—Buen día, Eminencia, ¿leyó mi informe?
—Por encima. Me cuesta mucho creer que Bratianu no tenga acceso a la llave. ¿De verdad estás seguro?
El argentino se sintió ofendido pero logro dominarse para evitar un pecado de soberbia.
—Eminencia, sé lo que digo. Bratianu no sabe dónde está la llave. Yo creo que sólo los Ceausescu conocen su escondite. Respecto a la ubicación del arca, es seguro que además de los españoles también la conoce la cúpula de la Sociedad de los Guardianes del Tiempo, pero por algún motivo no hace nada por recuperarla. Quizá estén esperando a tener la llave en su poder. Nuestros esfuerzos por infiltrar a alguien siguen siendo infructuosos. Nuestra
antena
en Londres dice que aquel edificio es casi inaccesible. Hay personal de guardia las veinticuatro horas, y todas las medidas de seguridad imaginables. Aquello es más seguro que la sede de la CIA. Sin embargo, estamos ultimando un plan de ataque subterráneo. Aquí le traigo el informe. Y luego está el idioma, ese dichoso idioma en el que hablan entre ellos. Nuestros lingüistas han escuchado cientos de veces las escasas conversaciones que hemos podido grabar, y siguen sin sacar nada en claro.
—Una lengua inventada para proteger su secreto…
—No, Eminencia, en eso sí que están de acuerdo: si fuera un idioma artificial tendría unas construcciones más simples y una fonética más fácil.
—¿Entonces?
—Parece tratarse de una lengua muy compleja. Desde luego, la pronunciación es endemoniada. Han creído encontrarle remotos vínculos con… —consultó sus papeles— con el etrusco, con el yukaghir de Siberia, con el tsez y otras lenguas caucásicas, con el aymara y hasta con el euskera. O sea, que en realidad no saben nada de nada.
—¿Has establecido contacto directo con él?
—No, después de dos semanas observándole en Bucarest no lo consideré prudente. Aunque proviene de un entorno anticomunista, ni él ni su familia parecen ser creyentes. Eso es lo malo de Rumanía, donde la iglesia dominante es la ortodoxa y se lleva demasiado bien con el régimen. ¡Si fuera Polonia…! Pero ayer mandé a uno de mis hombres a una conferencia suya. Acá le traigo una copia de la cinta y dentro de un rato le entregarán la traducción, que aún no está terminada. Está claro que Bratianu sabe de lo que habla. Incluso sostiene que Zalmoxis pudo haber constituido una especie de secta secreta de eruditos, pero es una conclusión espontánea suya. No hay duda de que no sabe nada de la Sociedad. Hoy llega a Madrid para ver si la inteligencia española le da la otra tablilla o una foto. Bratianu y la Securitate creen que la tablilla está en poder de Adolfo Suárez.
—¡Cuánta ingenuidad! El CESID les ha engañado por completo… supongo —el cardenal reflexionó unos segundos y adoptó un gesto grave—. Zlatko, no hace falta que te recuerde la importancia de este asunto. Si la Sociedad finalmente se hace con el arca que busca, se acabó. No dudarán en darse a conocer después de tres milenios actuando en secreto, y no sólo revelarán el contenido del arca sino también todo su archivo de los últimos treinta y tantos siglos. Eso es lo peor. ¿Te imaginas el cataclismo que eso supondrá para la Iglesia? En realidad será un desastre para todas las religiones y para la religiosidad misma.
»En lo que a nosotros se refiere, esta gente desmontará con miles de documentos la historia de Moisés y otras muchas, incluyendo toda la versión oficial de la Iglesia sobre Jesús. La gente les creerá. Terminarán de destruir lo que queda de nuestra religión. Además es posible que esa arca contenga teorías o artilugios que hagan avanzar la física más aún, hasta completar y hacer evidente el modelo de universo defendido por la ciencia pagana. Por otro lado, puede haber también conocimientos biomédicos que aceleren el futuro abominable al que nos ha condenado la maldita investigación genética.
»Hace ya dos años que conocemos la existencia de la Sociedad, aunque ellos no lo sepan, y ya no podemos seguir esperando. Hay que encontrar y destruir el arca y, sobre todo, los archivos de la Sociedad. Son muy nocivos, Zlatko, estoy convencido. Son una bomba de relojería que amenaza lo único que hay de santo y puro en la condición humana: la fe. Son como una nueva Biblioteca de Alejandría y debemos aniquilarla igual que destruimos la primera,
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porque el saber sin finalidad, el saber por el saber, es el mal en estado puro. Y será necesario identificar y eliminar a los dirigentes, al menos a los principales.
»La existencia de esa organización explica muchas cosas. Llevan una eternidad perjudicando a la Iglesia y tienen que pagar por ello. Hay que borrarles de la Historia antes incluso de que se decidan a inscribirse en ella. Como dijo Tomás de Aquino, los herejes no sólo deben ser separados de la Iglesia (por la excomunión), sino también del mundo (dándoles muerte). Y no hay herejes más peligrosos que los integrantes de esa Sociedad de los Guardianes del Tiempo. De momento, su discreción juega a nuestro favor. Por otro lado, si los rumanos están en lo cierto, las instrucciones para dar con el arca están en la tablilla de Madrid, así que hay que hacerse con ella antes que la Sociedad y antes que ese Bratianu.
—Pero, Eminencia, ¿no íbamos a conseguir que el gobierno español nos la entregara?
—El problema, Zlatko, es que España tampoco la tiene, o al menos eso me han contado. He hablado con Madrid. Me han dicho confidencialmente que en mayo de 1976 un agente recogió la tablilla en casa de Adolfo Suárez para guardarla en la cámara acorazada de la central de inteligencia, pero por el camino fue asaltado y se la robaron. Se ve que a los rumanos les han hecho creer que sigue en poder de Suárez, aunque no entiendo para qué. Supongo que para mantener vivo su interés y conseguir la llave. Pero yo no me fío de esa versión. Confío plenamente en mis contactos dentro de los principales partidos españoles, y especialmente en mi amigo que forma parte de la cúpula del Ministerio del Interior. Es un hombre de Dios, y miembro de la Obra, claro. Sin embargo me parece que aquel agente pudo quedarse con la tablilla. ¿Y si era un agente doble, o simplemente quiso ganarse un buen dinero vendiéndola en el mercado negro de antigüedades?
»Quiero que te vayas ahora mismo a Madrid y averigües si estoy en lo cierto. Aquí tienes un dossier sobre aquel agente, que sigue trabajando en el CESID. Rastrea la tablilla en España o donde quiera que esté, Zlatko. Tienes que conseguirla como sea, ¿comprendes? Como sea. Y evita que Bratianu la obtenga antes. Al mismo tiempo tus hombres tienen que seguir trabajando en Rumanía para dar con la llave, y en Londres para encontrar la manera de entrar en ese edificio. Una vez que tengamos los dos objetos, debemos encontrar el arca y destruirla, y después acabar con la Sociedad.
»Tu misión es la más importante de la Historia. Dependemos de ti, Zlatko. Utiliza todos los medios humanos y económicos que consideres oportunos. Y, bueno… Ya sabes que tienes mi bendición y mi absolución previa para cualquier acción necesaria. Puedes tener la seguridad absoluta de que el Señor perdonará cualquier pecado, por grave que sea, si realmente es imprescindible en este momento tan crítico de su Iglesia —se incorporó mirando fijamente al agente Veric—. ¿Qué son unas pocas vidas en comparación con toda la obra de nuestro Salvador y de su Iglesia a lo largo de casi dos mil años?
Al ex coronel argentino no hacía falta alentarle para que cometiera en beneficio de su Iglesia cualquier delito, incluso los peores. No sería la primera vez. Si todo Estado requería una sólida defensa en sus propias alcantarillas y para ello mantenía unidades secretas autorizadas a cualquier cosa, ¿cómo no iba a hacerlo un Estado que era el más pequeño del mundo en extensión, pero sobre el que descansaba una comunidad religiosa compuesta, al menos sobre el papel, por más de mil millones de fieles? Veric llevaba varios años ejerciendo en esas alcantarillas. Era un creyente fanático y un profesional de primera. Había coordinado las operaciones de inteligencia argentinas durante la guerra de las Malvinas. La muerte de su mujer y de su hijo recién nacido en un accidente de circulación le hizo refugiarse en su fe. Durante unos meses se le apareció con frecuencia su esposa muerta, y también habló con Jesucristo dos veces (aunque esto no se lo había dicho a nadie claro). Ingresó en el Opus Dei y terminó por abandonar el Ejército, porque en la todopoderosa prelatura personal, que se estaba haciendo con el control económico y político del Vaticano, tenían otros planes para él.
Pero en los últimos meses se le relevó de su cargo oficial en la inteligencia de la Santa Sede. El cardenal Aguirre le encargó montar nada menos que un servicio secreto extraoficial, fuera del control de las autoridades vaticanas y al servicio de una discreta facción ultraconservadora que actuaba por su cuenta. Se le proporcionó muchos recursos económicos pero pocos humanos. Había tenido que reclutar apresuradamente a su equipo. Algunos de sus hombres eran profesionales, pero la gran mayoría eran jóvenes fanáticos que formaban parte de algunas organizaciones "ultras" del universo católico.
Cuando Veric abandonó el despacho, el cardenal marcó una extensión perteneciente al aparato político vaticano.
—¿Joaquín? Ah, hola. ¿Cómo estás?… Sí, ya está. Estamos en ello. Puedes tranquilizarles, al menos de momento. ¿Ya ha llegado todo el mundo?
* * *
Al otro lado del hilo telefónico, su interlocutor le agradeció la llamada y le dijo que se diera prisa en llegar hasta allí, que le estaban esperando. Colgó el auricular. Se levantó y regresó a la sala contigua. Alrededor de la mesa de juntas había unos veinticinco hombres, y casi todos eran altos representantes de iglesias cristianas no católicas, pero también había importantes líderes espirituales del Islam, del judaismo y de algunas otras religiones. Aquel minicongreso se celebraba en secreto, como todos los años, y estaba compuesto por los sectores más ortodoxos y tradicionalistas de cada una de las religiones representadas. En 1947, por primera vez en la Historia, habían decidido aparcar temporalmente sus ansias de aniquilación mutua y unir sus fuerzas ante un fenómeno mundial que constituía una amenaza para todos ellos: la consolidación irreversible del racionalismo.
—Perdonad la interrupción. Puedo informaros de que el nuevo servicio de inteligencia está avanzando mucho en el asunto que nos ocupa. Ahora vendrá el cardenal Aguirre y nos dará información de primera mano. Os garantizo que, con la ayuda de Dios, el cardenal y su equipo harán cuanto esté a su alcance para evitar la catástrofe que se nos vendría encima a todos nosotros si la Sociedad saliera a la luz y revelara sus archivos.
—El principal peligro —dijo un rabino de edad avanzada, repitiendo su discurso del año anterior— no es tanto la aparición de documentos históricos contundentes que siembren dudas respecto a la veracidad de nuestros dogmas, o cuestionen la realidad histórica y la versión oficial sobre Moisés, Jesús o Mahoma.
—O sobre el gurú Nanak —intervino un jerarca de la comunidad sij.
—Por supuesto —se apresuró a añadir el rabino, antes de seguir con su reflexión—. El verdadero problema es que la Sociedad terminará de darle la estocada definitiva a la religiosidad, imponiendo al hombre e incluso a la mujer como los únicos dioses.
—Y entonces —afirmó un representante hinduista— la libertad sin freno de las personas llevará a la anarquía y al caos, y su resultado último será la destrucción. No podemos permitirlo.
—Exactamente —dijo un importante
ayatollah
—. La fe, cualquiera que sea, es el único mecanismo que garantiza la contención del individuo, la represión electiva de sus pasiones y el encauzamiento de su creatividad hacia los fines colectivos y hacia los medios moralmente correctos. Sin la fe quedamos a merced de la fría ciencia, cuyos supuestos avances siempre implican un retroceso espiritual equivalente, de la misma manera que el incremento de la funesta libertad individual aniquila el orden moral y la jerarquía familiar y social.
—En mi opinión —añadió un líder de los baptistas del sur en los Estados Unidos—, incluso sería preferible permitir que la mayor parte de la humanidad sucumbiera a los cantos de sirena de las sectas más estrafalarias y absurdas de la "Nueva Era", antes que ver el definitivo triunfo del racionalismo laico.
—Bueno —terció nuevamente el rabino—, esa fue una de las estrategias que emprendimos hace más de cuarenta años, al término de la Segunda Guerra Mundial y de la
Shoah
,
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cuando se generalizaron nuestras reuniones y comenzó a perfilarse esta orden. El razonamiento era por entonces: "Si les aburre la fe convencional, démosles una oferta más amplia y colorista: lo importante es que no dejen de creer y luego ya veremos". Sin embargo me parece que se nos fue de las manos. Las nuevas psicosectas han proliferado como hongos causando todo tipo de problemas con sus técnicas de persuasión coercitiva, y sin embargo la laicización parece imparable en buena parte del mundo, al menos entre los segmentos de la población que toman las decisiones y lideran la opinión de la élite… Así que no sé hasta qué punto aquella estrategia sigue sirviendo a nuestros propósitos.
—Yo creo —intervino un pastor metodista— que esa estrategia sí ha cosechado algunos frutos. Por ejemplo, ha contenido a muchos jóvenes idealistas con inquietudes espirituales y sociales, apartándoles del camino que les habría llevado a asumir ideologías racionalistas de cualquier tipo o incluso el comunismo, y dándoles una fe, por fantástica y risible que sea. La organización del reverendo Moon ha sido especialmente eficaz en ese terreno.
—Y sin embargo yo sigo insistiendo en que el comunismo no es el gran problema —dijo un alto jerarca ortodoxo ruso—. Mejor dicho, sí lo es para vosotros. Lo es en los países donde no ha alcanzado el poder, porque allí se reviste de un ropaje libertario, radicalmente democrático y librepensador, casi anarquista. Y esa puesta en escena atrae a muchos jóvenes. Sin embargo el comunismo, una vez en el poder, resulta ser una doctrina de orden. De hecho impone un conjunto cerrado de dogmas absolutos. No estoy de acuerdo con su pensamiento, por supuesto, pero creo que es mejor para nuestros intereses que el liberalismo desbocado de Occidente. Y no es cierto que los comunistas persigan la fe como tal: lo que han intentado es sustituir la fe mística por una especie de fe ideológica que oficialmente maldice el espiritualismo pero en la práctica no es tan materialista como parece. Afirman que su ideología responde a una lógica científica pero, en el fondo, todo su sistema de ideas descansa en dogmas de obligada aceptación, igual que cualquiera de las religiones aquí presentes. Por ello ha tenido tanta fuerza. Porque ha sido mucho más que una ideología aunque se haya quedado a las puertas de ser una religión… igual que les ocurrió a las demás corrientes totalitarias, tan parecidas en realidad al comunismo.