MIGUEL: Te pedimos… universo… que nos protejas y que… no acabemos como ellos que…
(se interrumpe)
. No me sale.
(ÁGUEDA toma las riendas)
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ÁGUEDA: Déjame a mí, tanto universo y gaitas, vamos a hacerlo como Dios manda.
DIANA: Hala.
ÁGUEDA: Señor, protégenos en esta hora oscura. Sabemos que estos son los últimos días, sabemos que los muertos se han levantado en la hora final para hacernos pagar por nuestros pecados pero todos aquí dentro te alabamos, señor, y somos tus humildes siervos; aunque algunos ahora te nieguen también son tus hijos y tú les quieres igual. Protege también a nuestra pequeña Belén que forma ya parte de ese ejército del infierno que…
(MIGUEL interrumpe el rezo)
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MIGUEL: ¡Uno de nosotros ha tenido que abrir un acceso!
(Todos callan unos segundos. Luego el SOLDADO reacciona. Todos permanecen con las manos unidas)
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SOLDADO: ¿Qué dices?
MIGUEL: Estoy seguro de que estaba todo cerrado. Diana y yo lo repasamos varias veces. Todas y cada una de las habitaciones. Varias veces. Es imposible que hayan entrado por la fuerza rompiendo las puertas o las ventanas, los habríamos oído. Así que sólo queda una alternativa: uno de nosotros ha tenido que abrir una vía para que esos monstruos puedan entrar
(Mirando al SOLDADO)
. ¿No estás de acuerdo?
SOLDADO: ¿Por qué me miras a mí?
MIGUEL: No lo sé. ¿Has sido tú?
SOLDADO: Por supuesto que no.
(Todos se miran entre sí unos segundos, sospechando unos de otros)
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EL DESCONOCIDO: Bueno, mirad, antes de que montéis otro numerito como el de las religiones, os lo digo: no os devanéis el seso, he sido yo.
(Todos le miran alucinando. El DESCONOCIDO suelta las manos y se separa del grupo. Los demás siguen agarrados de las manos, sin darse cuenta, como niños)
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EL DESCONOCIDO: Me vais a perdonar pero estoy un poco deprimido y, no sé, llamadme derrotista pero creo que no hay solución. Nadie lo ha comentado pero ¿no os parece que no es buena señal ese silencio de la radio? ¿Que durante horas sólo se escuchara música clásica y desde hace un tiempo ni eso? Me parece que lo que está pasando en Chueca poco a poco se ha ido extendiendo a otras zonas de Madrid, de la provincia y quién sabe si también de la nación o del mundo. Ah, la típica arrogancia de nuestras autoridades… Como si se pudiera contener una infección de este calibre poniendo unas pocas placas de PVC en las calles o con unas barreras de hormigón o echando un gas. Lo siento, creo que está todo perdido.
MIGUEL: Así que has dejado entrar a esos monstruos para acelerar el fin.
EL DESCONOCIDO: Alguien antes que yo ya había decidido que no ibais a salir vivos de aquí. El soldado os ha engañado. Nunca ha querido traer ayuda sino exterminio. No puede permitir que haya gente viva que pueda contar lo que de verdad ha pasado en el barrio, lo de la "limpieza" y todo eso. Aunque, bueno, si la civilización se ha ido a la mierda eso ya carece de importancia, ¿verdad?
(Al SOLDADO)
. Esto no es un reproche amigo mío, es más, lo comprendo muy bien. Recibiste órdenes de no dejar un alma viva en el barrio y eso es precisamente lo que te querías asegurar de hacer hasta el final. Admiro a las personas responsables que cumplen con su deber. Es una lástima para ti que ya no haya mandos a los que obedecer, ¿no? Permíteme apuntar, por cierto, que esas pastillas antirretrovirales no te han inmunizado contra nada, es evidente que eso es una chorrada, una locura producto de tu mente enferma. Si nuestro amigo Miguel es inmune a esas bestias, algo que todavía está por ver, está claro que debe de ser por algo que tiene él en su interior, algo en su espíritu, en su genética, algo que tú no tendrías ni aunque vivieras mil años. Abrí las puertas de atrás —sí, ya sabes lo que me gustan las puertas de atrás—, para estar seguro de que tú corrías la misma suerte que nos habías reservado a nosotros. Todo está perdido pero mi muerte sería dulce si lograba verte morir con mis propios ojos antes de que esas bestias me los devoraran. Para mí ver tus sesos salpicando el suelo de este maravilloso palacio es muy importante porque, te lo repito por última vez, yo no soy ese artista que dices que soy, no lo conozco, yo soy un funcionario de loterías de Palencia y estoy casado y tengo dos hijos y una vez al trimestre vengo por Chueca; me compro unos pocos libros, me gusta la literatura erótica gay, y me meto en un par de cuartos oscuros, con eso me conformo y llevo mi vida adelante, con pocos sobresaltos, unas ladillas de vez en cuando que mi mujer no ve porque vive de espaldas a mí y poco más… Así que ya lo sabes, que te quede claro, no soy ese que dices. Llevo una doble vida muy dolorosa pero no soy ese que dices. Soy una persona mansa, que paga sus multas, que no ha buscado nunca problemas con nadie, que jamás ha dicho una palabra más alta que otra pero hay algo que me saca de quicio y es que las personas no cumplan su obligación, que no sigan las reglas. Amigo mío, usted es un representante del ejército, yo espero protección de usted y sólo he encontrado burlas y desprecio y muerte. No, amigo mío, no lo puedo consentir. Ahora la muerte se la he traído yo a usted y se la he metido por la puerta trasera.
(Con un grito inhumano el SOLDADO se lanza a matar al DESCONOCIDO)
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SOLDADO: ¡Hijo de puta, demente de mierda, loco, loco, loco!
(ÁGUEDA, TOÑI y NACHO se ponen a llorar aterrados, mientras MIGUEL y DIANA intentan detener al SOLDADO que, furibundo, estrangula al DESCONOCIDO y le golpea la cabeza contra el suelo una y otra vez. Tras unos segundos de pelea, el DESCONOCIDO queda inerte. DIANA y MIGUEL consiguen apartarlo. DIANA toca el cuello del DESCONOCIDO)
DIANA: Está muerto. ¡Lo ha matado!
SOLDADO: Lo merecía por hijo de puta, maricón de mierda. ¡A mí nadie me habla así!
(Todos permanecen unos segundos mirando el cadáver y mirándose entre ellos en silencio. Sólo se oyen los golpes de los monstruos)
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MIGUEL: ¿Era verdad lo que ha dicho?
SOLDADO: ¿El qué?
MIGUEL: Que tu intención no era traer ayuda. Que ibas a ordenar que nos mataran.
SOLDADO: Qué más da.
MIGUEL: ¡No da igual!
(El SOLDADO calla. Todos se repliegan en una esquina de la estancia alejándose del SOLDADO)
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DIANA: Asesino…
SOLDADO: ¿Es que no habéis oído lo que ha dicho? ¡Fue él! ¡Él hizo que esos monstruos entraran! ¡Nos ha condenado!
ÁGUEDA: Lo que yo he visto es que tú has matado a un hombre. Eres un asesino.
(Todos clavan su mirada en EL SOLDADO sin hablar)
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SOLDADO: Bueno, ¿ahora qué? ¿Vais a lincharme o algo así?
(Nadie habla)
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SOLDADO: Lo sabía, ni siquiera tenéis agallas para eso. No sois más que una cuadrilla de cobardes. Una bollera, una travestí, dos maricones y encima uno negro… Ah, sí, y una vieja. Los ejemplares más productivos de nuestra sociedad.
(DIANA se encara con el SOLDADO. MIGUEL le pone la mano en el hombro)
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DIANA: ¡Cabrón de mierda!
MIGUEL: Tranquila, Diana, no caigas en su trampa…
SOLDADO: Eso, Diana… No te dejes llevar por la ira. Aprende de tu amigo el negrito que parece el más templado de todos, el más objetivo. ¿Cuántos años tienes? Más de cuarenta, seguro. ¿Y qué haces? Vivir como si tuvieras quince, como si fueras un puto adolescente eterno, con ese corte de pelo en plan punky, en plan: "Soy joven, pongo discos en los locales más modernos de Chueca…". Y mientras tanto son otros los que se levantan a las siete de la mañana para ir a trabajar, otros los que se parten el lomo para pagar los impuestos con los que sufragamos tu puto tratamiento contra esa enfermedad que pillarías en una de tus asquerosas fiestas de sexo sucio y depravado, maricón repugnante…
(Ahora es MIGUEL el que se lanza a matar al SOLDADO. Y son todos los demás los que lo tienen que parar. El SOLDADO ríe y ríe tras el encontronazo)
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SOLDADO: Dejadle… Dejadle que me mate… Claro que sí. Qué más da una muerte más o menos…
DIANA: No te vamos a matar, no somos como tú.
SOLDADO: Eso desde luego. Os sorprende que diga estas cosas, ¿verdad? ¿Os parecen cosas horribles? ¿Os preguntáis cómo es posible que alguien piense cosas así? Amigos, lo que yo pienso es lo que piensa todo el mundo. Fuera de las fronteras de vuestro maravilloso barrio, fuera de Chueca, hay otro mundo, un mundo hostil que siente vergüenza de vosotros, que os desprecia y odia, un mundo que teme al que es diferente y que con sólo una palabra se levantaría contra vosotros para exterminaros.
DIANA: Eso no es verdad.
SOLDADO: Vivís en una burbuja, admitidlo. Pero ahora Chueca ha desaparecido del mapa. Esa isla de felicidad ya no existe, vuestro refugio ha desaparecido.
(Hay una pausa, en la que el SOLDADO se acerca al cuerpo muerto del DESCONOCIDO)
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SOLDADO: ¿Sabéis? Envidio a este pobre infeliz. Porque estar vivo aquí dentro es peor que la muerte, así que si tenéis pensado ajusticiarme, hacedlo rápido. Prefiero morir a seguir aquí con vosotros.
(Nadie habla)
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SOLDADO: ¡Vamos, adelante!
(Nadie hace nada)
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SOLDADO: ¿Es que no os dais cuenta? Esta habitación sólo tiene una salida y está bloqueada por esos monstruos. ¡No hay solución!
TOÑI
(sin convicción)
: Siempre hay esperanza. En algún momento se cansarán de pegar en la puerta, tarde o temprano se irán, podremos salir de aquí… O… Alguna vez… Alguien… nos vendrá a rescatar…
SOLDADO: Querido travestido, aquí no va a venir nadie y sabes tan bien como yo que esos engendros sin mente no se cansan nunca; mientras hagamos ruido, mientras respiremos, mientras estemos vivos, nunca se irán de esa puerta. Tienen paciencia infinita y no necesitan comer ni beber. Y si ahora es duro vivir aquí dentro sin agua ni alimentos, cuando este desgraciado empiece a descomponerse va a ser muy desagradable incluso respirar. Cuando empiece a pudrirse el olor va a ser insoportable, las moscas nos van a comer vivos, los gases de la descomposición nos van a asfixiar lentamente. Me gustaría saber quién de vosotros cinco va a enloquecer primero.
(NACHO y TOÑI se llevan las manos a la boca, se asustan, avanzan hacia la salida tapada con una gran estantería)
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NACHO: ¡Dios, qué asco! ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Toñi, ayúdame!
(TOÑI y NACHO se afanan por mover la enorme estantería que bloquea la puerta. MIGUEL se acerca a ellos para detenerles)
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MIGUEL: ¡No! ¡No toquéis eso!
(Pero TOÑI y NACHO han logrado desplazar un poco la pesada librería. Al instante varias manos ávidas y putrefactas se cuelan por las rendijas de la puerta de madera destrozada. DIANA y MIGUEL vuelven a colocar el pesado mueble delante del acceso para evitar la entrada de los monstruos. TOÑI y NACHO se retiran de la puerta, alterados, desesperados, sollozantes)
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SOLDADO: Bien, veo que ya empezamos a ser conscientes todos de la gravedad de nuestra situación.
(MIGUEL estalla)
MIGUEL: ¡Basta! ¡Silencio! ¡No quiero oír una palabra más de tu boca, malnacido! ¡Si nuestra situación es peor de lo que podría ser es por tu culpa! ¡Porque eres tú quien le ha matado! ¡Así que o te callas ahora o te juro que te ataré a ese cadáver y me deleitaré viendo cómo te pudres con él!
(El SOLDADO levanta las manos, conteniendo la risa)
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TOÑI
(sollozando)
: ¿Qué vamos a hacer, Miguel?
MIGUEL: Deberíamos buscar otra salida.
NACHO: No la hay, estas paredes son sólidas…
MIGUEL
(Furibundo)
: ¡Busquemos otra salida!
(Todos, excepto el SOLDADO, que se queda sentado en el suelo silbando una tonada, y ÁGUEDA, que permanece de pie, apocada en una esquina, se ponen a revisar las paredes, a golpearlas, toquetearlas… ÁGUEDA mete la mano en su bolsillo, saca la jeringuilla)
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ÁGUEDA: Yo… tengo esto…
MIGUEL: ¿Qué es?
ÁGUEDA: El último vial de morfina. Se lo iba a poner a Belén para la operación y no me dio tiempo…
(EL SOLDADO levanta la mano, burlón)
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SOLDADO: ¿Puedo hablar?
(MIGUEL bufa, nadie dice nada y el SOLDADO habla con fingida humildad)
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SOLDADO: Ese vial de morfina puede ser la solución. Al menos la solución parcial.
(Todos le miran; interesados, a su pesar)
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SOLDADO: Si son más de trescientos cincuenta miligramos podría ser una dosis mortal. Tras un coma de varias horas la persona muere por colapso respiratorio. Una muerte muy dulce, por cierto. Pero sólo hay para uno. Sólo uno de nosotros podrá librarse de este encierro, de la locura irremediable, de una muerte lenta y agónica. En fin… Habrá que decidir quién merece ese privilegio, ¿no?
(Todos quedan en silencio. Los lloros de ÁGUEDA se intensifican y habla con vergüenza. MIGUEL se acerca y le quita el vial de morfina de las manos, para evitar que haga una locura)
ÁGUEDA: Yo… Yo ya soy mayor. No soy más que una carga para vosotros… Y ya he vivido lo que tenía que vivir…
SOLDADO: Eso es trampa, Águeda, querida. Intentas darnos pena, como si te sacrificaras por nosotros… No, no, esa morfina es una bendición, no una condena… Evidentemente por ser la más prescindible, no tienes derecho al indulto de esta muerte dulce.
DIANA: Eres un loco. Un puto loco. ¿Quieres que ahora nos peleemos por ver quién merece el suicidio?
SOLDADO: No es un suicidio. Es el único billete que tenemos para huir de este infierno. Si renuncias voluntariamente a él, estás excluida. ¿Alguien más?
(Todos le miran en silencio. Una llorosa TOÑI se decide a hablar)
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TOÑI: Yo soy joven, no puedo siquiera pensar en la muerte y menos ahora que he encontrado a alguien…
NACHO
(le abraza por los hombros)
: ¿Pero lo nuestro no era sexo y nada más que sexo en el fin del mundo?
TOÑI: El sexo sin tiempo se transforma en amor, ¿no lo sabías?
NACHO: Y el amor sin tiempo se transforma en eternidad…
(NACHO besa a la travesti. El SOLDADO aplaude de manera teatral, burlón)
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SOLDADO: Bravo. Y dos analfabetos intentando hacer frases provocan vergüenza infinita. No, en serio, me gustaría saber si seguís pensando lo mismo cuando pasen las horas y nuestro amiguito empiece a criar su propio ecosistema. Para cuando imploréis la muerte, ya será tarde.