Nosotros, los que fuimos actores en el drama estuvimos varios días en los que nos costaba manejar el exceso de adrenalina que corría por nuestro cuerpo. Sin embargo, la ciudad en ningún momento perdió el pulso. Paseando por la plaza de Catalunya podías ver a los muchachos negros exponiendo en sus mantas artículos falsificados; atan la manta con cuerdas, si viene la policía tiran del cabo y la manta se dobla en un solo paquete con un rápido movimiento y pueden salir huyendo con su mercancía. Ni siquiera les hace falta vigilar la llegada de la Policía Municipal, en cada esquina se puede ver a una china con un teléfono móvil. Ellas vigilan y avisan, los artículos son suyos, los negros son solo mano de obra barata.
Los cines se llenan los fines de semana. En la zona del Arc de Triomf, por las cercanías de los mayoristas de confección, batallones de descuideros marroquíes están atentos a los paquetes de ropa recién comprados o las pertenencias dejadas en los coches mal aparcados. Las putas se pasean por la parte baja de la Rambla, cada cual controlada por clanes de su propia nacionalidad, o esperan en carreteras y polígonos industriales, estas controladas por clanes rumanos. El club de carretera vuelve a funcionar y parece que las chicas siguen siendo bielorrusas en su mayoría. No sé quién es el dueño, ni si es un hombre de paja, como cada vez estoy más convencido de que era Andreu Torcal. No sé si estará pensando qué es lo que debe hacer conmigo. Y mientras él no se preocupe por mí yo no quiero pensar en él.
En el mundo no hay carreteras tan largas para alejarme de ese lugar tanto como yo deseo.
A Silvina le dije:
—Por lo que hace referencia al testamento de su hermano, puede estar tranquila, Galina no intentará hacerse con él.
—Quiero que la castiguen.
—No pueden hacerlo, está muerta.
—¿Cómo lo sabe?
—Lo sé, no se preocupe, le repito que ella no va a aparecer.
—A Néstor le mató esa gringa, ¿no es cierto?
—No.
—¿Pero fue por su culpa que Néstor murió?
—Sí, fue por su culpa, pero ella ya estaba muerta cuando mataron a Néstor.
También le dije que en pocos días le pasaría el desglose de gastos, por si quedase algún resto a liquidar.
Nunca se lo pasé.
Ella tampoco lo reclamó.
Estaría ocupada comprándose un juego de uñas aún más espectacular. Además, su principal preocupación era la gringa, y yo le aseguraba que estaba muerta.
Aquí paz y allí gloria.
Debido a los sucesos que acabo de relatar conseguí una nueva oportunidad de trabajo. El Morlaco, de alguna manera se enteró de que la bala que mató a María salió de la Browning que él me había vendido. Quizás solo lo imaginó, sea como fuere, un día se hizo el encontradizo conmigo y me dijo:
—Payo, tengo algo pa ti.
—¿Qué tienes que pueda interesarme?
—Unos amigos míos, gente de ley, de vez en cuando pueden necesitar tus servicios, pagan bien.
—¿Para hacer qué?
—Lo que tú haces mejor, payo, ya sabes…
—No, no lo sé, Morlaco. Lo que yo hago mejor es mamarme y no creo que tus amigos quieran pagarme por eso.
—En Pedralbes hiciste un buen trabajo, aunque supongo que alguien te ayudó.
—Morlaco, alguien debería contarte que fumarse la grasa con que te pringas el pelo no es bueno para la salud.
—Bueno, payo, bueno, tú ya sabes dónde encontrarme, pa lo que necesites. Y recuerda, son gente de discreción cabal y con mucha guita pa quien les sirve bien.
—Salúdales de mi parte, pero no les digas dónde vivo.
El tipo se largó poco convencido de no volver a verme, al menos no tan convencido como lo estaba yo mismo.
Por lo que se refiere a Lena, se instaló de forma definitiva en casa de Samuel. Es posible que se casen, ella dice que le gustaría que yo sea el padrino. Al principio me sonó a poco honesto, pero luego, pensándolo mejor, le dije que sí, que si ella quería, por mi parte no había ningún problema. Al fin y al cabo paso por su primo de Salta, ¿no?
Además, ella dice que no hay mejor amigo que un examante.
Si es ella quien decide pasarte a la categoría de examante, es posible que sea cierto. En caso contrario, yo me guardaría mucho de asegurarlo.
Mabel tiene novio nuevo, le vi un día; me produjo mala impresión, es de los tipos que cuando pasea con su novia le agarra el culo para que todo dios se dé cuenta de a quién pertenece.
Pero es que hay gente que no aprende.
Mabel es de esas.
El otro día, frente a mi casa, casi tropecé con el árabe que pide dinero después de llorar las injusticias a que se ve sometido por nuestra sociedad. El tipo me sonrió. Yo palpé mi billetera y me alejé. Quedó sorprendido de mi comportamiento poco cívico.
Ya no me recordaba. Yo diría que para él todos los cristianos somos iguales.
El barrio está en transformación permanente, se derriban casas vetustas y las callejas estrechas se llenan de bares de diseño y pubs de moda, que a partir de la tarde noche se llenan de gente guapa, especialmente jóvenes universitarios de ideas avanzadas, liberales que se mezclan con placer con sus hermanos menos favorecidos venidos de tierras menos afortunadas. Ellos son los que viven hacinados en los pisos miserables que están sobre los bares de diseño que abarrota la gente guapa. Luego la gente guapa se va y los otros se quedan.
No hay que escandalizarse, ya que cuando más tarde, en aquellas calles, el tráfico de gente se hace poco fluido, es mejor saber defenderse a patadas que tener un discurso intelectual coherente. Y la gente guapa, las patadas nada más las ven en la tele y cuando juega el Barça.
De patadas, los que se quedan, cuando las calles se despueblan, saben más.
Valentina es lo único bueno de lo que podría hablarles.
Pero en este momento no tengo ganas de hacerlo.
En ocasiones, mientras hago el amor con Valentina, trato de imaginar el goce de hacer el amor con ella.
No sé si seré capaz de mantenerla a mi lado durante mucho tiempo.
Ella dice que sí.
Pero mi suerte y yo hace tiempo que no mantenemos las mejores relaciones.
¿Y qué más? ¡Claro! El espíritu de Gardel sigue poseyéndome, pero ahora paulatinamente va dejando espacio para otras músicas. El tiempo no perdona, la inmortalidad también envejece.
Sin embargo, el otro día le escuché cantando un tango que no conocía, se llama «Mala Entraña», a mí me suena casi como «Mala Hostia», y me hizo pensar. Más o menos dice así:
Te criaste entre cafishos, malandrines y matones
entre gentes de averías desarrollaste pasiones
por tu estampa de suburbios florecieron los balcones
y lograste la conquista de sensibles corazones.
Vos, que sos más estirado que el tejido de fiambrera,
quiera Dios que no te cache la mala racha fulera
que si no, como un alambre te voy a ver, pa enrollar.
Lena había salido a tomar un café aprovechando la poca afluencia de clientes que a aquella hora había en el locutorio y no me pudo avisar de que tenía visita, así que el tipo casi me pilló por sorpresa. Tuve el tiempo justo de cambiar la pantalla de una página de subastas por la de La Casa del Espía. Con el codo situé la fotografía «de mi familia» de cara al tipo que en aquel momento se estaba sentando frente a mí y me decía:
—Me llamo Sebastián Azua.
Por lo que a mí respectaba se podía llamar Rábano.
El tipo se sentó y me dijo que cuando se casaron, él y su mujer estaban muy enamorados.
De acuerdo, Sr. Rábano, estaban muy enamorados. Desconecté.
Aquella historia ya la conocía, la llevamos arrastrando desde las cavernas, y a mí me la cuentan, al menos, un par de veces al mes.
La boca de Rábano se movía a cámara lenta.
Tenía una cara ancha y carnosa.
Ideal para inflarle a hostias.
Tenía los ojos pequeños, y los pómulos hundidos albergaban una diminuta colonia de pelos.
Una de esas caras que piden a gritos que alguien le pegue. Yo no me sentía especialmente violento, la culpa era de la cara de Rábano.
Pensé que aquella noche Valentina vendría a verme.
Valentina y una botella de buen whisky.
Valentina y la calidez de sus brazos.
En cuanto el fulano que se sentaba frente a mí acabase de hablar le informaría de mi tarifa y le pediría la fotografía de la señora Rábano.
Valentina me besaba en el cuello mientras yo me llevaba el vaso a los labios. Los pezones de Valentina me rozaban los labios. Sus ojos se perdían en los míos, buceaban en mi placer.
Mi cerebro recogía un rumor molesto. Rábano seguía hablando…
Barcelona, en el año 1428
según el calendario mahometano.
LUIS GUTIÉRREZ MALUENDA, nació en Barcelona en 1945. Estudió ingeniería industrial, marketing y trabajó durante años como gestor de grandes cuentas en el sector informático. Es conocido gracias a sus novelas
Putas, diamantes y cante jondo
, finalista del premio Mejor Primera Novela del 2005 otorgado por la Asociación Brigada 21;
Música para los muertos
, Novela del Mes nombrada por Radio Euskadi y la revista Miscelanea, y
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solo para adultos, finalista del premio Yo Escribo.
Aficionado a jazz y blues, Luis Gutiérrez publicó el ensayo
Jazz y blues
en la novela negra americana y dio una serie de conferencias al respecto en varias universidades españolas: Universidad Carlos III de Madrid, Universidad de Salamanca y Universidad Autónoma de Barcelona. De su pluma han salido otros ensayos y cuentos editados en numerosos medios:
Coloquio de los Perros, LH' Confidential, Prótesis
, entre otros. Actualmente reside en el barrio de San Andrés, afirma que su gran pasión sigue siendo la lectura y se inspira para escribir paseando por el casco antiguo de la capital catalana.