Authors: David Brin
—¡
Touché
! ¡Muy bien, señor! ¡Añadiremos «¿por qué esos agujeros?» a nuestra lista de preguntas! Por fortuna, he cultivado a lo largo de los últimos meses, en nuestro laboratorio común, la amistad de una distinguida ecóloga. Me debe innumerables favores y está justo en el lugar del misterio. ¡Le voy a pedir a Dennie que se ocupe de ello ahora mismo! ¡Puedes estar seguro de que sabremos de qué están hechos esos árboles taladradores!
Brookida no se molestó en contestar pero dejó escapar un leve suspiro.
—Ahora que está arreglada esa cuestión —prosiguió Charlie—, volvamos a lo importante. ¿Podrías ayudarme a convencer al comandante para que me autorice a ir en persona con un verdadero robot de sondeos en capas profundas que reemplace a esa cosa que Toshio recuperó de la basura?
Los ojos de Brookida se abrieron desmesuradamente. Dudó.
—El comandante sigue inconsciente —dijo por fin—. Makanee le ha practicado dos intervenciones quirúrgicas, pero según su último informe las esperanzas son escasas.
El chimp volvió a mirar al delfín con dureza.
—Ah, es cierto. Lo había olvidado —luego, apartando los ojos de la imagen holográfica, añadió— En ese caso, puede que Takkata-Jim lo acepte. Después de todo, nadie está utilizando la lancha. Le pediré a Metz que hable con él. ¿Puedo contar contigo, Brookida?
Los ojos de Brookida habían vuelto ya a sus órbitas.
—Estudiaré los datos del espectrógrafo de masas —dijo con voz átona—. Contactaré contigo tan pronto como tenga los resultados. Ahora debo dejarte, Charlesss Dart.
La imagen se disipó. Charlie se encontró solo. ¡Qué modo tan brusco de dejarme!, pensó. ¿Le habré ofendido en algo?
Molestaba a la gente con frecuencia. No podía evitarlo. Incluso los otros chimpancés le encontraban demasiado egocéntrico y arisco. Decían que los neochimps como él daban mala reputación a la raza.
Bueno, lo he intentado, pensó. Y cuando una persona hace tales esfuerzos y sigue fracasando, cuando sus mejores tentativas de ser amable se convierten en meteduras de pata, y olvida siempre el nombre de las personas; bueno, entonces tal vez sea mejor renunciar a ello. Tampoco los demás son siempre amables conmigo.
Charles Dart se encogió de hombros. Aquello no tenía importancia. ¿Para qué seguir persiguiendo una popularidad que siempre se le escapaba?. Tenía su propio mundo de rocas y núcleos en fusión, de magma y planetas vivos.
Sin embargo, creía que al menos Brookida era mi amigo...
Dejó de pensar en eso.
¿Tengo que llamar a Metz. Él me conseguirá lo que necesito. Les demostraré que este planeta es tan peculiar que lo... que lo... ¡que lo bautizarán de nuevo con mi propio nombre! Existen precedentes.
Empezó a reír en tono bajo mientras se tiraba de la oreja con una mano y tecleaba un número codificado con la otra.
Un pensamiento le llegó a la mente mientras esperaba que el computador de rastreo localizara a Ignacio Metz. ¿No está todo el mundo esperando noticias de Tom Orley? Eso era lo que todos decían hace poco.
Luego recordó que el informe de Orley debía haber llegado el día anterior, casi a la misma hora que Creideiki resultó herido.
¡Ah! Entonces es probable que Tom haya tenido éxito en lo que estaba haciendo, fuera lo que fuese, y nadie se ha molestado en informarme. O quizás alguien lo hizo pero yo no me enteré. A pesar de todo, estoy seguro de que ha ajustado cuentas con los ETs. Y además a tiempo. Fue bastante molesto que nos convirtiéramos en objeto de persecución, y que fuéramos obligados a llenar la nave de agua...
El número de Metz apareció en el intercom. La línea estaba sonando.
Era una pena lo sucedido con Creideiki. Para ser un fin, era terriblemente rígido y serio, y no siempre razonable... pero Charlie no podía alegrarse de verlo fuera de su camino. De hecho, sentía una rara sensación en el estómago siempre que pensaba que el comandante podía desaparecer del mapa.
¡Entonces no pienses en ello! ¡Maldita sea! ¿Cuándo se ha sacado algo por preocuparse?
—¡Ah, doctor Metz! ¿No le habré cogido a punto de salir? Me preguntaba si podríamos tener pronto una pequeña charla. ¿Esta tarde? ¡Bien! Sí, es que debo pedirle un favor muy, muy pequeño...
Un médico ha de ser en parte científico y en parte alquimista, en parte detective y en parte hechicero, pensaba Makanee.
Pero en la Escuela de Medicina nunca le habían dicho que también tenía que ser soldado y político. Makanee tenía problemas para mantener una actitud digna. De hecho, se sentía al borde de la insubordinación. Su cola golpeaba la superficie del agua, llenando de espuma los canales de la enfermería.
—¡Le digo que no puedo operar yo sssola! ¡Mis asistentas no tienen los conocimientos suficientes para ayudarme! ¡Y aunque los tuviesen tampoco sé si podría hacerlo! ¡T-ttengo que hablar con Gillian Baskin!
Levantando con indolencia un ojo por encima del agua, un brazo del arnés sujeto a un montante del canal, Takkata-Jim lanzó una mirada a Ignacio Metz. El humano le respondió con una expresión de infinita paciencia. Habían esperado una reacción así de la cirujano de la nave.
—Estoy seguro de que subestima su competencia, doctora —sugirió Takkata-Jim.
—¿Acaso esss usted cirujano? ¿Le he pedido su opinión ¡Déjeme hablar con Gillian!
—Doctora —intervino Metz en tono conciliador—, el teniente Takkata-Jim acaba de explicarle que existen razones militares que justifican un apagón parcial de las ¡¡Comunicaciones. Los datos de las boyas de detección parecer indicar la presencia de una fuga psi en un radio de cien kilómetros. Tanto pueden ser responsables el equipo que trabaja bajo las órdenes de Hikahi y Suessi como los que están en la isla. Hasta que no localicemos la causa de la fuga...
—¿Va usted a basar su actuación en los informes de una boya? Fue una boya defectuosa lo que casssi mató a Creideiki!
Metz frunció el ceño. No estaba acostumbrado a que los delfines le interrumpiesen. Se dio cuenta de que Makanee estaba muy agitada. Demasiado agitada, de hecho, para hablar el ánglico con la dicción que un fin de su posición debería usar. Sería un dato para sus archivos... como también lo sería la actitud agresiva que había adoptado.
—Era una boya completamente distinta, doctora Makanee. Recuerde que tenemos tres tipos. Además, no afirmamos que la fuga se esté produciendo realmente, sino que debemos considerar que es así hasta que se demuestre lo contrario.
—¡Pero el apagón no es total! ¡He oído que el chimpancé sssigue recibiendo datos de su condenado robot-t! ¿Por qué no me permiten hablar con la doctora Baskin?
Metz contuvo una maldición. Le había pedido a Charles Dart que fuese discreto. ¡Era una desgracia la necesidad de mantener apaciguado al chimp!
—Estamos eliminando las posibilidades una por una —dijo Takkata-Jim, procurando tranquilizar a Makanee. Al mismo tiempo, inclinó hacia ella su cabeza con un gesto que, en lenguaje corporal, expresaba autoridad—. Tan pronto como los que están en contacto con Charles Dart, los jóvenes humanos Iwashika y Sudman y el poeta Sah'ot, sean descartados como posibles causantes de las fugas, contactaremos con la doctora Baskin.
Seguramente, sabe que ella es la que menos posibilidades tiene de ser la fuente de esa pérdida de energía psi, por lo tanto debemos examinar antes a los demás.
Metz enarcó un poco las cejas. ¡Bravo! La excusa no resistiría un examen minucioso, por supuesto, pero tenía cierto tinte de racionalidad. ¡Todo lo que necesitaban era un poco de tiempo! Si esto mantenía tranquila a Makanee sólo un par de días más, sería suficiente.
Al parecer, Takkata-Jim captó la aprobación de Metz. Alentado, se mostró más enérgico.
—Bien, ¡no perdamos más tiempo, doctora! —dijo—.
Hemos bajado aquí para informarnos sobre el estado del comandante. Si es incapaz de reasumir sus funciones, habrá que elegir un nuevo comandante entre los oficialesss.
¡Estamos en una situación crítica y no podemos permitirnos el menor retraso!
Si esto estaba pensado para intimidarla, tuvo el efecto contrario. La cola de Makanee empezó a batir con furia. Levantó la cabeza fuera del agua, y mirando de soslayo al delfín macho contestó con un sarcástico verso:
Por un instante había creído
Que a todos vuestros deberes
Ibais a faltar.
Pero me agrada ver
Que habla equivocado
Vuestra actitud.
¡Lejos está la idea vil!
¿Quién podría tomar un atajo
Hacia la función suprema?
Takkata-Jim abrió la boca, mostrando la amenazante V de sus largos dientes blancos.
Durante un momento, Metz creyó que iba a abalanzarse sobre la pequeña hembra.
Pero Makanee actuó primero, saltó fuera del agua y se dejó caer, salpicando de espuma a Metz y a Takkata-Jim. El humano farfulló alguna cosa y resbaló del saliente donde se hallaba.
Makanee giró sobre sí misma y desapareció tras una hilera de oscuros ataúdes de hibernación. Takkata-Jim giró bajo el agua emitiendo unos rápidos chasquidos sonar para detectarla. Se disponía a perseguirla cuando Metz le agarró de la dorsal.
—¡Ah... ejem! —Se asía a una barandilla de la pared—. ¿Cuándo podremos acabar con este mal carácter, eh fines? ¿Doctora Makanee? ¿Quiere hacerme el favor de volver?
Ya es bastante con que la mitad del universo conocido quiera darnos caza. ¡No debemos pelear entre nosotros!
Takkata-Jim levantó la mirada y vio que Metz parecía sincero. El teniente continuaba respirando con dificultad.
—Por favor, Makanee —insistió Metz—. Vamos a hablar como gente civilizada.
Esperaron unos momentos, y en seguida vieron emerger la cabeza de Makanee entre dos autodocs. Había perdido la expresión desafiante, y sólo parecía cansada. Su arnés de médico producía un débil tintineo. Los delicados instrumentos entrechocaban ligeramente, como si los sostuvieran manos temblorosas.
Se alzó de tal modo que únicamente su agujero soplador rompió la superficie.
—Lo siento —murmuró—. Sé que Takkata-Jim no asumiría el mando permanente sin contar con el voto del concejo de la nave.
—¡Desde luego! Ésta no es una nave militar. Los deberes de un oficial ejecutivo a bordo de un navío de exploración son sobre todo administrativos, y la sucesión en el mando debe ser ratificada por un concejo de la nave tan pronto como pueda convocarse.
Takkata-Jim conoce a la perfección el reglamento, ¿no es así, teniente?
—Sssí.
—Pero hasta entonces, debemos aceptar la autoridad de Takkata-Jim o sucumbir en un caos. Y mientras tanto, el Streaker ha de tener una cadena de mando. Y ésta será inoperante hasta que usted certifique que el capitán Creideiki no puede desempeñar sus funciones.
Makanee cerró los ojos, respirando pesadamente.
—Lo más probable es que Creideiki no recobre la conciencia sin una nueva intervención quirúrgica. Incluso así, será difícil. La sacudida recorrió su conector de toma neural hasta el cerebro. La mayor parte de las áreas dañadas están en las Nuevas Zonas del córtex... donde la materia gris de los tursiopsss originales sufrió más modificaciones por la elevación. Presenta lesiones en los centros que controlan la visión y el habla. El cuerpo está quemado...
Makanee volvió a abrir los ojos, pero no parecía mirarlos.
—Gracias, doctora —dijo Metz—. Nos ha dado los informes que necesitábamos.
Lamento haberle hecho perder tanto tiempo. Estoy seguro de que hace todo lo que puede.
Al no obtener respuesta, el humano deslizó la oximáscara sobre su rostro y se zambulló en el agua. Hizo un gesto a Takkata-Jim para que lo siguiera.
El delfín se retrasó unos momentos lanzando a Makanee unos chasquidos, pero al ver que ésta no se movía dio unos golpes de aleta y siguió a Metz hacia la salida.
En el mismo instante en que ambos penetraban en la esclusa, la doctora se estremeció. Levantó la cabeza y gritó:
—¡Cuando convoquen el concejo de la nave, no ssse olviden de que yo formo parte de él! ¡Y también Hikahi, Gillian y T-Tom Orley!
Mientras Makanee hablaba, la esclusa se cerró tras ellos con un silbido. No pudo saber si la habían oído o no. Volvió a sumergirse, suspirando.
Sí, Tom Orley también, pensó. ¡No lo olvidéis, cobardes bastardos. ¡No creáis que os dejará sátiros con la vuestra!
Sacudió la cabeza, sabiendo que pensaba de un modo irracional. Sus sospechas no se fundaban en hechos. E incluso si fueran ciertas, Thomas Orley no podía alargar la mano dos mil kilómetros para salvar la situación. Además, empezaban a correr rumores de que había muerto.
Metz y Takkata-Jim la habían dejado por completo confundida. Tenía la sensación visceral de que le habían contado una compleja sarta de verdades, medias verdades y mentiras completas, y no tenía medios para distinguir unas de otras.
Creen que pueden engañarme, sólo porque soy una hembra, y soy vieja, y con un retraso de dos generaciones respecto a los demás fines elevados de a bordo excepto Brookida. Pero sospecho por qué le conceden favores especiales al único miembro chimpancé del concejo. Aquí y ahora, tienen una mayoría que respalda todas sus decisiones. ¡Es natural que no estén ansiosos porque Gillian o Hikahi regresen!
Quizá tenía que haberles mentido... decirles que Creideiki podía recobrar la conciencia en cualquier momento.
Sin embargo, ¿quién puede decir hasta dónde están decididos a llegar? ¿El accidente con la boya ha sido en realidad un accidente? Tal vez mientan para ocultar su ignorancia, o para ocultar una conspiración. ¿Podré proteger a Creideiki sólo con la ayuda de dos asistentas?
Makanee dejó escapar un sordo gemido. ¡Esa clase de cosas no eran de su competencia! En ocasiones, deseaba haber sido sólo una doctora delfiniana, como en los viejos tiempos, cuando bastaba con izar al que intentabas salvar y mantener su cabeza fuera del agua hasta que se recuperara, o te faltaran las fuerzas o te fallara el corazón.
Regresó a Cuidados Intensivos. La sala estaba a oscuras a excepción de una luz que brillaba sobre un gran neodelfín gris, suspendido en un tanque de gravedad. Makanee verificó las lecturas de las constantes vitales y vio que se mantenían estables.
Creideiki parpadeaba de manera imperceptible, y a la vez un ligero estremecimiento recorría todo su cuerpo.
Makanee suspiró y se apartó de él. Nadó hasta la unidad de comunicación más cercana y reflexionó.