Las pruebas (35 page)

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Authors: James Dashner

Tags: #Fantasía, #Ciencia ficción

BOOK: Las pruebas
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—Pero te digo una cosa —añadió Harriet al levantarse, y le ofreció la mano para que él hiciera lo mismo—: a Teresa no le gustas. Yo me vigilaría las espaldas si estuviera en tu lugar.

Thomas dejó que Harriet le ayudara a ponerse de pie, mientras la confusión y el dolor luchaban en su interior. Teresa de verdad quería verlo muerto.

Capítulo 49

Thomas estuvo callado mientras comía con el Grupo B y se preparaba para marcharse. No tardaron en comenzar a atravesar el oscuro paso de las montañas, en dirección al refugio seguro que se suponía que les esperaba al otro lado. Se le hacía extraño de repente mostrarse simpático con aquella gente después de lo que le habían hecho, pero actuaban como si no hubiera ocurrido nada fuera de lo normal. Le trataban, bueno, como a una de las chicas.

Pero sí mantuvo un poco la distancia y se quedó rezagado, preguntándose si podía confiar plenamente en aquel cambio de opinión respecto a él. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? Aunque Harriet y el resto le dejaran marchar, ¿debía intentar encontrar a su propio grupo, a Minho y Newt y todos los demás? Estaba desesperado por volver con sus amigos y con Brenda. Pero sabía que el tiempo se agotaba y no tenía agua ni comida para conseguirlo él solo. Tenía que esperar que hallaran ellos mismos el camino al refugio seguro.

Así que siguió caminando, cerca del Grupo B, pero a cierta distancia.

Pasaron un par de horas y no le acompañaban más que altos riscos y el crujir de la tierra y las piedras bajo sus pies. Era bueno estar otra vez en movimiento, estirar las piernas y los músculos. Aunque la fecha límite se acercaba y quién sabía qué obstáculos podrían surgir a continuación. ¿O las chicas tenían planeado algo distinto para él? Pensó mucho en los sueños que había estado teniendo, pero aún no podía encajarlo todo para entender de verdad lo que sucedía.

Harriet empezó a caminar más despacio hasta que ambos estuvieron al lado.

—Perdona por arrastrarte por el desierto en una bolsa —dijo.

No podía ver muy bien la cara de la chica con aquella luz tan tenue, pero se imaginaba que estaría sonriendo con complicidad.

—Ah, no pasa nada, estuvo bien que me llevaran un rato —Thomas sabía que tenía que poner de su parte, mostrar algo de humor. No podía confiar en las chicas totalmente, pero no le quedaba más remedio.

Harriet se rió, un sonido que le tranquilizó un poco.

—Sí, bueno, el hombre de CRUEL nos dio unas instrucciones muy específicas sobre ti. Pero fue Teresa la que se obsesionó. Matarte fue casi idea suya.

Aquello le dolió, pero por fin tenía la oportunidad de averiguar alguna cosa y no iba a dejarla escapar.

—¿Ese tipo iba vestido con un traje blanco y parecía una especie de rata humana?

—Sí —contestó sin vacilar—. ¿Es el mismo tío que habló con vuestro grupo?

Thomas asintió.

—¿Cuáles fueron… las instrucciones específicas que os dio?

—Bueno, la mayoría de nuestro viaje ha sido por túneles subterráneos. Por eso no nos visteis en el desierto. Lo primero que se suponía que teníamos que hacer fue aquella cosa extraña, cuando Teresa y tú hablasteis en aquel edificio en la parte sur de la ciudad. ¿Te acuerdas?

A Thomas se le cayó el alma a los pies. ¿Ya estaba con el grupo entonces?

—Eh… sí, me acuerdo.

—Bueno, seguramente ya lo sabes, pero todo fue teatro. Una especie de ensayo para daros una falsa seguridad. Incluso nos dijo que de algún modo… la controlaron el tiempo suficiente para que te besara. ¿Es cierto?

Thomas dejó de caminar, se inclinó y apoyó las manos en las rodillas. Se había quedado sin aliento. Ya estaba. Oficialmente ya no tenía ninguna duda: Teresa se había vuelto contra él. O quizá nunca había estado de su lado.

—Sé que esto apesta —dijo Harriet en voz baja—. Parece que te han usado para que creas estar muy unido a ella.

Thomas se incorporó y respiró lenta y profundamente.

—Es… que… esperaba que fuera al revés. Que la estuvieran obligando a hacernos daño y que hubiera conseguido separarse lo suficiente… para besarme.

Harriet le puso una mano en el brazo.

—Desde que se unió a nosotras, te ha descrito como a un monstruo que le hizo algo terrible, aunque nunca nos contó el qué. Pero tengo que decirte que no eres para nada como te describió. Seguramente ese es el verdadero motivo por el que cambiamos de opinión.

Thomas cerró los ojos e intentó calmar su corazón. Entonces se lo sacudió de encima y continuó caminando.

—Vale, cuéntame el resto. Necesito oírlo. Todo.

Harriet empezó a caminar a su mismo ritmo.

—Todo lo demás sobre las instrucciones de matarte tiene que ver con capturarte en el desierto como lo hicimos y traerte hasta aquí. Incluso nos dijeron que te dejáramos en la bolsa hasta que perdiéramos de vista al Grupo A. Después… bueno, el gran día se supone que es pasado mañana. Se supone que hay un lugar construido en la montaña, en la parte norte. Un lugar especial para… matarte.

Thomas quiso detenerse de nuevo, pero siguió avanzando.

—¿Un lugar? ¿Qué significa eso?

—No lo sé. Tan sólo nos dijo que sabríamos qué hacer cuando llegáramos allí —hizo una pausa y chasqueó los dedos como si se le hubiera ocurrido algo—. Me apuesto lo que sea a que allí es donde fue antes Teresa.

—¿Por qué? ¿A qué distancia estamos del otro lado?

—La verdad es que no tengo ni idea.

Se quedaron callados y continuaron caminando.

• • •

Tardaron más de lo que Thomas había supuesto. Mediaba su segunda noche de marcha cuando unos gritos delante anunciaron que habían llegado al final del Paso. Thomas, que iba a la zaga del grupo, echó a correr para alcanzarlas; estaba desesperado por ver qué había en la parte norte de la cordillera. De un modo u otro, su destino le aguardaba allí.

El grupo de chicas se había apiñado en una banda ancha de roca irregular que se abría en abanico desde el estrecho cañón del Paso antes de caer en una pronunciada pendiente hasta el pie de la montaña. La luna en tres cuartos brillaba sobre el valle delante de ellos, tiñéndolo de púrpura oscuro y dándole un aspecto misterioso. Y muy llano. No había nada en muchos kilómetros a la redonda, salvo un paisaje yermo y muerto. Absolutamente nada. Ni rastro de algo que pudiera ser un refugio seguro. Y se suponía que estaban a pocos kilómetros.

—A lo mejor es que no podemos verlo.

Thomas no distinguió quién lo dijo, pero sabía que todas las que estaban allí entendían exactamente por qué lo había dicho: intentaba mantener la esperanza.

—Sí —añadió Harriet con aire optimista—. Puede que haya otra entrada a sus túneles subterráneos. Estoy segura de que está ahí.

—¿Cuántos kilómetros más crees que faltan? —preguntó Sonya.

—No pueden quedar más de quince según donde empezamos y lo lejos que nos dijo el hombre que estaba —contestó Harriet—. Probablemente a unos diez o doce kilómetros. Creía que al salir aquí, veríamos un bonito edificio grande con una cara sonriente.

Thomas había estado buscando en la oscuridad todo el tiempo, pero tampoco podía ver nada. Tan sólo un mar de negrura que se extendía hacia el horizonte, cubierto por una cortina de estrellas. Y no había ni rastro de Teresa por ninguna parte.

—Bueno —anunció Sonya—, no nos queda más alternativa que dirigirnos al norte. Deberíamos haber esperado que no fuera fácil. Quizá consigamos llegar al pie de la montaña al amanecer. Y dormir en suelo llano.

Las demás estuvieron de acuerdo con ella, y estaban a punto de continuar por un sendero apenas visible que salía del abanico rocoso cuando Thomas habló:

—¿Dónde está Teresa?

Harriet se volvió para mirarlo y la luz de la luna le bañó la cara con una pálida luminiscencia.

—A estas alturas, la verdad es que no me importa. Si es lo bastante mayor para salir corriendo cuando no consigue lo que quiere, también lo es para alcanzarnos y encontrarnos cuando se le pase. Vamos.

Siguieron avanzando por el sendero de curvas pronunciadas, con la tierra suelta y las piedras crujiendo bajo sus pies. Thomas no pudo evitar darse la vuelta hacia la pared de la montaña y la estrecha entrada al Paso en busca de algún rastro de Teresa. Estaba muy confundido por todo, pero aun así tenía muchísimas ganas de verla. Miró a través de las oscuras pendientes, pero tan sólo vio sombras borrosas y reflejos del resplandor de la luna.

Se dio la vuelta y empezó a caminar, casi aliviado por no haberla visto.

• • •

El grupo bajó por la montaña, zigzagueando por el sendero, en silencio. Thomas iba a la zaga de nuevo, sorprendido por lo en blanco que estaba su mente. Lo adormecida. No tenía ni idea de dónde estaban sus amigos ni de los peligros que podían estar esperándole.

Tras más o menos una hora de viaje, las piernas empezaron a arderle por la difícil caminata cuesta abajo. El grupo se topó con un foco de árboles muertos que señalaba hacia la montaña en una gran franja. Era como si alguna vez una cascada hubiera regado la zona hasta moldear aquella extraña formación de árboles. Aunque, si así lo hubiera hecho, hasta la última gota se la había tragado la Quemadura.

Thomas, que seguía el último de la fila, estaba pasando junto a los árboles cuando una voz dijo su nombre y se sobresaltó de tal manera que casi se tropezó. Se dio la vuelta para de repente descubrir a Teresa detrás de un grueso nudo de madera blanca, agarrando la lanza con la mano derecha y el rostro oculto entre las sombras. Las demás no debían de haberla oído porque seguían caminando.

—Teresa —susurró—. ¿Qué…? —ni siquiera sabía qué decir.

—Tom, tenemos que hablar —respondió y casi sonó como la chica a la que él creía conocer—. No te preocupes por ellas, ven conmigo —señaló a sus espaldas, hacia los árboles, con una rápida sacudida de cabeza.

Thomas miró a las chicas del Grupo B, que seguían alejándose de él, y se centró de nuevo en Teresa.

—Tal vez deberíamos…

—Vamos. Se ha acabado el teatro.

La chica se dio la vuelta sin esperar una respuesta y entró en el bosque sin vida.

Thomas reflexionó durante un par de segundos; la cabeza le daba vueltas por la confusión y el instinto le gritaba que no lo hiciera. Pero la siguió.

Capítulo 50

Puede que los árboles estuvieran muertos, pero sus ramas tiraban de la ropa de Thomas y le arañaban la piel. La madera blanca resplandecía a la luz de la luna y las rayas y charcos de sombra por el suelo conferían un aire embrujado a todo el lugar. Teresa siguió caminando en silencio. Parecía flotar por la ladera de la montaña como una aparición.

Al fin, Thomas encontró el valor para hablar:

—¿Adónde vamos? ¿De verdad esperas que me crea que todo ha sido puro teatro? ¿Por qué no paraste cuando todas las demás estaban de acuerdo en no matarme?

Pero su respuesta fue extraña. Sin apenas girar la cabeza, le preguntó:

—Has conocido a Aris, ¿no?

No dejó de caminar, siguió avanzando; pero Thomas se detuvo un segundo, totalmente perplejo.

—¿Aris? ¿Cómo le conoces? ¿Qué tiene que ver con todo esto?

Se apresuró a alcanzarla de nuevo, curioso, pero, por algún motivo, temiendo la respuesta.

Teresa no respondió enseguida y continuó avanzando a través de un peculiar grupo de ramas apretadas; una salió disparada hacia atrás y le dio a Thomas en la cara después de que ella la soltara. En cuanto las dejaron atrás, Teresa se detuvo y se volvió hacia él, justo allí donde un rayo de luna iluminaba su rostro. No parecía contenta.

—Da la casualidad de que conozco a Aris muy bien —dijo con voz tensa—. Mucho más de lo que te va a gustar. No sólo formaba una parte muy importante de mi vida antes del Laberinto, sino que él y yo hablábamos mentalmente, igual que lo hacíamos nosotros. Incluso cuando estaba en el Claro, nos comunicábamos todo el rato. Y sabíamos que al final volverían a reunimos.

Thomas buscó una respuesta. Lo que Teresa acababa de decir era tan inesperado que pensó que debía de ser una broma. Otro truco de CRUEL.

Teresa esperó de brazos cruzados, como si disfrutara al ver cómo se esforzaba el chico por hablar.

—Estás mintiendo —replicó al final—. Lo único que haces es mentir. No entiendo por qué ni lo que ocurre, pero…

—Oh, vamos, Tom —espetó—. ¿Cómo puedes ser tan estúpido? Después de todo lo que te ha pasado, ¿cómo puedes seguir sorprendiéndote? Todo lo nuestro formó parte de una ridícula prueba. Y ya se ha acabado. Aris y yo vamos a hacer lo que nos dijeron, y la vida continuará. CRUEL es todo lo que importa ahora. Ya está.

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