Más Allá de las Sombras (22 page)

BOOK: Más Allá de las Sombras
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—Mis disculpas, santidad. Vuestro estimado padre sí que los usó, una vez. Cuando el clan Hil se rebeló. Después, reparó en que los Hil habían luchado hasta el último hombre cuando comprendieron que los comerían y profanarían. Vuestro padre dijo que deseaba que le quedaran hombres vivos a los que gobernar; los kruls solo querían cenizas. Los reservó para una gran emergencia. Esa emergencia nunca llegó, de modo que hay todo un arsenal.

—¿Cuántos tenemos?

—Unos ochenta y cinco mil. Cuando los organizamos, tenemos que conservar su jerarquía. Su sistema numérico es diferente al nuestro.

—¿Qué quieres decir?

—Incluso nuestras palabras para los números se basan en los múltiplos de diez: diez, cien, mil, diez mil, cien mil, un millón. Su sistema numérico se basa en el trece; mi maestro decía que de ahí proceden nuestras supersticiones sobre ese número. Están rígidamente atados a esas cifras. Un meister puede dirigir a doce kruls él solo, pero si desea mandar a trece o más, debe dominar a un decimotercero, que es diferente: un krul blanco llamado daemon. Los kruls blancos son más rápidos, miden más de metro ochenta y requieren más magia para levantarlos. Cada divisón está formada por trece pelotones, ciento sesenta y nueve kruls. De modo que, después de levantar trece pelotones, si se desea añadir un solo krul más, hay que levantar a un señor de los huesos. Los señores de los huesos hablan bien, son más listos y duros y pueden usar magia.

—¿Vir?

—No. Es el Talento o algo parecido. Trece señores de los huesos forman una legión. Si no la dirige uno de nosotros, una legión necesita un diablo. Trece diablos forman un ejército, veintiocho mil quinientos sesenta y un kruls. Su santidad tiene suficiente para tres ejércitos, si puede dominar a dos arcángules para que dirijan los otros dos. En total, eso os concede unos efectivos de más de ochenta y cinco mil.

—¿Qué pasaría si tuviese trece arcángules? ¿Qué viene a ser eso? ¿Cerca de cuatrocientos mil kruls?

—No lo sé, santidad. —El hombre parecía asustado, sin embargo, y Dorian pensó que mentía.

—¿Se ha intentado alguna vez? No consentiré que me mientas.

Ashaiah parpadeó como un poseso.

—Los únicos rumores que he oído son blasfemos, santidad.

—Como rey dios, perdono tu blasfemia.

El hombre volvió a parpadear, pero al cabo de unos momentos pareció dominar su miedo.

—Mi predecesor, el guardián Yrrgin, dijo que el primero de vuestro linaje, el rey dios Roygaris, lo intentó. Necesitaba centenares de miles de esqueletos para el intento, de modo que invadió lo que en la actualidad son los Hielos. El guardián Yrrgin dijo que antes era una gran civilización, llena de imponentes ciudades. Roygaris la tomó sin grandes dificultades, pues lo tenían por su aliado. Después los metió en campos y los mató a todos; una civilización entera. El guardián Yrrgin me contó que, por encima de los trece arcángules, el rey dios Roygaris encontró un escalafón formado por criaturas a las que llamó señores de la noche. Con un señor de la noche de su parte, Roygaris conquistó el resto de los Hielos, y sus ejércitos no hicieron sino crecer. No podía darse por satisfecho. Creía que se estaba acercando a uno de los misterios del universo. Pensó que, si podía dominar a trece señores de la noche, dominaría a Dios. Ni siquiera llego a imaginarme que en algún momento haya habido tanta gente en el mundo, pero mi maestro me contó que logró capturar y ejecutar a casi cinco millones de personas, y que allí, por encima de los señores de la noche, encontró... —El hombre tenía la cara blanca y empapada de sudor, y hablaba con voz baja y ronca—. Allí encontró a Khali. Ella lo destruyó y se convirtió en nuestra diosa. Nos dio el vir para atarnos a ella y convertirnos en destructores. Por eso con la agonía se le rinde culto, porque, como todos los Extraños, Khali odia la vida.

—¿Qué pasó, Ashaiah?

La voz del guardián era un susurro.

—Jorsin Alkestes.

A Dorian se le enfrió el corazón. Había oído la historia, pero solo desde la perspectiva sureña. El Emperador Loco y el Mago Loco. El conquistador y su perro. Ahora Ashaiah le decía que Jorsin y Ezra habían parado los pies a una diosa y a su ejército de cinco millones de kruls.

—En cualquier otro lugar nuestros ejércitos sufrían bajas durante el día y eran reconstruidos por la noche. Solo eso ya nos hacía casi invencibles. Sin embargo, Alkestes de algún modo salvaguardó toda la gran ciudad de Trayethell y leguas a la redonda, de tal forma que allí era imposible levantar kruls.

—¿El Túmulo Negro? —preguntó Dorian. La ciudad se encontraba en el sudeste de Khalidor, pero nunca había estado habitada. Estaba maldita. No vivía nadie a leguas del lugar. En realidad, todo el este de Khalidor estaba poco habitado—. ¿Quién más está al corriente de la existencia de estos huesos y sabe de los kruls?

—Tengo una serie de sordomudos que me hacen de asistentes. Nos quedamos todos los muertos del castillo y la ciudad. Nunca permito que entre nadie en las cámaras más grandes. Paerik y Moburu eran los únicos infantes que lo sabían. El general Naga lo supo por Paerik. Nadie más.

Nadie más.

—De modo que Paerik no era ningún tonto —dijo Jenine, que hablaba por primera vez desde que habían entrado en la inmensa sala—. Con veinte mil hombres, se las veía con sesenta mil. Paerik no vino aquí por el trono, o al menos no solo por el trono. Vino por los kruls. ¿Qué significa eso, mi señor?

Dorian se sentía enfermo. Jenine había puesto el dedo exactamente en la llaga.

—Mi padre sufrió un enorme revés al verse empantanado en Cenaria. Fue una distracción, un error. Creyó que podría tomarla y mandar riquezas y comida a casa, pero los suministros que confiaba en enviar aquí ardieron cuando los cenarianos les prendieron fuego al huir. —Dorian se frotó la cara—. Así pues, cuando los bárbaros bajen de los Hielos, Khaliras será indefendible. Sus ciudadanos querrán cruzar el Puentelux y vivir aquí en la Ciudadela. Mientras dure el asedio, habrá que alimentarlos, y no tenemos comida. A nuestro ejército se le da bien seguir órdenes, pero no tomar la iniciativa. Si los lanzo a una batalla en inferioridad numérica de tres contra uno, los masacrarán. No hay manera de ganar.

Jenine no dijo nada durante un momento, y luego contempló las pilas y pilas de huesos.

—Queréis decir que no hay manera de ganar excepto...

Dorian miró los huesos humanos y pensó en todas las historias sobre kruls que había oído, y pensó en lo que supondría profundizar tanto en el vir y en los hombres que morirían con independencia de lo que hiciese.

—Sí —dijo—. No hay manera de ganar excepto levantar a estos monstruos. Será una orgía de muerte.

—¿Muerte de quién? ¿De los invasores o de vuestro pueblo inocente?

—De los invasores —respondió Dorian. Siempre que lo hiciera todo bien.

—Entonces levantemos monstruos —dijo Jenine.

Capítulo 28

Después de vestirse adecuadamente, Kylar se dirigió a la tienda de campaña de Logan. Los guardaespaldas de su amigo asintieron y retiraron la lona de la entrada para dejarle pasar. El sol se encontraba ya sobre el horizonte, pero en la tienda estaba todavía lo bastante oscuro para que hubiese habido que encender las linternas para iluminar los mapas que los oficiales, Agon y Logan, estaban estudiando.

Kylar se unió al grupo en silencio. Los mapas eran precisos, aparte de la ausencia de la caravana de suministros.

—Nos superan en una proporción de seis a uno —dijo Agon—, pero no tienen caballería. De modo que salimos a caballo, los cazadores de brujos abaten a un puñado de oficiales y desaparecemos de nuevo en las colinas. Empezamos a reunir comida para poder sobrevivir al invierno, y mandamos más exploradores para que encuentren cualquier caravana de suministros que puedan tener en camino. Es la única manera. No se esperaban murallas. Morirán de hambre antes que nosotros.

—La caravana de suministros está aquí mismo —dijo Kylar, señalando un punto del mapa—. La acompañan mil jinetes.

Se hizo el silencio en torno a la mesa.

—Hemos perdido un explorador en esa dirección —observó un oficial.

—¿Estás seguro? —preguntó Agon—. ¿Es muy grande?

Kylar dejó un fajo de notas sobre la mesa.

Reinó el silencio mientras los oficiales cogían las hojas de papel de arroz y leían. Solo Logan se quedó sin leer mientras sus hombres se pasaban las notas. Observó a Kylar con expresión intrigada, sin duda preguntándose qué intentaba lograr.

—¿Cómo las has conseguido, Perro Lobo? —preguntó un oficial, usando el apodo que los soldados habían puesto a Kylar.

—¡Busca, busca! —Kylar le sonrió enseñando los dientes.

—Basta —dijo Agon, tirando los papeles sobre la mesa—. Es peor de lo que nos temíamos.

—¿Peor? —preguntó un oficial—. Es un desastre.

—General —dijo Kylar a Logan—, ¿puedo hablar un momento con vos? ¿En privado?

Logan asintió y el resto de los hombres salió de la tienda, llevándose las notas para estudiarlas mejor.

—¿A qué estás jugando, Kylar?

—Solo intento que quedes bien.

—¿Una carnicería en ciernes me hace quedar bien?

—Un desastre conjurado te hace quedar bien.

—Y tú tienes un plan.

—Garuwashi quiere comida y una victoria. Te propongo que se las demos.

—¿Cómo no se me había ocurrido antes? —dijo Logan, con un sarcasmo poco habitual en él. Estaba preocupado de verdad, entonces. Bien.

—No tiene por qué ser una victoria contra nosotros —dijo Kylar. Después se explicó.

Cuando terminó, Logan no parecía sorprendido, sino profundamente triste.

—Eso me haría quedar bien, ¿no?

—Y salvaría millares de vidas y la ciudad —añadió Kylar.

—Kylar, va siendo hora de que terminemos aquella conversación.

—¿Qué conversación?

—La de poner reyes y quitar reinas.

—No tengo nada más que decir.

—Bien, así podrás escuchar —dijo Logan. Se frotó la cara sin afeitar y su manga cayó para revelar el borde del tatuaje que llevaba grabado en el antebrazo, con su brillo verde mate—. La gente suele citar de forma incorrecta el viejo Sacrinomicón cuando dice que el dinero es la raíz de todos los males, lo cual es una sandez si lo piensas bien. La auténtica cita es que el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. No tan contundente, pero mucho más cierto. Del mismo modo, lo que soy capaz de hacer en pos del poder y del sexo, el hombre que he escogido que sea Logan de Gyre no lo permitirá. Mi hambre de comida no pudo convertirme en monstruo a mis propios ojos. Ni siquiera cuando comí carne humana. Me empujó a ello la necesidad, no la perversión. Supongo que lo mismo podría decirse de ti, en el caso de matar. Te lo vi en la cara cuando mataste a mi carcelero Gorkhy. Lo haces, pero no lo amas. Si lo amases, te convertirías en Hu Patíbulo.

—Hay en ello un placer inmundo —dijo Kylar en voz baja.

—También hay placer en tener la panza llena, pero para algunos se trata de un placer peligroso. Cuando te ordené que mataras a Gorkhy, no sentiste eso. —Logan vio que su tatuaje estaba al descubierto y lo tapó—. Yo sí. Di una orden y él murió. Maté con una palabra. Y me encantó. Y quise más.

—¿Y ahora qué? ¿Vas a convertirte en un ermitaño, mudarte a una cabaña en el bosque?

—No soy tan egoísta. —Logan se pasó una mano por el pelo—. Si te lo pidiese, ¿matarías a Terah de Graesin?

—Sin dudarlo.

Logan cerró los ojos. Estaba claro que se esperaba la respuesta.

—Si no te lo pidiera, ¿lo harías de todas formas?

—Sí.

—¿Lo has estado planeando?

—Sí.

—¡Maldita sea, Kylar! Ahora lo sé.

—¿Pues para qué lo preguntas? —exclamó Kylar.

—Para eliminar la excusa. ¿Se puede gobernar con justicia después de haber conseguido el trono injustamente?

—Buena pregunta para planteársela a la mujer que te robó el tuyo.

—¿Cómo, Kylar?

—Concertando una cita con ella y bebiendo mucho antes.

—No te hagas el tonto, maldita sea, ¿cómo pensabas matarla?

—Un aborto que acaba mal. Envenenaría el abortivo que use. Muchas de esas pociones son peligrosas. Si se revelase que había tomado el doble de lo que su boticario recomendaba, parecería un trágico y vergonzoso accidente para una reina joven, soltera y licenciosa. Si los nobles intentasen echar tierra sobre los detalles, correrían rumores sobre lo puta que era Terah, en vez de especulaciones sobre un posible asesinato. Y haría que el nuevo y virtuoso rey pareciese mejor incluso.

—Dioses —musitó Logan—. ¿Cuánto tardaste en dar con esa idea?

Kylar se encogió de hombros.

—Un par de minutos.

Había dolor en los ojos de Logan, como si tuviera que luchar para hablar.

—Es brillante, Kylar. Es brillante... y lo prohíbo.

—¿Lo prohíbes?

—Sí.

—¿Y cómo te propones prohibirme nada? —preguntó Kylar.

Logan parecía estupefacto.

—A pesar de todos mis esfuerzos, no eres mi rey. No puedes prohibirme un carajo.

La cara de Logan se ensombreció, y toda su habitual cordialidad desapareció como por ensalmo. El cambio hizo consciente a Kylar de lo alto que era Logan. Sus delgados dos metros diez lo convertían en un esqueleto imponente y despiadado.

—Ten por segura una cosa —dijo Logan—. Si me coronan a causa del asesinato de Terah de Graesin, haré que te ejecuten.

—¿Me matarías por Terah de Graesin?

—Te ejecutaría por traición. Un atentado contra el soberano de Cenaria es un ataque contra Cenaria.

—No debería ser reina.

—Pero lo es.

—No tenías derecho a jurarle lealtad.

—Hice lo que tenía que hacer para salvar al pueblo, Kylar. Ahora debo ser fiel a mi palabra. La política es ética llevada un paso más allá.

—La política es el arte de lo posible, y lo sabes —replicó Kylar—. En la víspera de la batalla, la marea cambió de tal modo que no pudiste ser rey, de modo que variaste de rumbo. La marea está cambiando de nuevo.

Logan se cruzó de brazos. Su voz era puro granito.

—Mi palabra sigue en pie.

—¿Puedes amar una idea más de lo que amas a un hombre y no convertirte en un monstruo? ¿Cuántos amigos sacrificarás en el altar de la Justicia, Logan?

—Si no me dejas elección, al menos uno.

Estaban plantados ante un precipicio. Socialmente, Logan siempre había sido superior a Kylar. En lo moral, Kylar siempre se había sentido también inferior. Sin embargo, nunca se habían visto situados en una relación jerárquica directa. En ese momento Logan estaba dando una orden. No daría su brazo a torcer.

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