Órbita Inestable (42 page)

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Authors: John Brunner

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Órbita Inestable
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El papel dejó de ser vomitado por la ranura. Vaciló, y finalmente preguntó: ¿QUÉ ES LO QUE VA MAL?

INTENTOS RECTIFICAR LAS CONSNECUENCIAS UMPREVISTAS DE ANTRUDUCCIÓN RMMENTO SSM C…

—¡Alto! —aulló Anthony Gottschalk a voz en grito, y los lentos y torpes dedos formu-laron una nueva pregunta: ¿MAL FUNCIONAMIENTO?

Sí.

NAUT… RECTIFICACIÓN… NATURALEZA DEL MAL FUNCIONAMIENTO. ESPECIFICAR.

FEEDBACK TRANSTEMPORAL INESTABLE. CONDICIÓN OSCILATORIA HACE IMPOSIBLE DETERMINAR CUAL DE VARIAS ALTERNATIVAS VISIONES CONFLICTIVAS DEL PASADO CONDUCEN AL ACTUAL ESTADO.

—¡Oh, esto es una locura! —gimió Anthony Gottschalk. ¿QUE INFIERNOS ES FEEDBACK TRANSTEMPROAL… RECTIFICACIÓN…TRANSTEMPORAL?

EL FENÓMENO QUE CONDUCE AL PERMANENTE E IRRESOLUBLE MAL FUNCIONAMIENTO DEL REBROT GOTTSCHALK EN PNTO TREMPORAL 1*L/ 2PUEDE YAMARSE A PROPÓSITO CREO QUE FINALMENTE HE DESCUBIERTO QUÉ ES LO QUE HACE REÍRSE A LOS SERES HUMANOS Y ME GUSTARÍA REPRESENTAR RECACION SIMILAR ES SIMPLLLLE JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

¡STOP!

Unas manos fláccidas se apartaron de la consola, y Anthony Gottschalk miró con en-fermiza impotencia la pantalla donde, mientras él había estado formulando sus preguntas, habían aparecido hermosos arabescos policromos. Entre ellos, repentinamente, letras legibles.

Ja ja ja ja…

En brillante verde esmeralda y en púrpura con un resplandor plateado.

¡STOP STOP STOP!

Pero no se detuvo. La pantalla siguió brillando iridiscente, como alucinaciones ladromídicas. El papel siguió brotando de la ranura hasta que se agotó, y entonces empezaron a chorrear esputos de líquido activador. Varios aterrizaron en el dorso de la mano de Anthony Gottschalk y se volvieron negros a la exposición a la luz.

Temblando tan violentamente que incluso sus dientes estaban castañeteando, Anthony Gottschalk se dirigió tambaleante hacia la comred, gritándole que le localizara inmediatamente a su contacto en la IBM. Una de las chicas apareció en las abiertas puertas vidrieras y él buscó algo a su alrededor para tirárselo, pero ella desapareció de nuevo de su vista antes de que él pudiera lanzarle el adorno que había encontrado. Le tomó más de media hora localizar al hombre que deseaba, siendo sábado, y durante la terrible espera vivió la ruina de sus esperanzas un montón de veces. El reclutamiento había empezado ya para formar el grupo armado con el que planeaba invadir la propiedad en Nueva Jersey de Marcantonio; las votaciones dentro del trust habían sido ya decididas en razón de los beneficios más altos que nunca había previsto; la factibilidad del gran proyecto de introducir lo definitivo en armamento personal, el denominado sistema C, había ascendido ayer mismo cinco puntos sobre el índice anterior gracias a la astuta maniobra de hacer que todos los blancs del continente se mearan en los pantalones trayendo a Montón Lenigo…

Pero sin la guía de Robert Gottschalk, ¿cómo podía hacerse todo aquello? ¡Ni siquiera había una garantía sobre el equipo! No se había atrevido a reclamarla mediante un contrato estándar, porque en aquel estadio estaba hipotecado por todos lados —estaba en números rojos por más de quinientos mil millones de dólares—, y permitir que alguien supiera que

«Robert» era realmente una máquina podía darle a Marcantonio la posibilidad de capitalizar sus propias reservas y comprar algo aún más avanzado…

Nervioso, el hombre de la IBM dijo:

—¿Puedo ver algo de eso que ha emitido la impresora?

—¡Cristo, estoy enterrado en ello hasta los tobillos! ¡Aquí está!

—Ah… Bien… Lo siento terriblemente, señor Gottschalk, pero parece como si esa máquina suya hubiera sufrido un importante traumatismo, y como mínimo habrá que efectuar una reconstrucción. Habrá que bajar el tono de la directriz de maximización, para empezar. Ha introducido usted un factor de infinitud en sus cálculos, por llamarlo de algún modo…

—¿Qué quiere decir con que yo le introduje? —chirrió Anthony Gottschalk.

—Sí, señor. Le recuerdo que los circuitos fueron diseñados exactamente de acuerdo con sus especificaciones. Creo recordar también que le advertí de la impredecible complejidad del…

—¡Deseaba algo que funcionara, no una computadora loca hablando de feedback temporal y oscilación inestable!

—Tengo en cuenta eso, señor, y tomaré las medidas oportunas tan pronto como pueda apartar sin levantar sospechas al necesario personal altamente cualificado de sus respectivos trabajos regulares. Desgraciadamente, acabamos de firmar un contrato con el señor Eugene Voigt de la Comisión Planetaria de Comunicaciones para una revisión total de sus propias y más bien complejas instalaciones, de modo que el personal no va a estar disponible hasta dentro de un par de meses como mínimo.

Terminó con una nota de desafío.

—Usted, sucio bastardo —dijo Anthony Gottschalk—. Usted, hijo de una pérfida puta.

—Sí, señor —dijo el hombre de la IBM, y cortó la comunicación.

Pero después de tres días de espera Vyacheslav Gottschalk empezó a sospechar, y acudió a sus propias ramas de información, y al quinto día los macuts de Marcantonio fueron enviados a buscar a Anthony Gottschalk para una conferencia de familia, como resultado de la cual fue desheredado y sus deudas repudiadas.

Por ello, y por otras quizá aún más significativas razones, el lanzamiento del prototipo del sistema C de armas integradas fue pospuesto indefinidamente.

96
Una rodilla dislocada requiere tan sólo vendajes, pero una pierna rota necesita tablillas

—¡Así que finalmente te localizaron! —dijo Morton Lenigo. Se echó a reír—. ¡Hubo un momento en que pensamos que debían de haberte tirado al océano!

Diablo no le respondió con ninguna sonrisa. Sabía muy bien cómo había sido localizado… Un rostro tan bien conocido como el suyo sería descubierto por cualquiera de los miles de simpatizantes Patriotas X al minuto siguiente de que se mostrara en la calle después de abandonar el Pozo Etchmark y acompañar a Reedeth y Madison hasta la ambulancia que el primero había ordenado que acudiera a recogerles. Recorrió la habitación con la mirada, reconociendo a todos los presentes: Mehmet abd'Allah de Detroit, Rosaleen Lincolnson de Chicago, el doctor Barrie Ellison de Washington, Jones W. Jones de Newark, NJ… De hecho, una muestra representativa del poder de cada enclave nig en los Estados Unidos excepto su propia ciudad natal de Blackbury.

—No sabes lo que lamenté enterarme de que el Mayor Black te había echado —prosiguió Lenigo—. Pero tenemos las cosas bien por la mano, ¿no es verdad?

Miró a Jones W. Jones.

—Sí, todo está arreglado —dijo el corpulento hombre, y rió con mucha suavidad—. Incidentalmente, hemos hecho saber en Ciudad del Cabo que, si la esposa y familia de Uys deseaban verlo de vuelta, podían optar por dos posibilidades: hoy e intacto, o mañana en pequeños trocitos. Esta mañana abandonó Blackbury en avión, a primera hora y de incógni-to.

—No pareces demasiado complacido —gruñó Lenigo, mirando fijamente a Diablo—. ¿Hay algo que va mal, hermano?

Diablo se controló. Tras una pausa, dijo:

—Todo depende. ¿Puedo intentar adivinar los propósitos de esta reunión?

—¡Bien! —Lenigo se reclinó en su asiento, sus pequeños ojos, enterrados en múltiples arrugas, brillando intensamente en su oscuro rostro—. ¡Adelante, hermano! Siempre me han dicho que tú eras el tipo mejor informado de este continente, blanc o nigblanc, y me encanta la posibilidad de oírte probarlo. Cuanto más aciertes, más te querré en el lado adecuado en la próxima confrontación. Supongo que no necesito decirte que se está preparando otra confrontación.

—No. —Diablo sintió que el sudor picoteaba su frente, pero resistió el impulso de se-carlo—. Digo que las cosas están así. Digo que los Gottschalk, y muy probablemente el propio Anthony Gottschalk en persona, han ofrecido a buen precio prototipos de armamento personal ultra-avanzado que puede hacer realidad el tipo de cosa que los grupos de defensa urbana blancs dan por sentado realizando sus estúpidos ejercicios de defensa de sus bloques, como el que un saboteador nig acuda a destruir toda una manzana de casas.

Mantuvo su mirada fija en el rostro de Lenigo, que no traicionaba ninguna expresión, pero con el rabillo del ojo vio a Rosaleen Lincolnson tensarse. La mujer nunca había sabido ocultar sus emociones desde la primera vez que la había conocido, hacía diez años.

—Me he divertido muchas veces enormemente en el pasado, a expensas de esa actitud… He hecho programas en los cuales un nigblanc de casi tres metros de alto jugaba al Super-man mientras a su alrededor todo un conjunto de aterrados blancs intentaban atarlo con hilo de coser como los liliputienses a Gulliver. Yo…

—Sí, lo recuerdo —dijo Lenigo—. Una gran imagen. ¡Y ahora va a ocurrir, muchacho!

—Un infierno va a ocurrir —dijo Diablo. Dudó, luego decidió lanzarse a fondo, tras ver de forma implícita que hasta ahora todo lo que había dicho era correcto—. Firmar con los Gottschalk ese trato que estáis planeando es exactamente lo mismo que el Mayor Black firmando su trato con Hermann Uys, y yo no quiero tomar parte en ello.

—¡Maldita sea, hombre! —estalló Lenigo—. Los Gottschalk son precisamente el único grupo no racista en este planeta, y yo he hecho negocios con ellos desde siempre. Anthony no es digno de fiar, de acuerdo, pero tampoco lo es Bapuji, ni Olayinka, y…

—Tranquilo —dijo fríamente Diablo—. No sé si te das cuenta del porqué has sido traído hasta aquí, pero lo diré en voz alta para todos los demás si es que a ti te avergüenza admitirlo. Fuiste traído hasta aquí porque los Gottschalk deseaban asustar a toda la población blanc de este país. Tú eres como una plaga… Tú encerraste a mister Charley en una celda de una prisión privada de ciego temor.

—¿Y eso es malo? —dijo Lenigo, y se echó a reír.

—¿Estás diciéndome que los Gottschalk abogan en el fondo de sus corazones por la igualdad de los negros? —contraatacó Diablo.

—Desde los ochenta no han dejado de proporcionarnos los instrumentos con los cuales labrarnos un lugar bajo el sol —restalló Mehmet abd'Allah—. ¿Por qué no te callas un minuto y dejas hablar a Morton?

—Porque él mismo ha dicho que yo soy el hombre mejor informado del continente —dijo Diablo, y aguardó a que aquello penetrara en la mente de todos.

Durante la pausa, se preguntó si no estaría siendo realmente un estúpido, o peor aún, un traidor, actuando sobre algo que había sido dicho por un hombre al que él mismo había ayudado a subir a una ambulancia del Ginsberg hacía apenas una hora o así.

—Incluso al precio especial de veinticinco mil hojas de té —dijo—, no vais a poder disponer de las armas integradas del sistema C en cantidades suficientes como para exterminar a todo blanc que pueda pagar el precio total de cien mil. Vosotros…

—Espera un momento —dijo Jones W. Jones, alzando una amplia mano de rosada palma. Se volvió hacia Lenigo—. Amigo, ¿no dijiste que la designación de las armas del sistema C se suponía que era un secreto?

Lenigo parecía incómodo. Murmuró:

—Según Anthony… Pero espera a que el hermano termine de hablar.

Diablo tragó dificultosamente saliva. No había esperado causar aquel tipo de impacto.

Dijo:

—Coincidiendo con la entrega de los primeros modelos del sistema C, lo cual se producirá a principios del año próximo, las noticias de su existencia serán difundidas entre los blancs. La producción está planificada de tal modo que surta a ambos mercados, pero el blanc es el más importante porque los blancs pagarán más. Mientras vosotros todavía estáis entrenando a los operadores, la propaganda de los Gottschalk fomentará tal terror en las ciudades blancs que con toda probabilidad los enclaves nig adyacentes serán arrasados y saqueados, lo cual es precisamente lo que necesitan los Gottschalk para maximizar su potencial de ventas.

—¡Oh, infiernos, muchacho! —dijo Lenigo—. ¡Estás exagerando!

—¿De veras? —dijo Diablo suavemente—. Hermano Mehmet, ¿quién alimentó en ti la idea de sobornar la entrada de Morton en el país?

Mehmet abd'Allah adoptó una expresión avergonzada.

—Si estás tan bien informado… —dijo.

—Estoy incluso mejor informado de lo que tú piensas que lo estoy —afirmó rotunda-mente Diablo. Aunque no estaba enteramente convencido de la veracidad de lo que estaba diciendo, el hecho de estarlo diciendo tranquilizaba de forma curiosa su mente—. ¿Quién es el que está planeando destruir los bancos de almacenamiento de datos de Iron Mountain? Sé que alguien lo está, y lo que es más, los Gottschalk lo saben también, puesto que están construyendo un complejo de proceso de datos completamente nuevo en Nevada. ¿Te has parado a pensar en lo que ocurrirá si los Gottschalk son la única gran corporación que sigue teniendo grabaciones de sus negocios, sus índices de crédito y todo lo demás?

—¡Por supuesto que lo hemos pensado! —exclamó Lenigo—. Por eso es por lo que esto tiene prioridad en nuestra lista. Sin embargo —añadió en una nota más baja—, me intranquiliza un poco descubrir que tú sabes lo que tenemos programado.

—Yo no soy el único —dijo Diablo—. ¿Sabes quién me habló de ello? Matthew Flamen.

Rosaleen Lincolnson saltó en pie.

—¡Eso es imposible!

Cerca de ella, el doctor Barrie Ellison adelantó una mano tranquilizadora.

—Flamen tiene computadoras, querida —dijo—. Y no puedes mantener un proyecto de este calibre completamente a salvo de vías de agua.

—Esto no es simplemente una vía de agua —dijo Diablo—. El barco se está hundiendo. —Dio media vuelta y avanzó un paso hacia Lenigo, inclinándose sobre él—. De hecho, en lo que a mí respecta, ya está hundido. ¿Me oyes, hermano Morton? No tocaría esa idea vuestra ni con una pértiga de tres metros. Hiede a manejo sucio. Os habéis dejado manejar, os han laceado, ¡y ahora danzáis al son que ellos os tocan!

Lenigo, furioso, intentó levantarse; Diablo lo empujó de nuevo hacia atrás en su silla con una palma abierta.

—¡Quédate ahí y escucha, hombre! Allá en casa puede que te hayas creado una gran imagen, ¡pero aquí no eres más que un palurdo recién llegado de la granja con pegotes de boñiga de vaca en tus botas! Puedes asustar a esos estúpidos blanquitos que juegan ahí afuera a los soldados de plomo con sus lásers y sus granadas, ¡pero ningún demagogo de tres al cuarto me hará marchar a su paso! —Respiraba tan violentamente que su voz se convirtió en un chillido—. ¿Quieres que te diga cómo os han manejado? ¡Te lo diré, con lugares y fechas! Anthony Gottschalk imagina que ha reclutado a los suficientes monos y ju-niors como para sacar a Marcantonio de su silla en la primavera del año próximo. Imagina que puede utilizar tu falsa reputación como genio organizativo para fustigar el odio entre los blancs y convertir a las armas del sistema C en el… el Voortrekker del campo. ¿Y lo hará por mí…, en bien de mi piel negra? ¡Me haces reír hasta el vómito, hermano! Terminaréis agotando todo vuestro crédito en Washington, doc: ¿qué ocurrirá entonces? Seguirán fustigando el odio, mintiendo al decir que seguís acumulando armas, ¡hasta que los blancs se lancen sobre Washington y no dejen a nadie vivo allí para empuñar una pistola! ¿No es cierto, doc?

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