que lo sé —dijo Aris tan bajito que Thomas no estaba seguro de si le había oído bien.

—¿Eh?

—Creo que sé por qué eran dos grupos. Por qué hay dos grupos.

Thomas le miró; a duras penas distinguió la sorprendente expresión de calma en su rostro.

—¿Ah, sí? ¿Por qué?

Aris aún no parecía cansado.

—Bueno, en realidad se me han ocurrido dos ideas. Una es que creo que esta gente (CRUEL, sean quienes sean) está intentando seleccionar a los mejores de ambos grupos para utilizarnos de alguna manera. Quizás incluso quieran que nos reproduzcamos o algo parecido.

—¿Qué? —Thomas estaba tan sorprendido que casi se olvidó de los gritos. No podía creer que alguien estuviera tan enfermo—. ¿Que nos reproduzcamos? ¡Vamos!

—Después de atravesar el Laberinto y de ver lo que ocurrió en aquel túnel, ¿crees que es poco probable? ¡Venga ya!

—Bien —Thomas tuvo que admitir que el muchacho tenía razón—. Vale, ¿y cuál es tu otra teoría? —mientras lo preguntaba, pudo sentir el cansancio provocado por la carrera; tenía la garganta como si alguien le hubiera echado un vaso de arena por el gaznate.

—Pues más bien lo contrario —respondió Aris—. En vez de querer supervivientes de los dos grupos, que sólo quieran que un grupo llegue al final. Así que están eliminando a chicos y chicas, o a un grupo entero. Sea como sea, es la única explicación que se me ocurre.

Thomas reflexionó durante un rato sobre lo que Aris había dicho antes de responder:

—Pero ¿qué hay de lo que dijo el Hombre Rata? ¿Que están analizando nuestras reacciones, construyendo algún tipo de programa? Quizá sea un experimento. Quizá no planeen que ninguno de nosotros sobreviva. Quizás estén estudiando nuestros cerebros, nuestras reacciones, nuestros genes y todo lo demás. Cuando todo termine, estaremos muertos y ellos tendrán un montón de informes que leer.

—Mmm —gruñó Aris mientras lo consideraba—. Puede. Sigo intentando averiguar por qué tienen un miembro del sexo opuesto en cada grupo.

—Tal vez para ver qué tipo de peleas o problemas causaría. Es una especie de situación única para estudiar las reacciones de las personas —Thomas casi quería reírse—. Me encanta cuando hablamos de esto. Es como si estuviéramos decidiendo cuándo tenemos que parar a hacer clonc.

Aris se echó a reír, una risita seca que logró que Thomas se sintiera mejor; de hecho, hizo que le gustara más el nuevo chico.

—Macho, no digas eso. Hace al menos una hora que debería haber ido al baño.

Esta vez le tocó a Thomas reírse y, justo después, como si hubiera oído a Aris pidiéndolo, Minho les gritó a todos que se detuvieran.

—Descanso para ir al baño —dijo con las manos en las caderas mientras recuperaba el aliento—. Enterrad vuestra clonc y no lo hagáis demasiado cerca. Descansaremos quince minutos y luego andaremos un rato. Pingajos, sé que no podéis mantener el ritmo de corredores como yo o Thomas.

Thomas dejó de prestar atención —no necesitaba instrucciones sobre cómo hacer sus necesidades— y se dio la vuelta para ver dónde habían parado. Respiró hondo y, cuando se relajó, sus ojos captaron algo. Había una sombra oscura a unos cien metros delante de ellos, pero no directamente en el camino de su viaje. Un cuadrado de oscuridad en contraste con el débil resplandor de la ciudad que había más allá. Resaltaba con tal claridad que no podía creer que no lo hubiera notado antes.

—¡Eh! —gritó mientras lo señalaba—. Ahí parece que hay un pequeño edificio, a tan sólo unos minutos de distancia, a la derecha. ¿Lo veis, tíos?

—Sí, lo veo —respondió Minho, que caminó hasta colocarse a su lado—. Me pregunto qué será.

Antes de que Thomas pudiera contestar, sucedieron dos cosas casi simultáneamente: primero, los gritos angustiosos de la chica misteriosa cesaron, se cortaron como si alguien hubiera cerrado una puerta. Entonces, de detrás del edificio que tenían delante, salió la figura de una chica de cabellos largos que caían como seda negra de su cabeza envuelta en sombras.

Capítulo 20

Thomas no pudo evitarlo: su primer instinto fue esperar que fuera ella, llamarla. Tenía la esperanza, contra toda posibilidad, de que estuviera allí, a tan sólo cien metros, aguardándole.

¿Teresa?

Nada.

¿Teresa? ¡Teresa!

Nada. El absceso que había aparecido cuando ella desapareció aún seguía en su cabeza, como una piscina vacía. Pero… pero podía ser ella. Tal vez era ella. Quizás algo le había pasado a su capacidad de comunicarse.

En cuanto la chica salió de detrás del edificio, o más bien de su interior, se quedó allí de pie. A pesar de no poder verla por hallarse oculta entre las sombras, algo en su postura dejaba claro que estaba de cara a ellos, mirándolos fijamente, con los brazos cruzados.

—¿Crees que es Teresa? —preguntó Newt, como si le hubiera leído la mente.

Thomas asintió antes de saber lo que estaba haciendo. Enseguida miró a su alrededor para ver si alguien se había dado cuenta. Por lo visto, no.

—Ni idea —dijo al final.

—¿Crees que era la que estaba gritando? —inquirió Fritanga—. Paró justo cuando ella salió de ahí.

Minho resopló.

—A lo mejor era ella la que estaba torturando a alguien. Probablemente la mató para que no sufriera más cuando nos vio venir —entonces, por alguna razón, dio una palmada—. Vale, ¿quién quiere ir a conocer a esa agradable jovencita?

Thomas no se explicaba cómo Minho podía tener tan buen humor en momentos como ese.

—Iré yo —contestó a voz en grito. No quería que resultara obvio lo mucho que deseaba que fuera Teresa.

—Estaba de broma, cara fuco —repuso Minho—. Vamos a acercarnos todos. Podría tener un ejército de ninjas psicópatas ocultas en esa casucha.

—¿Ninjas psicópatas? —repitió Newt con una voz que revelaba sorpresa, si no molestia, por la actitud de Minho.

—Sí. Vamos.

Minho comenzó a avanzar. Thomas siguió un repentino e inesperado instinto:

—¡No! —bajó la voz—. No. Chicos, quedaos aquí. Yo hablaré con ella. Quizá sea una trampa o algo por el estilo. Seríamos tontos si nos acercáramos y cayéramos todos en el engaño.

—¿Y tú no eres imbécil por ir solo? —espetó Minho.

—Bueno, no podemos pasar de largo sin comprobar quién es. Ya voy yo. Si pasa algo o resulta sospechoso, os pediré ayuda.

Minho hizo una larga pausa.

—Muy bien. Ve, pingajillo valiente —le dio una palmada bastante dolorosa a Thomas en la espalda.

—Es una gilipullez —interrumpió Newt, que dio un paso al frente—. Yo iré con él.

—¡No! —exclamó Thomas—. Es que… dejadme hacer esto. Algo me dice que debemos tener cuidado. Si me pongo a llorar como un bebé, venid a salvarme.

Y antes de que nadie pudiera discutírselo, se alejó caminando rápido hacia la chica y su edificio.

Salvó la distancia enseguida. Sus zapatos crujieron contra el suelo arenoso y las piedras, rompiendo el silencio. Inhaló los olores puros del desierto mezclados con un aroma lejano de algo que se quemaba, y cuando miró fijamente la silueta de la chica que había junto al edificio, de repente lo tuvo claro. Quizá fue por la forma de su cabeza o de su cuerpo. Quizá fue por su postura, por la manera de cruzar los brazos a un lado y sacar la cadera hacia el otro. Pero lo supo: era ella.

Era Teresa.

Cuando llegó a unos pasos de ella, justo antes de que la tenue luz por fin revelase su rostro, la joven se dio la vuelta y atravesó una puerta abierta para desaparecer en el interior del pequeño edificio. Era un rectángulo, con un tejado ligeramente inclinado en el medio, a lo largo. Por lo que veía, no tenía ventanas. Unos grandes cubos negros colgaban de las esquinas; unos altavoces, tal vez. Quizás hubieran emitido el sonido y se tratara de un engaño. Eso explicaría por qué lo había podido oír desde tan lejos.

La puerta, un gran trozo de madera, se abrió del todo y se apoyó en la pared. Dentro estaba incluso más oscuro que fuera.

Thomas se movió. Cruzó la puerta y, al hacerlo, se dio cuenta de lo imprudente y estúpido que podía ser aquello. Pero era ella. No importaba qué había pasado, no importaba el motivo de su desaparición ni que no hubiera querido hablar con él telepáticamente; sabía que no iba a hacerle daño. Ni hablar.

En el interior, el aire estaba más fresco, casi húmedo. Era maravilloso. Al dar tres pasos, se detuvo y escuchó en la oscuridad total. Podía oírla respirar.

—¿Teresa? —preguntó en voz alta, conteniendo la tentación de volvérselo a decir con la mente—. Teresa, ¿qué pasa?

No respondió, pero oyó una inhalación, seguida de un sollozo entrecortado, como si estuviera llorando, pero intentara ocultárselo.

—Teresa, por favor. No sé qué ha pasado o qué te han hecho, pero estoy aquí ahora. Esto es una locura. Dime…

Se calló cuando una luz se encendió con un rápido destello que se apagó hasta convertirse en una pequeña llama. Thomas clavó la vista en la mano que sostenía la cerilla. Observó cómo bajaba despacio, con cuidado, para encender una vela que había en una mesita. Cuando esta se prendió, y la mano sacudió la cerilla para apagarla, Thomas alzó por fin la mirada y la vio. Comprobó que estaba bien, después de todo. Pero la breve y casi aplastante emoción de ver a Teresa viva enseguida se cortó y fue sustituida por la confusión y el dolor.

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