Read Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea Online
Authors: Annabel Pitcher
«Por qué llevas eso puesto»
me preguntó con la boca llena de chucherías.
«Soy una momia»
le respondí.
«Normalmente llevan vendas pero como se me han terminado he tenido que…»
. Ella sacudió la cabeza.
«Eso no»
dijo señalando al papel higiénico.
«Esto»
. Sus dedos tocaron la camiseta de Spiderman.
«Soy un superhéroe»
dije.
«Lucho contra el delito»
. Soltó un suspiro con olor a gominolas de botella de Coca-Cola. Por los agujeros de la sábana se veían sus ojos brillantes brillantes y relucían más que las estrellas del cielo.
«Pero en realidad por qué lo llevas»
dijo. Dobló las piernas hacia el pecho y apoyó la barbilla en una rodilla. Estaba chupando un chupa-chups muy despacito, como si tuviera todo el tiempo del mundo para oír mi historia. Intenté hablar, pero no ocurrió nada.
Cuando nos fuimos de Londres, papá se pasó como una hora intentando hacer pasar su armario por la puerta del dormitorio. Lo tumbó hacia un lado. Probó poniéndolo patas arriba. Lo volvió para un lado y para otro pero no hubo manera. Las palabras como Mamá y Affaire y Papá y Alcohol eran justo iguales que aquel armario… demasiado grandes para poder sacarlas. Hiciera yo lo que hiciera, no había manera de que me pasaran por entre los dientes.
El chupa-chups estaba ya en las últimas cuando dije
«Porque me gusta, por nada más»
. Para desviar la conversación le dije
«Por qué llevas tú esa especie de velo en la cabeza»
y ella dijo
«Hiyab»
y yo dije
«Hi qué»
y ella dijo
«Así es cómo se llama. Es un hiyab»
. Repetí esa palabra una y otra vez. Me gustaba cómo sonaba. Y entonces me pregunté qué diría papá si me viera sentado al pie de un castaño con una musulmana vestida de fantasma, susurrando palabras musulmanas en la oscuridad. De golpe me di cuenta exactamente de lo que diría y más aún, me lo imaginé diciéndolo, con el gesto todo torcido, los ojos llenos de lágrimas y la urna temblándole en la mano.
Me puse de pie. Las chucherías me estaban poniendo enfermo. Sólo me había comido la cuarta parte de mi bolsa pero se la eché a Sunya en el regazo. Dije
«Quédatelas. Yo me voy a casa»
. Me alejé por la calle abajo, arrancándome las vendas de la cara y quitándome el papel higiénico del cuerpo. Una mitad de mí no quería volver a ver a Sunya, pero la mitad más grande quería que corriera detrás de mí y me preguntara
«Qué te pasa»
. Llegué a una esquina. Si daba cinco pasos más, habría desaparecido de su vista. Frené de inmediato y traté de no mirar atrás, pero mi cuello no obedecía a mi cerebro. Antes de que pudiera evitarlo, mi cabeza se había vuelto en redondo y allí estaba Sunya, corriendo detrás de mí.
Dijo
«Es que tienes miedo, Spiderman. Los superhéroes no huyen de esa manera»
. En cuanto ella llegó a mi lado, apreté el paso como si quisiera marcharme, cosa que era y no era verdad al mismo tiempo. Dije
«No tengo miedo. Es que llego tarde. Mi padre me ha dicho que tengo que estar en casa a las ocho»
. Sunya me metió mi bolsa en la mano.
«Eres el mentiroso más grande del mundo entero»
, me dijo.
«Si me das tus gominolas de botella de Coca-Cola te doy mis ratones de chocolate»
.
Vimos la luz de unos faros que doblaban la esquina. Reconocí el coche. Agarré a Sunya de la mano tratando de ponerla a salvo en algún lugar. Papá disminuyó la marcha. A mí se me aceleró el pulso. No había edificios. Ni muros. Ningún lugar donde esconderse.
«Pero qué pasa»
dijo Sunya. Yo habría querido gritarle
«CORRE»
pero ya era demasiado tarde. Los frenos chirriaron, la ventanilla bajó con un zumbido y el coche se detuvo justo a mi lado. Papá se asomó por la ventanilla y se quedó mirando.
«Golosina o jugarreta»
dije soltándole la mano a Sunya. Levanté los brazos como un fantasma y puse cara de muerto.
«Golosina o jugarreta golosina o jugarreta golosina o jugarreta»
alboroté, intentando desesperadamente distraer a papá. Sunya llevaba todavía la tela por la cabeza y, si papá no se fijaba demasiado, puede que no se diera cuenta de que bajo aquel disfraz se escondía una musulmana.
«Cómo se llama tu amiga»
dijo arrastrando las palabras, y Sunya respondió antes de que yo pudiera inventarme un nombre que sonara a inglés. Dijo
«Soy Sunya»
. El caso es que papá sonrió.
«Encantado de conocerte»
, le dijo y el aliento le olía a cerveza.
«Eres compañera de la escuela de James»
. Sunya dijo
«Estamos en la misma clase y sentados en el mismo pupitre y nos repartimos las chucherías y nos contamos secretos»
. Papá parecía sorprendido pero contento.
«Espero que estudiar también estudiéis»
bromeó y Sunya se rió y dijo
«Pues claro, señor Matthews»
y yo me quedé allí pasmado mirando cómo papá le echaba una sonrisa a una musulmana y le ofrecía llevarla a su casa.
Nos abrochamos los cinturones. A mí el mío me apretaba el pecho y me daba calor. Como los padres de Sunya estuvieran a la puerta de su casa, o como tuvieran las cortinas abiertas, o como salieran un momento a dar las gracias, papá vería que eran de piel morena y se pondría como un loco. Iba dando bandazos por la carretera y yo no paraba de pensar en esos anuncios de conductores borrachos que ponen en la tele en los que acaba todo el mundo muerto y me sentí mal por haber dejado que Sunya subiera al coche cuando estaba claro que papá estaba más allá de sus límites. Pero ella siguió comiendo chucherías y dándole conversación y yo oía la sonrisa en su voz como si todas sus palabras tuvieran caras felices. Le contó que llevaba toda su vida viviendo en el Distrito de los Lagos y que su padre era médico y su madre veterinaria y que tenía un hermano en el instituto y otro hermano en la Universidad de Oxford.
«Qué familia tan inteligente»
dijo papá, y parecía impresionado.
«Es esa casa de la derecha»
le dijo Sunya y nos acercamos a un gran portón. Se veían luces detrás de las cortinas pero no había nadie en el camino del jardín.
«Gracias por traerme»
dijo Sunya y salió de un salto del coche con la bolsa de plástico balanceándose en su mano. Yo no veía otra cosa que sus dedos morenos y recé con más fuerza que nunca en mi vida para que papá no se diera cuenta. Pero él se limitó a sonreír y dijo
«Para eso estamos, guapa»
y Sunya se fue corriendo, con la sábana blanca ondeando al viento.
Papá dio la vuelta y el coche se alejó de la casa. Miré por el cristal de atrás y vi a Sunya desaparecer tras el portón. Papá me echó una mirada por el retrovisor.
«A que es tu novia»
. Yo me puse rojo y dije
«No»
y papá se rió y dijo
«Pues tampoco sería para tanto, hijo. Parece buena chica esta Sonya»
. De repente me entraron ganas de gritarle
«SE LLAMA SUNYA Y ES MUSULMANA»
, sólo para ver qué me decía. Porque sabía perfectamente que si papá hubiera visto a Sunya cubierta con un hiyab en lugar de con una sábana, de ningún modo habría pensado que era buena chica.
Esta mañana nos han llevado a la biblioteca y he estado mirando un libro sobre la Época Victoriana que decía que las mujeres de aquellos tiempos se quedaban en casa para cuidar a los niños y no trabajaban y nunca dejaban a sus maridos porque el divorcio era difícil de conseguir y demasiado caro. Y justo estaba pensando en lo mucho que me habría gustado vivir en esa época, cuando noto una mano en la espalda. Como estaba convencido de que era Daniel he gritado
«Señora Farmer»
, a pesar de que el cartel dice
CHIST. Esto es una biblioteca
. Y ella me ha dicho
«Qué pasa»
y yo he dicho
«Este me está hurgando en el omóplato»
. El Director se ha aclarado la garganta y me ha empujado al pasillo mientras la señora Farmer murmuraba
«A ver si aprendemos a respetar a las personas mayores, jovencito»
. El Director me contemplaba bajando los ojos y yo le estaba viendo la nariz por dentro y me estaba preguntando si no sería difícil respirar a través de esa cantidad de pelo cuando me dice
«Qué vas a hacer mañana por la tarde»
. Le he dicho
«Nada»
y me ha dicho
«Bueno, pues ahora sí que vas a hacer algo. Tenemos un sitio en el equipo de fútbol. Craig Jackson se ha lesionado»
.
Jas dice que no se lo perdería por nada. Cree que voy a meter el gol de la victoria. Mi horóscopo de esta semana es que te mueres de positivo, y en todo caso ella dice que mis zapatillas están encantadas y que con ellas voy a ser tan bueno como el mismísimo Wayne Rooney. Le he preguntado a papá si va a venir y ha eructado. No sé si eso significa que sí o que no.
Las pruebas de selección fueron hace más de un mes. Hice todo lo que pude pero apenas conseguí tocar la pelota. Me pusieron de extremo izquierdo y luego de delantero centro y aunque no hice gran cosa a mí me pareció que no había estado mal. La noche antes de que se anunciaran los nombres de los que iban a estar en el equipo las tripas se me movían como si tuviera dentro cientos de mariposas que no me dejaban dormir. Y por la mañana me sentía como si cada una de esas mariposas hubiera tenido diez bebés llenos de energía. El Director había dicho que iban a poner la lista de nombres en el tablón de anuncios durante el recreo, y eso significaba que tenía por delante dos clases enteras antes de poder verla. En Lengua y Literatura estuvimos escribiendo un poema titulado Nuestra Genial Familia. La única rima que se me ocurría era «melliza» con «ceniza» y, como la señora Farmer creía que Rose estaba viva, ni siquiera podía usarla. En Matemáticas estuvimos haciendo fracciones y a mí normalmente se me dan bien pero las mariposas se me habían extendido hasta el cerebro y hacían revolotear mis pensamientos.
La señora Farmer dijo
«Poneos los abrigos antes de salir a jugar»
y Daniel y Ryan corrieron al patio sin pararse a mirar siquiera la lista. Sabían que iban a estar en el equipo porque la temporada pasada habían sido los únicos de quinto a los que cogieron. Yo no quería que se me notara que estaba deseando mirarla así que fui a la biblioteca y saqué el primer libro de la estantería sin mirar lo que era. Tenía los ojos fijos en el trozo de papel del tablón de anuncios. En él estaban escritos once nombres, y más abajo los tres suplentes. Me acerqué silbando la primera canción que me vino a la cabeza, que fue
El Valor para Volar
porque papá había estado poniéndola sin parar ese fin de semana en el camino de Saint Bees.
Las letras parecían puros garabatos, imposibles de leer. Di otro paso hacia delante. Las mayúsculas del principio de los nombres se volvieron claras. Había dos jotas. Me acerqué más, con los labios todavía para fuera, aunque había parado de silbar. Leí el séptimo nombre de la lista. James.
James. James Mabbot. Uno de quinto. Yo ni siquiera era suplente.
Salí corriendo hacia el patio. Abrí la puerta de una patada y me lancé escaleras abajo y al doblar a toda velocidad la esquina me choqué con Sunya. Mi libro de la biblioteca voló por los aires y derrapó por la gravilla. Ella lo recogió y miró el título. Decía en grandes letras negras
El milagro que soy: un libro sobre óvulos, espermatozoides, y cómo nacen los niños
. Se le escapó una risita. Le arranqué el libro de las manos.
Esa noche me leí de pe a pa
El milagro que soy
sentado en el alféizar con Roger acurrucado junto a mis pies. El libro hablaba y hablaba de lo especial y lo único que yo era porque sólo había una posibilidad entre un millón de trillones de que saliera tal como soy. Si aquel espermatozoide de papá no se hubiera encontrado con aquel óvulo de mamá justo en el momento en que lo hizo, yo habría sido una persona diferente. Eso no tenía pinta de milagro. Tenía pinta de mala suerte.
«No vas a hacer el ridículo»
me dijo Sunya al encontrarme a la puerta del vestuario, demasiado asustado para entrar.
«Eres Spiderman»
. Me dieron ganas de decirle que Spiderman no se dedica a hacer deportes pero como ella estaba intentando ser amable me quedé callado.
«Y tienes un anillo mágico»
. Miré el hilo de Blue-Tack que rodeaba mi dedo corazón y toqué la piedra blanca. Me hizo sentirme un poco mejor.
«Vas a estar genial»
sonrió Sunya. Cogí aire con fuerza y empujé la puerta para abrirla.
Daniel era el capitán del equipo antes de que lo expulsaran por tres días. Se le veía celoso mientras el Director discutía las tácticas con Ryan. Ryan no paraba de asentir, muy serio, con los brazos cruzados y una pelota bajo el pie como si hubiera nacido con ella pegada a la planta. Daniel estaba sentado, con cara de estar furioso y moviendo nerviosamente la pierna derecha. Cuando me vio, sacudió la cabeza, como si no pudiera creerse que me hubieran dejado entrar no ya en el equipo, sino hasta en el vestuario. Yo no le hice caso y saqué el pantalón corto de mi bolsa de deportes.
En mitad del suelo había una pila de camisetas y elegí una de manga larga para que me tapara la de Spiderman. El Director nos dijo que formáramos un círculo y tuve que morderme el labio para no sonreír al ver que dos chicos me pasaban el brazo por los hombros. Dijo
«Este es el partido más importante de la temporada»
y todo el mundo estaba en silencio. Nadie respiraba. Teníamos todos la vista fija en el Director mientras hablaba.
«Si ganamos hoy a Grasmere estaremos en cabeza de la liga»
y miraba a los jugadores y a mí el corazón me dolía de las ganas que tenía de ganar. Dijo
«Algunos de nuestros jugadores titulares no están, pero vamos a hacer todo lo que podamos con los suplentes que tenemos»
y de pronto me entró un interés de muerte por el suelo. Lo estuve mirando fijamente mientras el Director decía alguna otra cosa de la que no me acuerdo.
Las madres y los padres y los abuelos estaban de pie en un lado del campo. Entre todas las cabezas marrones y negras y de color zanahoria había una rosa y una verde y una cubierta con un hiyab amarillo. Intentando dar la impresión de que sabía lo que me hacía, hice tres flexiones de rodilla con la otra pierna estirada y diez saltos abriendo y cerrando los brazos y las piernas mientras esperábamos a que llegara el otro equipo. Me puse a correr de una punta a otra por la banda izquierda del campo haciendo como si regateara, aunque no tenía pelota.
Al final llegó el equipo de Grasmere. El árbitro dijo
«Adelante los capitanes»
y Ryan dio un paso al frente y Daniel se puso rojo de envidia. Ryan dijo
«Cara»
y el árbitro dijo
«No, ha salido cruz»
, así que le tocaba sacar al otro equipo. Y entonces sonó el silbato y me puse a jugar el primer partido de mi vida sin estar de portero.