Read Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea Online
Authors: Annabel Pitcher
«Estoy enamorada»
. Eso no me lo esperaba. Me tosí la granadina por toda la camiseta. Jas me daba palmaditas en la espalda. Cuando pude volver a respirar dije
«De Leo»
y ella se mordió las uñas y yo dije
«Ah»
. Jas se revolvió en su asiento.
«Lo que dijo papá»
empezó, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Me puse de pie para alcanzarle un clínex pero como no encontraba ninguno le pasé en su lugar un trapo de cocina. Cuando se lo di soltó una risita pero no sonaba demasiado alegre.
«Lo que dijo papá en el coche. Lo de que Leo era una nena. Lo de que era gay. No se lo voy a perdonar nunca»
. Dije
«Se lo tienes que perdonar»
y ella sorbió con la nariz y preguntó
«Por qué»
. Así que le dije
«Porque es nuestro padre»
y ella dijo
«Y qué»
y ahí yo me quedé pillado.
«Es nuestro padre»
repetí. No sabía qué otra cosa decir. Y Jas dijo
«Y nosotros somos sus hijos»
. Yo no entendí qué me quería decir con eso así que le apreté la mano. La tenía toda flaca y congelada.
«Cuando papá se fue con el coche dejándome en mitad de la lluvia, no fui capaz de irme al colegio»
. Jas tenía la vista clavada en una muesca que había en la mesa mientras hablaba.
«Llamé a Leo y él decidió faltar a la universidad y venir a recogerme. Estuvimos todo el día juntos y no me lo he pasado mejor en mi vida»
. Después de eso el colegio ya no me parecía tan importante. Me incliné un poco hacia ella y sacudí la cabeza.
«El colegio es importante»
dije.
«Muy importante». «Mamá dice que si sacamos buenas notas podremos conseguir todo lo que queramos. Mamá dice que los estudios son…»
Jas apartó la mirada de la muesca de la mesa y me miró directamente a los ojos.
«Pero mamá no está, Jamie»
.
Yo le iba a contar lo de la Velada de los Padres, que en ese preciso instante mamá debía de estar preparando sus cosas para venir, emocionada por verme. Me habría gustado decirle
«Mamá va a venir. Nos estará esperando a la puerta de mi colegio, la Escuela Primaria de la Iglesia de Inglaterra en Ambleside, mañana a las tres y cuarto de la tarde. Sin Nigel»
. Pero no se lo dije. No dije una sola palabra y tuve un primer presentimiento de algo que me asustaba.
«Mañana vuelvo al cole»
dijo Jas.
«Voy a hacer una nota con la letra de papá y todo arreglado»
. Y yo dije
«Me lo prometes»
y ella dijo
«Que me caiga aquí mismo muer…»
pero se detuvo. Los dos pensábamos en nuestra hermana que estaba ahí mismo muerta sobre la repisa de la chimenea y entonces Jas se levantó y se fue al fregadero a lavar las tazas.
«Lo siento»
dijo otra vez mientras el jabón de lavar los platos hacía unas pompas que parecían nieve y espuma del mar y burbujas de Fanta.
«Lo de mentirte y faltar al colé y todo eso»
. Yo dije
«Vale»
y esta vez era de verdad.
«Sólo que no es tan fácil»
dijo mientras restregaba las tazas.
«Pensar en otra cosa. Mantenerme apartada de él. Algún día lo entenderás»
. Yo no dije nada, pero creo que lo entendía perfectamente.
Le pedí perdón a Sunya más de trescientas veces. Cada vez que la señora Farmer paraba de hablar le decía
«Perdón perdón perdón perdón perdón perdón perdón»
sin coger aire siquiera. Pero a saber por qué no funcionaba y ella estaba toda triste y callada. A la hora de comer nos sentamos en nuestro banco del patio pero Daniel se puso a gritar
«Te van a regalar curry por Navidad, Virus del Curry»
y le tiró a Sunya una bola de nieve en la cabeza. Me habría gustado decir algo pero no lo dije y Sunya se fue corriendo y se pasó el resto del recreo de la comida en el lavabo de chicas. Yo creo que Daniel sabe que fue Sunya quien puso las pililas en su nacimiento porque se está portando peor que nunca con ella.
Me pasé el día sin poder concentrarme porque mamá debía estar ya en camino. No era capaz de hacer mapas ni de pensar en la Época Victoriana ni de escribir un párrafo en limpio. Me quedé mirando mis libros y no escribí nada. Aunque no solté el bolígrafo para que la señora Farmer no me gritara ni le dijera a mamá que no me esfuerzo. Cuando acabaron las clases me sentía cansado, como si llevara un millón de años despierto y esperando a que llegaran las tres y cuarto.
Mi cita era la primera. La señora Farmer dijo
«Ve a buscar a tus padres y yo estaré con vosotros en cinco minutos»
. Fui afuera y vi el coche de papá y sentí alivio cuando bajó con un zumbido la ventanilla y me dijo
«Hola»
con voz de no estar demasiado borracho. Me dijo
«Qué te pasa»
porque la cabeza no paraba de volvérseme para los lados y el corazón me latía a toda velocidad y las rodillas me temblaban y la boca se me quedó seca. En el aparcamiento había muchos coches, pero en ninguno de ellos estaba mamá.
Papá dijo que necesitaba ir al retrete así que entramos. Mientras él estaba en el lavabo de chicos, salí corriendo por la puerta hasta el camino de entrada al colegio para comprobar una vez más el cartel. No me quedó duda de que decía
Escuela Primaria de la Iglesia de Inglaterra en Ambleside
o sea que mamá no podía haber pasado en coche sin haber visto el colegio. La camiseta de Spiderman se me había empapado con la nieve y se me pegaba al cuerpo y quedaba ridícula. Era como si las mangas me estuvieran más flojas que nunca y la carne de gallina me rozaba contra la tela azul y roja.
Esperé y esperé y esperé. Estaba nevando fuerte. Se me pegaban los copos en las pestañas. Vino una ráfaga de viento frío y me cubrí el pecho con los brazos. Y entonces oí un coche.
Al volante iba una mujer. Una mujer de pelo largo como el de mamá. Corrí hacia ella, diciéndole hola con la mano. Me resbalé y me caí y me di con la rodilla en la nieve, que estaba llena de manchas naranjas de gravilla que había espolvoreado el conserje. El coche encendió el intermitente y se metió por el camino.
«Mamá»
grité. Había venido. Me sentí tan feliz que no era capaz ni de moverme, aunque estaba todavía a cuatro patas en la nieve en medio del camino.
«Mamá»
. La mujer se acercó conduciendo despacio, inclinándose sobre el volante, con los limpiaparabrisas moviéndose rápido a medida que la nieve iba cayendo en el cristal. Volví a decir hola con la mano y miré dentro del coche. La mujer me devolvió la mirada, encogiendo los ojos detrás de las gafas como si se sintiera desconcertada.
Mamá no lleva gafas.
Volví a mirar. Mamá tampoco tiene el pelo castaño. Aquella mujer, la madre de algún otro, señaló hacia la acera. Quería que me apartara pero yo no podía levantarme, y no era felicidad sino otra cosa mucho más terrible lo que me mantenía allí de rodillas. La señora tocó tres veces el claxon. Me aparté gateando a un lado de la carretera.
Papá me encontró junto a la valla. Dijo
«Pero qué santas narices haces»
y me agarró del hombro. Me puso de pie de un tirón y yo no sé ni cómo llegamos hasta allí porque mi mente estaba a trescientas mil millas, en Londres, pero de golpe y porrazo me vi sentado enfrente de la señora Farmer que justo estaba diciendo que me había puesto una A por mi redacción sobre el nacimiento de Jesús.
Mamá había vuelto a mentir. Decía que si sacábamos buenas notas podríamos conseguir todo lo que quisiéramos. Pero lo que yo quería era que ella viniera a la Velada de los Padres y no había venido.
Papá parecía impresionado y dijo
«Podría verla»
. Fingió que leía un poco y luego me dijo
«Enhorabuena»
, pero yo no sentí nada. Estaba insensible. Y no por la nieve. La señora Farmer tenía un pequeño radiador debajo de su mesa y los pies se me habían calentado al instante. La señora Farmer dijo algo, y papá dijo algo, y la señora Farmer dijo algo más y luego me miró a mí como esperando una respuesta. Así que dije
«Sí»
, sin importarme siquiera no haber oído la pregunta. La señora Farmer sonrió así que debía haber dicho lo que tenía que decir y luego preguntó
«A qué instituto va a ir el año que viene»
y papá dijo
«A Grasmere»
y la señora Farmer dijo
«Van también a Grasmere las gemelas»
. Papá dijo
«Cómo dice»
y yo de repente volví a prestar atención.
«Es a ese instituto a donde van las gemelas»
volvió a preguntar la señora Farmer y papá se frotó la barbilla con la mano haciendo con los pelillos un sonido rasposo.
«Las gemelas»
dijo, como si no entendiera, y la señora Farmer parecía desconcertada y dijo
«Rose y… ah, cómo se llama la otra»
y papá no dijo nada y yo no dije nada y el viento aullaba fuera.
«Jas va a Grasmere»
dijo papá por fin. Me habría gustado darle una patada en la espinilla a la señora Farmer para que parara de hablar pero esas cosas sólo funcionan en los libros.
«Y a dónde va Rose»
preguntó.
Papá dijo
«Rose está en un lugar mejor»
y la señora Farmer preguntó
«Un colegio privado»
y papá tragó saliva pero no respondió. La señora Farmer se puso roja y dijo
«Bueno, qué más da»
y agarró la pila de mis trabajos y se puso a hojearlos.
«James ha escrito algunas redacciones preciosas sobre su familia»
. Sacó del montón mi cuaderno de Literatura y yo habría querido gritar
«NOOOOO»
, pero la señora Farmer ya se lo había pasado a papá. Se leyó Mis Maravillosas Vacaciones de Verano, Nuestra Genial Familia y Mis Navidades Mágicas y el cuaderno le temblaba en las manos. La señora Farmer estaba esperando a que papá dijera
«Bien hecho»
. Se me quedó mirando mientras yo me quedaba mirando a papá que se había quedado mirando las mentiras que yo había escrito sobre Rose.
Se oyó ruido al otro lado de la puerta. Habían llegado los siguientes padres. La señora Farmer se aclaró la garganta.
«En resumen, James es inteligente y a veces trabaja muy bien, aunque tiene tendencia a soñar despierto. En el aspecto social, me gustaría que se relacionara un poco más con los otros niños, pero parece que se ha hecho especialmente amigo de una niña que se llama Sunya»
. Llamaron a la puerta.
«Una niña que se llama Sonya»
repitió papá y la señora Farmer dijo
«Adelante. No es Sonya, señor Matthews. Es Sunya»
.
El picaporte hizo clic. La puerta se abrió.
«Ah, justo, aquí está Sunya»
anunció alegremente la señora Farmer. Giré en redondo en mi silla, con la camiseta de Spiderman pegada al sudor de la espalda.
«Hola, Jamie»
dijo la madre de Sunya con su extraño acento.
«Me alegro de volver a verte»
.
Dos hiyabs blancos resplandecieron a la luz de la clase. Dos caras morenas se asombraron al ver a papá levantarse de un salto.
«De qué conoce usted a mi hijo»
chilló, estampando la mano contra la mesa de la señora Farmer. Una pila de cuadernos se desmoronó y derramó la taza de café sobre algunos papeles que parecían importantes. La señora Farmer hizo un ruido como de perro asustado y me miró a mí como si yo tuviera la culpa. La madre de Sunya se puso
«Eeeh»
y yo sacudí lo mínimo la cabeza así que dijo
«No lo conozco»
. Cerré los ojos y volví a abrirlos despacio con la esperanza de que la madre de Sunya entendiera que le estaba diciendo
«Gracias»
.
Murmuré
«Vámonos»
pero papá gritó
«Me alegro de volver a verte. VOLVER. Eso es lo que acaba de decir usted»
. Se acercó a la madre de Sunya. Ella dio un paso hacia atrás y agarró del hombro a Sunya. La señora Farmer se puso de pie, con la mano sobre el pecho.
«Señor Matthews, cálmese»
chilló. Papá gritaba más fuerte que ella.
«Cuándo ha visto usted a mi hijo»
. La madre de Sunya dio otro paso hacia atrás, tirando de Sunya hacia ella.
«De qué lo conoce»
. Sunya se soltó de la mano de su madre y dijo
«Del partido de fútbol del colegio»
y tenía la voz tranquila y cara de inocente y la mentira era la mejor que he visto en mi vida.
«Tú cállate»
gritó papá y la madre de Sunya explotó de pronto.
«Cómo se atreve a hablarle así a mi hija»
. Papá soltó una carcajada pero le quedó malvada, como cuando un malo se frota las manos y se le ponen los ojos todos rojos y el sonido que le sale de la boca es en plan JUAJUAJUAJUAJUA.
«Estoy en mi país y puedo decir lo que me dé la gana»
replicó. Yo quería gritar
«Pues también es el país de Sunya»
pero papá estaba como loco. La señora Farmer chilló
«Voy a llamar al Director»
y con un portazo salió corriendo de la clase.
«Los musulmanes mataron a mi hija»
dijo papá, señalándose el pecho. Corrí hacia él y traté de agarrarle el brazo pero me apartó de un empujón.
«Mataron a mi hija»
volvió a decir, dándose a cada sílaba un golpe en el esternón.
«Eso es absurdo»
respondió la madre de Sunya, pero le temblaba la voz y me di cuenta de que tenía miedo. Me acordé de la pajita doblada del batido de chocolate y odié a papá por asustarla.
«Un verdadero musulmán nunca, jamás le haría daño a nadie. Sólo porque alguien diga que es…»
empezó pero papá gritó
«CÁLLESE»
. Ahora estaba temblando y tenía la cara morada. Le corría el sudor por la frente y por las mejillas. Gritó algo de
«Terroristas»
y algo más de
«Son todos iguales»
y la madre de Sunya volvió la cara como si le hubieran dado un bofetón.
Sunya estaba delante de un mural navideño, con los puños apretados. Copos de nieve de papel de plata recortado soltaban destellos a su espalda en la pared. Había ángeles a la izquierda y a la derecha un Papá Noel con la tripa saliéndosele de la chaqueta roja y los regalos saliéndosele del saco. En el centro del mural había una Virgen María de cartulina azul y un San José de cartulina marrón y un Niño Jesús de una cartulina demasiado rosa para parecer el color de la piel. Y me puso muy triste ver a Sunya al lado de todas esas cosas de Navidad en las que ella no creía y de las que no podía disfrutar, y me acordé de su poema y de que sólo había escrito cuatro versos porque ella en diciembre no tenía nada mágico que esperar. Y aunque papá seguía gritando y el viento sacudía las ventanas y el café iba cayendo gota a gota de la mesa y formando un charco en el suelo, yo lo único que oía eran las palabras de Sunya.
«Me gustaría ser normal»
. Me dieron ganas de acercarme a ella y cogerle los puños y ponerle el anillo y decirle
«Yo me alegro de que no lo seas»
.