Miedo y asco en Las Vegas (23 page)

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Authors: Hunter S. Thompson

Tags: #Relato

BOOK: Miedo y asco en Las Vegas
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Estas serán las gentes a las que no se te presentan como es debido… al menos si tu suerte aguanta. Pero la playa es menos complicada que una hirviente mañana de ayuno en el aeropuerto de Las Vegas.

Yo me sentía muy lúcido. ¿Psicosis anfetamínica? ¿Demencia paranoide?… ¿Qué
es
? ¿Mi equipaje argentino? ¿Esta cojera que hizo que me rechazaran en tiempos en el Centro de Instrucción de Oficiales de la Reserva de la Marina?

Si, realmente. ¡Este hombre nunca podrá caminar como es debido, Capitán! Tiene una pierna más larga que otra…
No mucho. Tres octavos de pulgada o así, lo que significa aproximadamente dos octavos de pulgada más de lo que podía tolerar el capitán.

Así que nos separamos. El aceptó un destino en el Mar de China y yo me convertí en doctor de periodismo Gonzo… y varios años después, cuando mataba el tiempo en el aeropuerto de Las Vegas aquella horrible mañana, cogí un periódico y vi cuál había sido el triste destino de aquel capitán:

CAPITÁN ASESINADO

POR NATIVOS DESPUÉS DE

UN ASALTO «ACCIDENTAL»

EN GUAM

(AOP) —
A bordo del portaviones de la Marina Norteamericana Caballo Loco: En algún lugar del Pacifico
(25 de septiembre) — Toda la tripulación de tres mil cuatrocientos sesenta y cinco hombres de este novísimo portaviones norteamericano se hallan hoy de luto, después de que cinco tripulantes, incluido el capitán, fuesen troceados como carne de piña en una bronca con la policía antiheroína del puerto neutral de Hong See. El doctor Bloor, capellán del buque, presidió unos tensos servicios fúnebres al amanecer, en la cubierta del barco. El coro de la Cuarta Flota cantó «Tom Thumb's Blues»… y luego, las campanas del barco doblaron frenéticamente y los restos de los cinco hombres fueron quemados en una calabaza y arrojados al Pacífico por un oficial encapuchado conocido sólo como «El Comandante».

Poco después de terminados los servicios, los tripulantes empezaron a pelear entre sí y quedaron cortados por un período indefinido todas las comunicaciones de la embarcación. Portavoces oficiales del cuartel general de la Cuarta Flota de Guam declararon que la Marina no quería hacer «ningún comentario» sobre la situación, pues estaban pendientes de los resultados de la investigación a alto nivel realizada por un equipo de especialistas civiles dirigidos por el antiguo fiscal de distrito de Nueva Orleans, James Garrison.

…¿Por qué molestarse en leer los periódicos si lo que ofrecen es esto? Tenía razón Agnew. Los de prensa son una pandilla de maricas crueles. El periodismo no es ni una profesión ni un oficio. Es un cajón de sastre para meticones e inadaptados… acceso falso al lado posterior de la vida, un agujero sucio y meado desechado por el supervisor del editorial, pero justo lo bastante profundo para que un borracho se acurruque allí desde la acera, y se masturbe como un chimpancé en la jaula de un zoo.

14. ¡ADIÓS A LAS VEGAS…! «¡DIOS SE APIADE DE VOSOTROS, PUERCOS!»

Mientras andaba por el aeropuerto, me di cuenta de que aún llevaba la tarjeta de identificación policial. Era un liso rectángulo anaranjado, que decía: «Raoul Duke, investigador especial, Los Angeles». La vi en el espejo del urinario.

Librate de ese chisme, pensé. Arráncalo. Este asunto ha terminado… y no demostró nada. Al menos para mí. Y, desde luego, tampoco para mi abogado (que también tenía una tarjeta de identificación), pero él estaba ya en Malibú curando sus heridas paranoides.

Había sido una pérdida de tiempo, un montaje inaceptable que era únicamente (visto a distancia) una mala excusa para que mil polis pasasen unos cuantos días en Las Vegas a costa de los contribuyentes. Nadie había aprendido nada, o, al menos, nada nuevo. Salvo quizá yo… y todo lo que yo había aprendido era que la Asociación Nacional de Fiscales de Distrito llevaba unos diez años de retraso respecto a la amarga verdad y las crudas realidades cinéticas de lo que ellos hacía poquísimo que habían aprendido a llamar «la cultura de la droga, en este loco año de nuestro Señor de 1971».

Aún siguen sacando a los contribuyentes miles de dólares para hacer películas sobre «los peligros del LSD», en un momento en el que todo el mundo sabe (todo el mundo menos los polis) que el ácido es el Studebaker del mercado de la droga; la popularidad de los psicodélicos se ha hundido tan drásticamente que la mayoría de los grandes traficantes ya no manejan siquiera ácido o mescalina de calidad salvo como un favor a clientes especiales: principalmente cansados diletantes de la droga que pasan de los treinta años… como yo y mi abogado.

Hoy el gran mercado son los depresores. El seconal y la heroína… y pociones infernales de mala yerba nacional espolvoreada con cualquier cosa, desde arsénico a tranquilizantes para caballos. Lo que hoy se vende es cualquier cosa que te
machaque del todo
, cualquier cosa que te cortocircuite el cerebro y lo bloquee durante el mayor tiempo posible. El mercado del ghetto florece ahora en las zonas residenciales. El tipo del Meprobamato
[13]
ha pasado, como una especie de venganza, a la inyección intramuscular e incluso a inyectarse en la vena… y, por cada ex adicto a la anfetamina que se deja arrastrar, buscando un respiro, a la heroína, hay doscientos chavales que pasan directamente del seconal a la aguja. No se molestan siquiera en probar la «velocidad».

Los estimulantes ya no están de moda. La methedrina es casi tan rara, en el mercado de 1971, como el ácido puro o el DMT. La «Expansión de la Conciencia» se fue con Johnson… y es importante destacar que, históricamente, los depresores llegaron con Nixon.

Subí renqueando al avión sin más problema que una oleada de vibraciones desagradables de los otros pasajeros… pero tenía la cabeza tan quemada por entonces, que me hubiese dado igual subir a bordo completamente desnudo y cubierto de chancros supurantes. Habría hecho falta un gran derroche de fuerza física para sacarme de aquel avión. Estaba ya tan lejos de la simple fatiga, que empezaba a sentirme tranquilamente adaptado a la idea de la histeria permanente. Sentía como si el menor malentendido con la azafata pudiera volverme loco o hacerme empezar a dar gritos… y la mujer pareció percibirlo, pues me trató con mucha amabilidad.

Cuando quise más cubitos de hielo para mi Bloody Mary, me los trajo enseguida… y cuando se me acabaron los cigarrillos, me dio una cajetilla de su propio bolso. Sólo se puso algo nerviosa cuando saque un pomelo de la bolsa y empecé a partirlo con un cuchillo de caza. Advertí que me miraba atentamente, así que intente sonreír.

—Nunca voy a ningún sitio sin pomelos —dije—. Es muy difícil conseguir uno verdaderamente bueno… salvo que uno sea rico.

Asintió con un gesto.

Le lancé la mueca/sonrisa de nuevo, pero resultaba difícil saber lo que estaba pensando. Sabía que era muy posible que hubiera decidido ya hacer que me sacaran del avión en una jaula cuando llegáramos a Denver. La miré fijamente a los ojos un rato. Pero ella permaneció inmutable.

Estaba dormido cuando nuestro avión tocó tierra, pero la sacudida me despertó al instante. Mire por la ventanilla y vi las Montañas Rocosas. ¿Qué diablos estoy haciendo
aquí
, me pregunte. No tenía ningún sentido. Decidí llamar a mi abogado lo antes posible. Pedirle que me mandara dinero para comprar un enorme Doberman albino. Denver es un centro de distribución nacional de Dobermans robados; llegan de todos los rincones del país.

Dado que ya estaba allí, pensé que podría aprovechar para conseguir un perro bravo. Pero antes, algo para mis nervios. En cuanto aterrizó el avión, corrí a la farmacia del aeropuerto y pedí a la dependienta una caja de amyls.

Empezó a menearse y a mover la cabeza.

—Oh no —dijo al fin—. No puedo venderle
esas
cosas sin receta.

—Lo se —dije—. Pero mire, yo soy
doctor
. No necesito receta.

Seguía impacientándose.

—Bueno… tendrá que enseñarme alguna tarjeta de identificación —gruñó.

—Claro, claro.

Saqué la cartera y le permití ver la falsa placa policial mientras buscaba entre los papeles hasta encontrar mi Tarjeta Eclesiástica de Descuento que me identificaba como Doctor de la Divinidad y Ministro Titulado de la Iglesia de la Verdad Nueva.

La inspeccionó atentamente. Luego me la devolvió. Percibí un respeto nuevo en su actitud. Su mirada era más cordial. Parecía desear enternecerme.

—Espero que me perdone, doctor —dijo, con una linda sonrisa—. Pero tenía que preguntar. Tenemos algunos
freaks auténticos
, en esta ciudad. Adictos peligrosos. No se imagina usted.

—No se preocupe —dije—. Lo entiendo perfectamente. Pero padezco del corazón y espero…

—¡Con mucho gusto! —exclamó, y en cuestión de segundos estaba de vuelta con una docena de amyls. Pagué sin aludir siquiera al descuento eclesiástico. Luego abrí la caja y rompí inmediatamente una debajo de la nariz mientras ella observaba.

—Agradezca que su corazón es joven y fuerte —le dije—. Si yo fuera usted… jamás… ah… ¡santo Dios!… ¿qué? Sí, tendrá que disculparme ahora; siento que empieza a hacer efecto.

Me volví y salí tambaleándome en dirección al bar.

—¡Dios se apiade de vosotros, puercos! —grité a dos marines que salían del servicio de caballeros.

Me miraron pero no dijeron nada. Para entonces, iba ya riéndome a lo loco. Pero daba igual. Yo no era más que otro clérigo estúpido enfermo del corazón. Mierda, me querrán en el Brown Palace. Tomé otra buena ración de amyl, y cuando llegué al bar mi corazón rebosaba alegría.

Me sentía como una monstruosa reencarnación de Horatio Alger… un Hombre en Marcha, y estaba tan enfermo como para sentir una confianza y una seguridad absolutas.

HUNTER S. THOMPSON, (Estados Unidos, 1937-2005) empezó como periodista deportivo, se consagró como una de las grandes estrellas de la célebre revista
Rolling Stone
e inventó el llamado Periodismo Gonzo, en el que el autor se convierte en protagonista y catalizador de la acción. En Anagrama se han publicado sus libros más memorables,
Miedo y asco en Las Vegas
(llevada al cine por Terry Gilliam) y
Los Ángeles del Infierno (Una extraña y terrible saga)
, así como la antología
La gran caza del tiburón
y su única novela,
El diario del ron
.

Notas

[1]
Nitrato amílico. Estimulante para el asma y para enfermedades cardíacas. Se vende en cápsulas que hay que romper e inhalar. (N. de los T.).
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[2]
Adjetivo que se inventa el autor para definir su propio tipo de periodismo. Ver a este respecto la entrevista al autor que aparece en el número de Septiembre/77 de la revista
High Times
. (N. de los T.)
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[3]
Stopless: Sin paradas o sin obstáculos. Topless: Se llaman bares topless aquellos en que las camareras sirven con los pechos al aire. (N. de los T.)
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[4]
Los Royals, un equipo de béisbol de Montreal. (N. de los T.)
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[5]
Reds. Seconal, un barbitúrico cualquiera. También en inglés se dice «rojitos-as» a nivel «underground». (N. de los T.)
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[6]
Se suprimieron los nombres a petición del abogado del editor.
< <

[7]
Prenda femenina hawaiana. (N. de los T.)
< <

[8]
(...advertencia a los traficantes de heroína de un tablero de anuncios de Boulder, Colorado.)
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[9]
Speed, anfetaminas. (N. de los T.)
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[10]
En inglés «roach», de «cockroach», Cucaracha. (N. dc los T.)
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[11]
Jóvenes de clase baja del rollo de las motos, los coches trucados y la cerveza. También se llama así a los de origen mejicano o latino en general. (N. de los T.)
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[12]
Se suprime el nombre a instancias del abogado del editor.
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[13]
Tranquilizante suave utilizado en el tratamiento de los estados de ansiedad y como relajante muscular. Puede producir adicción física. (N. de los T.)
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