Mis rincones oscuros (28 page)

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Authors: James Ellroy

Tags: #Biografía

BOOK: Mis rincones oscuros
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Se llamaban Jeffrey Langford y Roy Benny Wimberly. Eran negros y rondaban los veinticinco años. La gente del Departamento de Policía de Beverly Hills los había arrestado por dos robos con allanamiento. Habían sido condenados a tres años de cárcel en la penitenciaría del estado. En esos momentos quizás estuviesen en libertad.

Stoner llamó a la Oficina de Libertad Condicional del estado y al Departamento de Vehículos a Motor. Averiguó que Wimberly y Langford habían salido en libertad condicional antes de que comenzaran los robos. Langford vivía en West Los Ángeles, cerca del lugar donde habían aparecido los coches robados.

Stoner llamó a una patrulla de la Metropolitana y puso a ambos hombres bajo vigilancia. Wimberly y Langford circularon durante tres días en el jeep de este último. Inspeccionaron dos casas en West Los Ángeles y una casa en Beverly Hills; en los tres casos los moradores eran ancianos blancos.

Stoner llamó al DPLA. Un policía de la Brigada de Robos llamado Varner puso equipos de vigilancia en las dos casas de West Los Ángeles. Stoner llamó al Departamento de Policía de Beverly Hills, que puso un equipo de vigilancia en la casa de su jurisdicción y sacó a los viejos de allí.

Varner cubrió dos casas. Sacó a los ocupantes de la casa número uno. Los de la casa número dos se negaron a marchar. Varner dispuso en la sala de estar dos policías armados con fusiles. Los moradores se avinieron a refugiarse en otro lugar bajo custodia permanente.

Wimberly y Langford empezaron a vigilar sólo la casa número dos.

Stoner supo que no tardarían en dar el golpe. Mandó un helicóptero y dos equipos de vigilancia callejera y distribuyó walkie-talkies. La casa de Langford estaba cubierta. La casa número dos estaba cubierta. El helicóptero debía seguir a los sospechosos desde una distancia prudencial. Stoner estableció un puesto de mando en la comisaría de Lennox, desde donde estaba en contacto directo con la casa número dos y con todas las unidades móviles.

Los sospechosos salieron de casa de Langford el 3 de julio del 81 a la una de la madrugada. Fueron en el jeep hasta el callejón trasero de la casa número dos. El helicóptero siguió todos sus movimientos.

Aparcaron, se apearon, echaron a andar hacia la casa número dos y saltaron la valla. Cortaron los cables exteriores del teléfono. Empezaron a forzar las ventanas del dormitorio trasero, que estaban cerradas con una plancha de madera; los viejos lo habían hecho como precaución adicional. Se olvidaron de decírselo a la policía.

Wimberly y Langford siguieron forzando las ventanas. Las comunicaciones por walkie-talkie desde dentro de la casa número dos cesaron por completo. Stoner contactó con las unidades móviles, aparcadas a una manzana de distancia de la casa número dos.

Wemberly y Langford seguían intentando abrir las ventanas. Hacían un ruido del carajo. Eran tan intrépidos como estúpidos. Se les escapaba la visión de conjunto de la situación.

En la misma manzana, más abajo, estalló un petardo. Las unidades móviles creyeron que se trataba de un disparo. Encendieron las luces y las sirenas y se lanzaron contra los sospechosos.

Wimberly y Langford salieron pitando. Las unidades móviles cerraron el callejón y los atraparon.

Stoner los interrogó en la comisaría de Lennox. No querían confesar los robos ni los asesinatos. Les dijo que Henry Boldt había muerto. No reaccionaron. Añadió que los arrestaba por un total de cinco asesinatos. Se hicieron los murrios durante todo el interrogatorio.

Billy Farrington volvió de vacaciones. Ayudó a Stoner en el interrogatorio de los sospechosos. Langford le dijo a Billy que era un negro de mierda. Stoner se interpuso e impidió que la cosa llegase a más. Wimberly y Langford se negaron a confesar. Stoner registró sus casas. Llenaron varios camiones con objetos robados. Stoner obtuvo una orden de registro de la casa de los padres de Wimberly. Recuperó cortacéspedes, productos de belleza y un espejo chapado en oro. Encontró el jarrón de Dora Boldt. En él no había huellas dactilares. El número que aparecía en la base no era un número de serie. El objeto carecía de valor como prueba.

Los objetos robados quedaron almacenados en Parker Center. Las víctimas los identificaron. Wimberly y Langford fueron condenados por doce cargos de robo. No se recuperaron objetos que sirvieran como prueba inculpatoria de los asesinatos de Dora Boldt y las otras mujeres. Stoner no pudo acusarlos de homicidio. Habría matado al hijo de puta del fotógrafo que pisó el trozo de queso.

Wimberly y Langford fueron juzgados y condenados.

A Langford le cayeron diecisiete años. A Wimberly, de veinte a veinticinco. Langford salió antes con libertad condicional. Los federales lo detuvieron con dos kilos de cocaína. Lo condenaron a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.

Stoner esperaba que los sentenciaran por homicidio múltiple y tuvo que conformarse con la condena por robo. El caso Wimberly-Langford hizo que se sintiese frustrado y temeroso de lo que pudiera ocurrirles a sus parientes. Wimberly y Langford procedían de familias de clase media. Nadie los había maltratado de pequeños. Stoner aprendió que los hombres mataban por cortacéspedes y por un televisor.

Un hombre secuestró a una vieja de sesenta años. Intentó obligarla a que sacara dinero de un cajero automático. La mujer se equivocó varias veces al marcar. El tipo se hartó y la mató a balazos.

La abandonó en el aparcamiento de una iglesia. Le robó las tarjetas de crédito y se compró unas botas Kinney de la talla cuarenta.

Los hombres del sheriff del condado de Riverside se presentaron en su casa con una antigua orden de busca y captura por saltarse la libertad condicional. Oyó que llamaban a la puerta y se escondió en la cama, debajo de su novia de ciento treinta kilos.

La policía de Riverside lo detuvo dos días después. Les dijo que tenía noticias de un asesinato cometido en el condado de Los Ángeles. Un motorista le había confiado que había matado a una vieja y se había deshecho del cuerpo arrojándolo detrás de una iglesia. Si lo soltaban, los ayudaría a encontrar al tipo.

Los de Riverside llamaron a Stoner y le contaron lo que el hombre decía. Stoner les preguntó si llevaba unas botas Kinney de la talla cuarenta. Respondieron que sí. Stoner les dijo que iba para allá con una orden de detención por homicidio.

El tipo confesó. La Brigada de Robos de la Oficina del Sheriff lo acusó de varios atracos. La novia le hacía de chófer. El tipo se negó a no implicarla.

Los hombres mataban a las mujeres y luego, en un suspiro, se ponían sensibleros con ellas.

Un camboyano se trasladó a Hawaiian Gardens. Tenía dos hijos de su primera mujer, que había muerto en la guerra, y otros dos hijos de su nueva esposa. Eran camboyanoamericanos que trabajaban de firme.

El hombre se enteró de que su mujer lo engañaba. Mató a puñaladas a los dos críos que había tenido con ella y luego se suicidó. Stoner aprendió que los hombres mataban a las mujeres por poderes, como si acabaran con un símbolo.

Un adicto al polvo de ángel salió a merodear en bata. Entró en un remolque y apuñaló a un viejo en los ojos. Los agentes siguieron las manchas de sangre hasta su casa. El chaval intentaba tirar la bata por el retrete. Dijo que no sabía por qué había salido de ronda.

Stoner pensó que buscaba una mujer.

Karen Reilly era un cuerpo podrido. A un tipo se le pinchó un neumático del coche, el tapacubos salió volando y cayó en un campo. Fue a buscarlo. Olió a algo muerto y casi tropezó con ella.

Estaba muy descompuesta y devorada por los animales. Los bichos le habían sacado el hioides. No había forma de saber si la habían estrangulado. No se podían hacer pruebas serológicas ni toxicológicas.

No había manera de determinar la causa de la muerte.

Stoner y Farrington trabajaron en la escena del crimen. La temperatura rondaba los cuarenta grados. Encontraron algunas joyas en el cuerpo y las etiquetaron.

Stoner comprobó las denuncias de personas desaparecidas. En el DPLA dio con un caso registrado dos semanas antes y se puso en contacto con los detectives asignados a él. Les dijo que la descompuesta se parecía a la chica que buscaban. Mostraron las joyas encontradas sobre el cadáver a los padres de Karen Reilly, que las identificaron.

En el caso trabajaban ya dos investigadores privados. Los padres de Karen los habían contratado pocos días después de que ésta desapareciera. Se encontraron con Stoner y Farrington y les contaron lo que habían averiguado.

Karen Reilly tenía diecinueve años. Le gustaban los tipos desagradables y el alcohol. Vivía con sus padres en el barrio de ricos de Porter Ranch.

Estaba apuntada en una agencia de trabajo temporal. Conoció a un hispano llamado John Soto. Soto trabajaba en la agencia. Vivía con su compañera sentimental, el hijo de ambos, su hermano Augie y la novia de éste, que tenía dieciséis años. Karen follaba con John Soto. Sus padres lo desaprobaban.

Antes de desaparecer Karen estuvo en su casa con una amiga. Bebieron combinados. Se emborrachó. Despotricó contra John Soto y su «esposa». Dijo que eran unos padres de mierda y que quería rescatar al crío.

Karen se marchó de casa sola. Sus padres no volvieron a verla. Los hermanos Soto explicaron el resto de la historia.

Karen anduvo hasta una calle principal y empezó a hacer dedo. La recogieron dos chicos. El conductor le pidió su número de teléfono. Karen se lo dio. Los tipos la dejaron delante de la casa de los hermanos Soto.

Los Soto la dejaron entrar. Karen agredió verbalmente a la compañera de John y se marchó corriendo del apartamento. La mujer salió tras ella. En la acera, a las dos de la madrugada, se insultaron mutuamente. John Soto bajó a toda prisa. Hizo subir a su mujer. Augie Soto y su novia salieron y hablaron con Karen, quien dijo que haría autostop hasta su casa o en dirección a Los Banos Lake.

Augie y su novia subieron. John les dio las llaves de su coche y les dijo que fueran en busca de Karen. Eran las dos y media.

Augie y su novia dieron unas vueltas y no vieron a Karen. Se acercaron hasta el 7-Eleven del pueblo y se quedaron charlando con un camarero hasta el amanecer. Nunca más volvieron a ver a Karen.

Los padres de Karen llamaron a los Soto varias veces. John Soto les contó la misma historia que luego explicaría a los investigadores. El hermano de Karen abrió la puerta de los Soto a patadas y se lió a trompadas con John y Augie. Estos insistieron en la historia que acababan de contar a los detectives. La familia Reilly estaba segura de que los hermanos Soto habían matado a Karen. Los detectives no opinaban lo mismo. Creían que Karen se había marchado a dedo y que había topado con algún loco salido.

Stoner habló con los padres y con el hermano de Karen Reilly. Culparon a los Soto. Stoner interrogó a éstos y a sus mujeres. Todos mantuvieron la misma historia. Stoner interrogó al camarero del 7-Eleven. Su relato acerca del encuentro de esa madrugada no concordaba con el de Augie.

Augie decía que habían llegado al local alrededor de las tres. El camarero aseguró que se habían presentado a las cinco. Stoner habló otra vez con John y con Augie y les propuso que se sometieran al detector de mentiras. Los hermanos se avinieron a ello.

John superó la prueba. La de Augie no resultó concluyente. La mujer de John y la novia de Augie se negaron a pasar por el detector de mentiras.

La madre de Karen Reilly telefoneó a Stoner. Le dijo que hacía unos meses su hija había estado a punto de ser secuestrada por un novio que tenía en el instituto. El chico la había abordado ante la puerta de su casa y la había obligado a subir al coche. La madre de Karen había intercedido, pero el chico se había marchado sin hacerle caso.

Stoner interrogó al ex novio. Aseguró que seguía enamorado de Karen. No le gustaba que saliera con un hatajo de pelagatos. La había obligado a subir al coche para hacerla entrar en razón. El chico accedió a pasar la prueba del detector de mentiras. Su madre intervino y no lo permitió.

Stoner regresó al 7-Eleven. Allí le informaron de que el camarero se había marchado a Las Vegas y de que allí lo habían detenido por un asunto de droga.

Ocurrieron otros homicidios. Exigían una rápida atención. El caso de Karen Reilly estaba repleto de sospechosos improcesables.

Tal vez los Soto hubieran engañado al detector de mentiras. Tal vez la hubiese matado el ex novio. Tal vez un hombre la hubiera recogido cuando hacía autostop, le hubiese dado droga adulterada y ella hubiese muerto de sobredosis. Tal vez el hombre la hubiese desnudado y abandonado en la carretera. Quizás hubiera caído en manos de un obseso, que la había violado y luego abandonado para que no lo acusasen. Un asesino en serie estrangulaba mujeres autostopistas. Tal vez hubiese topado con Karen.

Stoner se dedicó a sus casos más recientes, pero en sueños seguía trabajando en el caso Reilly.

Visualizó a Karen viva y consumida, enrojecida y negruzca debido al calor y la putrefacción. Visualizó las maneras en que había podido morir. Bill siempre despertaba intentando capturar el instante en que la muchacha cruzaba esa línea.

El tipo del 7-Eleven la había visto follar con John Soto en el asiento trasero del coche de éste. El coche no paraba de sacudirse allí mismo, en el aparcamiento. La mujer de John vio el espectáculo y montó un escándalo.

Karen invitó a Augie Soto a Los Banos Lake. Augie se presentó con unos cuantos amigos. Los tíos de Karen no querían dejarlos entrar en su cabaña. Karen acampó fuera con sus amigos mexicanos.

La chica bebía muchísimo. Le gustaba sembrar el desconcierto entre sus amigos y entre los severos padres de éstos. Llevaba una vida previsiblemente rebelde.

Se marchó de casa borracha. Acababa de anunciar cuál sería su nuevo objetivo laboral a una amiga borracha. Quería ser prostituta. Salió de casa para enfrentarse con unos padres incompetentes y rescatar al hijo que éstos desatendían.

Estaba confusa, era inocente y cándida hasta la estupidez. Tenía diecinueve años. Podría haber salido de aquel marasmo con la misma facilidad con que había cruzado esa línea.

Stoner no podía dejar de pensar en ella.

Las chicas estúpidas y rebeldes tenían opciones limitadas. La vida favorecía a los chicos estúpidos y rebeldes. Las chicas estúpidas y rebeldes repelían y excitaban a un tiempo. El objetivo de sus actos era desafiar al mundo a que las tuviese en cuenta. A veces, el hombre inoportuno daba la réplica a su actuación en una caracterización demasiado perfecta.

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