Marea estelar (49 page)

Read Marea estelar Online

Authors: David Brin

BOOK: Marea estelar
2.73Mb size Format: txt, pdf, ePub

Daría la paga de un año por tener a mi lado a Hikahi, a Tsh't, o incluso a Keepiru.

Nunca comprendí antes por qué un capitán tiene tanta necesidad de un buen oficial ejecutivo.

Y hablando de capitanes. El nuestro es maravilloso.

Después de abandonar la enfermería, Creideiki parecía aturdido la mayor parte del tiempo. Pero la larga conversación que mantuvo con Sah'ot parece haberlo despertado.

Ignoro lo que hizo Sah'ot, pero nunca creí que alguien tan gravemente lesionado como Creideiki pudiera demostrar tanta energía y resultar tan útil.

Cuando zarpamos, pidió permiso para supervisar a los exploradores y a los blanqueadores. Me desesperaba por encontrar un fin de confianza que se responsabilizara de eso, y me dije que sería una ayuda moral que apareciese en público.

Incluso los stenos se excitaron cuando vieron que estaba allí. Los últimos restos de su amargura por mi «golpe de estado», y por el exilio de Takkata-Jim, parece que se han disipado.

Creideiki se ve limitado a las más simples llamadas en ternario, pero al parecer es suficiente. Ahora está ahí fuera, zigzagueando en su trineo, cuidando de las cosas en el orden de su importancia, llamando la atención y dando ejemplo. Faltan pocas horas para que Tsh't se reúna con los exploradores, y entonces Creideiki podrá regresar a bordo.

Desde que regresé, no ha dejado de centellear una pequeña luz en mi transmisor. Se trata de la loca máquina Niss tymbrimi. He decidido que esa condenada espere.

Tom no lo aprobaría, lo sé. Pero la resistencia de una fem tiene sus límites, y yo he de descabezar un sueño. Además, si se tratara de algo urgente ya habría encontrado la forma de interrumpirme y hablar conmigo.

Oh, Tom, cuánto necesitamos ahora tu fuerza y energía. ¿Estás ya en el camino de vuelta? ¿Estás ya volando en tu pequeño planeador hacia la isla de Toshio? ¿A quién quiero engañar? Desde la primera bomba psi no hemos detectado nada, sólo ruidos procedentes de la batalla espacial, algunos de ellos, que indicaban combates, sobre la última posición conocida de Tom. No ha enviado ninguno de los globos de mensajes. Eso puede significar o que ha decidido no enviar un mensaje ambiguo, o que ha ocurrido lo peor.

Y sin ninguna señal de Tom, ¿cómo podemos decidir qué hacer una vez que estemos dentro del Caballo Marino'? ¿Debemos despegar y probar suerte o debemos permanecer en él interior del casco tanto tiempo como sea posible?

Será Hikahi quien tome esta decisión cuando llegue el momento.

Gillian cerró el diario y presionó con el pulgar el sistema de seguridad autodestructivo.

Se levantó y apagó la luz.

Al salir del laboratorio pasó frente al féretro de estasis del cadáver que habían recuperado en las Syrtes a tan alto precio. Herbie aún sonreía abiertamente bajo un pequeño proyector; un viejo enigma. Un misterio.

Una fuente de problemas.

Golpeado, marcado con las cicatrices de la batalla, el Streaker avanzaba lentamente por el fondo del valle entre el dulce ronroneo de sus motores, que funcionaban a media potencia. Una oscura y espumosa bruma se formaba bajo él cuando los impulsores levantaban el cieno.

La nave cilíndrica se deslizaba sobre la negra oscuridad de los acantilados y las simas, orillando los bordes de montículos marinos y los muros de los valles. Los pequeños trineos evolucionaban a su lado, guiando al Streaker a través del fono-sonar.

Creideiki veía a su nave una vez más en movimiento. Escuchaba los escuetos informes de los exploradores y los flanqueadores, y las respuestas del personal del puente. No podía seguir en detalle los mensajes: el sofisticado argot técnico estaba tan fuera de su alcance como los años que ya habían pasado. Pero comprendía el significado oculto tras las palabras; la tripulación tenía las cosas bien controladas.

En realidad, no podía ver el Streaker, cincuenta metros más abajo, con aquella luz difusa y azulada, pero podía oírlo, su propio sonar chasqueaba con dulzura, acompañando a la nave mientras él saboreaba el profundo rugido de los motores e imaginaba lo que podría hacer con ella cuando volara de nuevo.

: Nunca Más Creideiki: Nunca Volarás Otra Vez Con Esta Nave:

El espectro, K-K-Kph-kree, se materializó poco a poco a su lado, una silueta fantasmal de sombras plateadas y sonoras. La presencia del dios no provocó ninguna sorpresa en Creideiki, ni siquiera la menor desazón. Había estado esperando que apareciera. Y ahora nadaba con indolencia junto a su trineo, manteniéndose a su altura sin esfuerzo aparente.

: Has Escapado De Nosotros: Sin Embargo Ahora Me Esculpes Voluntariamente Fuera De La Canción: ¿A Causa De Las Antiguas Voces Que Oíste?: ¿Las Voces De Abajo?:

: Sí:

Creideiki no pensaba ni en ánglico ni en ternario, sino en la nueva lengua que había aprendido.

: Hay una antigua cólera en el interior de este mundo: He oído su canción: La amplia frente del dios-sueño relució con luz de estrellas. Abrió su minúscula mandíbula. Los dientes brillaron.

: ¿Y Qué Piensas Hacer?:

Creideiki sintió que aquel ser ya conocía su respuesta.: Mi Deber: Respondió en su propia lengua.: ¿Qué Otra Cosa Puedo Hacer?: Desde las profundidades del Sueño Cetáceo, K-K-Kph-kree suspiró con aprobación.

Creideiki aumentó el volumen de los hidrófonos. A bastante distancia delante de ellos, se percibían ecos de excitación y alegres sonidos de saludo.

Creideiki observó el visor de sonar del trineo. Casi fuera de su alcance, un pequeño grupo de manchas avanzaba hacia ellos. Se juntaron con los puntos que marcaban la posición de los exploradores del Streaker. El primer grupo tenía que ser el equipo de Tsh't procedente del Caballo Marino.

Tras comprobar que no había nadie cerca que pudiese notarlo, giró el trineo y lo acercó a una pequeña pared del cañón. Se deslizó entre las sombras de una roca prominente y paró los motores. Esperó hasta que el Streaker, acompañado por el último de sus escoltas, desapareció en una revuelta del largo cañón tras haber pasado bajo su refugio.

—Adiós... —Se concentró en las palabras ánglicas, pronunciándolas una por una—.

Adiós... y... buena suerte...

Cuando estuvo seguro de que ya no le verían, puso en marcha el trineo y abandonó la pequeña concavidad. Avanzó junto al muro, poniendo proa hacia el norte, hacia el lugar que habían dejado veinte horas antes.

: Ven Conmigo Si Quieres: le dijo al dios, que en parte era producto de su mente y en parte algo más. La espectral figura respondió en no-palabras formadas en los propios sonidos sonar de Creideiki.

: Te Acompaño: Ni Por Todas Las Canciones Del Mundo Quisiera Perderme Esto:

SÉPTIMA PARTE
LA CADENA ALIMENTICIA

Oh, Señor, me maravilla cómo los peces viven en el mar.

Porque, al igual que los hombres en tierra,

los grandes se comen a los pequeños.

William Shakespeare,
Ricardo II

73
AKKI

Fue un grito que lo heló hasta la médula. Sólo un monstruo podía producir un sonido como aquél. Huyó de él casi con tanta desesperación como de la criatura de quien procedía.

Cuando el día estaba casi mediado, Akki se dio cuenta de que se acercaba su fin.

Su agotamiento se manifestaba en palpitaciones cardíacas y dificultades respiratorias, pero también en una dolorosa desescamación de las capas externas de su epidermis. La reacción alérgica que le causaban las aguas de Kithrup parecía agravarse a causa de la fatiga. Notó cómo aumentaba mientras zigzagueaba frenéticamente entre los pequeños islotes. Su piel, antes tan suave y flexible, ahora no era más que una áspera masa de llagas. Su mente se encontraba casi en el mismo estado que su cuerpo.

Varias veces escapó de trampas que le habrían convertido en un cadáver. En una ocasión, huyendo de un reflejo sonar, casi se metió entre las mandíbulas de K'tha-Jon. El gigante hizo una mueca, blandiendo el rifle láser, mientras Akki lograba escapar girando a la desesperada. Se dio cuenta de que su enemigo estaba jugando con él.

Había confiado en huir dirigiéndose hacia el norte, hacia la isla de Toshio, pero ahora, después de tantas vueltas, había perdido el sentido de orientación. Quizá si conseguía aguantar hasta el anochecer...

No. No puedo ganar tanto tiempo. Es el momento de acabar con esto.

El horrible grito de caza retumbó de nuevo. La ululación pareció coagular el agua a su alrededor.

Una buena parte de la fatiga de Akki estaba provocada por el involuntario terror que le hacía sentir aquel grito. ¿Qué demonio era aquello que trataba de cazarlo?

Poco tiempo antes había creído oír otro grito en la lejanía. Sonó como la llamada de búsqueda de los tursiops. Pero, probablemente, era cosa de su imaginación. Fuera cual fuese la suerte corrida por el Streaker, era imposible que hubieran enviado a alguien en su busca. E incluso si lo habían hecho, ¿qué posibilidades tenía de encontrarle en la inmensidad del océano?

Su único consuelo era haber prestado un servicio al Streaker, distrayendo al monstruoso K'tha-Jon, apartándole del lugar donde más daño podía hacer.

Espero que Gillian e Hikahi hayan logrado regresar y arreglar las cosas, pensó. Sí, estoy seguro de que lo han hecho.

Tomó aliento sin producir ruido entre las sombras de una grieta rocosa. K'tha-Jon sabía dónde estaba, por supuesto. Sólo era cuestión de tiempo, hasta que se aburriera de la caza y fuera a recoger su presa.

Estoy cansado, se dijo Akki. Será mejor acabar con esto mientras tenga la oportunidad de ganar algo a cambio... aunque sólo sea el honor de elegir el momento de mi propia muerte.

Comprobó la carga en las celdillas de su arnés. Había la necesaria para efectuar sólo dos disparos del soplete. Debería hacerlos desde muy cerca, y no dudaba que el rifle de K'tha-Jon tenía la carga casi intacta.

Con las manos del arnés, Akki colocó el respirador sobre su agujero soplador. Le quedaban diez minutos de oxígeno. Más que suficiente.

El chillido sonó otra vez, lacerante, glacial, sarcástico.

De acuerdo, monstruo. Apretó las mandíbulas para no temblar. Detén tus caballos. Ya voy.

74
KEEPIRU

Keepiru se dirigía hacia el nordeste, hacia la procedencia de los ruidos de combate que oyó durante la noche. Nadaba con rapidez por la superficie, curvando y extendiendo el cuerpo en el agua. Avanzaba arrastrando su arnés, pero la idea de abandonarlo era inconcebible para él.

Maldijo su mala suerte de nuevo. Tanto su trineo como el de Moki estaban agotados, y tuvo que dejarlos atrás.

Mientras entraba en el laberinto de pequeñas islas, oyó por primera vez el grito de caza con toda claridad.

Hasta entonces, sé había dicho a sí mismo que estaba imaginando cosas, que la distancia o alguna extraña reflexión en el agua lo engañaba haciendo que oyera lo que no podía oír.

El agudo grito resonó como un eco entre las colinas metálicas. Keepiru giró sobre sí mismo y, por un instante, le pareció que había una manada de cazadores a su alrededor.

Luego le llegó otro sonido, un distante himno heroico en ternario casi imperceptible, Keepiru hizo oscilar su mandíbula, eligió una dirección, y nadó con todas sus fuerzas.

Sus músculos se flexionaron intensamente cuando se lanzó a través del laberinto.

Entonces, un chirriante sonido le advirtió que su respirador estaba vacío. Se desprendió de él con un juramento y siguió saltando sobre la superficie, resoplando y jadeando en cada arqueo de impulsión.

Llegó a una confluencia de estrechos canales y se balanceó confuso.

¿Cuál era el camino? Estuvo girando hasta que el grito de caza volvió a resonar. Luego le llegó el sonido de un terrible estrépito. Oyó un aullido de violencia y dolor, y el apagado sonido de un arnés en funcionamiento. Otro himno de desafío en ternario fue respondido por un estremecedor grito y un nuevo estrépito.

Keepiru aceleró la marcha. ¡No podía estar muy lejos! En aquel instante, le llegaron las últimas palabras de un desafío total.

Por el honor

De Calafia...

La voz desapareció ahogada por un salvaje grito de triunfo. Después sólo hubo silencio.

Pasó otros cinco minutos recorriendo frenéticamente los estrechos pasajes, hasta que descubrió el lugar de la batalla. El sabor del agua, cuando Keepiru entró en el silencioso estrecho, le dijo que era demasiado tarde.

Se detuvo en seco a la entrada de un pequeño valle formado por tres colinas metálicas.

Por encima de él, flotaban briznas de hierba cobriza.

Una espuma rosada se expandía desde el centro de la estrecha garganta, atravesada por arroyuelos rojos que seguían la dirección de las corrientes principales. En medio, atrapado en una maraña de fragmentos desgarrados de un arnés, el cuerpo de un joven neofín
amicus
parcialmente desmembrado derivaba panza arriba, sacudido y atormentado por las sanguinolentas mandíbulas de un delfín gigante.

¿Un delfín gigante? ¿Cómo no se había dado cuenta en todo el tiempo transcurrido desde que abandonaron la Tierra? Sacó un respirador nuevo del arnés, y tomó aire con entrecortados jadeos mientras observaba y escuchaba al asesino.

Mira esa piel tan contrastada, se dijo. Mira esa gran mandíbula, los enormes dientes, la afilada aleta dorsal.

¡Y sobre todo, escúchalo!

K'tha-Jon gruñía de satisfacción mientras arrancaba un pedazo del costado de Akki. El gigante ni siquiera parecía sentir la quemadura de su flanco izquierdo, o el cardenal que poco a poco se ensanchaba en el punto donde Akki, en un último asalto desesperado, le había alcanzado.

Keepiru sabía que el monstruo era consciente de su presencia. K'tha-Jon deglutió con indolencia, y luego subió a la superficie en busca de aire. Cuando descendió, sus ojos se clavaron en Keepiru.

—¿Y qué, piloto? —murmuró con tono satisfecho. Keepiru le contestó en ánglico, aunque el respirador atenuaba sus palabras:

—Acabo de vérmelas con un monstruo, K'tha-Jon, pero vuestra degeneración ensucia a toda nuestra raza.

El desprecio de K'tha-Jon se manifestó en una serie de bufidos agudos.

—Piensas que yo me he degradado como Moki, ese patético
stenosss
. ¿No es eso, piloto?

Keepiru sólo pudo sacudir la cabeza, incapaz de obligarse a decir lo que pensaba de la transformación del gigante.

—¿Podría un delfín degenerado hablar el ánglico tan bien como yo? —se burló K'tha-Jon, despreciativo—. ¿O usar la lógica como yo essstoy haciendo? ¿Podría un tursiops degenerado, o incluso un stenos puro, dar caza a una presa de respiración aérea con tanta determinación... y satisssfacción? Es cierto que las crisis de las últimas semanas liberó algo de mi naturaleza más oculta. Pero, ¿puedes oírme hablar y después llamarme delfín degenerado?

Other books

Red Flags by Juris Jurjevics
Catching Dragos by Gail Koger
Murder on Amsterdam Avenue by Victoria Thompson
Rose for Winter by Laurie Lee
Dragonlance 04 - Time of the Twins by Margaret Weis, Margaret Weis
Kat Fight by Dina Silver
Sunset Sunrise Sun by Chanelle CleoPatra