Mis rincones oscuros (42 page)

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Authors: James Ellroy

Tags: #Biografía

BOOK: Mis rincones oscuros
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Consideraba a Will Lenard Miller un tiro al azar intergaláctico. Bill me llamó optimista. Dijo que deberíamos ir a la Oficina del Sheriff a entrevistar a algunos testigos. Yo llevé una lista. Bell me enseñó tres terminales de ordenador.

Uno de ellos conectaba con el Departamento de Justicia del estado de California. Suministraba estadísticas personales, alias y fichas de detenidos en las que figuraban los antecedentes penales del individuo. Otro terminal conectaba con el Departamento de Vehículos a Motor. Éste suministraba los datos personales de los dueños de los coches, sus direcciones anteriores y la dirección vigente. El ordenador «libro inverso» almacenaba datos de ocho estados occidentales. Se introducía el nombre del sujeto y se obtenía una dirección y un número de teléfono.

Conocí a Louie Danoff y a John Yarbrough. Trabajaban en el Departamento de Casos No Resueltos. Danoff me aseguró que Will Lenard Miller no se había suicidado en la cárcel del condado de Orange. Acababa de hablar con su contacto allí, quien, tras indagar, había llegado a la conclusión de que el rumor era rotundamente falso. Bill le pidió a Yarbrough que buscara la pista de Lavonne Chambers. En 1958 tenía veintinueve años. En 1962, trabajaba en un casino de Nevada.

Comprobé mi lista de testigos.

El señor George Krycki y esposa, Margie Trawick, Jim Boss Bennett, Michael Whittaker. Shirley Miller, Will Lenard Miller, Peter Tubiolo. Margie Trawick había nacido el 14/6/22. Jim Boss Bennett, el 17/12/17. Michael Whittaker tenía veinticuatro años en 1958. Yo era consciente de que la esperanza de vida condicionaba nuestra investigación.

Bill probó primero con los Krycki. No constaba nada sobre ellos en el Departamento de Justicia ni en el de Vehículos a Motor. En el «libro inverso» encontró algo. George y Anna May Krycki vivían en Kanab, Utah. El ordenador me dio la dirección y el número de teléfono.

Bill probó con Jim Boss Bennett. En el Departamento de Justicia no encontró mención alguna de él. Bill comentó que, probablemente, Jim Boss Bennett hubiese muerto. El Departamento de Justicia borraba de su ordenador central a las personas fallecidas. Quería confirmar la muerte de Bennett. Dijo que conocía a un tipo que podía consultar los archivos de la Seguridad Social.

Probamos con Peter Tubiolo. Aparecía una mención en el Departamento de Vehículos a Motor. Tubiolo tenía setenta y dos años y vivía en Covina.

Probamos con Shirley Miller. Aparecía una mención en el Departamento de Vehículos a Motor. La dirección coincidía con una de las que constaban en el expediente de Will Lenard Miller. Al pie de la hoja impresa había un asterisco y la abreviatura «fallec.».

Probamos con Will Lenard Miller. Aparecía una mención en el Departamento de Justicia. El caso había sido archivado. Bill dijo que el cabrón estaba muerto.

Probamos con Margie Trawick. No constaba en ninguno de los tres ordenadores. Recordé que Margie estaba divorciada o había enviudado. Su apellido de soltera era Phillips. Bill probó con Margie Phillips y la fecha de nacimiento que habíamos determinado. No constaba en el Departamento de Vehículos a Motor ni en el de Justicia. El «libro inverso» suministraba una larga lista. Margie Phillips era un nombre corriente.

Probamos con Michael Whittaker. Aparecía una mención en el Departamento de Vehículos a Motor y otra en el de Justicia, bajo el nombre de Michael John Whittaker, así como una dirección de San Francisco, en 1986. En Justicia constaba un número de ficha policial y la fecha de nacimiento 1/1/34.

Abrí el maletín y comprobé el Libro Azul del caso Ellroy. El segundo nombre de Whittaker era John.

Bill anotó el número de la ficha y entregó el papel a una empleada. Ésta dijo que ordenaría hacer una copia de la ficha de Whittaker y sus últimos datos conocidos.

Entró John Yarbrough. Entregó una nota a Bill. Dijo que había llamado a un tipo de la policía de Las Vegas. El tipo llamó a otro de la Comisión de Juego de Nevada. Localizaron la ficha laboral de Lavonne Chambers en el casino. Llamaron al Departamento de Vehículos a Motor del estado de Nevada y dieron con el dato clave.

Lavonne Chambers era ahora Lavonne Parga. Acababa de renovar el permiso de conducir. Vivía en Reno, Nevada.

22

Bill no quería llamar a Lavonne Chambers y pedirle una entrevista. Pretendía sorprenderla para no darle tiempo a pensar y elaborar sus respuestas.

Volamos a Reno. Ocupamos dos habitaciones en un Best Western. El empleado de recepción nos dio un plano de la ciudad. Alquilamos un coche y fuimos a la última dirección conocida de Lavonne Chambers. Estaba fuera del casco urbano de Reno, en una zona medio rural, medio ruinosa. Allí todo el mundo tenía camioneta o todoterreno. Los vehículos estaban relucientes. Las casas daban lástima.

Llamamos a la puerta de la vivienda de Lavonne Chambers. Abrió un hombre. Bill le enseñó la placa y le explicó nuestra situación. El hombre dijo que Lavonne era su madre y que estaba en el Hospital Washoe County, pues padecía otro de sus terribles ataques de asma.

El hombre recordaba el asesinato. Entonces era un bebé. Dijo que llamaría a su madre y la prepararía.

Nos dio la dirección del hospital. Llegamos en diez minutos y una enfermera nos condujo a la habitación.

Lavonne Chambers estaba sentada en la cama, con un tubo de oxígeno en la nariz. No se la veía enferma, sino fuerte y sana. Parecía perpleja.

Nos presentamos. Bill declaró su condición de policía. Yo expliqué que era el hijo de Jean Ellroy. Lavonne Chambers me miró. Le quité treinta y seis años y la vestí con el uniforme rojo y blanco del Stan's Drive-In. Sentí que me fallaban las piernas y me senté en una silla sin que nadie me invitara a hacerlo.

Bill se sentó a mi lado. Teníamos la cama delante, a unos palmos de nosotros. Saqué un bolígrafo y un cuaderno de notas. Lavonne comentó que mi madre era muy guapa. Su voz sonó firme, sin jadeos ni resuellos.

Le di las gracias. Lavonne Chambers dijo que se sentía culpable. Las camareras que servían a la gente en los coches tenían orden de anotar las matrículas, pues eso ayudaba a la policía a echarle el guante a quienes se saltaban la revisión del vehículo, pero ella no había tomado nota de la placa. Mi madre y el hombre que iba con ella tenían un aspecto muy respetable. Lavonne nunca había lamentado tanto un descuido.

Le pregunté si se acordaba bien de aquella noche. Respondió que sí. Lavonne tenía la costumbre de revivir sus recuerdos como un disco rayado. Quería estar segura de que nada escapaba a su memoria.

Bill le hizo algunas preguntas. Volvamos atrás en el tiempo, le dijo. Lavonne asintió. Para empezar, describió a mi madre y al Hombre Moreno. Dijo que mi madre era pelirroja. Explicó que había atendido a mi madre y al Hombre Moreno en dos ocasiones. Era incapaz de ubicarlos en orden cronológico. La policía creía que el asesino era de la zona. Por eso, mientras estuvo trabajando en el Stan's Drive-In no había dejado de fijarse en las caras de los clientes ni una sola noche. Durante años mantuvo los ojos bien abiertos.

Bill mencionó el asesinato de Bobbie Long. Lavonne dijo que no sabía nada al respecto. Yo apunté que a Bobbie Long quizá la hubiese matado el mismo hombre. Lavonne preguntó cuándo había sucedido el hecho. Respondí que el 23 de enero del 59. Lavonne dijo que el verano anterior había hablado con la poli, pero antes de enero los contactos prácticamente se habían interrumpido.

Bill hizo referencia a la rueda de identificación del año 62. Los recuerdos de Lavonne comenzaron a contradecirse con los hechos establecidos en el Libro Azul. Dijo que sólo había un hombre en la sala de identificación y que ella había sido la única testigo. Confirmó en lo fundamental su declaración recogida en el Libro Azul. No estaba segura de que el hombre que había visto allí ese día fuera el mismo que acompañaba a mi madre.

Bill le mostró dos fotografías de ficha policial de Jim Boss Bennett. Lavonne no consiguió encajar a Jim Boss en ningún contexto. Le enseñé los dos retratos robot. Los situó de inmediato.

Retrocedamos hasta entonces, insistió Bill. Lavonne asintió. Nos llevó otra vez a esa noche. Yo planteé cuestiones espaciales. Quería saber dónde se encontraba Lavonne, exactamente, cada vez que había visto al Hombre Moreno. Me explicó que los clientes hacían parpadear los faros para indicar que querían la cuenta. Vi coches, luces largas cegadoras y a Lavonne cargada de bandejas y vislumbres de un hombre que estaba a punto de matar a una mujer.

Mencioné el coche del Hombre Moreno. Bill me interrumpió para preguntarle si conocía los coches de esa época. La mayoría de camareras que atendían los coches se sabía de memoria todas las marcas y modelos. ¿Y ella? ¿Era también tan experta en automóviles?

Lavonne dijo que no era experta en coches, que era incapaz de distinguir diferentes marcas y modelos. Vi por dónde iba Bill y le pregunté a Lavonne cómo había sabido identificar el coche del Hombre Moreno.

Me explicó que había oído un boletín de noticias. La mujer asesinada le recordó a la pelirroja a quien había atendido el sábado por la noche y se puso a pensar. Intentó recordar en qué coche iba. Habló con su jefe y éste señaló diferentes automóviles. Así fue como consiguió determinar el utilizado por la pareja.

Miré a Bill, quien me indicó que lo dejase hacer a él. Le entregó a Lavonne una copia del Libro Azul del caso Jean Ellroy y le pidió que repasara su declaración. Volveríamos más tarde para hablar de ello.

Lavonne dijo que nos esperaba después de cenar. Nos recomendó que evitáramos los casinos. No se puede vencer a la casa.

Cenamos en el asador del Reno Hilton. Tratamos extensamente acerca del tema del coche.

Apunté que la identificación del vehículo hecha por Lavonne quizás estuviese contaminada. Quizá su jefe la hubiera inducido a error. Su declaración en el Libro Azul era enfática. El Hombre Moreno conducía un Oldsmobile del 55 o del 56. Quizá Lavonne se hubiera equivocado al identificar el coche. Quizá la identificación fuese defectuosa desde el primer momento. Quizá Hallinen y Lawton se desanimaron al caer en la cuenta de ello. Quizás eso explicara el que la tarjeta de IBM que incluía el expediente estuviese poco perforada.

Bill dijo que era posible. A veces los testigos se convencían a sí mismos de que ciertas cosas eran verdad y mantenían su declaración contra viento y marea. Le pregunté si podíamos comprobar los archivos de matriculación de vehículos. Respondió que no: los datos no estaban informatizados y los registros en papel habían sido destruidos hacía mucho tiempo.

Terminamos de cenar y cruzamos el casino. Sentí el irrefrenable impulso de echar unos dados.

Bill me explicó cómo se debía apostar. Las combinaciones me confundieron. «Al carajo», dije, y puse cien dólares sobre la mesa de juego.

La suerte me favoreció cuatro veces seguidas. Gané mil seiscientos dólares.

Regalé cien al crupier y convertí en dinero el resto de las fichas. Bill dijo que debería cambiarme el nombre por el de Bobbie Long, junior.

Lavonne nos esperaba levantada. Había leído su vieja declaración, pero no había despertado nuevos recuerdos.

Le di las gracias por su diligencia, tanto entonces como ahora. Ella repitió que mi madre era muy guapa, realmente.

El viaje a Reno me enseñó algunas cosas. Aprendí a hablar con amabilidad. Aprendí a no mostrarme agresivo.

Stoner era mi maestro. Advertí que siguiendo sus indicaciones estaba moldeando el aspecto detectivesco de mi personalidad. Stoner sabía controlar su ego para conseguir que la gente le contara cosas. Yo quería desarrollar esa habilidad, y deprisa. Quería que los viejos me contaran cosas antes de morir o de volverse seniles.

Me llamó una reportera del
L.A. Weekly
. Había pensado en escribir un artículo sobre la nueva investigación. Le pregunté si incluiría en ella un número de teléfono gratuito para que pudiera aportar pistas sobre el caso. La periodista respondió que sí.

El contacto de Bill en la Seguridad Social informó que Jim Boss Bennett había muerto de causas naturales en 1979. Billy Farrington nos informó de que la viuda de Jack Lawton aún vivía. Prometió buscar viejos cuadernos de notas de Jack en el garaje y llamar si los encontraba. La recepcionista de la Oficina del Sheriff llamó a Bill. Había recibido los antecedentes policiales de Michael Whittaker. El expediente constaba de diez páginas. La agente expuso los detalles.

Eran penosos y aterradores. Whittaker ya tenía sesenta años. Se pinchaba. Llevaba treinta años enganchado. Había bailado con mi madre en el Desert Inn.

Bill dijo que tal vez estuviese en San Francisco o en alguna cárcel. Apunté que quizás hubiera muerto de sida o de desgaste general. Bill dijo a la recepcionista que hiciera una comprobación en las empresas de servicios públicos. Quería localizar a Whittaker. Teníamos que encontrarlo. Y teníamos que dar con Margie Trawick.

Saqué nuestra copia impresa del «libro inverso». Dije que podíamos telefonear a todos los números de Margie Phillips que teníamos. Bill indicó que primero debíamos realizar una comprobación de empleo.

Yo había memorizado el nombre y la dirección. Margie Trawick trabajaba en el 2.211 de Tubeway Avenue, Tubesales. Bill consultó una guía Thomas. El lugar quedaba a cinco minutos de donde nos encontrábamos.

Fuimos en coche. Era un almacén inmenso y un edificio de oficinas contiguo. Dimos con la jefa de personal. Hablamos con ella. La mujer comprobó sus expedientes y confirmó que Margie Trawick había trabajado allí desde el 56 hasta el 71. Nos explicó que todos los expedientes personales eran estrictamente confidenciales.

Insistimos. La mujer dejó escapar un suspiro y anotó las señas de Bill. Dijo que llamaría a algunos antiguos empleados y les preguntaría por Margie.

Bill y yo regresamos a la Oficina del Sheriff. Revisamos el Libro Azul del caso Ellroy y descubrimos tres nombres más por comprobar.

Roy Dunn y Al Manganiello: dos encargados de barra del Desert Inn. Ruth Schienle: directora de personal de Airtek.

Buscamos datos de ellos en el ordenador del Departamento de Vehículos a Motor. Encontramos cuatro Roy Dunn, ninguna Ruth Schienle y un Al Manganiello en Covina. Consultamos los nombres en el ordenador del Departamento de Justicia. La búsqueda fue infructuosa en los tres casos. Buscamos el nombre de Ruth Schienle en el «libro inverso» que nos señaló una posible dirección en el estado de Washington.

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