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Authors: Kim Stanley Robinson

Marte Verde (61 page)

BOOK: Marte Verde
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Los miembros de la colonia oculta fueron los primeros en pasar bajo él, entre ellos Maya, de la mano de Michel. Y luego todos desfilaron bajo el arco de la madre; la enésima repetición de un ritual de un millón de años de antigüedad, algo que llevaban codificado en los genes y habían practicado toda la vida. Los sufíes bailaron bajo las manos entrelazadas llevando aún sus blancas ropas ondulantes, y otros se lanzaron vestidos al agua pasando bajo las mujeres desnudas. Sheik y Nazik delante, cantando:
«Ana Al-Qahira, ana el-Haqq, ana Al-Qahira, ana el-Haqq»
, como los hidúes en el Ganges o los baptistas en el Jordán. Al final muchos se quitaron las ropas, pero todos entraron en el agua. Y todos miraron alrededor tras ese instintivo y sin embargo consciente renacimiento. Nadia advirtió una vez más qué hermosos eran los humanos. La desnudez era peligrosa para el orden social, pensó, porque revelaba la realidad. Allí estaban, expuestos a la mirada del otro con todas sus imperfecciones y características sexuales, y con las señales de la mortalidad, pero sobre todo, a la luz rojiza del crepúsculo, con esa asombrosa belleza que apenas podía comprenderse o explicarse. La piel en el crepúsculo era muy roja, pero no los suficiente para algunos rojos, al parecer, pues con una esponja teñían de rojo a una mujer se su grupo, a modo de contrafigura de Hiroko. ¡Un baño político!, gruño Nadia. La suma de colores empezaba a enturbiar el agua.

Maya nadó hasta donde estaba Nadia y la derribó con un abrazo impetuoso.

—Hiroko es un genio —dijo en ruso—. Quizás esté loca, pero es un genio.

—La diosa madre del mundo —dijo Nadia, y cambió al inglés mientras nadaba en el agua tibia hasta un pequeño grupo de los Primeros Cien y los issei de Sabishii. Allí estaban Ann y Sax, lado a lado, Ann alta y delgada, Sax, bajo y rechoncho, igual que en los baños de la Colina Subterránea, debatiendo esto o lo otro, Sax hablando con el rostro contraído por la concentración. Nadia rió de felicidad, y los salpicó.

Fort la alcanzó a nado.

—Toda la conferencia tenía que haber sido asi —observó—. Oh, va a estrellarse. —Y en verdad un jinete que bajaba deslizándose por la pared curva resbaló y cayó ignominiosamente en el estanque—. Miren, necesito regresar a la Tierra para poder ayudar. Además, una tataratataratataranieta se casa dentro de cuatro meses.

—¿Puede regresar tan deprisa? —preguntó Spencer.

—Sí, mi nave es rápida. —Explicó que una división espacial de Praxis construía unos cohetes que empleaban una propulsión Dyson modificada para acelerar y decelerar continuamente durante el vuelo, lo que permitía tomar una trayectoria muy corta entre los dos planetas.

—Estilo ejecutivo —observó Spencer.

—Todos pueden usarlos en Praxis, si tienen necesidad. Quizás ustedes quieran visitar la Tierra para ver con sus propios ojos en qué condiciones está.

El comentario enarcó algunas cejas, pero nadie dijo nada al respecto, ni tampoco se habló de retener a Fort.

La gente flotaba en el estanque como medusas en un lento remolino, relajados por el agua y por el vino y el kava que circulaban en unas tazas de bambú, y por haber llevado a cabo el congreso. No era perfecto, decía la gente, pero era algo, especialmente la extraordinaria naturaleza del cuarto punto, o el tercero, toda una declaración, en verdad, un principio, aunque imperfecto, sobre el sexto punto, pero se recordaría.

—Caramba, esto es pura religión —decía alguien sentado en el suelo—, y me gustan los cuerpos bonitos, pero mezclar estado y religión es un asunto peligroso.

Nadia y Maya se metieron en aguas mas profundas, tomadas del brazo, hablando con todo el mundo. Un grupo de jóvenes de Zigoto, Rachel, Tiu, Franz, Steve... les grito:

—¡Eh, las dos brujas!

Se acercaron y las abrazaron y besaron. Realidad cinética, pensó Nadia, realidad somática, realidad háptica... el poder de tocar, el dedo del fantasma latía, lo que no le sucedía desde hacía muchos años.

Siguieron a los ectógenos de Zigoto, y encontraron a Art, que estaba con Nirgal y otros hombres, todos atraídos como por un imán por Jackie, que aún acompañaba a Hiroko, a esas alturas medio verde, el pelo mojado pegado sobre sus hombros desnudos, la cabeza echada hacia atrás mientras reía, el sol crepuscular resplandeciendo alrededor de ella y dándole un cierto poder hirperreal, heráldico. Art parecía feliz, y cuando Nadia lo abrazó él le pasó un brazo por los hombros y ya no lo quitó. Su buen amigo una realidad somática muy sólida.

—Bien hecho —le dijo Maya a Art—. Es lo que John Boone habría hecho.

—No señor —replicó Jackie al instante.

—Yo lo conocí —dijo Maya, echándole una mirada feroz—, y tú no. Y digo que es lo que John habría hecho.

Se quedaron de pie, mirándose fijamente, la anciana belleza de cabello blanco, la joven belleza de cabello negro; y Nadia tuvo la sensación de que había algo primitivo en la escena, primordial, primate... Ésas son las dos brujas, deseó decirles a los hermanos de Jackie. Pero sin duda ellos ya lo sabían.

—Nadie es como John —dijo, tratando de romper el hechizo. Apretó la cintura de Art—. Pero está bien hecho.

Kasei llegó salpicándolos a todos; había permanecido apartado, en silencio, y Nadia lo miro pensativa: el hombre con el padre famoso, la madre famosa, la hija famosa... El hombre que lentamente adquiría poder, entre los rojos y los radicales de Marteprimero, a la cabeza de un movimiento disidente, como el congreso había dejado claro. No, era difícil saber qué pensaba Kasei de su vida. Le echó una mirada indescifrable a Jackie —orgullo, celos, algo de reproche— y dijo:

—John Boone nos sería útil ahora.

Su padre, el primer hombre que había pisado Marte, el John alegre que Nadia recordaba, que había disfrutado nadando al estilo mariposa en la Colina Subterránea, en tardes como aquélla, sólo que entonces fueron la realidad cotidiana durante un año o así...

—Y Arkadi —dijo Nadia, tratando de quitar hierro a la discusión—. Y Frank.

—Podemos pasar sin Frank Chalmers —dijo Kasei con amargura.

—¿Por qué dices eso? —exclamó Maya—. ¡Sería una suerte para nosotros contar con él en este momento! Sabríamos cómo manejar a Fort y Praxis, y a los suizos, los rojos, los verdes, a todos. Frank, Arkadi, John... los tres nos serían útiles ahora.

Tenia un gesto duro en la boca. Les echó una mirada de fuego desafiándolos a hablar. Entonces hizo una mueca con el labio y apartó la mirada.

—Tenemos que evitar otro sesenta y uno —dijo Nadia.

—Lo haremos —dijo Art, y le dio otro achuchón.

Nadia meneó la cabeza con tristeza. Los buenos momentos pasan tan deprisa...

—No está en nuestra mano —le dijo—. No es algo que podamos controlar del todo.

—Ya veremos. Será diferente esta vez —insistió Kasei.

—Veremos.

Octava Parte
Ingeniería social

¿Dónde naciste? Denver.

¿Dónde te criaste? Roca. Boulder.

¿Cómo eras de niño? No lo se.

Dame tus impresiones. Yo quería saber por qué.

¿Eras curioso? Muy curioso.

¿Jugabas con kits de ciencia? Con todos los que existían.

¿Y tus amigos? No me acuerdo.

Intenta recordar algo.

Me parece que no tenía muchos amigos.

¿Eras ambidextro de niño? No lo recuerdo.

Piensa en tus kits de ciencia. ¿Utilizabas las dos manos cuando jugabas con ellos?

Creo que a menudo era necesario.

¿Escribías con la mano derecha?

Ahora sí. También... también lo hacía entonces. Sí. De niño.

¿Y hacías algo con la mano izquierda? ¿Cepillarte los dientes, peinarte, comer, señalar algo, lanzar pelotas?

Hacía todas esas cosas con la mano derecha. ¿Cambiaría algo si no hubiera sido así?

Bien, ya sabes, en los casos de afasia, los diestros se ajustan a un cierto perfil. Las actividades se localizan, o mejor dicho, se coordinan, en ciertas zonas del cerebro. Cuando determinamos las dificultades que el afásico experimenta, podemos precisar con bastante exactitud dónde se localizan las lesiones cerebrales. Y viceversa. Pero con los zurdos y los ambidextros no hay tales patrones. Podríamos decir que cada cerebro zurdo o ambidextro tiene una organización distinta.

Ya sabes que la mayoría de los niños ectógenos de Hiroko son zurdos. Sí, lo se. Lo he comentado con ella, pero asegura desconocer la razón. Dice que tal vez se deba al hecho de haber nacido en Marte.

¿Crees que eso es plausible?

Bien, en cualquier caso aún desconocemos que determina el dominio de una mano u otra, y los efectos de la gravedad más ligera... Tardaremos siglos en descubrirlos.

Supongo que sí.

No te gusta esa idea, ¿verdad? Preferiría obtener respuestas.

¿Qué ocurriría si todas las preguntas fueran contestadas? ¿Serías feliz entonces?

Me resulta difícil imaginar tal... estado. Un porcentaje muy reducido de mis preguntas tiene respuesta.

Pero eso es magnífico, ¿no te parece?

No. No sería científico estar de acuerdo con eso.

¿Es que tú sólo concibes la ciencia como respuestas? Como sistema para generar respuestas.

¿Y cuál es el propósito de eso?

...Saber.

¿Y qué harás con ese conocimiento?

...Averiguar más cosas.

¿Pero por que?

No lo sé. Es mi manera de ser.

¿No deberían algunas de tus preguntas ir encaminadas en esa dirección, a averiguar por qué eres así?

No creo que haya respuestas satisfactorias a preguntas sobre la naturaleza humana. Es mejor imaginarla como una caja negra. No se puede aplicar el método científico. Al menos, no lo suficiente como para confiar en las respuestas.

En psicología creemos haber identificado científicamente una patología en la que la persona que la padece, necesita saberlo todo porque tiene miedo al conocimiento. El nombre de monocausotaxofilia, como la llamo Poppel, el temor a causas simples que lo explican todo. Esto puede llegar a ser temor a la ausencia de razones, y puede ser peligrosa. La búsqueda del conocimiento se convierte al principio en defensiva, que es una manera de negar el miedo cuando uno está interesado, y cuando se agrava, deja de ser incluso una búsqueda del conocimiento, porque cuando se consiguen las respuestas, éstas dejan de tener interés. La realidad en si no interesa a esas personas.

Todo el mundo trata de evitar el peligro. Pero las motivaciones son siempre múltiples. Y distintas de una acción a otra, de un momento a otro. Algún patrón de conducta es simplemente... especulación del observador.

La psicología es una ciencia en la que el observador se implica profundamente con el sujeto de la observación.

Ésa es una de las razones por las que no la considero una ciencia.

Es sin duda una ciencia. Uno de sus principios es: si quieres saber más, ama más. El astrónomo ama las estrellas. De otro modo, ¿por qué las estudiaría?

Porque son un misterio.

¿Que cosas te importan? Me importa la verdad.

La verdad no es un buen amante. Yo no busco amor.

¿Estás seguro?

No más seguro que cualquiera que piense en... motivaciones.

¿Reconoces, pues, que tenemos motivaciones? Sí. Pero la ciencia no puede explicar todo. Entonces forman parte de tu gran incógnita. Si.

Y por eso ni concentras tu atención en otras cosas. Sí.

Pero las motivaciones siguen existiendo. Oh, sí.

¿Qué leías cuando eras adolescente? De todo.

¿Cuáles eran algunos de tus libros favoritos?

Sherlock Holmes. Otras novelas policíacas. La máquina pensante. Doctor Thorndyke.

¿Te castigaban tus padres cuando te enfadabas? Creo que no.

¿Los viste alguna vez enfadados? No lo recuerdo.

¿Los viste gritar o llorar alguna vez?

Nunca los oí gritar. Mi madre lloraba alguna vez, creo.

¿Sabías por qué? No.

¿Te preguntabas por qué?

No lo recuerdo. ¿Importaría si lo hubiese tenido?

¿Qué quieres decir?

Quiero decir si hubiese tenido alguna clase de pasado. Podía haberme convertido en cualquier clase de persona. Dependía de mi reacción ante... los sucesos. Y si hubiese tenido otro pasado, podrían haberse dado las mismas variaciones. De modo que mi línea de investigación es inútil, porque no tiene rigor explicativo. Es una imitación del método científico.

Considero tu concepción de la ciencia tan pobre y reduccionista como tus actividades científicas. En esencia dices que no estudiarías la mente humana de una manera científica, porque es demasiado compleja, eso no es muy audaz de tu parte. El universo fuera de nosotros también es complejo, pero tú no aconsejas evitarlo. Pero sí evitas el universo interior.

¿Por qué?

No puedes aislar factores, no puedes repetir condiciones, no puedes establecer experimentos con controles, no puedes proponer hipótesis falsificables. Todo el aparato científico es inalcanzable a uno mismo.

Piensa por un momento en los primeros científicos.

¿Los griegos?

Antes de ellos. Lo prehistoria no fue una sucesión de estaciones informe y atemporal, ¿sabes? Tenemos tendencia a pensar en aquellas gentes como si se pareciesen a nuestras mentes inconscientes, pero no eran así. Durante al menos cien mil años hemos sido tan intelectuales como lo somos ahora. Probablemente durante medio millón de años. Y cada edad ha tenido sus grandes científicos, que han trabajado en el contexto de sus tiempos, igual que nosotros. Para los primeros científicos, nada tenía explicación; la naturaleza, era un todo tan compleja y misteriosa como lo es ahora nuestra mente para nosotros, pero ¿que podían hacer? Tenían que empezar de algún modo, ¿no? Eso es lo que tienes que recordar. Y se tardaron miles de años en aprender sobre las plantas, los animales, el uso del fuego, rocas, hachas, arcos y flechas, refugios, ropa... Después la alfarería, la agricultura y la metalurgia. Todo muy lentamente, con mucho esfuerzo. Y todo transmitido de boca en boca, de un científico al siguiente. Y sin duda la gente tenia demasiado complejo para estar seguros de nada. ¿Por qué intentarlo? Galileo dijo:

«Los antiguos tenían buenas razones para colocar a los científicos entre los dioses, en vista de que las mentes comunes tenían tan poca curiosidad. Los pequeños indicios que fueron el origen de los primeros inventos no pertenecían a un espíritu trivial, sino a un espíritu sobrehumano». ¡Sobrehumano! Quizá, simplemente, la mejor parte de nosotros mismos, las mentes inquisitivas de cada generación. Los científicos. Y a lo largo de los milenios hemos unido las piezas formando un modelo del mundo, un paradigma bastante preciso y poderoso.

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