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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

Observe a su perro (8 page)

BOOK: Observe a su perro
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El cuerpo está tan tenso que la cola tiembla en su posición más erguida.

Esta espantosa visión es suficiente para conseguir que la mayoría de los rivales se acobarden y se alejen prudentemente. Se emplea en confrontaciones serias, cuando el animal dominante cree que existe un auténtico desafío a su elevado status. En otras ocasiones, si el estado de ánimo es más relajado, un perro dominante puede ofrecer ocasionales recuerdos de su poder, empleando otros tipos de demostración. Uno de ellos es el amplio ritual en que, de forma deliberada, empuja a un perro más débil que puede encontrarse en pie o echado. El superior se coloca al otro lado del subordinado, como si tratara de bloquearle el camino, y se queda allí rígido durante el tiempo suficiente como para brindar este mensaje: «Controlo tus movimientos». De forma alternativa, puede realizar el ritual de montar que consiste en alzarse y colocar las patas delanteras sobre el lomo o los hombros del animal inferior. Éste es el primer movimiento de montarse para la cópula, pero aquí se emplea en una función que no tiene relación alguna con lo sexual. Es el equivalente canino de decir: «Quedas avisado».

Los otros medios con que el animal dominante hace saber a sus subordinados quién es el jefe son la «amenaza de salto» y la «amenaza de emboscada». Mediante lo primero, el perro hace un movimiento fingido de saltar sobre el enemigo, pero sin preocuparse de llevarlo a cabo. Con lo segundo, se agazapa como si estuviese emboscado, pero deja que su posición sea elocuente para el rival. En ambos casos, el animal subordinado capta el mensaje con gran rapidez y reacciona de acuerdo con ello.

Todas esas diferentes amenazas recuerdan a los perros inferiores el elevado status del individuo superior. Pero no tiene que realizarlas muy a menudo, si los perros viven juntos en el grupo. En realidad, durante la mayor parte del tiempo las relaciones internas son muy organizadas y amistosas. En una especie en que la caza en cooperación era la clave de una evolución con éxito, resultaba esencial que los perros superiores (o los lobos superiores) no fuesen demasiado autoritarios.

¿Por qué los perros esconden huesos?

Para comprender por qué los perros domésticos esconden alguna vez los huesos es necesario considerar la forma en que los lobos cazan en estado salvaje. Las presas pequeñas, como los ratones, son acechadas, perseguidas, cazadas por lobos que actúan de manera individual. Al saltar, atrapan la presa bajo la pata delantera. En el momento en que la cogen, muerden deprisa varias veces, tras lo cual es engullida con rapidez. Las presas ligeramente mayores, como los conejos, son tratadas de la misma manera. Si un animal de este tamaño muestra alguna dificultad, lo sacudirá vigorosamente; pero, por lo general, unos cuantos mordiscos es cuanto necesita para matarlo. A los animales de tamaño medio, como una oveja o un cervatillo, les producen la muerte con mordiscos en la garganta. Lo hacen en unos pocos segundos. Con todos esos animales, desde el ratón a la oveja, no existe necesidad de guardar comida enterrándola. Incluso un cervatillo puede ser consumido con rapidez por unos cuantos lobos, pues cada individuo adulto es capaz de tragar hasta ocho kilos de carne de una sentada, y llegar a ingerir veinte kilos en veinticuatro horas.

Sólo con las presas muy grandes, como un ciervo adulto, ganado o caballos, pueden conseguir una reserva de alimentos. No obstante, incluso en dichos casos por lo general dejan la carcasa in situ después de haberse comido la presa por completo, y vuelven después. Pero si la manada de lobos es pequeña y sólo está compuesta por unos cuantos animales adultos, pueden tomar la precaución de arrancar grandes trozos de carne y enterrarlos en el suelo. Esto protege a los alimentos de los carroñeros, especialmente ciertas aves como los cuervos, cornejas y buitres. En los veranos cálidos, también preserva la carne de las moscas y los gusanos. Normalmente, este entierro tiene lugar muy poco después de la muerte, y a veces los pedazos de carne se llevan a la guarida y se depositan allí.

La acción de enterrar consiste en excavar un agujero con las patas delanteras mientras todavía sujetan la carne con las mandíbulas. Cuando la cavidad es ya lo suficientemente honda, el lobo abre las quijadas y deja caer la carne. Luego emplea el hocico para volver a echar la tierra encima del escondrijo. A diferencia del gato, nunca usa sus patas delanteras para llenar el agujero que ha excavado. Una vez el hoyo ha quedado cubierto, realiza unos cuantos movimientos de presión hacia abajo con el morro y luego se va. Regresa al día siguiente, con las patas delanteras, pone al descubierto la carne, la agarra con las mandíbulas, la sacude con fuerza para desprender la tierra pegada a su tesoro y luego lo deja en el suelo y empieza a comérselo.

Volviendo al perro doméstico, resulta ahora sencillo ver qué condiciones deben estar presentes para alentarlo a enterrar alimentos. En primer lugar, debe existir un excedente de comida. Un perro hambriento, al igual que sus antepasados los lobos, se come todo lo que puede. Sólo si queda algo que no es capaz de zamparse, se lo lleva al jardín y lo entierra. La comida para perros comercial, incluso en los hogares en que los dueños sobrealimentan a sus animales, resulta imposible de llevar y de sujetar con las mandíbulas mientras practica un agujero. Por lo tanto, los perros alimentados sólo con alimentos blandos colocados en sus cuencos, nunca tendrán la oportunidad de enterrar nada. Pero si les dan huesos grandes, lo harán porque, al fin, tendrán algo que podrán llevarse y guardar en un agujero.

La razón de que los huesos sean tan populares como objetos que se pueden enterrar, es que, aunque los perros en cuestión no estén sobrealimentados ni tengan un excedente de comida, un hueso de buen tamaño, que no puede romper ni comérselo, viene a equivaler a una pieza alimenticia «que no puede comerse de inmediato». Es esta cualidad de «sobrante» lo que persuade, incluso a un perro hambriento, a enterrarlo.

Algunos perros de compañía, sobrealimentados con comida blanda, realizan un extraño entierro de restos de alimentos. Saben que la comida que queda en el cuenco no deja de ser buena, pero no están hambrientos, por lo que tratan de enterrar todo el cuenco en un rincón de un cuarto. Las acciones de enterrar son sólo fragmentarias en tales casos. Por lo general, el animal lo máximo que llega a hacer son «movimientos de cubrimiento» con el hocico. Esas acciones pueden a menudo empujar el cuenco por el suelo, pero no tienen otros efectos y el perro renuncia pronto. Lo que un perro que hace eso le está diciendo a su amo es que le han dado una comida muy abundante. Para no dejarla a unos imaginarios carroñeros, realiza los movimientos de guardar la comida para otra ocasión.

¿Con qué frecuencia comen los perros?

La mayoría de los dueños de perros les dan dos comidas al día, y esto, con agua fresca, es suficiente para mantenerlos saludables, dado que la comida es variada y no se halla limitada a la carne. Los perros asilvestrados y los lobos consumen cierta cantidad de comida vegetal cuando engullen las entrañas de sus presas herbívoras, y los perros domésticos tienen idénticas necesidades nutritivas. Pero una reciente tendencia de darles dietas vegetarianas es bastante peor que una comida compuesta únicamente de carne. El perro es omnívoro, como el hombre, y necesita un menú equilibrado.

Algunos propietarios tienen la extraña idea de que, un día a la semana, los perros deben ayunar. Este régimen de privación de alimentos se basa en el hecho de que, en estado salvaje, los lobos pueden pasar períodos de tiempo considerables sin alimentos de ninguna clase. Se ha llegado a dar el caso de pasarse catorce días sin comer en un medio ambiente difícil. Esos períodos de ayuno son luego seguidos por atiborramientos masivos y una rápida digestión cuando al final se consigue una presa grande. Dado que esta pauta de alimentación se da en la naturaleza, se cree que es su forma preferida de comer, pero esto no es cierto. Si disfrutan de un medio ambiente más rico, con gran abundancia de presas, los lobos comen varias veces al día. El hecho de que sobrevivan a una dieta de atiborramiento, tampoco debe tomarse como una guía para los regímenes alimenticios de los canes.

Resulta valioso recordar que, en nuestros primeros tiempos como cazadores, nuestros antiguos antepasados lograban sobrevivir alternando los atracones con los ayunos durante la mayoría del tiempo. Pero, aunque pudiésemos hoy volver a esta pauta alimentaria sin matarnos, nos conviene mucho más comer varias veces al día, y lo mismo le ocurre al perro.

¿Por qué los perros pastores son tan buenos para cuidar del ganado?

Las asombrosas habilidades de los pastores y de sus canes durante los concursos de perros de pastor, en las transmisiones televisadas, siempre fascinan a sus amplias audiencias. Parece existir una misteriosa y casi telepática relación entre hombre y animal. Pero, aunque sus actuaciones son en verdad notables, son en realidad muy explicables en términos de conducta de caza canina. El perro pastor de labor, simplemente, está recurriendo a los instintos heredados de su antepasado el lobo, modificando su antigua pauta de caza para hacer frente a las necesidades del pastor. Esto queda todavía más claro si se tiene en cuenta el comportamiento colectivo de los lobos cuando cazan al acecho.

Verse rodeado por una manada de lobos constituye una experiencia memorable. Incluso con una manada bien alimentada, a cuyos componentes se ha conocido desde que eran cachorrillos, se produce una etérea sensación de que los animales se están abriendo en abanico a tu alrededor. Se percibe en ese momento lo que debe sentir un venado perseguido y a punto de morir. En el mismo momento se comprende, en un abrir y cerrar de ojos, lo que el perro pastor hace cuando conduce a un rebaño de corderos. En su comportamiento, trata de actuar como una manada de lobos compuesta por un solo perro. Las probabilidades están en contra de él. En vez de una sola presa y todo un grupo de depredadores, existen un único depredador y numerosas presas. El pobre perro ovejero debe realizar el trabajo de diez lobos, y no es de extrañar que esos asombrosos canes mueran más jóvenes que otras razas, por lo agotados que llegan a estar debido a su absorbente trabajo.

La razón de que los perros de pastor se fuercen hasta el límite es que, tan pronto se han echado en un sitio, mirando a las ovejas sin perderlas un momento de vista, se percatan de que, para su lupino horror, no hay ningún lobo a su izquierda, ni tampoco a la derecha. Ellos solos forman el antiguo rodeo. Por lo tanto, corretean de acá para allá, saltando y agazapándose, tratando de formar, en todo momento un círculo de lobos. Los instintos lobunos que hay dentro de ellos no les permiten otra cosa.

La estrategia de caza que llevan a cabo se basa en cuatro «instrucciones» innatas. La primera dice: cuando hayas localizado una presa, aproxímate a ella a la misma distancia que tus compañeros de la manada. La segunda afirma: mantente equidistante respecto del lobo que se encuentra a tu izquierda y del que se halla a tu derecha. Unidas, esas dos reglas producen de manera automática un círculo de lobos alrededor de la presa. Si alguna vez has visto a una manada formar un círculo en torno de tu cuerpo, habrás comprendido cómo se interrelacionan esas dos reglas. Cuando el grupo te avista y avanza, puede hallarse formando un cerrado racimo. Luego, al aproximarse, cada lobo se separa de sus compañeros más cercanos. Continúan abriéndose, pero manteniendo una determinada distancia respecto a ti. El rodeo, que parece algo tan elegante y complejo, es en realidad una maniobra muy simple. El perro pastor, mientras se precipita de una posición a otra en torno a un rebaño de ovejas, marca su propia «distancia clave» respecto a él, y luego procede a ocupar los diferentes lugares de sus ausentes compañeros de manada, uno después de otro.

Un tercer rasgo de la caza por una manada de lobos es la emboscada. Un lobo en particular puede realizarla por sí mismo, separándose de la manada que efectúa el rodeo y manteniéndose oculto para la presa. Tumbado inmóvil en el suelo, aguarda mientras el resto del grupo hace avanzar a la acorralada víctima hacia el lobo en acecho. Este refinamiento de la emboscada constituye también una parte de la estrategia del perro pastor. A veces correrá y se echará, como escondiéndose, muy pegado al suelo, mirando con atención a las ovejas. En este momento es el emboscado, pero cuando el rebaño comienza a moverse, se convierte de nuevo en todo el grupo que realiza el rodeo.

Un aspecto final e importantísimo de la caza de los lobos es el papel desempeñado por el miembro dominante de la manada. Este «lobo superior» es el que inicia los diversos movimientos y decide la selección de una presa en particular. Los otros lobos prestan gran atención a su conducta y siguen a su jefe. Esto evita los desacuerdos que destruirían por completo la eficiencia de la caza. Respecto del ovejero, el pastor es el «lobo superior», y por lo tanto sus mandatos son rápidamente aceptados en los momentos en que deben tomarse decisiones respecto a cómo manipular el rebaño de ovejas.

Existen diez instrucciones específicas que el pastor le da a su perro. Son las siguientes:

¡Alto! (Detén cualquier cosa que estés haciendo en este momento).

¡Al suelo! (Adopta la posición de emboscada y estate quieto e inmóvil frente a la manada sin quitarle los ojos de encima).

¡A la izquierda! (Avanza a la izquierda del rebaño y, si se repite la señal, continúa rodeándolo en esa dirección).

¡A la derecha! (Lo mismo, pero en sentido opuesto).

¡Ven aquí! (Corre hacia el pastor estés donde estés).

¡Adelante! (Acércate más al rebaño, sin tener en cuenta dónde te encuentres).

¡Vuelve! (Apártate del rebaño).

¡Cuidado! (Ve más despacio en lo que estás haciendo).

¡Rápido! (Apresura la acción que realizas).

¡Ya está bien! (Deja de ocuparte de la oveja y regresa al lado del pastor).

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